martes, 29 de junio de 2010

Tlacuillo
Corazón de Niño/Quetz-Al
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
EHECATEPETL (cerro del viento)
“EN EL UMBRAL DE LA ADOLESCENCIA FRENTE A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS NIÑOS DE LA CALLE”
TROTAMUNDOS XXI
Lince Hambriento

Tráfico de niños
SINOPSIS

En el capítulo anterior, los Trotamundos se han instalado bajo un puente a la salida de Ecatepec, en donde por cierto no les va nada bien debido a que tienen que “mocharse” con casi el 70 por ciento de sus ganancias con el jefe de crucero y con el policía de tránsito para que les permitan trabajar.

Ya han cumplido como 15 días en el lugar; una tarde se acerca un señor llamado Prudencio Benavides, quien les advierte que hay vecinos a quienes no agrada su presencia, porque “afean” la vista además de que temen lleguen más niños de la calle. Les ofrece entonces una alternativa: “en Estados Unidos hay buen trabajo para ustedes y podrán ganar en dólares”. Los muchachos, en su desesperación, no lo piensan mucho y acceden realizar el viaje hasta la frontera norte a bordo de la lujosa camioneta propiedad de don “Prude”.

Ya en la frontera, don Prudencio los entrega a don Pepe, un “pollero”, con quien tenía tratos desde hacía mucho tiempo.


CAPÍTULO XXI

Los Trotamundos ingresan a territorio estadounidense en calidad de indocumentados

Era una noche estrellada, pero sin luna, lo que disminuía la posibilidad de ser descubiertos por la “migra”.

Como a las dos de la madrugada la caravana hizo una breve pausa para descansar unos minutos.

-Vamos con rumbo al noroeste, dijo Porfi.
-¿Y cómo lo sabes, si ni traemos brújula?
-Por las estrellas. ¿Ven ese montoncito de estrellas?, se llama constelación de Orión. Las tres estrellas alineadas que mucha gente en mi pueblo conoce como los “Tres reyes magos”, es el cinturón. ¿Ven ese otro grupito más pa´rriva como de tres estrellitas?, es la cabeza. Si trazamos una línea recta desde la estrella de en medio del cinturón hacia la cabeza y la seguimos hasta el horizonte, ese es el norte verdadero, no importa la hora que sea, porque las estrellas siempre se están moviendo, pero de todos modos nunca se equivocan, siempre apuntan al norte verdadero.


Constelación de Orión

-¡Ah, chingá!, y eso lo aprendiste en tu pueblo?
-Ps aluego, eso lo sabe cualquier campesino, pero también viene en el manual Quetz-Al, léanlo y verán.

-¿Por qué dices “norte verdadero” –preguntó Bruti- ¿qué hay norte falso?
-Buena pregunta, dijo Luca.
-Lo que pasa, según el manual, es que hay un norte magnético y un norte verdadero. El norte verdadero es el mero centro del Polo Norte, en cambio el norte magnético, “asegún dice el Manual”, está situado en una isla en el norte de Canadá, la cual se encuentra varios kilómetros al Suroeste del Polo. Como esa isla tiene “muncho” magne… magne…
-¡magnetismo!, expresó Luca.
-¡Eso!, entonces las brújulas en vez de apuntar al centro del Polo Norte, que es el norte verdadero, apuntan a esa isla, que es el norte magnético y “tons” hay que hacer un ajuste. Ese ajuste varía “asegún” donde te encuentres, yo calculo que aquí debe haber una desviación como de 12 o 13 grados al Este, pero las estrellas no nos engañan, siempre son exactas.
-No, ps sí, tú sí sabes.
-Pos por eso leo el Manual.

Los casi cincuenta niñas y niños, al borde del agotamiento, echaron su maleta al hombro y prosiguieron su abrumante caminata nocturna en pleno desierto. Conforme avanzaban topaban a la orilla del camino con restos óseos de humanos, desde cráneos hasta extremidades; múltiples huesos dispersos seguramente por acción de los depredadores de la zona. Estos restos humanos eran testigos de lo ya advertido por los guías: “el que se atrasa se queda”.

Poco antes de las seis de la mañana el cielo empezaba a clarear, los niños de la caravana iban sumamente agotados, no sabemos cuántos se quedaron en la mitad del camino presas del cansancio, la deshidratación y a merced de los depredadores naturales del desierto. Pese a las extremas condiciones, los Trotamundos siempre se mantuvieron juntos.

Poco después de las ocho de la mañana, la caravana arribó al lugar de destino; había dos bodegones, uno para las niñas y otro para los niños. El lugar estaba rodeado por cientos y cientos de hectáreas de sembradíos rodeado de agrestes montañas. Desde allí no podía vislumbrarse vestigio alguno de zona urbana en la cercanía, de noche no había más iluminación que la de las estrellas y la luna -cuando había- y obviamente no había camas, todas y todos tenían que dormir en el suelo.

Al hacer el conteo se percataron que faltaban dos niñas y un niño, pero ya no podía hacerse nada por ellos, seguramente morirían en medio del desierto y sus restos aparecerían regados a lo largo del camino como los otros tantos y tantos restos esparcidos sin que nadie se preocupara por identificarlos. Total, ya ni modo, al fin y al cabo, con la venta de los demás, las ganancias se podían compensar.

-¡Arriba, huerquillos güevones, a trabajar! Eran las cuatro de la madrugada y en 10 minutos tenían que estar listas y listos en el patio del albergue, en total eran poco más de cien. Quienes ya llevaban un tiempo tuvieron que enseñar a los recién llegados cómo realizar el trabajo agrícola, el cual era tedioso y muy agotador, sobre todo durante las horas del mediodía bajo el lacerante sol y con temperaturas de más de 42 grados centígrados.

Durante su primer día de trabajo los Trotamundos presenciaron cómo casi 10 niñas y niños cayeron deshidratados ante el inmenso calor y lo único que hacían los capataces era arrastrarlos a un lugar sombreado en donde les proporcionaban un poco de agua.

Conforme pasaban los días iban conociendo más niñas y niños que se encontraban en las mismas condiciones.
-¿Y tú Paco, de “onde” vienes?
-Yo, de un pueblo de San Salvador y mi amigo Manolo viene de Guatemala.
-Pos se ve que de Guatemala se vino a “Guatepior”, interrumpió una chica a la que apodaban la “Kikis”, pero su nombre era Alicia.
-¿Y tú de “onde” vienes?
-Yo de Arizona.
-¿Y on´ta eso?
-Pos cerca de aquí, en los Estados Unidos, ¿qué no saben?
-Yo sí, dijo Galpa, todavía me acuerdo de la geografía, ¿no ven que estudié hasta primero de secundaria?
-¿Y cómo llegaron aquí?, preguntó Luca intrigado.

Manolo era un muchacho de 16 años originario de un pueblo de Guatemala cercano a la frontera con Chiapas. Paco, de 14, venía de un pueblo de la República del Salvador y Kikis, de 13 años, era madre de un bebé de cuatro meses al que aún amamantaba y para ello tenía que llevarlo cargando a su espalda a su faena diaria. Cada uno empezó a contar su historia.

-A mí, contó Manolo, me llevó la fregada cuando tenía 13 años. Yo vivía con mi familia: mi mamá, mi papá, mi hermano Pedrito que entonces tenía diez años, mi hermanita Chuchis de ocho, mi hermanita Carmelilla de seis y Ramoncito, el más chiquito, tenía apenas dos años, pero el ejército me los mató y quemó la casita donde vivíamos. Yo me salvé, porque en ese momento esta jugando fut-bol con mis amigos, pero cuando llegué a mi casa me encontré con…, con… -no pudo terminar de contar, porque le ganó el llanto-.
-¿Y qué hiciste?
-Un vecino me dijo que me escapara, porque si no igual me iban a matar. Yo no quería escaparme, yo quería morirme junto con mi familia, pero don Cirilo, el vecino, me llevó casi a la fuerza hasta la frontera de Chiapas. Después de unos días de andar por ahí vagando unos señores me agarraron, me encerraron varios días en un bodegón como éste y luego me trajeron encerrado en un trailer junto con otros, éramos como cincuenta, todos encimados, hasta acá. Así viajamos como cuatro días sin comer y sin tomar agua, desde entonces estoy aquí, ya llevo como tres años.
-¿Y por qué mataron a tu familia?
-Creo que mi papá pertenecía a una organización de campesinos a la que no quería el gobierno.
-¡Chale!, dijo Poncho, no ps eso sí que está cañón.
-Si, me cai. ¿Y tú, Paco?

-A mí me pasó casi igual, hace como un año. Los soldados mataron a mi papá, mi mamá y a mis dos hermanitos más chicos, sólo nos salvamos mi hermano que tenía 20 años y yo. También nos escapamos a Chiapas, pero al cruzar la frontera a mi hermano José le dieron un tiro en la cabeza. Yo no sabía que hacer hasta que igual que a Manolo unos señores me llevaron por la fuerza, me tuvieron varios días encerrado y luego me trajeron en un trailer hasta la línea, de ahí nos trajeron a pié en la noche hasta acá.
-¿Y a tu familia, los mataron por lo mismo?
-Si, por lo mismo, el gobierno de mi país no quiere que los campesinos reclamen sus derechos, según me explicó mi hermano José. Yo también me quedé solo, como Manolo. Aquí nos conocimos y es mi mejor amigo. Pero no crean que somos los únicos, aquí hay muchos que están por lo mismo.

-¿Y tú, Kikis, cómo llegaste?
-Pues yo nací en Fénix, Arizona, aquí en los Estados Unidos. Fui hija única, mis papás son mexicanos, pero ya tenían muchos años viviendo en Fénix, ahí se conocieron. Una noche, en la madrugada, hace como un año, entraron muchos policías a mi casa, rompieron la puerta y nos llevaron a los tres a una oficina. Al otro día echaron a mis papás a México, que porque eran ilegales y a mí por ser gringa me mandaron a una casa de huérfanos, pero como a los tres meses una señora me sacó en la madrugada, me entregó a unos señores y esos señores me trajeron aquí en una camioneta, pero en el camino me violaron. Hace cuatro meses tuve aquí a mi hijito sin que viniera ningún doctor; me ayudó doña Josefa, esa señora gorda que nos vigila día y noche.
-¿Y hablas inglés?
-Desde luego, yo aquí nací y fui a la school. Yo hablo hispano and english. En mi casa hablábamos hispano y con mis amigas, como todas eran hijas de mexicanos o de Centroamérica, some times hablábamos en hispano y some times in english, pero en la school tenía que hablar sólo english.
-¡Ah!, ta “güeno”.

-Oye Luca, ¿como cuántos días llevamos aquí?
-Ps quién sabe, pero ya un chingo. ¿Cómo cuántos días crees que llevemos, Galpa?
-¡Uta!, bien, bien no sé, pero calculo que como seis meses.
-¿Tú crees? ¿Y cuándo nos empezarán a pagar?, ya vez que don Prude dijo que nos iban a pagar en dólares.
-Pos sí, voy a ver si puedo hablar con el mero, mero, a ver qué me dice.

-Oiga, el señor don Prude, el que nos trajo a la línea nos dijo que nos iban a pagar en dólares, pero hasta ahorita no hemos recibido nada.
-¿Cómo que nada?, ¿y los gastos del viaje desde donde ustedes vienen?, todo eso tuvo un costo en dólares y por lo tanto ustedes están en deuda, misma que tienen que pagar con trabajo, además les estamos dando comida y hospedaje, ¿qué más quieren?
-¿O sea que tenemos que pagar esa deuda que usted dice?, ¿por cuánto tiempo?
-El que sea necesario y no me molestes, huerco, tengo “muscho” trabajo.

Cuando Galpa transmitió la mala noticia a los demás trotamundos toda su esperanza se les vino abajo, no podían creer que habían sido víctimas del tráfico de menores para el trabajo esclavizado en un campo agrícola de un país extraño y hostil, sobre todo porque eran inmigrantes sin papeles, es decir, indocumentados, ilegales. Lo peor era que estaban totalmente aislados, en un extensísimo campo rodeado de montañas desde donde no se podían ver rastros de ninguna población cercana. La única carretera visible era la que llegaba justamente al albergue en el que estaban literalmente presos, allí sólo entraban y salían las lujosas camionetas propiedad de los capataces y de los dueños, así como los camiones que llegaban vacíos y salían cargados de producto, los cuales eran previamente inspeccionados por guardias especiales para impedir que algunos niños pudiesen escapar como polizontes.

-¿Y qué vamos a hacer entonces?, preguntó Poncho angustiado.
-Tenemos que hacer algo, dijo Porfi. Este lugar está “pior” que la hacienda en donde vivía con mi abuelita allá en Oaxaca.

Esa referencia les hizo recordar a la abuela Petrona, lo que les obligó a hacer una pausa de silencio acompañada de felices y tristes recuerdos envueltos en el rocío que espontáneamente brotó de sus tiernos y nostálgicos ojos.

Días pasaban y a diario presenciaban con horror cómo niñas y niños caían presas del cansancio y el calor sin que se les volviese a ver. A diario desaparecían cuatro o cinco infantes sin que nadie informara nada sobre su paradero, pero cada cuatro o cinco días llegaban refuerzos, todos menores procedentes de México y Centro América. Esto sucedía en pleno siglo XXI, cuando se suponía que la esclavitud había sido abolida hacía más de cien años.

-Oigan, dijo Porfi, tengo una idea.
-¿Cuál?
-He estado leyendo en el manual algo sobre Exploración y Supervivencia y a lo mejor podemos escaparnos.
-¡A caray!, ¿Y cómo, si ni siquiera sabemos “ónde” estamos?
-¿Se acuerdan que les dije cómo guiarnos por las estrellas?
-Si, algo de los “tres reyes magos”.
-“Pus” “déso” se trata. He estado observando que la carretera va de aquí al Este, eso quiere decir que hacia el Este hay algo, algún pueblo, pero no nos podemos escapar siguiendo la carretera, “pos” luego, luego nos agarrarían, lo que tenemos que hacer es salir escondidos por el monte y caminar siempre de noche hacia el Este siguiendo las estrellas.
-Pos mira, no es tan “jendepo” el “chinpe” “Forpi”, dijo Bruti.
-Parece buena idea, dijo Galpa, pero hay que planearla muy bien, porque si nos perdemos en el desierto ya nos jodimos.

Más de 20 días pasaron para que los Trotamundos pudieran hacer un plan. Porfidio no sólo la hacía de tesorero, también de secretario y bibliotecario de la Patrulla, si bien el único libro que tenían era el Manual Quetz-Al. Por las noches, ya a la hora de descanso, Porfi casi a escondidas se arrimaba bajo uno de los escasos faroles desparramados en el campamento de niños-esclavos y se ponía a estudiar el manual detenidamente, pues él, con tan escasos conocimientos académicos y nula escolaridad -apenas leía, escribía y hacía las cuentas de la tesorería- se esforzaba enormemente para comprender el Manual y poderlo explicar a sus hermanos de aventura durante los pocos ratos en que podían reunirse fuera de la vista de los capataces. Era muy difícil, pero se las ingeniaban, pues sabían que de ahí podía depender su futuro inmediato: vivir como esclavos hasta que un accidente o una enfermedad los privara prematuramente de la vida, o escapar en busca de mejores oportunidades. Sabían que eso no lo podrían lograr solos, permanecer unidos era su única salvación, por eso eran “uno para todos, todos para uno”. La ventaja de Porfi era su naturaleza indígena, pues ello le confería, tal vez genéticamente, un mejor entendimiento y capacidad de adaptación en la armonía con la naturaleza. La vida del campo, después de todo, no le era ajena.


…CONTINUARÁ
Tlacuillo
Corazón de Niño/Quetz-Al
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
EHECATEPETL (cerro del viento)
TROTAMUNDOS XX
“EN EL UMBRAL DE LA ADOLESCENCIA FRENTE A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS NIÑOS DE LA CALLE”
Lince Hambriento


SINOPSIS

En el capítulo XIX, los trotamundos son nuevamente derrotados por la discriminación e hipocresía de las llamadas “clases decentes” y por la llegada del nuevo párroco quien, de manera prepotente, deshace de un plumazo todo el trabajo de tres meses emprendido por los muchachos con el apoyo del padre Gregorio, el anterior párroco de San Hipólito.

Los muchachos se ven obligados a abandonar la parroquia y recurren a don Manolo, un viejo discapacitado que en su adolescencia había perdido ambas piernas en un accidente en una mina del norte del país sin que le pagaran un solo centavo de indemnización.

Don Manolo, un hombre ya mayor, sin piernas, con muchos años de vivir de limosna en la plaza de San Fernando, advierte a los trotamundos sobre los peligros de ser “levantados” por la policía capitalina con fines de tráfico de personas.

La despedida entre don Manolo y los trotamundos fue muy emotiva y además significativa; don Manolo entendió muy bien la unión de los trotamundos como un verdadero equipo integrado: ¡uno para todos, todos para uno!, fue su despedida.


CAPÍTULO XX

Los Trotamundos se ven forzados a abandonar el templo de San Hipólito, en el Centro Histórico de la ciudad de México.

Sin ningún plan definido, nuestros cinco héroes abordan el Metro en la estación Hidalgo sin rumbo definido, llegan así al norte de la ciudad a un lugar llamado Indios Verdes, denominado así por la presencia de un monumento cuyas estatuas en bronce representan a unos indios prehispánicos en color verde opaco. Alrededor de la estación se encuentran decenas y decenas de puestos instalados en las banquetas que venden desde chicles hasta discos (DVDs.) “piratas”.

-¡Uta!, esto sí que está hasta la madre de repleto.
-Me cai que sí.
-¿Crees que aquí podamos hacer algo, güey? –preguntó Luca a Galpa.
-Ps´no sé, güey –contestó Galpa-, primero tenemos que ver qué onda, ¿no?
-¿Tons, qué hacemos “orita? –preguntó Bruti-.
-Ps, “orita-orita”, yo creo que tenemos que esperar aquí hasta que anochesca, En la noche ya veremos “ónde” quedarnos a dormir y, mañana… ps´a ver qué sale –dijo Galpa-.
-Yo ya “mi ando miando” –dijo Poncho.
-Te acompaño, -dijo Luca-.
-Lo acompañamos, -dijeron los demás-; “un mexicano nunca mea solo”.

Fácilmente encontraron un mingitorio público al que por tres pesos por cabeza pudieron entrar los cinco. Su “instinto” de conservación -¿o experiencia?- les decía que en medio de ese mundo tan hostil, ya conocido por ellos, por ningún motivo debían separarse. Estaban en lo correcto. ¿Cómo dejar a Poncho, de escasos nueve años, próximo a cumplir diez, ir solo a un mingitorio público en medio de un ambiente tan inseguro, sobre todo tratándose de un niño totalmente vulnerable y fácil presa del tráfico de menores? A lo mejor –muy probablemente- este razonamiento lógico no lo tenía ninguno de ellos –ni Galpa- tan concientemente elaborado, pero al menos tenían sentido común, un sentido común fincado en sus propias experiencias de manera individual y en sus experiencias de manera grupal: “uno para todos… todos para uno” o, como bien lo dijeron: “un mexicano nunca mea solo”.

Cayó la noche en medio del aire contaminado de humo y una mezcla de olores fétidos y de distintos aromas de la comida que se expendía en los puestos. Los últimos expendios de comida empezaron a cerrar hacia la una de la madrugada, poco después que la estación del Metro cerraba puntualmente. Los trotamundos pudieron cenar a su entero gusto gracias a los fondos que habían ahorrado con el comedor comunitario de San Hipólito.

-Con estas enchiladas quedé a toda madre.
-Ps, yo también.
-¿Y “ora” qué hacemos?
-Ps vamos a buscar “ónde” podemos dormir, ¿no?
-No, ps´sí.
Hacía frío y el único lugar más o menos agradable que pudieron encontrar fue el fondo de la escalinata que conduce al Metro. Allí se tendieron y por fortuna pasaron una noche tranquila, nadie los molestó hasta las seis de la mañana en que se abrieron las puertas para dejar pasar a cientos y miles de usuarios. La pregunta que se hacían y que para nada los dejaba tranquilos, sobre todo a Galpa y Luca, los principales responsables de la Patrulla, era ¿y ahora qué?

Lo importante era no separarse, pues “intuían” que su condición de menores en situación de calle los hacía fácil presa del crimen organizado, aunque no lo conocieran por ese nombre. Estudiaron estratégicamente los alrededores, lo cual les costó más de una semana. Finalmente decidieron acudir a un punto en donde varios vehículos entran y salen de Ecatepec a Pachuca y viceversa por la carretera federal. Allí había un crucero en el que podrían por lo menos limpiar parabrisas a los autos que se detenían en los semáforos. Pero las condiciones no les eran ajenas; para poder trabajar tenían que “mocharse” cada uno con una cuota para el “jefe” del crucero y otra para el policía, pero no les quedaba de otra, lo importante era trabajar sin tener que separarse. Esta nueva circunstancia los obligó a cambiar de lugar de vivienda; del Metro Indios Verdes, donde inicialmente habían llegado, a un puente cercano al crucero donde trabajaban. Vivir bajo un puente no les resultaba nada extraño, ya lo habían experimentado en Iztapalapa, el extremo sur de la ciudad. ¿Qué mas daba vivir bajo otro puente?

Las cosas no resultaron tan fáciles. Los trotamundos, una vez instalados en el puente a la entrada de Ecatepec, empezaron a ser blanco de todo tipo de agresiones. Los habitantes de las colonias aledañas se empezaron a quejar de su presencia por “afear” el lugar. ¿Cómo iban a permitir que un grupito de niños mugrosos de la calle invadieran la vía pública de esa manera? Al rato seguramente llegarían más y más, con lo que aumentaría la ya de por sí importante e incontrolable delincuencia juvenil en la zona. Grupos de colonos, principalmente comerciantes, empezaron a solicitar a las autoridades del municipio su desaparición. ¿Cómo? ¿Asesinándolos como lo hacen las brigadas de la muerte en Brasil en pro de la “limpieza social”? En Brasil asesinan a los niños de la calle porque “afean” la ciudad. En México trafican con niños de la calle con fines de esclavitud, prostitución infantil y donación de órganos, pues resulta más lucrativo que matarlos.

Muchos países, entre ellos México, han firmado tratados internacionales en los que se comprometen a actuar en defensa de los derechos humanos de los niños de la calle, pero todo es bla, bla, bla, pues en la


Realidad, ningún gobierno, mucho menos el ultraderechista mexicano, hace algo por estos niños, pese a los múltiples convenios y tratados internacionales que hipócritamente se han atrevido a firmar.

Esa noche los Trotamundos, una vez reunidos bajo el puente, se preguntaron unos a otros:
-¿Cuánto sacaste hoy?
-13 pesos en todo el día y le tuve que dar 10 pesos al “jefe”, sólo me quedaron tres. ¿Y tú?
-Igual, yo saqué 17 pesos, menos los 10 para el “jefe”, sólo me quedaron siete.
-Ta´cabrón, ¿no?
-Ps, sí, pero ¿Qué más podemos hacer?

-¡Hola!, se acerca un señor dirigiéndose a Porfi quien se encuentra solo bajo el puente.
-¡Hola!, contesta Porfi.
-¿Tienen ya varios días por aquí, no?
-Mmm, pues… como 15.
-Sí, más o menos, ya los he visto, ¿pero son varios, no?
-Mmm, cinco… somos cinco.
-¿De dónde vienen?
-Pss, del Metro.
-¿Indios Verdes?
-Ps, sí, creo que así se llama.
-¿Y qué hacen aquí?
-Ps, andamos trabajando.
-Mmm, ya veo, ¿y tú, por qué estás aquí solo?
-Me tocó cuidar las cosas –le señala con un movimiento de cabeza el grupo de cinco mochilas amontonadas al pié de uno de los pilares que sostenían el puente-.
-¡Ah!, ¿y tú cómo te llamas?
-Porfidio, me dicen Porfi.
-¿Y cuántos años tienes?
-Ps, como 13.
-¿Y cuándo cumples los 14?
-No me acuerdo.
-¿Sabes?, me gustaría platicar con los cinco, ¿a qué hora podría encontrarlos juntos?
-¡Uh!, ps´como a las 11 de la noche.
-Está bien, hoy vengo a esa hora.

Luego de “joderse” todo el día en el crucero limpiando parabrisas, medio comiendo con el poco dinero que les quedaba después de tener que pagar su obligado tributo cotidiano al policía de tránsito y al “jefe” del crucero, tan sólo por dejarlos trabajar, los muchachos regresan al puente, su nueva “casa”, no sin antes llevarle a Porfi dos tacos fríos de pancita. Porfi los pone al tanto de la visita recibida al medio día.

Poco más de media hora pasó para que el mismo señor que horas antes había visitado a Porfi se presentara ahora ante los cinco muchachos.

-Mi nombre es Prudencio Benavides, me dicen don Prude. Yo paso por aquí a diario y desde hace como 15 días los he visto debajo de este puente. El problema es que muchos vecinos ya se han quejado de ustedes y si siguen aquí podrían hacerles algo.
-¿A sí?, -dijo Galpa un tanto indignado-, si sólo estamos trabajando, no robamos, no nos drogamos, no hacemos mal a nadie, ¿por qué no nos quieren?
-Pues es que… dicen que “afean” la vista y la gente tiene miedo de que vengan aquí más muchachos como ustedes.

Lo de “afean” la vista cayó en los muchachos como una bofetada a su dignidad, pues les recordó su experiencia en la catedral poblana.

Los niños de la calle son discriminados y estigmatizados por su condición y su aspecto. La llamada “gente de bien” no tolera su presencia, porque roban, se drogan en la vía pública y andan mugrosos y mal vestidos. Lo que no sabe ni entiende la “gente de bien” es que los niños de la calle son víctimas inocentes de un sistema corrupto y cruel que les niega sus Derechos Humanos.

-¿Y qué quieren que hagamos?, -volvió a contestar Galpa ya molesto-, ¿qué nos muramos?
-No, no se trata de eso –les dijo don Prude tratando de calmar los ánimos-, se trata de buscar una mejor solución.
-¿Cómo cuál?
-Pues si de veras quieren trabajar yo les puedo conseguir en dónde.
-¿…?
-Si, en el “otro lado…”, en los Estados Unidos.
-¿En los Estados Unidos? ¿Y cómo nos iríamos? Está bien lejos, ¿no?
-Por eso no se preocupen, yo me encargo, lo que sí les puedo asegurar es que allá podrán ganar en dólares y no en mugrosos pesos como aquí.
-¿En dólares?, ¿y qué tendríamos que hacer?
-Es trabajo fácil, sólo juntar un poco de algodón. Allí tendrían comida diario y, sobre todo, un cuarto dónde vivir solos y tranquilos. ¿Qué dicen?, ¿aceptan?
-Pues…, no sé –dijo Galpa-, primero tendríamos que platicarlo entre nosotros.
-El problema –dijo don Prude- es que yo mañana salgo a los Estados Unidos a las seis de la mañana y necesito saber desde ahorita si se animan para pasar por ustedes.

La oferta no parecía tan mala, después de todo, ¿qué les ofrecía este país, su propio país? A lo mejor en los Estados Unidos podrían encontrar una mejor oportunidad, ¿por qué no?, se dice que es el país más rico del mundo.

Los muchachos aceptaron y acordaron con don Prude estar listos antes de las seis del día siguiente.

Tal como acordaron, don Prude y un ayudante llegaron en su camioneta al puente a las cinco y media de la mañana, los muchachos ya estaban esperándolo con sus mochilas empacadas.
-¿Listos, muchachos?
-Si, ya estamos listos.
-O key, pues súbanse.

Los muchachos abordaron la amplia camioneta en la que podían viajar con la comodidad que nunca antes en su vida ninguno de ellos había experimentado. Sus asientos eran muy cómodos, tenía aire acondicionado, equipo de sonido estereofónico, televisión con DVD en donde podían ver las películas que don Prude traía, cristales polarizados, en fin, el mayor lujo que nunca antes habían disfrutado. El viaje duró tres días. Comían en restaurantes a la orilla de la carretera y pernoctaban en casas particulares en donde don Prude era viejo conocido, todo sin que les costara un solo centavo. Nunca antes nuestros héroes se habían dado tan lujosa vida. Chido, ¿no? Pero tan buena suerte no iba a ser duradera, las penurias comienzan cuando llegan a “la línea”, es decir, la frontera entre Estados Unidos y México.

-Pues ya llegamos, vengan para que les presente al señor que los va a cruzar al “otro lado”.
-¿Así que estos son de quienes me hablaste, Prude?
-Estos meros.
-Se ven fuertes.
-Ya lo creo, son chavos de la calle y al parecer no se drogan.
-¡Qué raro!
-Pues sí, la verdad es raro, pero aquí los tienes.
-Bien, muy bien. Esteee, muchachos, espérenme donde está aquella camioneta mientras platico aquí con don Prude.

-Bueno, Pepe, pues hay tienes nada menos que a cinco fuertes muchachos, muy trabajadores y que además no tienen vicios.
-Si, Prudencio, ahora ¿cómo nos vamos a arreglar?
-Pues como siempre, ya sabes.

En ese momento saca de su bolsillo derecho un papel, el cual extiende a la vista de Pepe.

–Pues esto es lo que me gasté del viaje por los cinco, más el precio por cada uno de ellos, en total me conformo con cincuenta, ¿qué te parece?
-Mmm, de acuerdo.

Ambos se dirigen a la “oficina” secreta de Pepe en un edificio de enfrente y entrega a Prudencio Benavides 50 mil dólares en efectivo, contantes y sonantes. Una vez contados, billete por billete, Prudencio los acomoda en un portafolio y aborda apresuradamente su camioneta sin siquiera despedirse de los muchachos.
-Súbanse, muchachos –invita don Pepe a los Trotamundos a abordar su lujosa camioneta-. Atraviesa la ciudad fronteriza, toma una desviación sobre la carretera y llega a una especie de bodega.

-Bien, pues aquí nos quedamos, así que bajen sus cosas.
Los condujo al interior de la bodega en donde, con sorpresa, vieron a más de 40 niñas y niños entre ocho y 16 años, todos tendidos en el suelo, pues no había un solo mueble, ni baño; a un lado de la única puerta había una letrina construida con troncos y ramas, pero ningún lavabo dónde lavarse ni las manos.

-Aquí van a dormir, les recomiendo que se duerman temprano, desde ahorita, pues salimos antes de media noche, por ahí de las once, más o menos.

Los muchachos eligieron un rincón en donde pudiesen estar juntos. Con trabajo dormitaron por ratos de manera intermitente, pues la temperatura bajo el techo de asbesto rebasaba los 42 grados centígrados y a las 11 de la noche fueron despertados por seis individuos, todos ellos adultos. Don Pepe estuvo presente, pero sólo para supervisar la salida, pues no los acompañó en el viaje que estaban a punto de iniciar.
-Muchachos –habló don Pepe- aquí estos señores los van a guiar al “otro lado” de la línea, tienen que obedecerlos, el que se atrase se queda, se puede perder y de seguro se muere; la caravana no puede estarse deteniendo para esperarlos. Que tengan buena suerte.
Después de dos horas de caminata nocturna…
-Bien, muchachos, pues ya estamos en la línea, a partir de aquí cada quien cuida por su vida, si alguien se atrasa por lo que sea, como dijo don Pepe, no nos vamos a detener. Tenemos que cruzar “a pata” muchos kilómetros de puro desierto. No podemos llevar lámparas, ni prender cerillos, ni fumar, pues nos puede localizar la “migra” (border patrol) y entonces no se la acaban, les disparan a quemarropa sin ninguna consideración y quedan aquí para alimento de los coyotes.

…CONTINUARÁ

domingo, 30 de mayo de 2010

PRÓLOGO: tardío, pero necesario. Saludos.

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
ESCULTISMO ALTERNATIVO
AVENTURAS DE LOS
TROTAMUNDOS
(EN EL UMBRAL DE LA ADOLESCENCIA FRENTE A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS NIÑOS DE LA CALLE)
Lince Hambriento

PRÓLOGO

Aventuras de los Trotamundos es la historia de cinco niños de la calle que se van conociendo de manera fortuita en medio de su desventura. Un día encuentran por accidente un viejo y maltratado libro bajo el puente en el que solían pernoctar, se trataba del Manual para la muchacha y el muchacho Quetz-Al.

Quetz-Al es la fusión de los vocablos “Quetzal” y “Albatros”; Quetzal son las muchachas y, Albatros, los muchachos. Quetz-Al es un Movimiento juvenil de Escultismo Alternativo.

Como sabemos, el Escultismo es un Movimiento mundial conocido como boy scouts, el cual fue fundado en Inglaterra, en 1907, por el general Robert Baden-Powell, a quien se debe indiscutiblemente todo el mérito.

Un siglo después, ya no en un país del Primer Mundo como Inglaterra, sino en un país del Tercer Mundo, surge nuestro Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo en una escuela popular del Estado de México, allá por el municipio de Ecatepec.

En el Escultismo tradicional militan generalmente hijos de familia; en el caso específico de México, son por lo regular niños y jóvenes procedentes de familias “acomodadas” profesantes de alguna religión, principalmente la católica. El Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo es menos conservador, su propuesta se basa en la formación de habilidades psico-sociales que encaminan a la muchacha y el muchacho al desempeño de su autonomía; su enfoque, además, es completamente laico.

Pues bien, cuando los cinco muchachos de la calle comienzan a leer (sí, leer; los niños de la calle no son totalmente ignorantes, muchos de ellos en algún momento fueron a la escuela) el manual, les va resultando cada vez más interesante y finalmente deciden formar, entre los cinco, una Patrulla.

Una Patrulla, dentro del Escultismo, es un grupo de cuatro a seis chavas o chavos (del mismo sexo) entre 11 y 16 años, esto es, en el umbral de la adolescencia. En este caso se trata de cinco chavos, pero debido a determinadas circunstancias, los dos menores aún no alcanzaban la edad mínima requerida.

Poncho, el menor, tenía sólo nueve años y, Oswaldo, diez. Porfidio tenía 13; Carlos Mariano, 15, y Gerardo, el mayor, 16. Todos eran niños de la calle, cada uno con una historia particular. Su encuentro fue casual y paulatino y tal vez determinadas características en su manera de ser favorecieron su cohesión como grupo.

De todas las etapas de la vida, la preadolescencia (11 a 16 años) es la más crítica; esta etapa se caracteriza principalmente por presentar una aguda crisis de identidad, crisis que el adolescente mayor de 16 ya comienza a resolver. El preadolescente tiene que enfrentar el duelo, es decir, la pérdida tanto de su propia infancia como de los padres de su infancia; ya no es el niño que recibía apapachos, pero tampoco es el adulto con facultad de tomar decisiones libres, “¿entonces qué soy?”, se pregunta.

Debido a su natural crisis de identidad, el preadolescente se vuelve retraído, rebelde, conflictivo, se confronta con la autoridad de los adultos (padres, maestros, instructores, etc.). Si la autoridad se muestra represiva, sólo logrará agravar el problema, pero si la autoridad se muestra comprensiva, tolerante y dispuesta a negociar, entonces los adultos estaremos en la mejor posibilidad de ayudar al preadolescente a superar su crisis de identidad.

De acuerdo con los expertos en desarrollo psico-social, la mejor manera de que el preadolescente pueda resolver su crisis de identidad es relacionarse estrechamente con otras u otros de su misma edad y de su mismo sexo -sin hacer a un lado, desde luego, su relación con el sexo opuesto-. De ahí la existencia, desde tiempos ancestrales hasta la fecha, de las llamadas “pandillas”. La pandilla permite, por otro lado, el progresivo y sano rompimiento del “cordón umbilical” familiar -las familias “muégano” son sumamente auto-destructivas-, siempre y cuando exista de por medio la intervención y asesoría, poco interferente, por parte de adultos responsables. Una pandilla puede orientarse hacia el lado de la delincuencia, o bien, hacia el lado constructivo, todo depende del apoyo de los adultos y de la clase de adultos que les brinden dicho apoyo.

A diferencia de la “banda”, la “Pandilla” está conformada por un pequeño grupo de “camaradas” que no rebasa ocho o diez integrantes. La banda, en cambio, puede estar conformada por varias decenas o centenas de individuos, pero invariablemente dividida en pandillas. Tanto la banda como la pandilla proporciona al individuo un sentido de pertenencia que, a su vez, proporciona un sentido de identidad, ambos necesarios para la formación de la personalidad, a través de un largo proceso en tiempo y espacio, pero claro, dependiendo de sus fines.

Una verdadera Patrulla, dentro del Escultismo, es una auténtica pandilla, su única diferencia con las pandillas delictivas es su orientación y sus fines inmediatos. Una Patrulla escultista sigue lineamientos y objetivos claros y bien definidos bajo la supervisión y asesoría de adultos competentes que saben hasta dónde pueden y deben interferir para no entorpecer el desarrollo de la autonomía de dicha Patrulla. Las pandillas delictivas carecen de esta condición.

Hasta aquí estamos hablando de un Escultismo hecho a la medida de hijos de familia, cuyos padres están dispuestos a apoyar y colaborar con el grupo scout que premeditadamente seleccionaron para sus hijos y que muy probablemente fueron ellos mismos miembros activos de un grupo scout durante su infancia y su juventud. Pero ¿qué pasa con los niños de la calle? ¿Los niños de la calle, por el hecho de ser niños abandonados, no tienen derecho a beneficiarse del Escultismo?

La presencia de niños de la calle, en cualquier zona de la ciudad, es signo indiscutible del sub-desarrollo, injusticia e ineptitud del gobierno. Como al gobierno no le conviene esa cara de la realidad, pero no puede hacer nada por resolver el problema de fondo, pues afectaría los intereses multimillonarios que los llevaron al poder, entonces no le queda de otra más que desaparecerlos de la vista, sobre todo de los turistas extranjeros. ¿Cómo?, fácil, ordena “levantamientos” masivos valiéndose de los cuerpos policíacos para luego vender a las víctimas al crimen organizado: mano de obra esclavizada, prostitución, pornografía infantil, tráfico de órganos o simplemente narcomenudeo. A esto se le llama “limpieza social”, lo cual significa desaparecer de la vista aquello que “afea” la vía pública, porque delata la injusticia y la ineptitud de las autoridades responsables.

Ser niño de la calle no implica ser inferior a los hijos de familia ni mucho menos carecer de sus derechos humanos. Los niños de la calle tienen los mismos derechos humanos que cualquier otro niño alrededor del Planeta y, en esencia, tienen las mismas potencialidades tanto físicas como afectivas e intelectuales que los niños, hijos de familia. La diferencia es que los niños de la calle son mucho más vulnerables que los niños hijos de familia, pues están más expuestos a la explotación infantil en las modalidades de esclavismo, prostitución, extracción de órganos, en una palabra, el crimen organizado con la complicidad de políticos y grandes empresarios, con el agravante de que ¿quién va a reclamar por sus Derechos Humanos, si los niños de la calle a nadie importa?

La presente historia intenta revelar, a través de la ficción, pero de manera realista, las penurias de un pequeño grupo de cinco preadolescentes en situación de calle quienes, posterior al hallazgo de un manual, forman una Patrulla Quetz-Al a la cual llaman Trotamundos.

A diferencia del Escultismo tradicional, que propone principios de corte tradicional-colonialista, el Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo propone la Formación del sujeto social autónomo dentro del desarrollo de seis habilidades psico-sociales: Auto-conocimiento, Creatividad, Pensamiento crítico, Responsabilidad, Solidaridad y Respeto. La pregunta que quedaría en el aire es: ¿y dónde quedan los Derechos Humanos de las y los niños de la calle? T

miércoles, 26 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XIX

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XIX
19-mayo-2010
Lince Hambriento


SINOPSIS

El padre Gregorio comunica al administrador, a los profesionales voluntariamente encargados del programa de rehabilitación a adictos, a los coordinadores Lety, Bruni y Sebas y, por supuesto, a los trotamundos, encargados del comedor comunitario, sobre la decisión del obispo de trasladarlo a otra parroquia. El padre Gregorio es emotivamente despedido por sus fieles con la canción de “las golondrinas”.

En su lugar, el obispo envía al padre Diego, un barbudo y canoso sesentón fumador de puro por demás déspota y arrogante quien, dos semanas después de su llegada ordena clausurar tanto las sesiones de rehabilitación a adictos como el comedor comunitario tan eficientemente conducido por los trotamundos. Eficiente no desde el punto de vista económico, sino desde el punto de vista humanitario.

El administrador personalmente es el encargado de comunicar con gran pena a los trotamundos que en menos de 24 horas, por órdenes del padre Diego, tendrán que desalojar el lugar y olvidarse del comedor comunitario.
CAPÍTULO XIX

En completo silencio y con semblante notoriamente triste, los cinco muchachos apenas adolescentes, una vez más son derrotados, no por la “suerte” ni por el “destino”, sino por la discriminación y la hipocresía de algunos sectores de la sociedad que se dicen “decentes”.

-¿Qué hacemos, Galpa?
-No sé. ¿cuánto tenemos en caja, Porfi?
Porfidio sacó de inmediato la libreta y rindió a toda la Patrulla las cuentas claras día por día, pues ya era todo un experto en la contabilidad.

-Pos´trabajamos en total 82 días, a un promedio de 15 comidas diarias de a 10 pesos, juntamos en total 12,300 pesos.
-¡Orale!
-Bueno, pero de aquí tuve que pagar a los que nos traínan las cosas de la Central de Abastos. Ya ven que al principio nos dieron chance de un mes, pero luego me pidieron que les pagara cada 15 días y por suerte, para no quedarles mal, ayer les pagué, así que con ellos estamos a mano. ¿Hay que ser honrados, no?
-No, ps´la neta sí.
El costo por comida era como de ocho pesos y sólo nos quedaban de ganancia dos pesos, así que nos quedan 2,460 pesos, pos´pagué 9,840 a los señores.
-¡Ujule!, pos nos quedó bien poquito.
-Bueno, no se quejen, acuérdense que desayunábamos, comíamos y cenábamos todos los días y además teníamos dónde dormir, como cuando estábamos con la abuela Petrona allá en mi tierra.

El recuerdo de doña Petrona caló profundamente en los muchachos, lo que los hizo hacer una pausa de silencio sólo interrumpida por el “roar” de los carros y los ruidosos microbuses. Las lágrimas humedecieron sus infantiles ojos, pero trataron de ocultarlo lanzando la mirada al piso con el cuello flexionado.

-Bueno, si es cierto, con dos mil y cacho la podemos hacer mientras encontramos otra cosa.
-Ps´sí, pero por lo pronto ¿qué hacemos?
-Tengo una idea, dijo Luca, ¿Por qué no vamos con don Manolo, el señor ese sin piernas que está siempre en el parque de junto? A lo mejor nos puede ayudar en algo.
-Mmm, buena idea, “ps” vamos a verlo.

-“Ps” sí, don Manolo, ¿cómo la ve?
-Muy cabrona, muchachos, muuuy cabrona.
-Bueno, pero tenemos una lanita que juntamos del comedor y tal vez podríamos comprar cosas como para lavar parabrisas, dar grasa de zapatos, ¡lo que se pueda!, aquí mismo en el parque o en la Alameda. Ya tenemos experiencia. Además ¿podríamos dormir aquí junto a “usté”?

-Ps, ¡qué les diré!, la mera “verdá” aquí corren “muncho” peligro. ¿Cuántos niños de su edad ven por aquí?
-Mmm, ninguno.

-“Pus” miren, yo tengo aquí “munchos” años y hace como cinco años aquí vivían más de cien niños como ustedes.
-¿Y qué les pasó?
-Los “jueron” levantando. Ahora, como ven, ya no hay ninguno.
-¿Levantando?
-Sí, a media noche venían “polecías” en sus camionetas y se llevaban a varios de estos niños. Algunos que han logrado escapar han venido a contarnos que los venden como esclavos para prostituirlos, para ponerlos a trabajar en fábricas clandestinas y hasta para quitarles sus órganos como ojos, riñones y qué se yo, “pos” “crio” que los venden. Es por eso que ya se ven muy pocos niños de la calle por estos rumbos. Ustedes tuvieron suerte, porque estaban dentro del templo gracias al padre Gregorio, pero ahora que los corrió el nuevo padre, ¿cómo se llama?
-Diego.
-¡Eso!, el padre Diego, “ps” “crio” que aquí les va a ser muy difícil quedarse. Por esta noche quédense aquí, debajo de esta banca, pero mañana temprano les aconsejo irse a otro lado. Si se quedan aquí al rato los van a ver y se los pueden llevar como han hecho con los otros niños, pos´parece que los niños como ustedes son sus favoritos.

Efectivamente, el parque de San Fernando, frente al panteón-museo del mismo nombre, estaba ocupado por mas de 30 o 40 personas de la calle en donde se veían tendidos, mochilas y hasta equipos de sonido, pero sus ocupantes, hombres y mujeres, eran adultos de muy diferentes edades, desde jóvenes hasta ya viejos como don Manolo, pero no había menores como antes.

Lo que don Manolo les relataba no les era del todo desconocido; Poncho y Porfi recordaban aquella noche en que se conocieron en un parque de Iztapalapa, cuando varios policías agredieron alevosamente a niños de la calle y “levantaron” a unas niñas que subieron a una patrulla y que jamás aparecieron. Los cinco muchachos recordaban también, aún con la memoria fresca, lo que don Andrés, expolicía y ahora taxista en Puebla, les había contado sobre el “levantamiento” de niños de la calle, como ellos, para prostituirlos con turistas extranjeros o para usarlos en la pornografía infantil.

La trata de personas en su forma de pederastia es un negocio tan redituable como el narcotráfico y como el tráfico de órganos. Muchos políticos de alto nivel, grandes empresarios y jerarcas clericales se encuentran secretamente metidos en esto, pues el rico nunca tiene llene y quiere cada vez más y más, aunque para ello tenga que recurrir a los crímenes más abominables.

Aún no terminaba de amanecer, cuando el ruido del tráfico vehicular que circula por las importantes avenidas laterales al parque de San Fernando, rebasaban en intensidad el “piar” de las muy escasas aves que, gracias a los pocos árboles que aún quedaban en pie, aún subsistían a la contaminación atmosférica en la ciudad con el mayor número de vehículos automotores circulantes en el mundo: ¡ocho millones! Qué diferencia con el concierto de la naturaleza y el límpido aire que respiraban en aquel pueblo de Oaxaca en donde vivían en la grata compañía de la abuela Petrona.

-Cuídense “muncho”, mis muchachitos, los vamos a extrañar los que íbamos a comer con ustedes. No sé adónde se puedan ir, aquí todo está muy peligroso y ni crean que el gobierno les va a ayudar. Yo veo que ustedes son una buena pandilla, les gusta el trabajo honrado, no se drogan, no andan robando como otros, pero ¿saben qué es lo más valioso de ustedes?, que siempre andan juntos, que se cuidan entre sí como si “jueran” hermanitos. ¡Yo qué hubiera dado por tener ese “previlegio” a su edad!, de seguro no andaría limosneando y sin piernas.
-Si, don Manolo, no lo vamos a olvidar, en cuanto podamos lo vamos a venir a visitar.
-Gracias hijitos, pero por mí no se “priocupen”, yo ya estoy viejo. No les deseo buena suerte, porque la suerte no existe, les deseo que sigan como van, ya verán que mientras sigan juntos y se ayuden mutuamente todo va a ir bien.

¡Uno para todos… Todos para uno!, gritaron los trotamundos y se despidieron -quizá para siempre- de don Manolo.

…CONTINUARÁ

lunes, 24 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XVIII

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XVIII
Lince Hambriento

SINOPSIS

En el capítulo XVII, los trotamundos, con la valiosa ayuda de Lety, Bruni, Sebas, jóvenes drogadictos en rehabilitación, así como el invaluable apoyo del padre Gregorio y el administrador de la parroquia, consiguen llevar “viento en popa” el comedor comunitario en un anexo del templo de San Hipólito a donde concurrían tanto empleados de última categoría de los comercios vecinos como hasta los mismos indigentes de la zona, pues el precio por comida corrida -10 pesos- resultaba muy accesible tanto para unos como para otros.

Si bien el comedor no se había abierto con fines de lucro, sí permitía a los trotamundos ocupar su tiempo en un trabajo productivo que por lo menos les aseguraba estancia y alimentación de la manera más honesta, sobre todo tratándose de chicos abandonados a la suerte de la calle vulnerables al crimen organizado.

Pero de pronto surgen otros intereses; altas autoridades clericales –católicas, por supuesto- reclaman su “mochada” en “cach” de supuestas, pero inexistentes ganancias lucrativas. Cuando el padre Gregorio demuestra que no es así, su autoridad inmediata lo amenaza con trasladarlo a otra parroquia argumentando además el mal aspecto que el comedor proyecta ante la sociedad decente que acude al templo.

CAPÍTULO XVIII

Fue éste el día más difícil para el padre Gregorio desde que se había hecho cargo de la parroquia. ¿Cómo explicar a los jóvenes drogadictos que acudían a las sesiones de rehabilitación, como Lety, Bruni, Sebas y muchos más, pero sobre todo a los trotamundos, que la continuidad del proyecto de comedor comunitario estaba en peligro de desaparecer?, ¿cómo decírselos así como así sin derrumbar las ilusiones y la fe cristiana que los trotamundos empezaban poco a poco a adquirir?

El único que se había formado más o menos en la religión católica por influencia de su abuela era Porfidio, para los otros cuatro cualquier religión había estado ausente en sus desafortunadas vidas. No obstante, su cortísima relación con el padre Damián de San Agustín Etla, así como su actual relación con el padre Gregorio, empezaba a acercarlos al credo católico teniendo como intermediario el culto a San Judas Tadeo, el cual se veneraba el 28 de cada mes precisamente en San Hipólito. Los trotamundos empezaban a creer en este ya tradicional culto.

El padre Gregorio, con la presencia del administrador, esa tarde reunió a los profesionales que coordinaban el programa de rehabilitación a drogadictos, a sus colaboradores Leticia, Brunilda, Sebastián, así como a los cinco chicos, los trotamundos, encargados del recién abierto comedor comunitario.

-Muchachos… les tengo que comunicar que me ha llegado una orden de la santa arquidiócesis para trasladarme a otra parroquia.
-¿Cómo?, ¿pero por qué?
-Son disposiciones que no se pueden ni se deben cuestionar ni rebatir, su santidad el obispo así lo ha decidido.
-¿Pero por qué, padre?, debe haber alguna razón.
-Son órdenes superiores y como sacerdote debo obedecer

Quienes tomaban la palabra eran los profesionales encargados del programa de rehabilitación, pues tanto los colaboradores (Lety, Bruni y Sebas) como los trotamundos permanecían silenciosos, estupefactos, sin aún entender lo que el padre estaba diciendo.
-Miren muchachos, les suplico que me entiendan, yo llevo aquí más de siete años y en ninguna otra parroquia me he sentido tan satisfecho como en esta por la labor cristiana que con su valiosa ayuda estamos llevando a cabo. Su eminencia, el obispo, seguramente quiere aprovechar mi modesta experiencia para que la ponga en práctica en la parroquia a la que me traslada y seguramente enviará a otro párroco que no sólo podrá continuar nuestra labor, sino que seguramente la va a poder continuar con mejores resultados.
-¿De veras lo cree, padre?
-Seguramente, hijos míos. Les doy mi bendición: “en el nombre del Padre…”

Después de la bendición el padre Gregorio se retiró y todos los asistentes a la junta dentro de las modestas oficinas se quedaron con mil preguntas sin respuesta: ¿y ahora, qué iba a pasar?

El padre Gregorio, como sacerdote –al igual que los militares- estaba obligado, por voto, a obedecer a sus superiores, aún cuando sus órdenes fuesen de lo más irracionales, no le estaba permitido cuestionarlas, lo importante era obedecer sin importar las consecuencias y sin asumir responsabilidades; el poder ante todo, sea como fuere, “haiga sido como haiga sido”. Pero en el fondo de su conciencia ¿estaría conforme? Dejaba tras de sí toda una gran labor humanitaria de siete años de esfuerzo que seguramente no sentía aún concluida. ¿Se iba satisfecho? Si no estaba satisfecho ¿tenía derecho a apelar? Absolutamente no; los militares, los policías y los sacerdotes no tienen derecho a ser autónomos en sus decisiones, están obligados a obedecer aún en contra de sus más elementales principios.

A las mentes de los trotamundos venían muchas preguntas, no sabían cómo ordenarlas y expresarlas, pero sí les causaba mucha angustia; ¿y ahora qué?, ¿qué irá a ser de nosotros? Primero perdemos nuestras familias, luego tenemos que huir de Iztapalapa, después nos encarcelan en Oaxaca, luego nos matan a la abuela Petrona y ahora que nos estaba empezando a ir bien, gracias a San Judas Tadeo, resulta que siempre no. ¿Por qué la vida nos trata así?, ¿pos qué gran pecado cometimos?

Los trotamundos, por fortuna, estaban aprendiendo a ser autónomos como grupo gracias a sus difíciles experiencias en que sabían que la mejor toma de decisiones debía basarse en las decisiones del grupo y no por decisión de una sola persona o de un pequeño grupo dominante. Las decisiones de los trotamundos no eran las decisiones de Galpa (Gerardo), ni de Luca (Mariano) ni las de ambos; las decisiones de los trotamundos, como grupo, eran tomadas por el grupo mismo, es decir, por los cinco muchachos reunidos en Consejo de Patrulla. Nadie podía imponer nada por que sí, toda decisión de grupo debía ser aprobada por el grupo mismo, pues: “uno para todos, todos para uno”, ese era su lema.

El padre Gregorio se despidió precisamente el día 28 del mes de mayo oficiando su última misa en San Hipólito. Asistieron más fieles que de costumbre y después de la bendición, Leticia, Brunilda y Sebastián pidieron a los asistentes, entre quienes se encontraban los trotamundos, cantar las “golondrinas”, lo que el padre Gregorio recibió con emotivas lágrimas despidiéndose de uno por uno.

Al siguiente día llegó el nuevo párroco, el padre Diego, un sesentón barbudo, encanecido, arrogante y déspota; acostumbraba fumar puros de muy buena calidad habanera.

Transcurrieron dos semanas sin que recibiera a nadie, excepto al administrador; nadie más podía entrar a verlo en su oficina. El comedor comunitario y las sesiones de rehabilitación a adictos continuaban como de costumbre hasta que, iniciada la tercera semana, el administrador se reúne en exclusiva con los profesionales encargados de la rehabilitación –excluyendo a Lety, Bruni, Sebas y a los trotamundos- para informarles que el programa concluía, a partir del siguiente día, por razones que el señor párroco se reservaba; igual tendría que pasar con el comedor comunitario.

El mismo día por la tarde-noche, una vez que los trotamundos levantaban las mesas para cerrar el local, llegó el administrador para comunicarles la firme decisión del padre Diego.

-Siento mucho decírselos, pero el padre Diego me ordenó cerrar el comedor. Por esta noche les va a permitir quedarse aquí, pero mañana a primera hora tendrán que salir con todas sus cosas personales. Lo siento mucho, muchachos, créanme, pero son órdenes del padre Diego.

Los trotamundos se vieron uno al otro sin pronunciar palabra.

…CONTINUARÁ

domingo, 23 de mayo de 2010

TROTAMUNDOS CAPÍTULO XVII

TROTAMUNDOS CAPÍTULO XVII

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-

Lince Hambriento

SINOPSIS

En el capítulo XVI, como recordarás, los trotamundos por fin pudieron abrir el comedor comunitario en un anexo del templo de San Hipólito, en la ciudad de México, el cual era accesible hasta para los marginados del lugar, pues el costo de una comida corrida era de sólo 10 pesos.

Con este nuevo proyecto los trotamundos estaban aprendiendo cada vez más a trabajar y coordinarse en equipo como una verdadera patrulla escultista.

Don Manolo, entrevistado por jóvenes periodistas, revela una cruda realidad acerca de quienes viven en la calle, sobre todos los menores, pues con frecuencia son víctimas del tráfico de personas con fines de esclavitud y de prostitución, crimen en el que hasta altas esferas gubernamentales y empresariales, con el afán de hacer “limpieza social” bien podrían estar involucradas.

CAPÍTULO XVII

-Oye Porfi, ¿cómo salimos hoy? Preguntó Galpa.
-¡Uh!, ps yo creo que a toda madre, juntamos como más de 200 pesos y eso que fue el primer día, ahora que de aquí hay que descontar lo de las compras que les debemos a los que nos train las cosas de la central de abastos. Mañana va a venir ese señor administrador para ayudarme a hacer las cuentas.
-Ps ai la llevamos, ¿no creen?, dijo Luca.
-¡Ey! -contestó Poncho-, se ve que este padre Gregorio es tan a toda madre como el padre Damián, no como ese güey de Santo Domingo, el padre Felipe de Jesús.
-Tienes razón, pinche Poncho –interrumpió Luca- a mí se me hace que ese padrecito y los pirruris mandaron matar a la abuela Petrona, no sé por qué me late.
-¡Bueno! –protestó Bruti- ya jeden mordir que ya tengo mucho ñueso.
-Je, je, tienes razón güey, hasta ñamana.

Los trotamundos habían adaptado como dormitorio el mismo local del comedor con permiso del padre Gregorio y podían utilizar los sanitarios del templo. Para asearse y lavar su ropa tenían que ir a las fuentes que se encuentran al costado derecho de la Plaza Zarco.

Pasaron los días y el comedor iba viento en popa. Las utilidades no eran de ninguna manera lucrativas, pues el precio de 10 pesos por comida era casi el costo, pero al menos les permitía comer diario y tenían dónde pasar la noche seguros de las arbitrariedades y acosos de que son víctimas los menores que viven en la calle. Pero pronto surgieron los intereses de los poderosos. El padre Gregorio fue llamado por su superior a su lujosa oficina.

-Sabemos que está lucrando con un restaurante dentro de las instalaciones de la parroquia y queremos una explicación.
-Bueno, su eminencia, en realidad no es un restaurante, es un comedor comunitario al que asiste gente de muy bajos recursos, pues por 10 pesos hasta los mismos indigentes de la localidad acuden. Además yo tramité el correspondiente permiso ante ustedes y ante el gobierno de la ciudad y tengo ambas autorizaciones por escrito.
-El asunto no es ese, padre, el asunto es que debe pagar la contribución a la diócesis.
-Pero su eminencia, como ya le expliqué, no se trata de un restaurante lucrativo, se trata de un comedor comunitario en donde prácticamente no hay ganancia más que para su subsistencia, se lo puedo demostrar con los libros de contabilidad.
-Pero hay otro problema, padre, sabemos que ese restaurante al que impropiamente llama comedor comunitario está en manos de unos mocosos ignorantes que ni siquiera van a la escuela y que sabrá Dios de qué familias provengan.
-Así es, su eminencia, son cinco niños de la calle con muchas ganas de superarse.
-No me venga con cuentos, padre, un buen cristiano proviene de una familia decente, ¿cómo cree que esos niños provenientes de familias desechas pueden ser buenos cristianos? Su destino ya está marcado y es ni más ni menos que la delincuencia.
-¿De veras cree usted, su eminencia, que el destino de cada quién ya está marcado?
-Me extraña que me lo pregunte, usted lo debe saber bien, ¿acaso no fue al seminario? En fin, he estado pensando en su situación y he decidido cambiarlo de parroquia.
-Lo que usted decida, su eminencia, no estoy más que para obedecer sus órdenes en nombre de Dios, pero ¿podría saber cuál es la razón de mi traslado?
-Ya se lo dije, no puede utilizar las instalaciones del sagrado templo para hacer un negocio que no aporte utilidades a la iglesia.
-Entiendo, su eminencia.
-Puede usted retirarse, padre, tengo otros asuntos importantes que atender. Le ruego espere la orden por escrito para su traslado.

El padre Gregorio salió de la lujosa oficina del obispo pensativo y acongojado. ¿Existe el destino?, se preguntaba. ¿Por qué Dios permite que niños como los trotamundos caigan en una tras otra y otra desgracia?, ¿qué pecado cometieron a su tierna edad? Para el padre Gregorio era un enigma que desde el punto de vista religioso no se podía explicar. ¿Habrá quizá otra explicación, tal vez de tipo político y social?

El padre Gregorio llegó al templo abatido, veía toda su labor humanitaria de varios años de esfuerzo que parecía culminar con el proyecto de los trotamundos a punto de derrumbarse en el precipicio. ¿Por qué?, trataba de entender por más esfuerzo que hacía. ¿Será realmente la voluntad de Dios? En el fondo lo dudaba, pero en su calidad de sacerdote no lo podía admitir, no le quedaba de otra más que obedecer y someterse a la jerarquía eclesiástica de su religión.

-Malas noticias, dijo el padre Gregorio a su administrador. Su eminencia el obispo me cambia de parroquia, porque considera inadecuado lo del comedor comunitario.
-¿Cómo?, ¿por qué?, ¿qué tiene de inadecuado?
-Según lo que entendí es que el comedor no aporta dividendos a la diócesis.
-¿Pero cómo va a aportar dividendos, si se trata de un servicio social sin fines de lucro, sino de solidaridad con los más desvalidos y en el que gracias a Dios contamos con esos magníficos muchachos que se llaman trotamundos?
-Yo pienso lo mismo, pero su eminencia, el señor obispo, no lo piensa así y yo no tengo de otra más que obedecer.
-Pues qué lástima por estos muchachitos. Ya habían encontrado una buena manera de vivir decentemente, ¿qué les espera ahora?, ¿quién los va a ayudar?, ¿será ese su destino impuesto por Dios?, ¿por qué?, ¿qué pecado cometieron?
-Yo me pregunto lo mismo, pero no tengo respuesta, no sé porqué Dios depara este cruel destino a este grupo de inocentes muchachitos que lo único que quieren es superarse.
-Padre, no me lo tome a mal, pero la verdad empiezo a dudar.
-¿Y usted cree que yo no?

Durante los subsiguientes días el padre Gregorio se devanaba el cerebro en espera del oficio por escrito de la diócesis ordenando su cambio de parroquia.

Los trotamundos, mientras tanto, experimentaban día con día el éxito en su nuevo proyecto del comedor comunitario, no pasaba por sus mentes inocentes lo que las autoridades clericales tenían en ciernes; la posible cancelación del proyecto en virtud de que no aportaba dividendos a la diócesis además del mal aspecto que éste proyectaba. ¿Qué dirían los fieles que domingo a domingo acuden al templo, así como los turistas que lo incluyen en su tour, al ver a cinco niños mugrosos cocinando y atendiendo un comedor en un anexo del templo, al que acuden casi puros indigentes?

Ajenos a lo que se veía venir, nuestros cinco muchachos despertaban cada día con mayor entusiasmo, porque sentían en carne propia los frutos de su trabajo. Ni el padre Gregorio ni el administrador se atrevían a revelar las intenciones de los de arriba hasta encontrar alguna alternativa mientras la orden de su traslado llegara. ¿Qué pasará con nuestros amigos?

…CONTINUARÁ

viernes, 21 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XVI

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XVI
Lince Hambriento

SINOPSIS

El templo de San Hipólito se ubica en la esquina de Paseo de la Reforma y Francisco Zarco, justo en contra-esquina con la Alameda Central y muy cerca del Metro Hidalgo. Dicho templo está dedicado al culto de San Judas Tadeo, el cual se festeja el día 28 de cada mes; es el único santo que se venera 12 veces al año. Mirándolo de frente, atrás y a la derecha se encuentra la plaza Zarco, una plataforma de asfalto en cuyo centro luce la estatua en honor del insigne periodista del siglo XIX, Francisco Zarco y en la esquina derecha se encuentran dos fuentes a donde suelen ir los habitantes de la calle a asearse y lavar sus ropas. Atrás del templo se ubica el famoso panteón –hoy museo- de San Fernando; atrás y a la izquierda, la plaza y jardín del mismo nombre y enfrente la plaza de la Solidaridad.

Los trotamundos, una vez en el templo de San Hipólito, logran por coincidencia contactar con Leticia, Brunilda y Sebastián, jóvenes “de la calle”, drogadictos en rehabilitación que tienen como misión rehabilitar a otros drogadictos en colaboración con algunos expertos. Si bien los trotamundos no eran precisamente drogadictos, su difícil situación de recién llegados a un lugar totalmente extraño y agresivo, como el centro de la ciudad de México, sobre todo después de su terrible experiencia en Oaxaca, vieron en ello una oportunidad que quizá no debían despreciar.

En Consejo de Patrulla, como acostumbraban tomar sus decisiones de grupo, adoptan la brillante idea de Brutillón: abrir un comedor popular dentro de las instalaciones del templo, al fin y al cabo ya habían construido una buena experiencia al respecto. Ni tardos ni perezosos lo plantearon a Lety, Bruni y Sebas, sus interlocutores frente al párroco, quien después de conocerlos aceptó el reto convencido de que se encontraba frente a un grupo de muchachos dispuestos a luchar por superarse. Lo que más le impactó fue su unión y capacidad de organización como equipo, pese a su corta edad.

Gracias al apoyo y la organización autónoma y espontánea de la comunidad asidua al templo de San Hipólito, a pesar de la burocracia gubernamental y clerical, los trotamundos logran su objetivo: abrir un comedor comunitario dentro de las instalaciones del templo.

CAPÍTULO XVI

Por fin llegó el día de la inauguración, al comedor comunitario acudieron desde empleados menores de las oficinas cercanas hasta indigentes de los alrededores que bien podían pagar 10 pesos. Don Manolo estuvo en primera fila.
-Estuvo chingona su comida –les dijo don Manolo-, ¿dónde aprendieron a cocinar?
-En Oaxaca –contestó Porfi-.
-¡Orale!, ¿qué ustedes son de alla´?
-No, nada más yo, pero los cinco estuvimos en Oaxaca hace poco.
-¡Ah!, ¿así que son cinco?
-Sí.
-¡Qué!, ¿son una familia?
-Algo así –contestó Luca que se encontraba cerca-. En realidad somos cuates que nos conocimos en la calle, pero ahora somos como hermanos, somos cinco.
-¡Mmm!, qué bien, ojalá me hubiera tocado la misma suerte, no estaría tan jodido como estoy.
-¿Qué le pasó?, ¿por qué no tiene piernas?
-Las perdí desde que tenía quince años; a los once entré a trabajar a una mina, pero una explosión me arrancó mis dos piernas, no me indemnizaron y por eso me vine al DF. Aunque no tengo piernas hago lo que puedo, como cuidar coches y ayudar a estacionarse: “viene viene”, tú sabes.
-Sí, si, claro.
-Pero por lo que veo, ustedes han tenido muy buena suerte, por lo menos trabajan en el comedor comunitario de la iglesia, ¿cómo le hicieron?
-Pos fue idea de Bruti y ya ve, aquí estamos.

Los menús estaban conformados principalmente por verduras y platillos típicos oaxaqueños que Galpa y Luca habían aprendido a preparar en el puesto de la abuela Petrona. Bruti y Poncho la hacían de meseros; Porfi, de “comodín” -a veces en la cocina, a veces en las mesas, pero más que nada en la contabilidad –pues era el tesorero de la Patrulla-, asunto en que, a través de la práctica y con la asesoría del administrador de la parroquia, se hacía cada vez más experto. A sus 13 años y sin haber asistido nunca a la escuela ya era, como quien dice, todo un “tenedor de libros”.

*****

-Oiga Don Manolo –insistían los reporteros- ¿y a dónde cree exactamente que se han ido llevando a tantos niños que antes había aquí en la plaza?,
-Pos como les dije, los “levantan”.
-¿Y quiénes cree usted que los “levanta”?
-Pos mire, le voy a decir lo que se dice, pero acá entre nos; no me consta, pero se dice mucho. ¿Ya ven que por aquí alrededor hay varios hoteles de esos que les dicen “de paso”?, pos dicen que allí tienen secuestradas y secuestrados a varias niñas y niños que antes dormían en esta plaza. Los tienen bien encerrados y no los dejan salir para nada y al que se rebela le dan cuello y lo desaparecen, al cabo nadie los reclama. A esas muchachitas y muchachitos los prostituyen, pues dicen que esos hoteles tienen buena clientela, sobre todo turistas extranjeros de esos que les gustan los niños.

-¡Ah, sí!, pedófilos. ¿Pero usted, don Manolo, cree que a todos esos chavos y chavas que antes vivían aquí los tengan encerrados en los hoteles?

-No, claro, no creo que a todos, pues hasta donde yo recuerdo, hasta hace como cinco años todavía eran más de cien y ahora cuando mucho no quedan más de cinco o seis, la verdá no creo que todos estén en los hoteles de por aquí.

-¿Cree que se los lleven a otro lado?
-Seguramente; yo he sido testigo de que algunas noches, por la madrugada, vienen policías en sus camionetas y se llevan a varios niños y niñas. Hay otros viejos como yo que aseguran que es por órdenes del mismo gobierno, le llaman “limpieza social” y consiste en “levantar” chavos y gente joven que los llevan a unos albergues “cristianos” quesque para rehabilitarlos, pero luego resulta que los venden como esclavos.

-¿Esclavos en el siglo XXI, don Manolo?, ¿cree usted que todavía haya esclavos?
-¡Uyy!, ¡díganmelo a mí que desde niño fui esclavo de una mina hasta que me destrozaron mis piernas y me corrieron por inservible sin ninguna indemnización!
-Si, si, claro, don Manolo, tiene usted toda la razón. Pero ¿cómo sabe lo de las fábricas clandestinas y lo de la prostitución?
-Pos miren, lo que pasa es que luego llegan algunos a escaparse y regresan aquí, a la plaza, pero sólo unos tres o cuatro días mientras buscan otra suerte, pues tienen miedo de que los vuelvan a encontrar y, pos a luego nos cuentan dónde estuvieron y cómo los trataron. Muchos se petatean sin poder salir a causa de los maltratos que a diario les dan.
-¿Ah, sí?, ¿entonces los torturan?
-Ps sí, eso dicen. ¿Quién lo sabrá más mejor que los que se han logrado escapar y aluego vienen y nos cuentan?
-¿Dijo usted, don Manolo, que se los llevan a albergues cristianos?
-Si, y hasta tienen nombres como “La ciudad de Dios”, “Los soldados de Cristo”, “Los legionarios de quién sabe qué”, “Los obreros guadalupanos” y tantos y tantos más, todo eso nos lo han venido a contar los pocos que logran escaparse y vienen a esconderse unos días antes de buscar otros rumbos lejos de aquí.

-Don Manolo, ¿dice usted que ha sido testigo de que por las noches vienen policías a levantar niños y niñas?, ¿acaso cree que el gobierno está metido en la trata de personas?

-Ya lo creo que sí, de eso se trata lo de la “limpieza social” que, como les decía, el gobierno, por presión de los comerciantes, quiere “limpiar” el rumbo de lo que les estorba, lo que afea, o sea, nosotros, pero como no tiene voluntad de ayudarnos, pos mejor vende como esclavos a los jóvenes. No dudo que algún día nos levanten también a los viejos, no precisamente para trabajar, pos para eso ya no servimos, sino para echarnos a los hornos, como esos que dicen que tenía el tal Hitler para los judíos, la verdá, no creo que tarden mucho.

…CONTINUARÁ

jueves, 20 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XV

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XV
Lince Hambriento

SINOPSIS

En el capítulo XIV los trotamundos asisten a las exequias de la abuela Petrona violada y asesinada impunemente por el ejército en su propia casa junto con su amiga Simona como venganza de los poderosos por no haberla podido eliminar de la competencia comercial.

El profe Sinaloa recomienda a los trotamundos abandonar Oaxaca por su propia seguridad y los muchachos deciden democráticamente, en Consejo de Patrulla, regresar a la ciudad de México, pero no por los rumbos de Iztapalapa donde podrían ser reconocidos por el narco, sino al viejo Centro Histórico, en donde se topan con una numerosa comunidad de niños de la calle y drogadictos en rehabilitación en las inmediaciones de un antiguo templo.

(Fe de erratas: en el capítulo anterior, página dos, párrafo cinco, dice: “bióxido” de carbono, debe decir “monóxido” de carbono).

CAPÍTULO XV

El antiguo templo del Centro Histórico de la ciudad de México estaba desde tiempo atrás dedicado al culto de San Judas Tadeo, santo patrono de las causas difíciles. En la zona circundante había una plaza-jardín poblada por unas 20 o 30 personas de la calle, algunas y algunos de ellos y ellas menores de edad. La mayoría –quizá no todos- consumían “mona” (cemento) y tal vez uno que otro, “mota” y “piedra”, bastante más caras que la primera. Lo grave del asunto es que la “mona” destruye muy rápidamente las neuronas provocando idiotez y hasta muerte súbita.

La plaza-jardín de San Fernando estaba prácticamente ocupada por este grupo de personas indigentes en donde tenían tendidos, cobijas, mochilas y hasta equipos de sonido con los que solían bailar y pasar ratos alegres, seguramente para contrarrestar la tragedia de sus respectivas vidas.

-Mira nada más, qué asquerosidad, comentaban los transeúntes que circulaban por las avenidas perpendiculares a la plaza, muy cercana a la estación del metro Hidalgo y de la Alameda Central.
-Pues si viven así es porque son una bola de güevones, no les gusta trabajar.
-Sí, pero cómo afean la ciudad, el gobierno debería hacer algo para desaparecerlos. Los que pagamos impuestos tenemos derecho a disfrutar de nuestra ciudad sin el estorbo de esta gentuza, ¿no crees?
-Me cai que sí, pero ya vez, nuestro pinche gobierno no sirve para nada, más que para robar.
-Pues cuando menos que la policía o el ejército se lleve a toda esta bola de güevones a trabajar en las minas, en los campos o cuando menos a que limpien las calles que ellos mismos ensucian, ¿no crees?
-Pos me cai que sí.

Muchos de esos transeúntes no estaban equivocados. Tiempo atrás, según cuentan las malas lenguas, el lugar estaba poblado por más de cien “niños” –todos menores de edad- de la calle, pero poco a poco empezaron a disminuir en número hasta dejar a unos cuantos que aún habitaban el jardín ¿por cuánto tiempo más?

Don Manolo, un hombre sesentón mutilado de ambas piernas debido a un accidente cuando era trabajador de una mina en el norte del país, aún siendo adolescente, emigró a la capital en calidad de indigente, ya que la empresa minera que lo explotaba sin contrato lo echó a la calle sin más ni más y sin que gobierno alguno defendiera sus legítimos derechos laborales.

-Yo vivo aquí desde hace más de 40 años ¡y lo que no les podría contar! –decía don Manolo a dos reporteros que fueron a entrevistarlo un día después del 28, celebración de San Judas Tadeo.

-¿Es cierto que aquí había más menores que ahora?
-¡Uh!, sí, mucho más, yo creo que más de cien.
-¿Y a qué cree que cada vez haya menos?
-Los “levantan”.
-¿A sí?, ¿quiénes?
-Pus gente armada que aluego viene por la noche y se los lleva, pura niña y niño, claro, pus los viejos no les servimos.
-¿Y a dónde cree que se los lleven?
-Pus a trabajar como esclavos, ¿o dónde cree?
-Tal vez, pero la esclavitud en México se supone que se abolió constitucionalmente desde los tiempos de Benito Juárez.
-¡Ja,ja!, yo nací cien años después de esa mentada constitución y trabajé como esclavo en una mina de Sonora, donde nací, desde los 11 años. Tenía 16, cuando una explosión dentro de un agujero me voló mis dos piernas y los patrones me echaron a la calle sin darme ni un quinto, por eso me vine al D.F., para probar suerte y aquí me tienen, nadie me da trabajo. Yo hago lo que puedo, levanto la basura, acomodo coches, recolecto algo de comida en el bote de basura y tengo que pedir limosna pa´completar. Nunca he robado a nadie, ni siquiera podría por falta de piernas, ¿cómo me echaría a correr? Hay gente que pasa y me dice “trabaja, güevon”, pos sí, pero ¿de qué? Entonces pienso: ¿“tú me darías trabajo”?, ¡ps órale!, pero nada, todos te critican por no trabajar, pero nadie te ofrece nada, ningún trabajo y ni modo que invierta en un negocio propio, ¿pus de´onde?

Leticia, Brunilda y Sebastián, jóvenes de entre 20 y 23 años, habían sido niños de la calle desde su preadolescencia a causa de la desintegración y violencia familiar y, por supuesto, la pobreza; habían consumido droga por un tiempo, pero gracias al programa que allí se impartía lograron superarse; ahora estaban entregados a una muy valiosa labor social: ayudar a rescatar a niños y adolescentes de la calle víctimas del abandono y la drogadicción, tal y como ellos mismos la sufrieron. Para subsistir vendían en el atrio, con permiso del párroco, los objetos de arte popular que ellos mismos fabricaban en los talleres. Por colaborar con los maestros y psicólogos a reclutar a más niños de la calle no obtenían ninguna recompensa económica, su contribución a la causa era completamente voluntaria en gratitud, veneración y fe a San Judas Tadeo.

Lety, Bruni y Sebas habían corrido con buena “suerte” gracias a quién sabe qué circunstancias, tal vez a su corta edad y a su apariencia física, más cercana a lo caucásico que a lo indígena, lo que nos habla sin duda alguna de cierto grado de discriminación racial. O sea, la “suerte” no existe, lo que existe son las circunstancias y el esfuerzo personal combinados. Si don Manolo no tuvo la misma “suerte”, a pesar de su gran esfuerzo personal, fue quizá por su discapacidad y su apariencia indígena (seri).

México, un país de origen eminentemente indígena, ha sido sistemáticamente conquistado desde hace más de 500 años por europeos quienes, 500 años después, aún nos siguen sometiendo, sólo que bajo la sumisión y admiración por parte de una gran porción de los mexicanos de la clase media y de la clase dominante, fenómeno que conocemos como “malinchismo”. ¿Qué tanto el prejuicio racial malinchista del mexicano medio destruye el esfuerzo y las esperanzas de muchas mexicanas y mexicanos tan sólo por su apariencia indígena o por alguna discapacidad? ¿Por qué entonces nos quejamos de la existencia de vagabundos, delincuentes callejeros, niños de la calle, si somos la sociedad misma, los que nos decimos “decentes”, quienes lo hemos propiciado? Los trotamundos tenían la “mala suerte” de parecer más indígenas que caucásicos -blancos, rubios, de ojos claros-, sobre todo Porfidio, auténtico indio mixe.

Los trotamundos, aunque no eran drogadictos, aceptaron con gusto integrarse al programa, pero el dinero que les fue aportado por los puesteros y los maestros de Oaxaca se empezaba a agotar, a pesar de la buena administración de Porfi. Los cruceros de la zona, en pleno centro de la ciudad, estaban ya saturados por “franeleros”, “viene-viene”, “payasitos”, malabaristas, etc., lo que les hacía muy difícil integrarse a trabajar preferentemente juntos con el fin de cuidarse unos a otros, sobre todo por Bruti y Poncho, los dos más pequeños; no olvidemos que se encontraban nada menos que en una zona de muy alto riesgo para seres tan vulnerables como ellos, niños de la calle.

Había un grupo, sin embargo, quizá menos numeroso, decidido a dejar de por vida la droga. Dicho grupo se reunía a diario en el templo y allí realizaban artes manuales con todo tipo de materiales accesibles, sobre todo de desecho y reciclables, dirigidas por artistas, maestros y psicólogos. El arte, al parecer, les ayudaba enormemente a superar sus traumas, entre ellos su baja autoestima, pues el arte, dicen los expertos, une lo material con lo espiritual del ser humano.

Nuevamente en Consejo de Patrulla

-Psss, ¿qué proponen?, dijo Galpa.
-¡Uta!, ps tá cañoncísimo, contestó Luca, creo que por aquí todos los pinches cruceros están repletos y no nos van a dejar trabajar a los cinco juntos, a menos que nos separemos.
-Ni maiz, dijo Galpa en un asomo de la responsabilidad que como Guía de Patrulla sentía por sus compañeros; tú y yo –dirigiéndose a Luca- como quiera, pero ni a Poncho, ni a Bruti y ni siquiera a Porfi que no es de aquí los dejaría solos en este desmadre de ciudad, se ve que aquí hay mucho más peligro que allá en Iztapalapa.
-Mmm, contestó Porfi, ps yo aquí sí que ni conozco, no se me ocurre nada.
-¡Fácil!, interrumpió Bruti, ¡qué tal un domecor polupar como el de doña Sofi!, ¿se aduercan?
Tras unos segundos de silencio los trotamundos se miraron unos a otros como tratando de entender…
-¡Me cai que Bruti tiene razón!, saltó Poncho agitando sus regordetes y bien torneados brazos en alto. ¡Un comedor popular como el de doña Sofi allá por Iztapalapa!, no estaría nada mal después de lo que aprendimos de la abuela Petrona.
-¡Uta!, dijo Galpa, ¿ya ven que Bruti no es tan pendejo?
-¡Mmm!, pinche Bruti, ¡quién te viera!
-¡Bueno, ps yá stá!, dijo Luca, mañana hablamos con Lety, Bruni y Sebas ps pa ver qué dicen, ¿no?

Al día siguiente, durante el taller de artes plásticas, los cinco trotamundos -siempre juntos- solicitan a los tres jóvenes unos minutos de su atención. Por voz de Galpa, el Guía y representante de la Patrulla, pero frente a ellos –Galpa no decidía nada que afectara a la Patrulla sin la presencia de todos como un principio de solidaridad y democracia-, explica a los jóvenes sobre la dificultad para integrarse al trabajo callejero en los cruceros, no porque éste fuese un trabajo inferior ni denigrante, sino porque ya había demasiados chavos realizando dicho trabajo. Otro argumento, por demás válido, era el tener que trabajar separados ante los inminentes peligros de que eran víctimas los menores de edad por parte del llamado crimen organizado en su modalidad de “trata de personas”.

Acto seguido, Galpa propone a los tres jóvenes la brillante idea de Bruti –mencionándolo desde luego como autor- acerca de abrir un comedor comunitario. Les explicó su previa experiencia en el comedor de doña Sofi, en Iztapalapa, así como en el puesto de la extinta abuela, violada y asesinada impunemente por salvajes militares en Oaxaca al servicio de los ricos.

-¿Cómo la ven? –pregunta Lety a sus dos compañeros, Brunilda y Sebastián.
-La verdad no suena nada mal, diez pesos los puede pagar cualquiera de los chavos que viven aquí en el parque, ¡hasta nosotros!
-Y no lo dudes, contestó Brunilda, ya verás que hasta muchos de los trabajadores de esta zona van a venir a comer.
-Pues vamos a proponérselo al padre Gregorio, a ver qué nos dice, todo depende de él y que nos preste un rinconcito dentro del templo para instalar el comedor.

La empresa no era nada fácil, no sólo se requería del permiso del padre Gregorio, se requería además del permiso del gobierno de la ciudad, de la Delegación y de la arquidiócesis de la iglesia católica. Se requería, por otro lado, de conseguir proveedores que les pudiesen llevar, a crédito, desde la Central de Abastos, las verduras, las carnes, el aceite y todo lo que necesita un comedor para prestar el servicio. Finalmente se requería amueblar el local con mesas, sillas, estufa, refrigerador, baños, lavabos, etc., etc., todo lo cuál no estaba nada fácil.

Cuando los jóvenes Lety, Bruni y Sebas plantearon al padre Gregorio el proyecto éste casi se va para atrás, pero no se dio por vencido. -Me gusta… me gusta…, dijo, déjenme platicar con el administrador de la Parroquia y luego les digo. A la semana siguiente, el padre Gregorio citó nuevamente a los tres jóvenes.

-Pues ya hablé con el administrador, me informa que lo de los permisos es fácil, lo difícil sería conseguir proveedores que nos den crédito, pero lo más difícil es que podamos equipar el espacio que, como ustedes saben, necesitaríamos al menos de una estufa, refrigerador, mesas, sillas, etc., todo ello se lleva una buena lana y ¡ah!, además quiero conocer a esos tales trotamundos para ver si me inspiran o no confianza.

-Por eso no se preocupe, padre, si quiere hoy mismo se los traemos, va a ver que son muy simpáticos, además no son drogadictos. Dos de ellos lo fueron, pero ya dejaron la “mona” hace un buen tiempo, desde que se unieron como una Patrulla a la que llaman Trotamundos, ya los va a conocer.

-¡Vaya, vaya!, sí que me sorprenden, en esta plaza siempre han vivido muchos niños de la calle, desde antes que yo llegara aquí, pero nunca había conocido a chavos como ustedes, me caen bien y su idea me parece interesante, denme chance unos días para ver qué podemos hacer con respecto al comedor comunitario que ustedes proponen, mientras tanto, si no tienen qué comer, pues vénganse a la sacristía, yo les puedo compartir de mi comida.

Los muchachos recordaron al padre Damián de San Agustín Etla en la sierra mixe, a su queridísima abuela Petrona y su amiga Simona ambas violadas y asesinadas por militares, a sus dos compañeritos Pepe y Lalo de la escuela rural, ambos abatidos en un supuesto “fuego cruzado”; al maestro Sinaloa; a los puesteros lidereados por don Maclovio, viudo de doña Simona; a los maestros solidarios de la escuela rural. ¡Qué diferencia con el padre Felipe de Jesús, párroco de Santo Domingo, Oaxaca y sus pirruris predilectos! Unos y otros predicaban el cristianismo, pero al parecer de diferente manera; unos ayudando desinteresadamente a los pobres, otros ayudando a los ricos –interesadamente, claro-.

-Gracias -contestó Galpa con dignidad-, pero por lo pronto tenemos algunos ahorritos y de ahí podemos seguir comiendo mientras esto se arregla. Mientras tanto, Luca y yo podemos trabajar en los cruceros en donde nos acepten, como quiera podemos cuidarnos solos, lo que no queremos es arriesgar a nuestros tres hermanos más chicos.

-Mmm, eso me parece muy bien, chicos, pero si en vez de que coman en la calle le cooperan a doña Lucila con algunos centavitos, de seguro que comerán mejor y más barato, ¿qué les parece?, así hasta tendré el honor de comer junto con ustedes.

Los trotamundos se vieron unos a otros con una sincera sonrisa por demás infantil e inocente, la propuesta del padre Gregorio después de todo era más digna que aceptar caridad, así que aceptaron de muy buena gana. Los días subsiguientes desayunaban, comían y cenaban con el padre Gregorio quien gozaba de sus anécdotas. Aportaban a doña Lucila una modesta cooperación de lo poco que aún les quedaba en la tesorería de Patrulla, pues ningún jefe de los cruceros cercanos daba chance a Luca y a Galpa trabajar como franeleros o como “viene-viene”. De cualquier forma, con tal de sentirse útiles, se ofrecieron voluntariamente a ayudar a quienes hacían la limpieza del templo y la plaza Zarco.

Las cosas resultaron a la inversa de como el administrador había previsto: lo difícil no fue conseguir ni proveedores ni equipamiento, lo verdaderamente difícil fue enfrentar a la pesada burocracia para conseguir los permisos tanto gubernamentales como clericales.

El gran número de fieles de San Judas Tadeo que domingo a domingo asistían a misa en San Hipólito se enteraron, por medio de los avisos del padre Gregorio, del proyecto del comedor comunitario. No faltó quien empezara a organizar voluntarios que pudiesen donar que una estufa usada, que un refrigerador que a alguien le sobraba, que una o dos mesas de plástico, que dos que tres sillas plegables, que ollas y sartenes un poco abollados, que platos, vasos, cubiertos, en fin, el equipo suficiente para empezar. También hubo proveedores que les ofrecieron crédito hasta por un mes cobrándoles el mínimo de utilidades y gastos.

El local, dentro de las instalaciones del templo, era pequeño, pero tenía acceso tanto a los sanitarios del templo mismo como a otros sanitarios públicos a tan sólo una cuadra de distancia en una plaza curiosamente llamada “Solidaridad”. En menos de tres semanas todo estaba listo para arrancar, pero ¡oh!, los lentos y tediosos trámites “burrocráticos” lo impedían. Tuvieron que transcurrir más de tres semanas para que todo estuviera listo.

Tuvieron que transcurrir más de siete semanas para iniciar un proyecto que gracias a la organización civil hubiese podido arrancar en menos de tres semanas. El principal obstáculo se dio por parte de la burocracia tanto gubernamental como clerical. ¿Para qué sirven las autoridades si la sociedad civil se puede organizar mejor y más eficientemente en forma autónoma?

SISTEMA DE PATRULLA

Dentro del Escultismo, el Sistema de Patrulla se refiere a la organización espontánea de un pequeño grupo de preadolescentes (11 a 15 años) generalmente del mismo sexo con un propósito, misión u objetivo común, a semejanza de una pandilla. Una pandilla es mucho más pequeña que una banda y puede tener objetivos a corto, mediano o largo plazo con o sin fines delictivos. Una Patrulla escultista se caracteriza por tener objetivos a largo plazo con fines eminentemente constructivos. En nuestro caso –Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo-, el Sistema de Patrulla tiene como objetivo la Formación –con mayúscula- de Autonomía, a través de los seis Principios Quetz-Al:

1. Auto-conocimiento,
2. Creatividad,
3. Pensamiento Crítico,
4. Responsabilidad,
5. Solidaridad y
6. Respeto.

¿Qué depara a la Patrulla Trotamundos? ¿Podrán abrir por fin su proyecto de comedor comunitario? No te pierdas el siguiente capítulo.


…CONTINUARÁ

jueves, 29 de abril de 2010

Trotamundos Capítulo XIV

Trotamundos Cap. XIV

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
TROTAMUNDOS XIV
Lince Hambriento


SINOPSIS

En el capítulo XIII los trotamundos, por recomendación de la abuela Petrona, excursionan a Ocotlán a visitar a doña Irene, muy antigua amiga de Petrona, quien los recibe con gusto y les muestra su casa-museo. Mientras tanto, Petrona y Simona, esta última también amiga de Irene, se reúnen a comer en casa de la primera aprovechando su descanso. Petrona le presume a su amiga de la infancia que ese día había recomendado a sus cinco nietos ir de excursión a Ocotlán y de pasada visitar a Irene, lo que despierta en ambas antiguos recuerdos.

Las dos amigas no terminaban de comer, platicar y brindar con auténtico mezcal de Oaxaca -con todo y gusano- cuando un batallón integrado por 12 sardos al mando de un capitán ingresan violentamente a la choza de Petrona, destruyen la puerta, violaron a las dos ancianas y después las asesinaron de la manera más cruel, deleznable e impune dejando sus cuerpos abandonados en el piso de tierra de la vivienda.

Por la tarde de ese sábado, cuando los muchachos regresaban de su excursión, el pueblo, indignado, ya se encontraba reunido, algunos en la parada del camión guajolotero –entre ellos el profe Sinaloa- para dar a los trotamundos la trágica noticia.

El resultado oficial del peritaje forense fue que las dos ancianas habían muerto por intoxicación con el bióxido de carbono emanado del anafre dejando así en total impunidad el horrendo crimen cometido por los militares, quizá bajo las órdenes de algún o algunos políticos “picudos” a quienes les estorbaba, por un lado, las gestiones de doña Petrona ante la justicia por la desaparición forzada de su nieto Pablo cuatro años atrás y, por otro, la envidia de cuatro jóvenes pirruris debutantes a empresarios, descendientes de familias porfirianas de abolengo y egresados de las “mejores” escuelas católicas del Estado. Estos jóvenes, como recordamos, plagiaron de manera ilegal el nombre “Doña Petrona” aprovechando su fama popular para su recién abierto restaurante de lujo.

CAPÍTULO XIV

Esa tarde, después de las exequias, el maestro Sinaloa y su esposa –quienes no tenían aún hijos- volvieron a llevar a los muchachos a su reducida vivienda, les dieron de cenar y a falta de camas los muchachos volvieron a dormir en el piso de tierra del modesto recibidor. Al día siguiente…

-Muchachos…, les juro que mi esposa y yo les hemos tomado mucho cariño y no nos daría mayor gusto que seguirlos teniendo en nuestra casa todo el tiempo que sea necesario, pero los puesteros y don Maclovio creen, y nosotros creemos con toda razón, que aquí en este pueblo, que está tan pegado a la ciudad, ustedes corren peligro, pues la policía ya los tiene fichados desde que los enviaron al tutelar falsamente acusados como narcotraficantes, pero les falló, gracias al licenciado Martín. Luego ya vieron, acusan a doña Petrona de haber secuestrado a varios policías, pero también, gracias al licenciado Martín, les falló y tuvieron que dejarla libre. Después acribillan al licenciado Martín junto con su familia seguramente en venganza. Finalmente asesinan a doña Petrona y doña Simona. Pa acabarla a ustedes los tienen bien relacionados con doña Petrona, pues estaban legalmente bajo su custodia, gracias también al licenciado Martín. Como ustedes siguen siendo menores de edad, quién sabe con qué les vayan a salir ahora y quién sabe qué les puedan hacer, así que lo mejor es que desaparezcan por un tiempo prudente. Ya saben cómo son los poderosos.

Miren, Don Maclovio reunió unos centavitos con los puesteros y nosotros, los maestros, reunimos también otros centavitos. Aquí tienen tres mil y cacho de pesos y centavos, con eso quizá puedan moverse a donde estén más seguros. Me duele mucho despedirme de ustedes, pero por su propia seguridad no queda de otra; no nos olviden, comuníquense con nosotros en cuanto puedan, al cabo ya saben manejar el correo electrónico. Don Maclovio a nombre de todos los puesteros me encargó que los despidiera y que les desean muy buena suerte.

Galpa recibió el dinero. Ten -se lo entregó a Porfi-, guárdalos, tú eres el tesorero.
-No, mejor nos repartimos cada quien una parte, no sea la de malas, al cabo de todos modos yo voy a anotar en la libreta lo que cada quien lleva.
-Si, Porfi tiene razón –dijo el profe- no vaya a ser la de malas, si es necesario guárdenselo en los calzones.
-¿Y qué tal si nos encontramos con soldados que nos quieran violar como quisieron conmigo? –dijo Poncho-.
-Ja, ja –rieron todos-, ¡ya sería el colmo de los colmos!
-Pues como están las cosas, muchachos, es mejor que se cuiden.

Fue el momento de la despedida, no sólo del profe Sinaloa, sino de los puesteros, de sus compañeros de la escuela rural, de doña Petrona a quien amaban como a una madre, de Oaxaca, pero lo más angustiante, de las esperanzas de reiniciar una nueva vida en familia, no importa que no fuese una familia tradicional, lo importante era convivir como hermanos alrededor de una abuela adoptiva que les deparase amor y un hogar, pero eso parecía desvanecerse.

Fue ese el momento de mayor desahogo en que por fin los trotamundos pudieron sacar, a través de lágrimas y sollozos, toda la tragedia que habían estado reteniendo estos últimos tres días en lo más profundo de sus emociones. Era ese el momento de desahogar tantas y tantas penurias acumuladas en sus escasos años de vida. Por primera vez lloraba cada uno su propia tragedia arrastrada de tiempo atrás que los había motivado a romper con su hogar y con sus familias originales. Este desahogo, que ya les hacía mucha falta, les permitió establecer en sus espíritus el duelo, es decir, la ruptura con el pasado, con sus remordimientos, con sus culpas, con sus rencores, pero no una ruptura así como así, sino una ruptura reflexionada en las experiencias del pasado, es decir, en un pensamiento crítico, tercer Principio del Espíritu Quetz-Al.

Sobre esa base de un pasado debidamente superado, los trotamundos se encontraban frente a la posibilidad, aún incierta, de cimentar su futuro, pero mucho dependería del presente. ¿Qué quiere decir esto?: que el presente es producto del pasado y el futuro será producto de lo que hagamos en el presente; el “destino” no existe como algo del “más allá”, el “destino” lo construimos nosotros mismos en el presente con base en las experiencias del pasado, de ahí la importancia de conocer y analizar la historia desde un punto de vista crítico, lo cual obviamente no conviene al poder.

En Consejo de Patrulla

-Ps ¿qué piensan?
-No, ps ta cañón.
-¿Por qué no regresamos a México?
-¿A México?, no la chingues, ¿qué tal si nos pescan los narcos con los que andaba el pinche Poncho?, seguro que nos dan “cuello”.
-Jemor témete esa ideota por el luco, dijo Bruti.
-Si, jemor, como dice Tubri, contestó mofándose Luca. Los demás rieron divertidos.
-Bueno, bueno, insistió Galpa, ya fuera de broma tenemos que decidir algo pronto, el profe Sinaloa tiene razón, parece que alguien nos trae tirria y a mí se me hace que son los pirruris del restaurante Doña Petrona, me cai que fueron ellos los que la mandaron matar a ella y al lic.
-¿Te cai?
-Si, me cai.
-¿Y por qué crees?
-Piénsenlo… ¿se acuerdan que los pirruris iban más o menos seguido al puesto, al poco tiempo encarcelaron a la abuela y destruyeron el puesto y, luego luego, los mismos pirruris abrieron su restaurante con su nombre?, ¿no es mucha coincidencia?, y luego que los puesteros nos ayudaron a reparar el puesto ¿no se acuerdan que muy poca gente iba a comer al restaurante de los pirruris mientras que la abuela tuvo más clientes después de aquella marcha a la que no nos dejaron ir?, ¿y qué me dicen del asesinato del lic y su familia en donde también se chingaron al Pepe y al Lalo?

Los muchachos se quedaron muy pensativos, muy reflexivos acerca de los argumentos que acababa de darles Galpa, su Guía.

-¡Uta!, me cai que no lo había pensado así –dijo Porfi-, pero creo que tienes toda la razón.
-Oye, Porfi –intervino Poncho- ¿y por qué no nos largamos mejor a tu pueblo?, total, allí te conocen y nos pueden echar la mano.
-¡Uta!, no creo, es más, en el mero pueblo ni me conocen, pus yo vivía en la hacienda con mi aguela, en las ajueras del pueblo y como no iba a la escuela pus casi nunca salía, ni tengo amigos allá y no creo que nos acecten en la hacienda, ¿no ven que mi escapé?
-No, ps eso sí, ¿pero tons?
-Yo creo que Galpa tiene razón, dijo Luca. Deberíamos regresar a México, total, allí ya sabemos que onda, ¿no?
-Mmm -interrumpió Porfi- ¿y por qué no a Puebla?
-¡Aaaah! –exclamaron los cuatro-, lo que quieres es ver a tu adorada Quetzalli, ¿o no?
-Bueno… si, la verdá la extraño, pero a lo mejor don Andrés nos puede ayudar y, mientras, viviríamos en su casa.
-No jodas –dijo Galpa- yo sé que don Andrés es muy buena onda y nos dejó quedarnos en su casa un día, ¿pero muchos días?, quién sabe.
-Yo más bien creo que no, dijo Luca. Dicen que el “muerto” y el “arrimado” a los tres días apesta.
-Cierto –dijo Galpa- ¿además se acuerdan que don Andrés mismo nos dijo que a los poblanos no les gustan los chavos como nosotros, porque afeamos su ciudad?, ¿se acuerdan que también nos dijo que nos “levantan” y luego nos venden a bandas que se dedican a la prostitución de menores con el favor del mismo gober? Acuérdense que nosotros somos todavía menores, ninguno tenemos 18 años cumplidos.
-¡Nooo!, ¡me falta un chingo!, dijo Poncho, el más pequeño de los cinco.

Los trotamundos finalmente decidieron regresar a la ciudad capital, pero no al mismo lugar en donde podrían ser reconocidos por el narco que enganchó a Poncho, el lado sur, sino a cierto rumbo del centro de la ciudad, cuyas angostas y oscuras calles estaban superpobladas por decenas de niñas y niños que dormían hacinados en las banquetas y que aspiraban sustancias inhalables en bolsitas de plástico, lo cuál los mantenían en total relajamiento. Otros fumaban marihuana y otros más, consumían “piedra”. Los inhalables o “activo” eran baratos y podían adquirirse en cualquier tlapalería. La marihuana era más cara y la “piedra”, mucho más, así que para adquirirla los chavos adictos tenían que asaltar en la calle a los transeúntes.

Los niños que allí habitaban recibieron a los trotamundos en buena onda, luego luego les ofrecieron droga: “¿de cuál quieres?, ¿activo?, ¿mota?, ¿piedra?, el activo te cuesta tanto, la mota tanto y la piedra tanto, ¿cuál quieres?

-Nnno, es que ahorita no traemos marmaja, contestó Galpa.
-No importa, después se cain.
-Esteee, no, mañana, ahorita venimos algo cansados.
-¡Ahhh!, pus con mayor razón, con esto van a descansar a toda madre.
-Si, ya sabemos, pero mejor mañana.
-Bueno, ustedes se lo pierden, si quieren pueden dormirse en la acera de enfrente y nos miramos mañana.
-OK, gracias.

Los cinco muchachos procuraron mantenerse juntos. El espectáculo que tenían junto a sí no les era nada extraño, así habían vivido durante meses y años en el sur de la ciudad cuando aún no se conocían, excepto Porfidio que había pasado toda su vida casi esclavizado en la hacienda con su abuela.

A la mañana siguiente deciden dar una vuelta por el rumbo -para ellos desconocido- cuando se topan con el atrio de un antiguo templo del tiempo de la colonia. Obviamente tenían todo el aspecto de niños de la calle. Allí en el atrio se encuentran con tres personas jóvenes, dos mujeres y un hombre, que al verlos los saludan con amabilidad y los invitan a pasar al templo, lo cual aceptan de buena gana, pues después de todo su actitud y el lugar les inspiran confianza.

-¿Y ustedes, qué onda?, -los interroga una de las jóvenes-, creo que no los he visto antes aquí, ¿son nuevos?
-Mmm, puesss, sí.
-¿Son niños de la calle, no?
-Esteee, sí.
-¿Cuándo llegaron?
-Anoche.
-¿Y andan juntos?
-Si.
-¿De dónde vienen?

Los muchachos empezaron a contar su historia: por qué se hicieron niños de la calle, cómo se conocieron, su aventura en Oaxaca.

-¿O sea que ustedes no consumen droga a pesar de ser niños de la calle?
-No, pos como te dijimos –contestó Luca- al principio Galpa y yo sí probamos un poco de “activo”, pero muy poco, lo pudimos dejar cuando hicimos la Patrulla Trotamundos.
-Claro, es lógico, lo que pasó fue que cuando hicieron la Patrulla encontraron un motivo para seguir viviendo.
-Mmm, no lo habíamos visto así, pero creo que tienes razón.
-Bueno, pues miren, nosotros tres también fuimos niños de la calle, sufrimos mucho, consumimos droga por un tiempo, pero aquí en este templo logramos encontrar un buen motivo para seguir viviendo.
-¿Ah, sí?
-Pos, sí. Ahorita, como ven, está vacío, pero después de las siete empiezan a venir muchos chavos como ustedes y por la noche aquí se duermen, en las bancas o en el suelo, donde quepan.
-¡Orale!
-Somos chavos de la calle que antes éramos drogadictos, pero ya dejamos la droga gracias a las pláticas que a diario tenemos aquí por la noche, pero como no tenemos dónde vivir, pues aquí el señor párroco nos da chance de quedarnos siempre y cuando mantengamos limpio el lugar. Nosotros tres somos los encargados de vigilar todo esto para que no haya desmadres y le ayudamos al padre a convencer más chavos a que dejen la droga. Ya lo van a conocer, es muy buena onda.
-¿Y dónde están los que viven aquí?
-Pues ahorita andan trabajando en los cruceros o en las calles, unos de acomodadores, otros de limpiavidrios, otros de payasitos, otros de malabaristas, ya saben, ustedes también lo vivieron, ¿no?
-No, pos sí.
-Pues la historia de ustedes es muy interesante, los invitamos a que se queden aquí, ya les buscaremos un rinconcito para que duerman.
-Ps está chido, pero también queremos trabajar.
-Por eso no se preocupen, ya verán que los que pertenecen a esta comunidad les van a conseguir en dónde y no les van a cobrar como le hacen los “dueños” de otros cruceros, aquí todos somos una comunidad muy solidaria, ya verán.

¿Encontrarán los trotamundos una nueva oportunidad?, ¿qué tan preparados estarán para enfrentar una nueva experiencia después de sus anteriores fracasos?, ¿sabrán sortear las nuevas aventuras que les esperan en esta enorme ciudad tan llena de desigualdades, discriminación e injusticia?

No te pierdas el siguiente capítulo de esta interesante historia.

…CONTINUARÁ