miércoles, 31 de marzo de 2010

Trotamundos capítulo VIII

SINOPSIS

Nuestros cinco héroes se reúnen por fin en la ciudad de Oaxaca y gracias a doña Petrona pueden alimentarse cuando menos una vez al día. No habían pasado ni 12 horas del feliz reencuentro cuando los muchachos son levantados por la policía debido al reporte procedente del retén militar de Nochixtlán. Los muchachos son acusados de haber agredido a un soldado con alevosía y ventaja, así como por presuntos narcotraficantes de cocaína. Sin embargo, como sabemos, la cocaína encontrada en sus mochilas fue sembrada por la misma policía con el fin de atrapar chivos expiatorios para justificar la fallida guerra gubernamental contra el narcotráfico. Con el mismo fin, Galpa confesó bajo tortura, por lo que los cinco muchachos fueron confinados al tutelar de menores como presuntos delincuentes.

Doña Petrona, quien tiene a su nieto desaparecido después que fue levantado por dos policías cuatro años atrás durante un movimiento de protesta de maestros, denuncia el levantamiento de los trotamundos ante la ONG que se encarga de buscar al nieto, de entonces 13 años, pero que en la actualidad ya tendría 17 en caso de que siguiese vivo.


CAPÍTULO VIII

A FALTA DE PRUEBAS, LOS TROTAMUNDOS SON LIBERADOS

-“Amados hermanos, demos gracias a Dios de contar con un gobierno que se preocupa por el bienestar de su pueblo al combatir tan eficientemente al crimen organizado. Como ya se habrán enterado por las noticias, hace un par de días nuestro heroico cuerpo de policía logró capturar a una peligrosa banda de narcotraficantes precisamente frente a las puertas de este sagrado templo. Oremos para que Dios nuestro Señor ilumine a nuestro insigne gobernador para que siga luchando por la paz y la justicia como hasta ahora lo ha hecho. En el nombre… etc, etc.

-Bueno, pues después de comulgar ya tengo hambre, ¿ustedes no? Dijo un apuesto joven acompañado por dos mujeres y un hombre -también jóvenes- de aspecto refinadamente atildado, como quien dice lechuguino.
-Por supuesto que hace hambre –dijo el otro joven-, ¿por qué no vamos al club a desayunar?, aquí a la vuelta está mi BMW.
-Mira –dijo el primer joven-, tan sólo por hoy los invito a desayunar en el puesto que está ahí enfrente.
-¿Allí?, ¡no!, dijo una de las muchachas, ¿con esa chusma de indios?, ¿qué tal si me ve alguien conocido?, ¡qué vergüenza!
-Pues sí, amiga, ya sé que los indios apestan, a mí tampoco me agradan, pero mi amigo Jerry me lo recomendó mucho.
-¿Qué Jerry?
-Carrera Rivas del Campo, ya sabes, el sobrino del Cardenal.
-¡Ah, sí!, el que estudia Derecho.
-¡Ese mero! Pues me dijo que no me perdiera el atole y los tamales que hace la señora que atiende ese puesto, que no me iba a arrepentir. ¿Por qué no probamos?
-Bueno… si tú lo dices… haremos el sacrificio.

Las dos parejas de jóvenes se dirigieron hacia el puesto de doña Petrona y mientras saboreaban, no sin deleite, sus famosos tamales con atole empezaron a platicar.
-Pues sí que está rico este desayuno, después de todo valió la pena venir, ¿no?
-La verdad sí, ¿eh?
-Por cierto, ¿Cómo vez lo de la banda que acaban de capturar?
-¡Excelente!, ¡qué bueno que votamos por este gobernador y no por el otro candidato, el naco!
-¡Claro!, este es de buena familia, son hacendados de abolengo; mi tatarabuelo, que era sobrino del arzobispo, los conoció desde el tiempo de Maximiliano.
-¡Uta!, ya tiene un buen. Pero tienes razón, también mi bisabuelo, que era primo de doña Carmelita Romero, conoció a la familia del actual gobernador.
-¿Carmelita Romero Rubio?, ¿la esposa de don Porfirio Díaz?
-Su segunda esposa, mi querida amiga, pues la primera fue su propia sobrina, Delfina Díaz, de la que no mucho se habla por simple decencia.
-¡Ay ay ay!, ni me presuman –intervino otra de las jóvenes- mi tío tatarabuelo fue nada menos que Monseñor Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, el mismo que casó a don Porfirio Díaz, primero con su propia sobrina Delfina y después con doña Carmelita, una vez que enviudó, desde luego. ¿Como ven?, yo también soy de sangre azul.
-¡Bueno!, pues ya comimos, ya nos vamos. Dijiste que tú invitabas, así que paga la cuenta y vámonos, que en media hora tengo torneo de golf.

Doña Petrona escuchaba indignada y en silencio la frívola plática de aquellos pirruris mochos recién salidos de la misa dominical, pero hizo un esfuerzo por conservar la cordura.

Mientras tanto en el tutelar, si bien mantenían a los muchachos separados en diferentes crujías, al menos podían verse durante el día en el comedor y en el patio, pues afortunadamente –para ellos- la ciudad no contaba con más de un establecimiento de este tipo.

A lo largo de las seis semanas que estuvieron recluidos nuestros muchachos, fueron objeto de múltiples maltratos, vejaciones y violaciones a sus Derechos Humanos sin que a ninguna autoridad le importara un comino. Sólo la ONG que se encargaba de su defensa, por medio de sus abogados y a súplica de doña Petrona, quien ya se había convertido en una emblemática, reconocida y respetable abuela por la incansable búsqueda de su nieto, era la única instancia que se estaba ocupando de este asunto, pues ninguno de los cinco chicos contaba con un padre o una madre que los defendiese.

Para algunos diarios –no todos- doña Petrona era considerada una luchadora social a causa de la desaparición de su nieto; con frecuencia aparecía en las notas de ciertos periódicos hasta cierto punto independientes y de distribución restringida -muy limitada-. Sólo unos cuantos ciudadanos dotados de conciencia los leían, el resto no tenía en la cabeza más que una televisión prendida y bien metida en su inútil cerebro.

Gracias a los abogados de la ONG defensora de los Derechos Humanos que se hizo cargo del caso pudieron detectarse diversas inconsistencias: las declaraciones de los militares del retén de Nochixtlán no coincidían con las declaraciones de los policías de la ciudad de Oaxaca. Eso en primer lugar, pero de pronto surge otra coincidencia a favor de los muchachos.

Si recordamos, Galpa, Bruti y Poncho abordaron en Tehuacan, Puebla, un trailer de la compañía “Calderones Ruiz, S.A.”, mismo que fue detenido en el retén militar de Nochixtlán. Cuando el teniente se da cuenta de la barbaridad de haber detenido un trailer de una compañía intocable ordena su liberación inmediata reteniendo solamente a los tres chicos que viajaban de aventón. Cuando el trailer llega a su destino, la ciudad de Oaxaca, el capataz ya esperaba al chofer y su ayudante.
-¿Saben que?, están despedidos.
-¿Por qué?
-¿Qué no saben que está estrictamente prohibido dar aventon?
-Sí, pero no eran más que tres chamaquitos.
-Pues esos tres chamaquitos pudieron haber descubierto cosas inconvenientes para la empresa.
-¿Qué cosas?
-No soy tan pendejo para decírselos, pero dense por despedidos.
-¿Así como así?, ¿sin las prestaciones de ley?
-¡Ja, ja!, ¿pues qué no saben que el mismo secretario del trabajo es accionista de esta empresa? Se me van rapidito, si no quieren desaparecer para siempre, ¡ah!, y cuidadito con hacer demanditas, pues hasta su familia lo puede pagar muy caro, hasta con su vida.

Los dos hombres, llenos de coraje, no se dejaron amedrentar y ocurrieron muy enojados a “Conciliación y Arbitraje” de la “Secretaría del Trabajo y Previsión Social”, pero no les hicieron caso, al contrario, los amenazaron de muerte si se atrevían a “mover el agua”. Afortunadamente se encontraba por allí un abogado de una ONG que se percató de las maldiciones que los dos hombres salieron despotricando de la oficina.
-¡Ola!, soy el abogado fulano de tal, veo que salen muy encabritados, ¿qué pasó?
Los dos hombres le contaron su amarga experiencia.
-Pues si quieren –dijo el abogado- podemos ayudarlos, no les costaría ni un centavo excepto lo que quieran dar voluntariamente.
Los dos hombres –chofer y ayudante- contaron al abogado la experiencia en el retén de Nochixtlán.
-¿Así que les dieron aventón a tres chicos?, preguntó intrigado el abogado. Mmm., ¿los pueden reconocer?
-Yo creo que sí, dijo el ayudante.
-Acompáñenme a la oficina, por favor.

Una vez en la oficina el abogado mostró a los dos hombres las fotos de los trotamundos días antes levantados por la policía en la Plaza de Santo Domingo.
-¿Los reconocen?
-¡Sí, claro que sí!, estos tres chavos son a los que les dimos aventón, me cai que sí, estoy bien seguro.
-Pues estos chavos están presos y estamos seguros de que son inocentes. ¿Nos podrían ayudar?
-¡Claro!, no más diga qué tenemos que hacer.
-Ir a la procuraduría a declarar como testigos, ¿se avientan?
-Por supuesto, díganos cómo y cuando.
-Yo les aviso, déjenme sus datos para localizarlos.

A la siguiente semana fueron citados por el Ministerio Público para rendir su declaración. Los datos proporcionados por estos dos hombres echaban por tierra las declaraciones tanto de los militares del retén como las de los policías de la ciudad de Oaxaca. El juez –un juez excepcional por su honestidad- absolvió a los muchachos por inconsistencia de pruebas, pero su condición de niños de la calle -menores de edad-, los obligó a ser acogidos por una casa-hogar del DIF, excepto a Galpa y Luca, pues como estaban cercanos a los 17 y 16 años respectivamente, aunque seguían siendo menores de edad, el DIF ya no quiso hacerse cargo de ellos.

Porfi, Bruti y Poncho sí fueron internados en el único albergue con que contaba la ciudad, así que tuvieron la gran fortuna de estar juntos. Doña Petrona, muy reconocida en la localidad indígena por su activismo social, consiguió un permiso para visitar a los tres chavos los fines de semana
Galpa y Luca ayudaban a doña Petrona en el puesto y ésta, a cambio, les brindaba las tres comidas diarias, los dejaba quedarse con las propinas y les permitía dormir todas las noches dentro del puesto. Nuestros amigos reconocían con inmensa gratitud lo que doña Petrona estaba haciendo por ellos, no recordaban en sus respectivas vidas haberla pasado tan requetebién y hasta empezaban a quererla y respetarla como a la madre que nunca tuvieron, a pesar de que por su edad podría haber sido su abuela.

De los dos hombres -el chofer y su ayudante- no se volvió a saber nada. La compañía “Calderones Ruiz, S.A.”, se dedicaba al servicio de mudanza, pero sólo como parapeto, pues en realidad su principal negocio era transportar droga escondida entre los muebles que se encargaba de llevar. Nadie podía ir en contra de la empresa, pues contaba con la impunidad y toda la protección por parte del mismo gobierno que decía combatir a la delincuencia organizada. ¿Acaso no era el mismo gobierno parte de la misma?

Un domingo después de la Misa Dominical, las dos parejas de jóvenes devotos salían de comulgar y decidieron probar de nuevo los tamales y el atole de doña Petrona.

-¡Caramba!, esos mochos otra vez…! -pensó doña Petrona para sí-.

-¿Cómo ves que ya liberaron a la peligrosa banda que agarraron hace mes y medio aquí en la plaza?
-Sí, todo por esas llamadas ONG que sólo sirven para defender nacos.
-¿Nacos?, ¡delincuentes, dirás, mi querida Dorothy!
-Tienes toda la razón, Hillary, esos mentados Derechos Humanos sólo sirven para defender delincuentes, solapar vagos, nacos y a toda esa escoria de la sociedad.
-Pues si sólo defienden a los nacos y a los delincuentes algo debe hacer el gobierno para desaparecerlos –dijo Dorothy Pérez-. Si México quiere ser un país de primera debería empezar por exterminarlos.
-Creo que deberíamos regresar a la época porfirista –dijo Hillary Gonzalez- ahí sí que se valoraba la superioridad de las clases decentes sobre la inferioridad de las clases nacas.
-Hilary y Dorothy tienen razón –dijo Franky Ramos-, yo creo que hay que acabar con los pobres y con los indios de este país, pues son la vergüenza nacional. ¿O no, Jhonny?, tu que estás a punto de terminar Derecho deberías de encargarte de ello, ya que tu papá, además, es un alto magistrado de la Suprema Corte.

-A ver, a ver –interrumpió Jhonny Ramírez-, si en este país no hubiese indios, nacos ni pobres, ¿quién carajos trabajaría para nosotros? No la chiflen. Piensen que mientras más jodidos haya más barata es la mano de obra. ¿Se imaginan si hubiese pocos jodidos?, habría que pagarles tanto que muy pronto pondrían sus fábricas y sus haciendas y entonces serían igual que nosotros.
-¡Bueno!, eso de iguales tampoco, acuérdense que nosotros somos de abolengo, por eso estamos en una universidad católica, tampoco confundas
-Pues tienes razón en parte, Dorothy, pero también Johnny la tiene, ¿qué haríamos sin jodidos?, ¿tendríamos que trabajar?, nooo, yo ni mais.

Galpa, Luca y doña Petrona escuchaban la plática con las quijadas y los puños apretados con ganas de golpear a los cuatro acicalados lechuguinos, pero doña Petrona, siempre prudente, siempre tolerante, siempre inteligente, hizo a sus recién adoptados nietos una seña de calma y tranquilidad, seña que acataron en virtud de la obediencia, respeto y cariño que sentían por la anciana.

-¡Ey, muchacho! –gritó Franky Ramos a Galpa-, ¡la cuenta, pero rapidito que no tengo tu tiempo!

¿De qué lado estaba la verdadera educación?

De acuerdo con el “Manual de la muchacha y el muchacho Quetz-Al”, la educación comprende dos aspectos: Instrucción y Formación.

La instrucción –decía el Manual- se refiere a la capacitación técnica que se enseña en la escuela, desde la primaria hasta la universidad.

La formación, en cambio, es la adquisición de valores humanos (habilidades sicosociales), como el Auto-conocimiento (incluida la sexualidad), la Creatividad (con el fin de mejorar el mundo que nos rodea), el Pensamiento crítico (conocer la realidad para transformarla y no para conservarla, así como el actuar de acuerdo con lo que se piensa y se dice); la Responsabilidad (sentido de la ética), la Solidaridad (sobre todo con el desvalido), y el Respeto (tolerancia y respeto a los derechos de los demás, aún de quienes son diferentes, sin distinción alguna).

La educación estaba por supuesto del lado de los muchachos, gracias al cariño de doña Petrona, mas no del lado de los pirrurris instruidos, capacitados, pero muy lejos de haber sido verdaderamente educados, aún cuando hubiesen pasado por “acreditados” colegios católicos para niños ricos.

¿Qué pasará con Porfi, Bruti y Poncho confinados por el momento en un albergue del DIF?, ¿lograrán salir pronto bajo la custodia de doña Petrona?, ¿qué sería en todo caso de Galpa y Luca? No te pierdas el siguiente capítulo.


CONTINUARÁ
Fe de erratas: en el cap. VII, pág,6 colum. Izq. Dice Xochixtlán, debe decir Nochixtlán.

Trotamundos capítulo VII

SINOPSIS

En el capítulo VI Porfi y Luca llegan a Oaxaca en aventones, procedentes de Puebla. Arribaron a pié hasta la plaza de Santo Domingo, la plaza central en donde se encuentra el templo del mismo nombre.

Pasaban las horas y los otros tres compañeros, Galpa, Bruti y Poncho no llegaban, lo que empezó a preocupar a Porfi y Luca, sin imaginarse de las dificultades por la que sus tres hermanos estaban pasando.

Galpa, Luca y Poncho, mientras tanto, se encontraban en graves dificultades al haber sido detenidos en el retén militar de Nochixtlán acusados de transportar mariguana, la cual había sido evidente y tramposamente “sembrada” en el bolsillo de Galpatrafo por el teniente de guardia para inculparlo de narco-traficante y capo de la delincuencia organizada, ¿a un chico inocente de 16 años?. Lo que en realidad quería el susodicho teniente era detener a un “chivo expiatorio” que le permitiese mantener su chamba y su sueldo aún a costa de inventar, falsamente, delitos a gente inocente ante su incapacidad de detener a los verdaderos delincuentes, tanto por su mala preparación como por la oportunidad de ganar dinero extra aún de manera ilícita. No obstante sí permitieron la salida inmediata del trailer por tratarse de una empresa muy influyente.

A punto estuvo Poncho de ser abusado sexualmente por el soldado cuando Galpa aprovechó un descuido de aquél para atacarlo con su propia arma, lo que les permitió escapar internándose en la selva en donde pasaron la noche resguardados en el vivac construido por ellos mismos. Al día siguiente pudieron llegar al poblado de San Agustín Etla guiados por un amable indígena en donde fueron cristianamente acogidos por el padre Damián.

Después de tres días de espera Pofi y Luca aguardaban preocupados y a punto de la desesperación a sus tres hermanos pensando que les habría pasado lo peor.



CAPÍTULO VII

Galpa, Poncho y Bruti logran por fin llegar a la ciudad de Oaxaca y se reúnen con Porfi y Luca.

-Qué padre tan padre el padre Damian, ¿no? –dijo Poncho-
-¡Sí, me cai!, -dijo Bruti- no como el chinche satiscrán de Buepla.
-No, ese jijo de toda…, ni parece cristiano. Los que me preocupan son Porfi y Luca, si habrán llegado a la tal Oaxaca o qué fregaos, qué tal si les fue como a nosotros.
-Pos ya veremos ora que lléguemos.
-Lleguemos –corrigió Galpa-.

Una destartalada camioneta tipo pick-up se paró a darles aventón, se notaba que transportaba cerdos, pues la plataforma estaba cubierta por una capa de más de un centímetro de espesor del excremento del tal animalito. Antes de brincar la redila lanzaron sus mochilas y sólo hasta que las brincaron se percataron del fino recibimiento del que habían sido objeto.
-¡Chin!
-¡Ya ni modo!, súbete y punto.
Al menos pudieron viajar sentados sobre sus respectivas mochilas. Andaban dando las cinco de la tarde cuando por fin llegaron a la meta esperada, la colonial y hermosa ciudad de Oaxaca. Descendieron de la pick-up penetrados de un fuerte aroma y, concientes de que no les permitirían abordar un transporte colectivo en tales condiciones –además ni suficiente dinero traían-, decidieron llegar al punto de reunión, la plaza de Santo Domingo, a pié preguntando y preguntando, tal y como se llega a Roma.

Luca y Porfi comían de las sobras que quedaban casi a medianoche del puesto de antojitos oaxaqueños de doña Petrona. Aunque tenían el dinero de la tesorería, ambos estaban de acuerdo que no sería correcto seguirlo gastando, pues era dinero que pertenecía a los cinco y no sólo a ellos dos. La esperanza de que llegaran sus tres amigos ausentes los mantenía aferrados a la plaza en donde habían quedado de verse.

Por fin, cerca de las nueve de la noche y después de tres días de angustiosa espera, se da el feliz reencuentro de la pandilla celebrándolo con gritos, risas y un efusivo abrazo que a más de uno de ellos le provocó la salida de tibias lágrimas escurriendo por aquellas infantiles y rosadas mejillas.

-¡Uno para todos! –gritó Galpa extendiendo su puño derecho al centro del círculo formado por los cinco muchachos aún abrazados-.
-¡Todos para uno! –contestaron al unísono los otros cuatro.

El poco dinero que aún quedaba de la tesorería de Patrulla decidieron gastarlo en el puesto de doña Petrona para aliviar su ya galopante hambre de preadolescentes. La susodicha, quien ya conocía la historia de los Trotamundos por boca de Porfi y Luca, les preparó unas riquísimas tlayudas de chorizo y cecina, una para cada uno con todo y agua fresca de fruta. A la hora de la cuenta, la hora más dolorosa de la comida, sobre todo tratándose de niños de la calle, doña Petrona se negó tajantemente a recibirles un solo centavo. -No, mis niños, el poco dinero que hain di trair les va a ser muncha falta más adilante.

Con la panza llena y la inmensa felicidad del reencuentro, nuestros ilusionados Trotamundos se dirigieron literalmente trotando y abrazados hasta la banca que Luca y Porfi ya se habían apropiado frente al templo. Formados en círculo y abrazados cerraron el día con el Pensamiento Quetz-Al:

“Hoy tendré voluntad:
para conocer más de mí mismo,
mejorar el mundo que me rodea,
actuar de acuerdo con lo que pienso y digo,
ser responsable de mis actos,
ser solidario con el desvalido y
respetar a mis semejantes”.

Nuestros cinco héroes, por fin de nuevo reunidos, se acurrucaron tranquilos unos arriba y otros debajo de la banca y cayeron en profundo sueño, sin adivinar la desagradable sorpresa que les esperaba al día siguiente.

…Y para acabarla de amolar,
¡otra desgracia!

Doña Petrona, a las primeras horas del amanecer, se disponía a abrir su puesto para ofrecer el riquísimo atole con tamales oaxaqueños para el suculento desayuno de los transeúntes, cuando observó con inquietud que una camioneta de la policía se detenía justamente frente a la banca en donde aún dormían a pierna suelta los cinco preadolescentes. Vio cómo tres policías con armas largas en posición de alerta descendieron del vehículo oficial, rodearon la banca apuntándoles con sus armas al tiempo que una ronca y penetrante voz les ordenó levantarse con las manos en la nuca. Los pusieron de espaldas y, mientras un agente seguía apuntándoles, los otros dos comenzaron a catearlos, como si se tratase de una banda de peligrosos delincuentes. Luego los subieron a punta de golpes y empellones a la camioneta sin permitirles recoger sus cosas; dos policías se encargaron de subirlas abordo. Doña Petrona se limitó a observar la escena disimuladamente, haciendo como que no veía, mientras continuaba con su labor de levantar su ya famoso puesto, muy visitado, por cierto, por su nutrida clientela.

Ella más que nadie sabía muy bien que esa era la mejor actitud que debía mostrar ante la prepotencia y arbitrariedad de la policía; ella, más que nadie, sabía la inutilidad de intentar defender a los muchachos, a quienes empezaba a querer como a sus nietecitos; ella, más que nadie, lo sabía, porque cuatro años atrás, durante una manifestación de maestros que fue brutalmente reprimida por el gobierno del Estado, dos policías, ante sus propios ojos y en su propio puesto, secuestraron a su nieto de 13 años quien se encontraba tranquilamente comiendo y hasta la fecha aún no aparecía pese a las múltiples denuncias y recomendaciones por parte de varios grupos no gubernamentales defensores de los Derechos Humanos que se ofrecieron a apoyarla. Ahora la adversidad la ponía frente a otra situación similar, pero por desgracia dichos grupos defensores de los Derechos Humanos no pueden hacer otra cosa más que “recomendar”. De ahí a que el gobierno los pele hay todo un abismo, pues pareciera que a los gobiernos –federal y estatales- de este país los Derechos Humanos les vale un auténtico gorro.

-Pus miri, patroncito, hoy vengo con otra molestia, dirá asté qui soy molesta. Desdi luego no pierdo la esperanza de encontrar, gracias a ustedes, a mi nietecito Pablo, piro ahora vengo por otros cinco.
-¿Cinco, doña Petrona?
-Sí, patroncito, cinco muchachitos, los levantaron con lujo de violencia hoy in la mañana.

Doña Petrona describió detalle por detalle todo cuanto sabía y había visto sobre los cinco muchachos.
-Ayúdilos, don Jacinto, estoy sigura qui son muy buenos muchachitos, de veras, ayúdilos, se lo suplico.
-Claro que sí, doña Petrona, no se preocupe –le dijo el representante de la agrupación independiente de Derechos Humanos-, ahorita mismo voy a investigar a dónde se los llevaron y de qué delito los acusan, no se preocupe, yo le aviso en cuanto tenga cualquier noticia.

A la mañana siguiente los voceadores de toda la ciudad gritaban a bombo y platillo “¡extra, la extra!, ¡cinco peligrosos narcotraficantes fueron capturados en la plaza de Santo Domingo!, ¡extra, la extra!

Los diarios más favorecidos por el gobierno estatal cabeceaban en primera plana: “Gracias a la excelente eficiencia de nuestra heroica policía, de clase mundial, ayer cayeron en la plaza de Santo Domingo cinco peligrosos integrantes del crimen organizado”. En la nota interior decía: “cinco presuntos integrantes probablemente del cártel del Pacífico fueron capturados ayer en la plaza de Santo Domingo mientras transportaban en viejas mochilas de tipo escolar más de 100 kg., de cocaína, la cual fue inmediatamente confiscada. Además están acusados de haber agredido físicamente y por la espalda, en un retén militar de Nochixtlán, a un ejemplar miembro de las fuerzas armadas en situación de indefensión total.

Este heroico acto de nuestro insigne cuerpo de policía comprueba, una vez más, que el cártel del Pacífico de ninguna manera está protegido ni por el gobierno estatal ni por el gobierno federal como afirman ciertos medios de comunicación por demás antipatrióticos. No les hagan caso, ni los compren.”

En ningún momento, la nota aparecida en más de cuatro diarios parciales al gobierno local decía que se trataba de menores de edad que pernoctaban bajo una banca. Esto último empezó a aparecer los días subsiguientes en otros diarios menos parciales y de cobertura nacional gracias a las denuncias de la ONG de Derechos Humanos que por encargo de doña Petrona decidió hacerse cargo del caso, pero esos periódicos no tenían la misma difusión como los preferidos por el gobierno.

Los muchachos, mientras tanto, fueron encerrados en un tutelar para menores de la ciudad de Oaxaca en tanto se definía su situación. Doña Petrona ansiaba verlos, pero como no podía acreditar ningún parentesco no se lo permitían, sólo obtenía información a través de la ONG.

-¿Con que tú eres el jefe, no?, -le dijo el comandante a Galpa-. -Pos a ver si eres tan machito, confiesa que ustedes traían cocaína en sus mochilas-.
-No, ni siquiera la conozco.
-¿Ah, no?, ¡échenle!, ordenó a dos ayudantes que tomando con sus manos la nuca de Galpa sumergieron su cabeza en una cubeta de agua durante más de un minuto hasta que Galpa empezó a convulsionar por asfixia.
-¡Ya sáquenlo! Pinche escuincle, vas a confesar o no…
-La verdad, nosotros no traíamos eso, ni siquiera sabemos qué es.
-¡Échenle otra zambullida pa que aprenda este pendejo.
-¡Glu, glu!.., le digo la verdad, nosotros no traíamos eso.
-¿Ah, no?, ya saben… lo que sigue.
Ambos ayudantes le bajaron el pantalón y los calzoncillos y procedieron a colocar una especie de macana bajo sus testículos.
-¡Dale!, ordenó a uno de sus ayudantes. En ese instante se produjo una descarga eléctrica de tal magnitud que provocó el desmayo de Galpa.
-Despiértalo a chingadazos, volvió a ordenar el comandante. ¿Sigues de terco en que ustedes no traían la cocaína?, le insistió.
-La verdad no… se lo juro por lo que más quiera… ya déjeme por favor.
-Mira, pinche escuincle, no te voy a dejar hasta que me digas que esa cocaína la traían ustedes, me cai que soy capaz de matarte si no me lo dices y si te mato le sigo con cada uno de tus compinches.
-Es que la mera verdad nosotros no traíamos esa cosa, ya le dije, nunca en mi vida la he visto.
-¡Procedan!, ordenó el comandante a sus ayudantes.
-¡Ayyyyy!, fue el grito desesperado de Galpa cuando los policías aplicaron sobre sus testículos una segunda, pero más intensa descarga.
-¡Confiesa o te mato, maldito desgraciado!, es más, si no confiesas no sólo te mato a ti, ¡también mato a tus pendejos amigos, así que habla ahorita mismo, pinche desgraciado!

A Gerardo, alias Galpatrafo (Galpa) no tanto le importaba su vida como la vida de sus hermanos en desgracia, así que no le quedó más remedio que confesar, por la fuerza de la tortura, que en efecto él era narcotraficante al servicio del cártel del Pacífico, pero no sus compañeros, pues dijo que ellos eran totalmente inocentes, que ellos no sabían nada de nada y que él fue quien los embarcó sin decirles de lo que se trataba. Galpa prefirió echarse toda la culpa y declarar que sus otros cuatro compañeros eran inocentes, que lo castigaran a él, pero que liberaran a los demás.

La declaración de Galpa fue inútil, no convenía a los intereses ni de la policía ni del gobierno del Estado, así que confinaron a los cinco inocentes muchachos como “presuntos” culpables hasta que culminara el proceso quesque legal. Mientras tanto, el gobierno federal y del Estado anunciaban con bombo y platillo, por cielo, mar y tierra, a través de los medios televisivos e impresos a su servicio (por supuesto condicionados a ciertos privilegios políticos) ¡un triunfo más en su tan cacareada guerra en contra del narcotráfico!

Galpa, Luca, Bruti, Porfi y Poncho fueron noticia a nivel local dentro del Estado de Oaxaca por unos cuantos días, pero pronto fue motivo de olvido por los medios. Los únicos que siguieron con interés el caso fue doña Petrona y la organización –ONG- de Derechos Humanos, que además seguía en la búsqueda de su nieto secuestrado hacía ya cuatro años por dos policías. En otras palabras, doña Petrona ya no estaba sólo preocupada por encontrar a su nieto, ahora se hacía cargo voluntariamente y bajo una conciencia solidaria, con la responsabilidad de rescatar a cinco menores inocentes de la injusticia gubernamental delirantemente enfrascada en una errónea y fallida batalla en contra del narcotráfico, pues estaban resultando mucho más víctimas inocentes que verdaderos capos capturados.

¿Qué sigue?, ¿qué suerte les depara a nuestros amigos? No te pierdas el siguiente capítulo.

CONTINUARÁ

Tlacuillo capítulo VI

TROTAMUNDOS
AVENTURAS DE PORFIDIO NATIVITAS Y SUS AMIGOS
Capítulo VI

Por:
Lince Hambriento

SINOPSIS

Los primeros cinco capítulos nos describen a Porfidio Nativitas, un muchacho de 13 años, quien ha crecido en una hacienda de un pueblo mixe (Mixteca) en el Estado de Oaxaca al cuidado de su supuesta abuela, pero nunca conoció a sus padres ni contaba con papeles oficiales de identidad, sólo sabía que se llamaba Porfidio Nativitas. La supuesta abuela era una india mixe, quien desde muy joven había tenido que trabajar, empujada por la pobreza, como servidumbre en la dicha hacienda. Antes había podido asistir a una escuela rural al menos hasta el segundo año en donde aprendió medio a leer y escribir.

Porfidio se crió en la hacienda desde que él tenía memoria y era obligado a trabajar por los patrones en diferentes labores del campo sin permitirle asistir a la escuela, sin embargo la abuela se encargó de enseñarle a leer y escribir como pudo; el administrador de la hacienda le enseñó cómo llevar un libro de cuentas y el veterinario lo adiestró en el cuidado más elemental de los animales, así como en la aplicación de los Primeros Auxilios. El día en que la abuela muere, Porfidio, de 13 años, decide escapar de la hacienda y se dirige en aventones a la ciudad de México.

El último aventón lo deja en las inmediaciones de Iztapalapa a las 3 de la mañana, se dirige a un parque y ahí encuentra decenas de niños de la calle. Esa misma noche coincidentemente hay un levantón policiáco y en esas circunstancias conoce a un niño de la calle –Poncho-, quien a escondidas lo conduce hasta la calzada Zaragoza en donde, bajo un puente, duermen otros tres niños de la calle que Poncho ya conocía anteriormente. Les pide posada y después de muchos remilgos y condiciones aceptan a Porfidio y a Poncho.

Los otros tres muchachos se llamaban Gerardo (Galpatrafo) de 16 años, Carlos Mariano (Luciferno) de 15, y Oswaldo (Brutillón) de 10. Los cinco muchachos se ganan el pan diario lavando parabrisas en diferentes cruceros, siempre explotados por un líder franelero. Una noche, Porfidio encuentra bajo el puente un viejo y desvencijado libro titulado “Manual de la muchacha y el muchacho Quetz-Al de Escultismo alternativo”. Como más o menos sabía leer, lo ojeó, le pareció interesante y se dio a la tarea de empezarlo a estudiar por partes. Propuso entonces a los otros cuatro formar una Patrulla Quetz-Al y realizar paso por paso las actividades allí propuestas.

Entre los cinco y siguiendo el Manual, se organizan como una Patrulla Quetz-Al siendo uno de sus primeros actos la conformación de la tesorería, a cargo de Porfidio como tesorero, siendo esta una acción eminentemente colectiva y democrática. Pero no todo sale a la perfección, pues un día Poncho, de 10 años, se involucra con el narco-menudeo. Cuando los otros cuatro muchachos se dan cuenta –afortunadamente a los pocos días- deciden alejarse de la ciudad un tiempo prudente al menos mientras los narcos se olvidan de Poncho, de esta manera huyen en aventones tratando de llegar a Oaxaca, lugar de origen de Porfidio.

Aquí comienza toda una odisea en la que nuestros cinco héroes son víctimas de discriminación, arbitrariedades, violencia y prepotencia de autoridades policíacas, militares, gubernamentales y eclesiásticas, lo que los obliga a emigrar constantemente perseguidos por la adversidad y la injusticia.

Porfi y Luca llegan a Oaxaca
en aventones, procedentes de Puebla.

-¡Porfi!, ¡Porfi!, ya llegamos –dijo Luca empujándolo con sus brazos-.
-¿Qué?, ¿qué pasa?
-¡Ya llegamos, guey!
-¿Onde?
-Ps´a tu tierra, guey, ¿qué no ves?, ya nos tenemos que bajar.
Porfi despertó un tanto enojado, pues en ese momento soñaba nada menos que con Quetzalli, la hermosa niña hija de Don Andrés.
-¡Oooo, chingá, no mames!
-¡Qué peks!, ya llegamos a tu chinche pueblo.
-¡Uff!
Luca y Porfi descendieron del camión de redilas que los condujo de Puebla a la entrada a Oaxaca, eran alrededor de las seis de la tarde. Preguntaron cómo llegar al centro de la ciudad y se trasladaron en transporte colectivo. Una vez en el centro se encontraron frente al monumental templo de Santo Domingo, una verdadera joya arquitectónica, lástima que es producto de la brutal, salvaje e inhumana colonización española en contra de nuestros indios.

-¡Chale!, ¡qué iglesiota!, exclamó Luca.
-Es Santo Domingo –dijo Porfi-.
-No, ps´sí que está fregona, ¿entramos?
-Ps´a ver si no nos corren como en Puebla.
-¡Orale!, ¿qué todos esos adornos son de oro?
-¡De oro puro, asegún me dijo mi abuela!
-¡Uta!, pos con todo ese oro no habría pobres, ¿no crees?
Porfi asentó con la cabeza asombrado por tanta riqueza inútil frente a sus ojos, una riqueza que bien podría utilizarse para sacar de la pobreza a muchas familias explotadas –como la suya- por los hacendados.

Esta vez no fueron molestados por nadie, pues pasaron desapercibidos por la cantidad de indígenas pobremente vestidos que entraban y salían después de orar fervorosamente ante el altar mayor y los altares laterales del templo de Santo Domingo. La luz del día empezaba a apagarse lentamente en tanto que las luces artificiales de la ciudad parpadeaban cintilantes bajo sus pies desde la imponente terraza del atrio.

-No han llegado.
-Todavía es temprano, pero ya hace hambre, ¿no?, ¿trais la lana, Porfi?
-Ps claro.
-¿Por qué no nos echamos un taco mientras llegan?
-No guey, aquí en mi tierra no hay como las tlayudas, mejor compramos una y nos la echamos mita y mita mientras llegan aquellos.
-¿una qué?
-Una tlayuda.
-¿Qué fregaos es eso?
-Una tostadota bien servida, ya verás.
-¡Sale!, qué rica se ve –exclamó Luca luego que vio la gran tostada llamada tlayuda. La partieron en dos y la saborearon acompañada de una refrescante agua de horchata.

Dieron las nueve, las once, la una de la madrugada, pero “aquellos” no llegaban.

-¿Qué hacemos, guey?
-Ps vamos a dormirnos en aquella banca, ya llegarán.

Cada uno sacó de sus respectivas mochilas su roída cobija y se dispusieron a dormitar en tanto llegaban Galpa, Bruti y Poncho, pero el cansancio los venció y quedaron bien jetones. Pasaron algunas horas cuando el trajeteo de los puestos que ya se disponían a vender los tamales y el atole caliente para el desayuno de los transeuntes interrumpió aquel sueño reparador. Cuando abrieron los ojos, vieron con sorpresa que ya aparecían sobre la plaza los primeros celajes del amanecer. Lo primero que hicieron fue levantarse y buscar por toda la plaza a sus compañeros, pero no estaban. Esperaron al mediodía, pero no llegaban. Volvió a anochecer y ni sus luces. Sentados en la misma banca, con la mirada perdida en el horizonte y en completo silencio, los muchachos reflejaban en sus rostros una tremenda angustia. Habían pasado más de 24 horas sin tener noticias, imaginaban lo peor; algunas lágrimas escurrieron sobre ese par de tiernas e inocentes mejillas.

-¿Qué les habrá pasado?, preguntó Porfi casi sollozando. Luca sólo atinó a encoger los hombros, pues no pudo pronunciar palabra alguna.
-¿Tienes hambre?, preguntó Luca a Porfi.
-No, ¿y tú?
-Yo tampoco.
-Ps vamos a dormirnos, según el reloj de la iglesia ya son las 12.
Se recostaron en la misma banca, se cubrieron con sus respectivas cobijas, pero ninguno de los dos pudo dormir, cada ruido que oían volteaban para ver si eran “ellos”, sus hermanos en desgracia, pero amaneció por segunda vez consecutiva y los muchachos aún no aparecían.

GALPA, PONCHO Y BRUTI
“LEVANTADOS” POR SOLDADOS

La mañana en que dejaron Puebla, Galpa, Poncho y Bruti fueron recogidos por una camioneta pick-up conducida por un amable señor acompañado de su esposa y un niño de unos seis años que los dejó en Tehuacan.
-Aquí los dejo, muchachos. Que les vaya bien y que tengan mucha suerte.
-Sí, muchas gracias.
Continuaron pidiendo aventón en la carretera cuando se para un trailer en la cuneta.
-¿Adónde van?
-¡A Oaxaca.!
El copiloto se baja a abrir la caja
-¡súbanse pues!, allá vamos.
Antes de entrar a Nochixtlán el trailer topa con un retén militar.
-¡Abran la caja!, ordena con actitud prepotente un sardo con carabina en mano.
-Sí, ahorita, -contesta el copiloto bajando apresuradamente.
-¿Y estos?, -preguntó el sardo refiriéndose a los tres muchachos.
-Les dimos aventón en Tehuacan, van para Oaxaca.
-¿A, sí?, pues se me bajan, -ordenó el sardo apuntándoles con el arma-.

Los muchachos bajaron exaltados y, una vez en tierra, ordenó tanto a los muchachos como al conductor y su ayudante colocarse de espaldas con los brazos en la nuca.
-A ver, muchachitos, no se hagan güeyes, entréguen la droga o si no aquí me los trueno.
-No traemos droga, dijo Galpa.
-¿Ah no? -dijo uno de los sardos-, ¡llámate al teniente!, le ordenó al otro.
-¡Con que no train droga!, ¿eh? –dijo el teniente con rifle en mano-, vamos a ver… catéenlos –ordenó a los dos sardos mientras sacaba del bolsillo de su uniforme un par de bolsas de marihuana que depositó en la palma de la mano de uno de los soldados rasos.
-¿No que no?, ¡mira cabroncete lo que te saqué de la bolsa!
-No son mías, respondió Galpa atemorizado.
-Pues eso ya lo veremos, por lo pronto se van a tener que quedar… y ustedes dos también –dirigiéndose a los conductores-.
-¿Y nosotros por qué?
-Por traficantes de droga.
-Pero si nosotros no somos traficantes de droga, sólo estamos trabajando honradamente.
-Eso ya lo veremos ahora que cateemos el camión, pero si no encontramos nada de droga en el interior de todos modos los vamos a consignar por cómplices.
El conductor y su ayudante se quedaron viendo uno al otro totalmente intrigados.

Los ataron con las manos a la espalda, aventaron sus mochilas al lado de la carretera y uno de los sardos los condujo a golpes y empujones con el cañón de su rifle a un jacal de teja y adobe que se encontraba escondido a unos 200 metros del camino cubierto de bosque semi-tropical.

Los sardos comenzaban a revisar minuciosamente el trailer, así como los papeles del vehículo, cuando el capitán del retén se acerca.
-¿Qué hacen?
-¡Mi capitán!, se cuadraron ambos soldados.
-¿Qué no ven que el trailer pertenece a la empresa “Calderones Ruiz, S.A.”?
-Eeeeste… nnnoo…, mi capitán, no nos fijamos.
-¡Pos qué par de penitentes!, los puedo mandar arrestar. ¿Qué no saben que “Calderones Ruiz, S.A.”, es intocable?, ¿no saben que pertenece a un primo del gobernador y a un pariente no tan lejano del Presidente de la República?
-¡Ah jijos!, pus no.
-Pos como no quiero problemas con mi coronel, suelten al chofer y su ayudante y que se vayan yá, sólo deténganme a los chavos, ya saben que para justificar nuestros sueldos tenemos que agarrar aunque sea a “chivos expiatorios” y más ahora que el gobierno nos acaba de aumentar el 40 por ciento. Total, si no podemos con los verdaderos capos, pues aunque sea con estos “chivitos expiatorios”, así que déjenmelos encerrados y luego a ver qué hacemos con ellos, digo, en último caso les damos cuello y los enterramos por ahí. ¡A ver, tú –ordenó a uno de los sardos- cuídamelos hasta ver qué fregaos hacemos con estos escuincles!
-¡Sí, mi teniente!, obedeció sumisamente el soldado raso.

-¡Ora sí que se los llevó la fregada!, dijo el soldado raso o “sardo” a Bruti, Poncho y Galpa sin dejar de apuntarles con su rifle
-¡Quítate toda tu ropa, pero ya! –ordenó el soldado a Bruti.
Bruti obedeció. Mientras se desvestía frente a la amenazante arma del soldado, Galpa, con enorme, pero exitoso esfuerzo pudo safar sus ataduras sin que el soldado se pudiera percatar, pues toda su atención estaba concentrada en el cuerpo desnudo de Bruti. Dispuesto a abusar sexualmente del niño dejó distraídamente el arma a un lado y se abalanzó sobre el inocente cuerpecito, instante que aprovechó Galpa que, nada torpe, tomó el arma por el cañón y asestó certero golpe en la nuca del sardo quien perdió de inmediato el conocimiento. Tomaron las ropas de Bruti y salieron de la choza disparados hacia el interior de la selva, hasta que se encontraron a salvo.

Caminaron por la sierra mixe o mixteca todo ese día hasta entrada la noche, decidieron entonces echarse a dormir, pero recordaron que en el Manual Quetz-Al se describía cómo construir un refugio en el bosque con troncos y ramas. No contaban con mecahilo, pero cada uno llevaba su piola. Recolectaron tres troncos de más de dos metros, construyeron un tripié aplicando el amarre trípode con una piola y, con las otras dos piolas, hicieron un tejido con el que sostuvieron varias ramas. De esa manera construyeron un vivac (refugio de campo con troncos y ramas) en el que pudieron pasar esa noche en cubierto.

Al día siguiente, al amanecer, el hambre hacía estragos en sus estómagos. Poncho vio de pronto un animalejo que pasó corriendo frente a ellos. Dio la alerta a sus dos amigos y los tres se dispararon corriendo en su persecución hasta que lo alcanzaron. Entre los tres lograron cazarlo con sendas piedras. Ninguno de los tres sabía qué clase de animal era, pero se miraba apetitoso. En realidad se trataba de un armadillo.

Aunque Galpatrafo ya había dejado de fumar a insistencia de Porfidio, siempre traía consigo una cajetilla de cerillos por lo que se ofreciera. Gracias al Manual Quetz-Al, los muchachos recordaban cómo encender una fogata con un sólo cerillo: primero hacer un montoncito de “yesca” o pasto seco, haciendo un huequito en el centro. Luego hacer una pirámide con ramitas secas, muy delgadas, alrededor de la yesca. Enseguida acercar el cerillo encendido al huequito de la yesca hasta que empiece a encender y soplar suavemente hasta que la pirámide de ramitas comience a emitir llamas. Se siguen colocando alrededor de la pirámide ramas secas cada vez más gruesas, sin dejar de soplar, hasta que tengamos un buen fogón con troncos más gruesos. No olvidar que antes de formar la pirámide debemos rodear la fogata con piedras para evitar que el fuego se disemine y pueda causar un incendio forestal. Los muchachos esperaron a que se formaran una buenas brazas en las que pudieron asar el armadillo recién cazado por ellos. La mera verdad resultó delicioso, pues sabía como entre puerco, entre pollo y entre res. Los muchachos comieron hasta que se hartaron, no dejaron ni un gramo de esa deliciosa carne.

En el lugar no había agua, sin embargo sabían por el Manual que si dejaban la fogata encendida podían provocar un incendio forestal de enormes y fatales consecuencias, lo que evidentemente iba en contra de uno de los seis Principios Quetz-Al, la Responsabilidad.

-Tenemos que apagar bien la fogata –dijo Galpa-; primero hay que dispersar las brasas y pisotearlas, ahora de a “bomberito” (con orines). Ahora tráiganse toda la tierra que puedan para cubrir totalmente las brasas y ahora échenle las piedras encima, así ya no es fácil de que se incendie el bosque, porque al bosque hay que cuidarlo.

Siguieron su camino hasta la cima de una loma desde donde vislumbraron un poblado. Un campesino con el que se toparon les informó que se trataba de San Agustín Etla.

A la entrada del pueblo se toparon con otro campesino.
-¿Di ónde vienen?
-De México, queremos ir a Oaxaca.
-Pus vengan, síganme.
El campesino, con rasgos indígenas, los condujo muy amablemente al templo católico del pueblo de San Agustín Etla, preguntó por el padre Damián y en cuanto éste salió les presentó a los muchachos.
-Sí, don Chava, no se preocupe, yo me encargo de ellos, vaya con Dios.

Galpa relató al padre Damián, un sacerdote jesuita, detalle por detalle toda la historia de la Patrulla Trotamundos.
-Mmm, ya veo –dijo el padre Damián- ¿así que ustedes son niños de la calle y tienen qué encontrarse con otros dos compañeros en Oaxaca?
-Ps sí, padre, Porfi y Luca ya deben de estar preocupados de que no hemos llegado.
-Me lo imagino. Miren, ya son casi las siete de la tarde, es difícil que se vayan ahorita a Oaxaca, yo les ofrezco un rinconcito en la sacristía para que pasen la noche, ya mañana se irán temprano. Me imagino que tienen hambre, voy a ver qué tiene doña Lupe de cenar.

-Hay, pagresito, pus no hay más qui tortillas y frijoles, y eso no mucho.

-Pues sírveles a mis amiguitos todo lo que tengas.

-¿Y asté, pagresito, qué va a cenar?

-¡Vá!, por un día que deje de cenar no me va a pasar nada, doña Lupe, ¡si Cristo ayunó 40 días!, lo que ahora me importa es que estos pobres niños coman hoy lo que haya en la alacena, total, mañana será otro día.

Doña Lupe invitó a los tres chicos a la cocina en donde les preparó unas deliciosas quesadillas de queso Oaxaca acompañadas con frijoles refritos y leche. No alcanzaron las quesadillas para el padre Damián, pero de todos modos los acompañó feliz, contando chistes “blancos” con un vaso de leche. Nuestros tres amigos pasaron en la sacristía una noche de lo más tranquila, aunque no sin la preocupación de lo que sus otros dos hermanos, Porfi y Luca, pudiesen estar pasando.

-Hijos míos, despidió el padre Damián a cada uno de los muchachos con un efusivo abrazo y un beso en la frente. Les dio la bendición y les deseó la protección de Dios. El padre Damián vivía congruentemente con los votos de pobreza y humildad que exige el clero católico a sus ministros, cosa muy opuesta a la vida ostentosa rodeada de lujos multimillonarios de los jerarcas de la misma iglesia, nada que ver con las enseñanzas de Cristo. ¿Será la misma jerarquía católica-cristiana el proféticamente anunciado anticristo? Pos pué que sí.

¿Qué pasará con Galpa, Poncho y Bruti?, ¿llegarán sanos y salvos a Oaxaca?, ¿lograrán reunirse con Luca y Porfí?, ¿Qué sera de Luca y Porfi solos en la ciudad de Oaxaca en espera de sus otros tres amigos?, ¿lograrán reunirse nuevamente los cinco muchachos de la Patrulla Trotamundos? No te pierdas el siguiente capítulo de esta interesante historia.

CONTINUARÁ…

CÓMO CONSTRUIR UN VIVAC


Primero se construye la pirámide con tres troncos de tamaño similar aplicando en el vértice un amarre de trípode de suficiente altura y amplitud de la base para que quepan acostados todas o todos los integrantes de la patrulla, luego se refuerza a los lados con otros troncos aplicando amarres diagonales hasta formar el armazón tal como se observa en la figura, después se cubre de ramas verdes dejando libre sólo la entrada. ¡Feliz campamento, futuro Quetz-Al!
PASOS PARA ENCENDER UNA FOGATA SEGURA EN EL CAMPO

1. Busca un lugar abierto alejado de plantas y árboles.
2. Junta una buena cantidad de “yesca” (pasto seco).
3. Haz una bola de yesca de más o menos 50 cm. De diámetro y haz un hueco en el centro.
4. Rodea la bola de yesca haciendo un círculo con piedras de unos 50 cm. De diámetro.
5. Rodea la bola de yesca con ramitas secas muy delgadas.
6. Enciente un cerillo, acércalo al hueco de la yesca y espera que encienda; una vez que empiece a encender sopla suavemente directamente al hueco hasta que comiencen a aparecer las primeras llamas, estas llamas comenzarán a prender las ramitas secas delgadas que colocaste alrededor.
7. Sigue soplando mientras colocas alrededor de la fogata, en forma de pirámide, ramas secas cada vez más gruesas hasta que tengas una buena fogata.
8. Al final, una vez que termines de usar la fogata, rocía agua sobre las brasas, dispérsalas, cúbrelas de tierra y no abandones el lugas haste que estés seguro de que está completamente apagado y que no pueda provocar un incendio forestal.

Trotamundos capítulo V

TROTAMUNDOS
AVENTURAS DE PORFIDIO NATIVITAS
CAPÍTULO V

¡Uno para todos, todos para uno!, era el grito recién estrenado por la recién fundada Patrulla Trotamundos que, aunque no era original -pues estaba copiada de la novela “Los Tres Mosqueteros”, de Alejandro Dumas, a propuesta de Gerardo (Galpatrafo)- era un lema que bien se ajustaba al espíritu que empezaba a formarse entre estos cinco niños de la calle inspirados en el manual de la muchacha y el muchacho Quetz-Al. ¡Uno para todos, todos para uno!, era más que un simple lema o grito, era un estilo o modo de vida que empezaba a formar parte del pensamiento o entendimiento de vida de estos cinco muchachos, el cual clamaba ante todo solidaridad.

-Bueno, como tú y Porfi son los primeros –dijo Galpa a Luca- empiecen a pedir aventón aquí y nosotros nos vamos hasta allá adelante. No se les olvide gritarnos cuando pasen por donde estemos, pues nosotros no vamos a pedir aventón hasta que ustedes pasen, ¿sale?

-¡Sale!

-¡ah!, y no se les olvide, nos vemos en el mero centro, zócalo, jardín o lo que sea de Puebla, ¿va?

-¡Va!

Eran más de las doce de la noche, los muchachos se encontraban a la entrada de la autopista a Puebla. Pasaron varios autos, pero ninguno les hacía el paro, ¿qué conductor “decente” iba a levantar a un par de escuincles mugrosos, quizá llenos de pulgas y piojos? Transcurrieron más de 90 minutos para que un camión de redilas se orillara a la cuneta con sus luces intermitentes. Los chicos tuvieron que correr a la mayor velocidad que pudieron unos cien metros hasta llegar al vehículo. Luca intentó hablar con el conductor tal como lo había aconsejado Galpa, pero le fue imposible, pues la altura de la ventanilla rebasaba con mucho su estatura.

-¿ónde van?, preguntó el conductor bajando a medias el vidrio de su ventanilla.

-¡A Puebla!

-¡Ps órale, trépense atrás!

Como pudieron treparon primero a la defensa metálica, luego a la plataforma, luego la rejilla y saltaron hacia el interior cayendo sobre una lona gris atada con gruesas cuerdas a un montón de bultos a los cuales cubría. Desde ahí pudieron observar, a través de la ventanilla trasera, que viajaban en la cabina tres sujetos, pero no pudieron identificar si traían aliento alcohólico o si había algo sospechoso en su interior, según les había previsto Galpa. Su Guía de Patrulla. Al pasar donde se encontraban, a la orilla de la carretera, Galpa, Bruti y Poncho gritaron ¡a Puebla!, agitando sus tiernas, pero maltratadas manos sobre la rejilla.

Para nuestros dos amigos que viajaban a la intemperie, si bien estaban acostumbrados a dormir bajo el puente el trayecto no fue nada agradable, sobre todo al atravesar la zona de Río Frío, pues vaya que hacía frío y, más que nada, porque era el mes de enero. Si no murieron de hipotermia fue porque atinaron a cubrirse con las dos cobijas y abrazarse. Lo bueno fue que precisamente en Rió Frío hicieron una escala en la que los tres ocupantes de la cabina les dispararon un chocolate caliente –suficientes calorías- en una de esas fonditas que permanecen abiertas toda la noche a la orilla de las carreteras mexicanas, ¡viva México! Los muchachos relataron a los ocupantes el motivo de su viaje y éstos los animaron a continuar con coraje: “échenle ganas, van a ver que saldrán adelante”. Cada ocupante se cooperó con 10 pesos y nuestros amigos, Porfi y Luca descendieron contentos en el jardín central de Puebla con 30 pesitos más. Eran en ese momento poco más de las cuatro de la madrugada, no tuvieron más remedio que tirarse bajo una banca a seguir durmiendo.

Galpa, Poncho y Bruti tuvieron mejor suerte, pues les dio aventón un trailer cerrado, lo que evitó que pasaran tanto frío, lo malo fue que los dejó a la altura del libramiento y de allí hubo que caminar más de dos horas hasta el jardín central. Eran casi las siete cuando la pandilla completa, la Patrulla Trotamundos, se reencontró, todo sin novedad.

-¿Ya hace hambre, no?
-Yo diría.
-¿Por qué no vamos a “deyasunar” al “merdaco”?, dijo Bruti.
-Ps ya se hizo “trade”, contestó Luca para seguir la broma de Bruti.

-¿Y ora qué?, se preguntaban mientras almorzaban en el mercado central un rico mole poblano con sabrosas tortillas de maíz auténtico hechas a mano, no con ese maíz transgénico venenoso.

-Ps vamos al jardín –propuso Galpa- a ver qué planeamos. Salieron del mercado y se dirigieron a una banca del jardín central frente a la famosa catedral de Los Ángeles sin perder la oportunidad de visitarla por dentro, pero el sacristán los invitó a salirse: -¡oigan, oigan!, no pueden entrar. -¿Por qué?, respondió Galpa. -¿Cómo que por qué?, ¿no se dan cuenta que no están debidamente presentables para entrar a la casa de Dios? Desalojen y vuelvan cuando estén mejor presentables, ¿eh niños?

Los muchachos bajaron la cabeza y la mirada al suelo, sabían muy bien lo que este hombre quería decirles, sabían muy bien que su apariencia no era de gente “decente”, sabían muy bien que llevaban el pelo y la cara sucia, la ropa vieja, sucia y roída, los zapatos rotos. El mejor vestido, en todo caso, era Poncho, pues llevaba la ropa que recién se había comprado con el dinero mal habido que le habían pagado por sus breves servicios al narco-menudeo, pero aún así estaba lejos de parecer niño “decente” y de buenos modales.

En ese momento sintieron su autoestima por los suelos; más que por los suelos, por debajo de los suelos, tal vez en el mismo infierno. En una palabra, se sintieron humillados, ni más ni menos que por el cuidador, como quien dice el mayordomo de la casa de Dios, una enorme casa ostentosa en oro, plata y diamantes, suficiente como para sacar de la pobreza a cientos o miles de familias como de las que procedían estos muchachos o bien como para ofrecer educación gratuita a tantos y tantos niños de la calle como ellos, pero en fin, ¿qué podían hacer?, no eran más que eso, niños de la calle.

En silencio y con la cabeza gacha regresaron en fila india al parque y volvieron a sentarse en la misma banca en la que se habían reunido minutos antes. Durante un rato permanecieron en silencio, pensativos, quizá confundidos y tratando de buscar una salida, cuando un hombre cuarentón se les acercó. -¡Ola!, ¿ustedes no son de aquí, verdad? Los muchachos asombrados de pronto no supieron qué contestar hasta que Galpa atinó a decir ¿por qué nos pregunta eso? –Porque aquí en Puebla no permiten que muchachos como ustedes se paseen por las zonas turísticas, es más, probablemente algún vecino o algún comerciante de esta zona ya los haya denunciado ante la autoridad, ¿no saben que gente como ustedes “afean” la ciudad?

Esta afirmación –“afean la ciudad”- les cayó como un balde de agua helada. El individuo observó en silencio sus rostros durante varios segundos con una expresión casi sínica, como anticipando esta reacción por parte de los muchachos.

-Miren chavos –habló por fin-, no sé de dónde vengan, pero es obvio que no son de aquí, no tienen la facha de poblanos; yo tampoco soy de aquí, pero tengo más de 20 años viviendo en esta ciudad. Lo que quiero decirles es que mientras estén aquí, en el parque, están en peligro de ser levantados, ¿me explico?, o sea, se los va a llevar la policía y ni quiero decirles qué les puede pasar.

Aquella expresión de ave alicaída en plena picada con que los muchachos salieron de la casa de Dios después de haber sido humillados por el sacristán, nada menos que el mayordomo, súbitamente se transformó en una expresión de interrogación y asombro, de esas que hacen a uno fruncir el entrecejo como diciendo ¿qué onda?, ¿qué nos quiere decir? Pasaron unos segundos para que el fulano empezara a soltar la sopa.

-Miren, se los voy a decir claramente, la gente “decente” de Puebla no permite que chavos como ustedes anden tan campantes por el centro, pues dicen que “afean” la ciudad. Pero díganme ¿Qué onda con ustedes? ¡Con toda confianza, cuéntenme!, crean que lo que más quiero es ayudarles, yo sé que ustedes son niños de la calle, pero lo que quiero es ayudarles, de veras.

Galpa, como Guía de Patrulla, empezó a explicar cuál era la situación del grupo. –Bien, ya entiendo –dijo el individuo-. Miren, yo vine aquí hace más de 20 años del Estado de Guerrero, donde nací. De muy joven ingresé a la policía preventiva -cuando los muchachos oyeron la palabra policía se pusieron a temblar-, pero no se espanten –aclaró-, ya no soy policía, ahora soy taxista; renuncié a la policía hace unos años cuando me di cuenta de todas las cochinadas que se cometían. A los chavos como ustedes los levantan y los llevan a unos albergues a cargo de sectas religiosas “cristianas” que, a su vez, los venden a ciertos señores que se dedican a explotarlos mediante la prostitución y pornografía infantil o de jovencitos como ustedes. Estas mafias están controladas por el empresario más rico de este Estado con la protección del mismo gobernador, su gran amigocho y de otros políticos muy influyentes que son hasta amigos íntimos del mismo Presidente de la República, así que si llegan a caer en sus manos pueden darse por perdidos, pues antes de que cumplan los 20 les dan cuello y terminan bajo tierra en una fosa común; me consta, porque lo vi con mis propios ojos, yo mismo enterré a algunos. Ante toda esa porquería preferí renunciar y ahora me gano la vida como taxista, no me va mal. Pero bueno, lo que quiero, ya les dije, es ayudarlos.

-Pos mire -dijo Galpa-, la cosa es que nosotros queremos llegar a Oaxaca.

-¡Uf!, pos de aquí a Oaxaca todavía le cuelga y ya es casi mediodía. Si ustedes quieren yo les ofrezco un rinconcito en mi casa, con mi familia, para que pasen el día de hoy y salgan a Oaxaca mañana al amanecer, yo mismo los llevaría en mi taxi hasta la carretera.

Los cinco muchachos se vieron unos a otros tratando de entenderse entre sí sin palabras. “Si el fulano se quiere pasar de listo -pensaron para sí- nos podremos defender entre los cinco: uno para todos, todos para uno”, recordaron. Todo esto fue dicho y acordado mediante un lenguaje no verbal, sin palabras, todo entre miradas y expresiones.

El “fulano” se identificó con el nombre de Andrés. Condujo en su taxi a los cinco muchachos a su domicilio particular, una casa muy modesta de una planta; los invitó a ingresar y la primera que salió a la puerta de entrada fue su esposa, una mujer entre los 40-45 años.

-¿Quiénes son?, preguntó sorprendida.
-Vienen de México y van a Oaxaca, mi amor, “orita” te cuento con detalle, no te preocupes, son buenos chicos.

Con toda calma Andrés contó a su esposa detalle por detalle y ésta –la esposa- accedió hospedarlos por esa noche. –Está bien, que se queden a dormir en la sala, voy a tener que echarle más agua a la sopa y a los frijoles, me imagino que van a comer aquí, ¿no? –Así es mi amor, se van a quedar a comer, a cenar, a dormir esta noche y a desayunar mañana, pero no te preocupes, acuérdate que el que da, tarde o temprano recibe.

Una hora después llegó Quetzalli, una hermosa chiquilla de 13 años, de tez morena, ojos negros muy vivaces, trenzas oscuras enrolladas en la nuca y de suelto y alegre temperamento, acompañada por Andrés, su hermano, un adolescente de 15 años también moreno de ojos café oscuro, cabello negro y lacio, ceja muy poblada y un suave, delgado y oscuro vello apenas imperceptible sobre el labio superior a manera de incipiente bigote. Ambos se sorprendieron al ver en la sala de su casa a los cinco muchachos.

-¡Hola!, dijeron los hermanos un tanto intrigados.
-¡Hola!, les contestaron.
Con mirada de interrogación hermana y hermano voltearon a ver a Don Andrés, su padre.
-Les presento a… Gerardo…, Mariano…, Porfidio…, Oswaldo… y… ¡Poncho! ¿Sí verdad? Ella es Quetzalli, mi hijita y él es Andrés, mi hijo.
-A mí me dicen Galpatrafo, dijo Gerardo. –A mí, Luciferno, dijo Mariano. –Y a mí Brutillón, dijo exaltado Oswaldo. Los cinco muchachos no dejaban de admirar, extasiados, a aquella chiquilla tan linda y tan graciosa. Quetzalli contestó con una amable e inocente sonrisa y Andrés hijo repasó saludando con el puño a cada uno de los cinco.
-Se van a quedar esta noche y mañana se van a Oaxaca, les explicó Andrés padre.

Como Doña Rosalinda, esposa de Andrés, se vio obligada a preparar comida para cinco huéspedes más, sobre todo en la edad en que más tragan, es decir, la pre y la adolescencia, tuvieron que esperar hasta poco más de las cuatro de la tarde para pasar a la mesa. Los cinco chiquillos de la Patrulla Trotamundos devoraron literalmente hablando la sopa de coditos, la cecina de Yecapixtla que tres días atrás había traído Andrés de Morelos gracias a una dejada que unos turistas gringos le contrataron en su taxi, los ricos frijoles de olla y un sabroso postre de plátanos con crema, exquisita comida mexicana altamente nutritiva en comparación con la comida chatarra que nos llega del imperio gabacho.

Nuestros amigos pasaron una tarde muy agradable jugando e intercambiando sentimientos que nunca antes habían vivido con extraños. Jugaron “turista”, “parcasé”, “dilo con mímica” y hasta entraron al ciberespacio con alguna que otra “chateada”, siempre supervisada por Don Andrés, pues como expolicía conocía muy bien los riesgos que los jóvenes pueden encontrar en este tipo de prácticas, a través del Internet, en donde pueden ligarse con redes de pederastas y tratantes de personas.

-Cuídense mucho –les dijo Don Andrés una vez que los dejó a la salida a la autopista a Oaxaca-. –Por favor, no dejen de llamar por teléfono a la casa en cuanto lleguen a Oaxaca.

-Sí, claro, Don Andrés.
-¿Buena onda, no?, dijo Luca refiriéndose a Don Andrés.
-Afortunadamente –contestó Galpa-, hasta onde yo sé no hay mucha gente así, este Don Andrés es un “garbanzo de a libra”, porque de seguro que por cada 100 señores, o hasta señoras, que te ofrecen ayuda así como así, 99 quieren algo, no es de a gratis, ya vieron lo que le pasó a Poncho y lo que Don Andrés nos dijo sobre los señores que compran chavos para luego prostituirlos. ¿Ya saben qué onda con eso, no? Lo bueno es que andamos los cinco juntos, pero ora que nos volvamos a separar pa´pedir aventón, sobre todo ustedes dos –dirigiéndose a Luca y Porfi- que van solos, no confíen en “nadien”, ¿eh?
-Ps´ no, ni maiz.
-“Gueno” –dijo Porfi- qué tal si antes de separarnos decimos el Pensamiento Quetz-Al, ps´pa´que nos de suerte.
-¡Chido! –dijo Galpa- tú dirígelo, Porfi.

Formaron un círculo y comenzaron a repetir:

-“Hoy tendré voluntad,
-Para conocer más de mí mismo,
-Mejorar el mundo que me rodea,
-Actuar de acuerdo con lo que pienso y digo,
-Ser responsable de mis actos,
-Ser solidario con el desvalido y
-Respetar a mis semejantes”.

Este Pensamiento responde respectivamente a los Principios:

1. Auto-conocimiento,
2. Creatividad,
3. Pensamiento crítico,
4. Responsabilidad,
5. Solidaridad y
6. Respeto.

-¡Uno para todos!, gritó Galpa extendiendo su puño derecho al centro del círculo.

-¡Todos para uno!, gritaron los otros cuatro con el puño derecho igualmente extendido al centro.
¿Llegarán nuestros héroes con bien a Oaxaca, tierra natal de Porfidio Nativitas, verdadero fundador de la Patrulla Trotamundos? ¿Qué pasará con los Trotamundos en estas nuevas tierras, para la mayoría de ellos? No te pierdas el siguiente capítulo.

Trotamundos capítulo IV

TROTAMUNDOS
AVENTURAS DE PORFIDIO NATIVITAS
CAPÍTULO IV

-Ya déjate de “jendepadas”, porque te necesitamos, le dijo esa noche Bruti a Luca.
-¿De qué?, preguntó Luca confundido.
-Ya sabes -intervino Galpa-, acuérdate que Bruti siempre revuelve las letras, así que ya sabes lo que te quiso decir.

La noche en que Gerardo (a) “Galpatrafo” (Galpa), de 16 años y Mariano (a) “Luciferno” (Luca), de 15, se conocieron, Luca ofreció a Galpa aspirar un poco de “cemento” para poder sentirse calmado. Galpa nunca antes había probado ningún tipo de droga, de alguna forma sabía que no era conveniente, sin embargo esa noche aceptó hacer la prueba. Después de todo no le desagradó, se sintió relajado, era lo que en ese momento necesitaba. Al día siguiente Luca le volvió a ofrecer, pero Galpa estaba en mejores condiciones de razonar, así que prefirió rechazar la oferta. ¡Tú te lo pierdes!, le dijo Luca.


Oswaldo (a) “Brutillón” (Bruti) nunca tampoco había probado antes algún tipo de droga a excepción del cigarrillo, la verdad no le llamaba la atención. Una vez que los tres decidieron convivir juntos bajo el puente de la avenida Zaragoza en Iztapalapa, Galpa y Bruti se propusieron convencer a Luca que dejara el cemento.

¿Quién era Luca?, ¿cómo llegó a ser niño de la calle? Mariano era hijo de madre soltera. Cuando tenía ocho años, su madre se casó con un hombre al que conoció en su trabajo, ella era empleada de limpieza en una oficina. Mariano nunca supo quién fue su padre. Con el tiempo tuvo dos hermanos, una niña y un niño, producto del matrimonio de su madre con su padre adoptivo, pero su padre adoptivo lo maltrataba mucho y él sentía que su madre no lo defendía como creía que debería hacerlo, pues al fin y al cabo era su madre. Esto le hacía sentir que tenía poco valor como ser humano, así que, decepcionado, decidió escapar de su casa y refugiarse en la calle, tenía entonces 11 de edad.

Anduvo un tiempo vagando hasta que se encontró con otros chavos de su misma condición que en las noches se refugiaban en el citado parque de Iztapalapa, ahí conoció al Gori, un chavo de 17 años que siempre andaba “pasado” y fue quien lo indujo al vicio de aspirar cemento. Una madrugada el Gori, ya bien “pasado”, se fue caminando en medio de la carretera a Puebla y fue irremediablemente arrollado por un camión de carga. Su muerte le pesó mucho a Mariano, pero continuó usando el cemento para calmar sus crisis de ansiedad, depresión y sentimiento de abandono, pero afortunadamente no tenía mucho tiempo de estarlo usando cuando conoció a Gerardo (a) Galpa. El Gori fue precisamente quien bautizó a Mariano como Luciferno.

Antes de integrarse la Patrulla Trotamundos, a Luca o Luciferno no le importaba lo que pudiera pasarle, no le importaba amanecer un día muerto tirado en la calle como su amigo el Gori a quien apreciaba. Por otro lado, el poco interés que su madre había mostrado para defenderlo de las agresiones de su padre adoptivo lo hacían sentirse como un ser de muy poco valor. ¿Para qué seguir viviendo?, pensaba a veces.

Transcurrieron tres años para que Mariano y Gerardo se conocieran, el primero tenía 16 años y el segundo 15. Al poco tiempo se agregó Oswaldo, de 9 años y poco después se agregaron Poncho, de 10, y Porfidio, de 13, proveniente de Oaxaca.

Actualmente Luca vivía otro mundo, de un momento a otro su vida había cambiado, su nueva relación con el grupo formado por Galpa, Bruti, Poncho y Porfi lo hacían sentirse diferente. Su nombramiento como Sub-guía de la recién formada Patrulla Trotamundos le mostraba otra imagen de sí mismo muy diferente a la que antes tenía. Antes se sentía el hijo despreciado, ahora se sentía el amigo valorado, alguien con el mérito de ser Sub-guía. De tener una autoestima por los suelos, de pronto se da cuenta que hay quienes le reconocen algún valor.

Ahora Mariano tenía mejores motivos para vivir. La compañía de sus nuevos amigos a quienes poco a poco iba apreciando cada vez más y que ellos, a su vez, lo tenían en buen aprecio -pues por algo lo habían elegido subguía de la Patrulla Trotamundos- le revelaron su verdadero valor como ser humano; ahora sí valía la pena vivir. Fue a partir de entonces que fue dándose cuenta que valía algo para los demás, eso se llama autoestima. La convivencia con su nuevo grupo de amigos, verdaderos amigos, casi hermanos, fueron teniendo como efecto en el interior de Luca un progresivo aumento en su autoestima, eso fue lo que más le ayudó a superar su problema de adicción al cemento. Aquella frase “ya déjate de jendepadas, porque te necesitamos” pronunciada por Bruti, caló tanto en Luca que entonces decidió dejar definitivamente su adicción al cemento. Conservar a esos nuevos amigos que le habían brindado afecto y reconocimiento como ser humano era suficiente para en lo sucesivo tratar de vivir dignamente sin importar ser niño de la calle, pues los niños de la calle también merecen dignidad.

Por otro lado, Poncho era en ese momento el principal objeto de preocupación de la pandilla, ¿de dónde sacaba tanto dinero como para estrenar a diario ciertos objetos caros como tenis o ropa de marca y hasta un I-Pod? Después de tanta insistencia Poncho no tuvo más remedio que confesar ante sus compañeros la verdad: -“es que… un señor me paga bien por vender…, ya saben…, “sobrecitos”.
-Me lo imaginaba –dijo Galpa- ¿cómo te metiste en esto?
-Hace como quince días.
-¿Por qué no nos dijiste?
-Sabía que me iban a mandar a la fregada, pero me ofrecieron mucha lana, ¿cómo la iba a despreciar? Después de todo puede servir para la Patrulla, ¿no?
-¡Ni mays!, dijo Luca, no sabes a lo que te estás metiendo, en cualquier momento te pueden matar y hasta nos pueden matar a todos por tu culpa.
-Hay, no manches, ¿tanto así?
-¿no lo crees?, yo ya he sabido de casos.
-Luca tiene razón -dijo Galpa-, me cai que sí te matan, es más, como ya te metiste en eso ya te tienen fichado y nos van a fichar también a nosotros, si no es que ya nos ficharon; una vez que te metes en eso sólo muerto puedes salir.
-¿De veras?
-¡De veras, no te miento!

Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada Poncho comenzó a relatar: -hace como quince días un señor en el crucero me hizo la seña que le “franelara” el parabrisas, luego me dijo que le franelara todo el coche y me señaló que se iba a parar en la esquina. Cuando terminé me preguntó que cuánto me debía, le dije que lo que quisiera, me dio un billete de a 20 y me preguntó que como cuánto sacaba en todo el día, le dije que como entre 30 y 50, luego me dijo que si quería sacar mucho más, ¿cómo cuánto?, le pregunté, ¿qué te parecen unos 300 diarios? ¿¡300!? ¡Orale!, ¿qué tengo que hacer? Nomás vender estos sobrecitos, pero me tienes que acompañar para enseñarte cómo. Me subí a su carro y me llevó a un departamento, allí me dio todas las instrucciones, pero me dijo que yo no podía usarla y que si me cachaban me iba a ir muy mal.
-¿Le dijiste a ese señor de nosotros?, ¿dónde vivimos?, preguntó alarmado Luca.
-No, no me preguntó.
-De todos modos seguro que ya nos tiene clachados, dijo Galpa, esa gente tiene un friego de espías.
-¿Tons´ qué hacemos?, preguntó Porfi.
-Mmmm, ¿cuánto tenemos en caja?, preguntó Galpa a Porfi.
Porfidio se dirigió directamente al lugar donde tenía resguardada la “caja fuerte” de la Patrulla, sacó el cofre y el estado de cuentas y constató que había en caja justamente lo recaudado en 10 semanas, de a 15 pesos diarios por cabeza, menos la comida en el comedor comunitario –diez pesos por cholla- y los gastos en libreta, pluma, etc., quedarían 1,789 pesos con 45 centavos, pero como Poncho no ha comido con nosotros en nueve días, nos sobran 90 pesos más, o sea, 1,879 pesos con 45 centavos. Las cuentas están exactas, si quieren chóquenlo, aquí está la libreta de la tesorería y aquí está la lana, cuéntenla pa´que no digan.

-¡Perfecto!, -exclamó Galpa-, con tres años de andar en la calle y haber conocido a muchos chavos que se enredaron como tú en el tráfico de drogas, sé que tarde o temprano terminan bien muertos, destazados y tirados en el basurero.

-¿Te cai?, preguntó Poncho con una expresión totalmente descompuesta y a punto de romper en llanto.

-¡De ése tamaño, güey!, -contestó Galpa ante la mirada aterrada de Porfi y Bruti, pero no de Luca, quien asintió afirmando: lo que dice Galpa es cierto, yo tengo cuatro años en la calle y también he conocido chavos que se enredan en el narco y acaban bien muertos. Lo del cemento después de todo no es igual, pues lo puedes conseguir bien fácil en las tlapalerías, bien baras y nadie se da cuenta, pero yo se que te destroza el cerebro, por fortuna yo lo usé pocas veces, no como mi amigo el Gori que por eso lo atropellaron.

-Pero tenemos una salida, dijo Galpa-; no nos va a quedar de otra más que largarnos de aquí por lo menos unos meses, pero con los mil y cacho, casi dos mil pesos que tenemos ahorrados, ya la hicimos, preparen sus chivas que nos largamos esta misma noche antes de que seamos carne para los buitres en el tiradero del bordo.

-¿Y a dónde nos vamos?, preguntaron los cuatro.

-Porfi -se dirigió Galpa a Porfidio- tu eres el único fuereño que no es del D.F., ¿por qué no nos llevas a tu tierra?, por lo menos un tiempo mientras el narco se olvida de Poncho, ya luego podremos regresar.

-No es mala idea -contestó Porfi-, con las ganas que tengo de regresar a mi tierra.

-Pos no se diga más –dijo Galpa- ¡uno para todos y todos para uno!

-¿Uno para todos y todos para uno?, me suena -dijo Luca-, ¿de ónde lo sacaste?
-¿no sabes?, ps´qué güey tan ignorante, ¿qué no leíste “Los Tres Mosqueteros?, yo sí leí esa novela en la secundaria.
-Me suena, me suena, pero no me acuerdo bien.
-Bueno, ps´son algo como nosotros.
-¡Orale!

-Porfi –ordenó Galpa-, recoge la marmaja y guárdatela bien en los calzones o métetela en donde sea que esté segura y nos vamos en este instante a tu tierra, ¿cómo dices que se llama?
-Juquila Mixes, en el Estado de Oaxaca.
-Como tú ya veniste de allá para acá, pos has de saber cómo irte de aquí para allá, así que tú nos vas a guiar, pero como no queremos gastar en camiones, pos nos vamos de aventones, al cabo tú ya tienes experiencia en eso, ¿no?
-Ps´sí, pero va a ser difícil que nos den aventón a los cinco.
-Tengo una idea –dijo Galpa- nos dividiremos en dos grupos: tú y Luca serán el primer grupo; Poncho, Bruti y yo iremos en el segundo grupo. Haremos el viaje en varias etapas. Tú que ya conoces el camino, ¿cuál sería la primera etapa?
-Ps, yo creo que la primera etapa sería Puebla.
-Muy bien, ¿qué tal el mero centro?, debe de haber una especie de zócalo o jardín principal, ¿no?, qué tal si ahí nos vemos.
-¡Sale!, contestaron al unísono.
-Bien, como Guía de Patrulla se me ocurre hacerles algunas recomendaciones, pues aunque no me lo crean ya tengo alguna experiencia en ello: cuando un carro se pare para darles aventón, uno de ustedes valla directamente a la ventanilla del chofer con el pretexto de preguntarle a dónde va, cuando baje el vidrio de la ventanilla debe oler su aliento, si huele a alcohol no se suban, pongan cualquier pretexto, pero no se suban. Los demás, mientras tanto, observarán, a través de las ventanillas, a los demás ocupantes o el interior del carro; si ven algo sospechoso, mejor no se suban; digan cualquier pretexto, pero no se suban. ¿O Key?

- ¡O key!

-¿Ya están todos listos?, ¿trais la lana, Porfi?, ya sabes, guárdatela muy bien en los calzones. Bueno, pues empecemos a pedir aventón, primero ustedes, Porfi y tú Luca, en el segundo grupo nosotros, nos vemos en el centro de Puebla, ¿vá?
-¡Vá!
-Acuérdense que los dos grupos nos tenemos que ver en el zócalo de Puebla, a la hora que sea, aunque nos ofrezcan aventón hasta Oaxaca; más vale poco a poco, pero seguros, ¿o key?
-O key.
-“¡Uno para todos…!” dijo Galpa extendiendo su brazo derecho hacia el frente con el puño cerrado.
-“¡Todos para uno!, contestaron los demás formando un círculo y extendiendo su brazo derecho con el puño cerrado hacia el centro.

En este momento, sin querer y sin darse cuenta, diseñaron su grito de Patrulla, no importa que haya sido copiado de la novela “Los Tres Mosqueteros” del escritor francés del siglo XIX Alejandro Dumas. El lema y grito ¡Uno para todos, todos para uno!, se ajustaba perfectamente a la naturaleza de la nueva Patrulla Trotamundos del Movimiento Quetz-Al de Escultismo alternativo. La Patrulla Trotamundos se convertía en ese momento en un Calpulli que, en lengua náhuatl, significa Clan o familia extensa. Siguiendo la concepción de nuestros ancestros, los mexicas, daremos al vocablo Calpulli el concepto de “colectivo” o “comunidad solidaria”.

En medio de este nefasto mundo tan lleno de desigualdad e injusticia, los cinco niños de la calle, protagonistas de este cuento, integrantes de la Patrulla Trotamundos del Movimiento Quetz-Al de Escultismo alternativo, encuentran que la mejor manera de sobrevivir es trabajando en forma colectiva, solidaria y autónoma, es decir, bajo sus propios usos y costumbres, decisiones colectivas y con sus propios recursos. Después de todo ¿Qué podrían esperar de las instituciones de quesque ayuda? ¿Realmente sirven para algo además de beneficiar a unos cuantos para hacerse publicidad, pero discriminando a las mayorías, como sucede con los teletones y demás farsas?

¿Qué sucederá en este viaje forzoso de la recién formada Patrulla Trotamundos?, ¿se salvará Poncho de una muerte segura por parte de la mafia que lo conectó con el crimen organizado?, ¿llegarán todos con bien hasta Juquila Mixes? No te pierdas el siguiente capítulo.

CONTINUARÁ…


Popocatépetl entre Edo. México y Puebla
MANUAL DE LA MUCHACHA Y
EL MUCHACHO Quetz-Al

EQUIPO PERSONAL OBLIGATORIO
QUE DEBES PORTAR

Como el lema de una o un Quetz-Al es ¡Siempre Alerta!, debes estar preparada o preparado en todo momento para cualquier emergencia. Lo mínimo que debes llevar en tus bolsillos es:

1. Una libreta o agenda de bolsillo con los números telefónicos de emergencia: Cruz Roja, policía, bomberos, protección civil, fugas de gas, números telefónicos de familiares, amistades. Si cuentas con teléfono celular mucho mejor. No olvides llevar un señuelo que contenga el nombre y número telefónico de la persona a quién notificar en caso de que sufras alguna urgencia.
2. Una pluma.
3. Una piola de 5 m. Aprox., siempre te será útil, sobre todo si sabes hacer nudos.
4. Un pañuelo o paliacate.
5. Un costurero de bolsillo con aguja, alfileres, seguros y al menos un carrete de hilo.

Trotamundos capítulo 3

TROTAMUNDOS
AVENTURAS DE PORFIDIO NATIVITAS
CAPÍTULO III

Con los primeros 75 pesos recaudados entre los cinco chavos, Porfidio compró una libreta cuadriculada, una pluma y una regla, con el objeto de llevar anotada la contabilidad de la recién formada pandilla. Trazó algunas rallas verticales y horizontales de la siguiente manera:


En la columna correspondiente a “fecha” anotaría la fecha de operación. En la siguiente columna: “ingresos”, anotaría la cantidad exacta, con pesos y centavos, que ese día habrían entrado en caja; según sus cuentas, de a 15 pesos por cabeza, debían entrar 75 pesos diarios. En la columna “concepto” anotaría el origen de dicho dinero, por ejemplo, “cuotas personales”. La cuarta columna se refiere a los gastos para beneficio común, lo cual se anotaría con números, y en la columna siguiente –otra vez “concepto”- se anotaría el destino del dinero gastado. En “saldo anterior” se anota con números la cantidad exacta del dinero existente hasta la fecha anterior, a ella se le suman los ingresos y se le restan los gastos del día presente y el resultado es el “saldo actual”. Este saldo aparecerá en la línea de abajo, es decir, en la fecha siguiente, como “saldo anterior”.

Porfidio aprendió a hacer esto en la hacienda de Oaxaca, porque el contador, que lo apreciaba bien, se lo enseñó: “aprende bien esto, amigo, algún día te puede servir” y así fue. En ese momento nuestro amigo estaba aplicando aquel conocimiento que había aprendido aún sin haber ido a la escuela; era un conocimiento empírico, es decir, por puritita experiencia.

Además compró una caja de madera con llave, de mediano tamaño para guardar ahí el dinero y se puso a buscar un escondite seguro; con las herramientas que encontró a la mano y aprovechando un momento en que estaba solo, logró excavar un huequito en el lado interno del muro que les servía de refugio, a una altura conveniente por aquello de las inundaciones. Envolvió el cuaderno, la pluma, la regla y la caja en una bolsa de polietileno, misma que introdujo hasta el fondo del hueco, el cual cubrió de manera bien camuflada con un tabique del mismo material con que estaba construido el puente. Se ató la llave a la cintura; “aquí va a estar bien segura nuestra lana”, pensó.

Conforme fue cayendo la noche, los pandilleros en situación de calle fueron llegando uno a uno. Bruti, que fue el último en arribar, casi a media noche, llegó semidesnudo, con varios moretones en el rostro y un ojo totalmente cerrado por la hinchazón.

-y ahora, ¿qué te paso?
Bruti no aguantó el llanto y soltó: -me subieron dos policías a su patrulla… por la fuerza… y me dijeron: “¡conque vendiendo droga!, ¿no?, ¡ps yá te llevo el carajo, maldito escuincle!, nos vas a acompañar a la delegación”.
-¡Les juro que no!, les dije, escúlquenme y verán.
-¿Y luego?
-Luego me desvistieron y hasta me manosearon mientras se reían como locos, pero como no me encontraron nada de droga me aventaron a la calle nomás con lo que traigo puesto.
-¡Malditos policías!, exclamó Galpa lleno de indignación.

Porfidio recordó de pronto a aquellas dos niñas que unos policías subieron a una patrulla aquella noche en que casualmente llegó al parque de Iztapalapa procedente de Oaxaca, mismas que hasta el momento no habían vuelto a aparecer. Nadie reclamó por ellas, nadie se ocupó de buscarlas, simplemente desaparecieron sin que hubiera ningún culpable. Porfidio sintió mucho coraje, mucha indignación y, sobre todo, mucho sentimiento de impotencia; ¿qué podía hacer frente a la prepotencia, arbitrariedad, impunidad e injusticia por parte de quienes se supone ejecutores de la justicia?, ¿cuál justicia?

Galpa se llevó las manos a la frente y la empezó a frotar con la yema de sus dedos manteniendo los ojos cerrados; después de unos segundos atinó a decir: -¿saben qué?, a ver cómo le hacemos, pero vamos a tener qué trabajar los cinco juntos, tenemos que cuidarnos los unos a los otros.
En ese momento Porfidio pudo entender a fondo la importancia de estar unidos, de ver no sólo por uno mismo, sino por los demás, de apoyarse unos a otros. Solos no somos nadie –pensó para sí-, debemos actuar juntos, ayudarnos, defendernos, pero siempre unidos.

-¿Qué hacemos? -preguntó Luca-, el problema es que juntos no nos van a dejar trabajar en el mismo crucero, los “jefes” (así les llaman a los líderes parásitos de crucero que cobran tributo a los que allí trabajan) no nos van a dejar, si ya de por sí nos quitan una lana para dejarnos trabajar, ¿cómo le vamos a hacer?

-No sé –dijo Galpa-, pero algo tenemos que hacer, piénsenle, la cosa es que no debemos seguir trabajando separados, de mañana en adelante tenemos que trabajar juntos, piénsenle y mañana hablamos. Por cierto –preguntó a Porfidio- ¿qué hay con la lana?

-Ps ayer se juntaron 75 pesos, pero de ahí tuve que comprar una libreta, una pluma, una regla y una “caja fuerte” para poder llevar las cuentas, en total me gasté 35 pesos con 55 centavos, me sobraron 39.45 pesos que ahí tengo guardados en un lugar secreto, pero están seguros. Si quieren les puedo mostrar la libreta de cuentas todos los días pa´ que no digan.

-Bueno, sí –dijo Galpa-, ¿pero dónde los tienes?
-Ya dije, en un lugar secreto.
-¡Ah!, ¿y cómo vamos a saber?, ¿qué tal si un día ya no regresas?
-Mmm, pos`no había pensado en eso.
-Si no nos tienes confianza –dijo Luca- cuando menos dilo a uno de nosotros.
Porfidio lo pensó un momento y después decidió:
-tienes razón, yo confío en todos ustedes, porque somos amigos, ¿no? Los condujo hasta el escondite que él mismo había construido y les mostró cómo llegar hasta la bolsa de polietileno que mantenía tanto el dinero como la libreta de cuentas mostrándoles las anotaciones de la primera página en donde aparecía un ingreso de 75 pesos por concepto de cuotas personales, un gasto de 35 pesos 55 centavos por concepto de gastos en material de tesorería y un saldo actual de 39 pesos 45 centavos; aún no había saldo anterior, porque era el primer día.
-Está bien, dijo Galpa, de todos modos tú guarda la llave de la caja fuerte.

Esa noche fue diferente para todos, cada uno de los muchachos experimentaba un sentimiento raro en su interior, no era enojo, tristeza ni mucho menos alegría, era más bien de confusión. Era un momento en que cada uno se daba cuenta de no ser el único en tener problemas, sino que había problemas compartidos, pero en el caso presente la víctima principal era el pequeño Bruti quien no dejaba de llorar tanto por el dolor físico que le habían producido esos desalmados policías como el dolor psicológico por el sentimiento de impotencia.

Eran altas horas de la noche, los cinco estaban ya dormidos cuando Bruti empezó a dar gritos desesperados que despertó a los otros cuatro; tenía una pesadilla, Porfidio lo despertó.
-Bruti, bruti, despierta, tienes una pesadilla.
-¿Qué, qué?
-Tuviste una pesadilla.
-¡Ah!
-Tranquilízate y vuélvete a dormir.
-No, ya no tengo sueño, tengo mucho miedo.
Bruti empezó a temblar y a gritar ¡tengo miedo!, ¡tengo miedo!, ¡no me dejen solo con los policías!, ¡tengo mucho miedo!
-¡Cálmate, cálmate!, estás con nosotros, tus amigos, te vamos a cuidar, no te preocupes.
Estas últimas palabras lo empezaron a tranquilizar, miró a Galpa y le pidió un cigarrillo.
-Galpa, ¿me das un cigarro?
-Pero si tu no fumas, además estás muy chiquito para eso.
-Es que tengo ganas, me hace falta para calmarme.
-Bueno, está bien, pero nomás hoy.
De su bolsillo derecho del pantalón sacó una cajetilla de cigarrillos algo maltratada, le obsequió uno y se lo encendió. –nomás este y ya, ¿eh?, todavía estás muy chiquito para fumar.

Encendió el cigarrillo y comenzó a toser incontrolablemente, no obstante siguió fumando hasta que pudo tolerar el caliente humo en su tierna garganta.
-¡uff!, siento que me calma.
Antes de diez minutos los cinco muchachos estaban tranquilamente dormidos.

Oswaldo (Bruti) llevaba casi un año de haber salido de su casa. Su madre murió cuando él apenas tenía ocho años, era el mayor de tres hermanos: una niña de cinco y un varoncito recién nacido, pues su mamá murió en el parto del tercer hijo. El padre, desesperado, vendió al recién nacido a una pareja que no podía tener hijos y a la hermanita de cinco años a otra pareja en las mismas condiciones. A quien no pudo vender fue a Oswaldo, quien ya tenía ocho años y se daba cuenta de la situación. En un momento dado, su padre entró en una depresión tal que se aventó a las vías del Metro muriendo instantáneamente.

Nadie avisó a Oswaldo, nadie se ocupó de él, pasaron dos, tres, cuatro días sin que el papá regresara a casa, sin que Oswaldo supiera nada y, por supuesto, sin nada qué comer.

Oswaldo salió a la calle, anduvo vagando unos días comiendo lo que se encontraba en la basura creyendo que su padre lo había abandonado por falta de cariño. Un día se topó en la calle con Galpa y Luca, que ya desde antes eran amigos y compañeros de la misma suerte. Al verlo tan pequeño y abandonado en aquel parque de Iztapalapa lo invitaron a ser parte de la pandilla. A partir de entonces se apodaron así mismos como Galpatrafo, Luciferno y Brutillón. El apodo de Brutillón se debió a que el pequeño Oswaldo tenía como costumbre, a manera de diversión, tergiversar las letras de algunas palabras, como decir “direno” en lugar de dinero; “tranzaco” en lugar de trancazo o “desdrame” en lugar de desmadre. Oswaldo sabía como pronunciar bien las palabras, pero las tergiversaba a propósito con el simple objetivo de divertirse, le parecía gracioso.

El progresivo ruido del tráfico vehicular y los primeros celajes del amanecer propiciaron el despertar de uno por uno de los cinco chicos hacinados bajo el puente. Después de la emotiva noche anterior nadie salió a su trabajo habitual, esperaron a que todos despertaran para tomar una decisión conjunta sobre qué iban a hacer, dada la situación emergente de Bruti.

-¿Qué onda?, preguntó Galpa.
-La verdá lo veo difícil, contestó Luca después de unos segundos de silencio. Pa´empezar en ningún crucero nos van a dejar trabajar juntos y otra cosa no se me ocurre.
-Ps´ por lo pronto yo me llevo a Bruti –dijo Porfidio- y si no dejan que me ayude que me espere sentado donde yo lo pueda ver, aunque no trabaje; digo, mientras pensamos ¿no? Por ahorita yo me encargo de cuidarlo.
-¡órale!, me pasa, dijo Galpa, ¿qué dicen?
-Ps´ sí ¿no?, por lo pronto así está bien.

Porfidio se llevó a Bruti al crucero donde acostumbraba lavar los parabrisas de los carros mientras esperaban el alto, pero el líder parásito de franeleros lo detuvo.

-¡Hórale, hórale!, y este mocoso ¿de ónde lo sacaste?
-Es mi hermanito, anoche me vino a buscar, déjelo trabajar conmigo, ps´lo tengo que cuidar, ¿no?
-Mmm, ta´güeno, me imagino que no sabe todavía trabajar ¿no?
-No, ps´cómo va a saber si apenas se salió de la casa y me vino a buscar, pero yo le voy a enseñar.
-Bueno, que te ayude, pero desde hoy tendrá que caerse con su cuota de diez pesos diarios.
-Sí, está bien.

Pasaron el resto de la mañana-tarde trabajando juntos hasta que el hambre empezó a calar en sus estómagos vacíos. Los niños de la calle acostumbran hacer no más de una comida al día y comen, o bien lo que se encuentran en la basura, o bien, si lograron juntar algo de dinero, se compran, ya por la noche, alguna garnacha en cualquier puesto callejero de cualquier esquina. Pero ese día Porfidio y Bruti se toparon con un establecimiento que tenía un letrero hecho en cartulina que decía: “Comedor Comunitario”, Hoy Apertura, comida corrida $10.00. Se vieron uno al otro y se preguntaron: ¿qué tal?, ¡órale!, ¿probamos a ver qué onda?

La comida no estuvo nada mal, era similar a la que hacía mucho tiempo, cuando aún vivían en sus casas con sus familias, comían todos los días. Desde que vivían en la calle no habían vuelto a comer nada igual y el precio no estaba nada mal, pues era accesible a sus posibilidades, sólo $10.00 pesos por sopa, arroz, un guisado, frijoles y postre. No era un comedor de esos que pone el gobierno de la ciudad, sino un comedor organizado por varias amas de casa representadas por doña Sofi, una mujer de 60 años muy activa de la comunidad a quien le gustaba hacer el bien a la sociedad sin esperar ninguna paga, sólo por el gusto de ser útil.

Esa noche, una vez todos juntos, Bruti y Porfidio contaron su experiencia del día. -¿Qué les parece?
–Ps´suena bien, dijo Galpa, pero serían 50 pesos diarios por los cinco.
-No importa –dijo Porfi-, lo pagamos de los 75 pesos que juntamos de la cuota personal y nos quedarían 25 pesos diarios de ahorro.
-Mmm, ps suena bien –dijo Luca- ¿qué tal si vamos juntos mañana?
-¡Órale!, así comemos como en familia ¿no?,
-¡sí, sí, como en “falimia”!, exclamó Bruti emocionado.

Al siguiente día se citaron a las dos de la tarde en la esquina más cercana al comedor, por primera vez departieron juntos una sabrosa comida casera en la misma mesa y al final cada uno sintió que a partir de ese momento se abría una nueva e interesante etapa en sus vidas; al parecer se estaba empezando a construir una comunidad de verdaderos amigos.

Varios días pasaron, los muchachos se habían acomodado muy bien con la rutina de comer juntos en el recién abierto comedor comunitario, Bruti seguía trabajando con Porfidio en el crucero lavando parabrisas y pagando su contribución diaria de diez pesos al líder parásito que controlaba el crucero. Desgraciadamente Bruti continuaba todas las noches con sus pesadillas y sus ataques de pánico que sólo lograba calmar fumando un cigarrillo, el problema era que cada vez necesitaba más y más cigarrillos al día hasta que se vio obligado a tener que comprar los suyos con el poco dinero que alcanzaba a ganar.

Porfidio cargaba siempre consigo el viejo Manual de la y el Muchacho Quetz-Al que pocos días antes había encontrado abandonado bajo el puente que les servía de refugio. Cada vez que tenía oportunidad leía algún párrafo o capítulo, lo último que había leído se trataba acerca de la Patrulla Quetz-Al.

Conforme Porfidio avanzaba en la lectura del manual éste le parecía cada vez más apasionante, su mayor deseo era hacer de la pandilla una verdadera Patrulla Quetz-Al, pero aún faltaba tiempo para ver su sueño realizado, pues antes se encontraría con múltiples obstáculos que ninguno de los muchachos tenían previstos.

PATRULLA Quetz-Al

Una Patrulla Quetz-Al –decía el Manual- es un grupo de cuatro a seis muchachas o muchachos entre 11 y 16 años de edad y del mismo sexo. Para integrarte a una Patrulla debes tener realmente ganas de pertenecer a ella y que quienes la integran te acepten”. En la Patrulla sólo están los que “jalan parejo” y se llevan bien con todas o todos los demás.

La Patrulla debe tener un nombre, un lema o “grito”, un emblema y un banderín. Además debe nombrarse de común acuerdo a una o un Guía, una o un Sub-guía, secretaria(o), tesorera(o), paramédico, cuartel-maestre, bibliotecaria(o) y guardián de leyendas. La o el Guía es a quien todas o todos reconocen como líder natural, la o el Sub-guía es su segundo de a bordo, es decir, su suplente en los momentos en que la o el Guía no esté presente; la o el secretario se encarga de llevar la agenda y el directorio; la o el tesorero se encarga de guardar y administrar el dinero juntado con el trabajo conjunto; la o el paramédico se encarga de mantener el botiquín y aplicar los Primeros Auxilios; la o el cuartel-maestre se encarga de resguardar y mantener al día el equipo material, como la tienda de campaña, estufeta, cuerdas, pala, hacha, etc.; la o el bibliotecario resguarda los libros, revistas, videos, etc.; finalmente, la o el Guardián de Leyendas se encargaría del “Libro de Oro” de la Patrulla, el cual contiene el álbum de fotos, videos, relatos, ceremonias, secretos, autógrafos de visitantes importantes e historia de la Patrulla.

Porfidio estaba sumamente interesado en que entre los cinco formaran una Patrulla Quetz-Al, pero los otros cuatro casi ni lo pelaban, en realidad no les interesaba, pues ni siquiera sabían bien a bien de qué se podía tratar, nunca habían visto algo así. Después de todo ¿a quién puede interesarle algo que no conoce?

Porfidio se sentía un poco frustrado, pero no cejaba en el reto que se había trazado: “no importa cuánto trabajo me cueste –se decía a sí mismo- lo importante es convencer a mis nuevos amigos que sería padre formar entre los cinco una Patrulla Quetz-Al, como lo dice el Manual, ¿por qué no?, ¿qué lo impediría?

Esa noche, una vez todos reunidos bajo el puente, Porfidio –Porfi, como le llamaban sus compañeros- insistió en explicarles acerca de la integración de una Patrulla Quetz-Al. Todos estaban cansados por la larga y difícil jornada que habían pasado ese día como tantos otros, sin embargo accedieron a escuchar. Conforme Porfi les iba explicando, su ánimo iba aumentando, así que decidieron entonces buscar un nombre y asignar los cargos que cada uno debía representar.

-¡Trotamundos, Patrulla Trotamundos!, propuso Luca como nombre a la Patrulla a lo que los demás asintieron. Galpa era prácticamente el líder natural, así que decidieron por unanimidad nombrarlo Guía. Luca, por consiguiente, fue nombrado Sub-guía. Porfi fue nombrado obviamente tesorero, a Bruti se le nombró guardián de leyendas, aún cuando no tenían ni Libro de oro ni una idea clara de lo que debía contener. Poncho fue nombrado paramédico. No tenía idea de los Primeros Auxilios, pero Porfi sabía algo de ello, pues no olvidemos que venía y se había criado en una hacienda en donde por fuerza había un veterinario quien tenía mucho aprecio por Porfidio y quien fue otro más de sus maestros. Después de todo, los Primeros Auxilios en los animales no es muy diferente que en los humanos, así que se comprometió a enseñarle a Poncho; el siguiente paso era formar el botiquín. Bruti, como Guardián de Leyendas, sería el encargado de diseñar el “grito”, el emblema y el banderín quedando todavía pendiente la confección del Libro de Oro. Quedaron vacantes los cargos de secretario, cuartel-maestre y bibliotecario, pues en ese momento no eran necesarios.

Poncho, el más pequeño de los cinco –tenía nueve años y estaba próximo a cumplir los diez- en realidad, según el Manual, no tenía la edad mínima requerida para formar parte de una Patrulla Quetz-Al, pero por un lado no lo podían dejar fuera de la comunidad, pues sería como abandonarlo a su suerte y, por otro, las duras circunstancias por las que había pasado en su cortísima vida lo habían hecho madurar en el aspecto de la supervivencia, pues ya desde niño tenía que vérselas por sí solo. Provenía de una familia muy pobre: un padre sentenciado a 40 años de prisión por presunto asesinato, no plenamente comprobado, pero sin dinero para pagar abogados; una madre que se había visto obligada a dedicarse a la prostitución para poder medio mantener a seis hijos: Poncho, de nueve años, era el segundo, su hermana mayor tenía 11 y ya se había iniciado en la prostitución y pornografía infantil, los otros cuatro iban de los siete a los dos años. Aún viviendo en su casa, Poncho era prácticamente un niño abandonado. Un día conoció a unos muchachos pocos años mayores que él quienes le prometieron dinero si les ayudaba a robar en la vía pública. El trabajo no era difícil, consistía en ofrecer chicles a los automovilistas, de esa manera se acercaba al auto y observaba si dentro del mismo había bolsos u otras cosas de valor, entonces pegaba un chicle en la portezuela como señuelo para que así, en el siguiente alto, otros más grandes asaltaran al conductor para robarle lo que traía. Esta era una banda de delincuentes que se llamaban a sí mismos los “Nazis”.

La noche en que Porfidio llegó en aventones desde Oaxaca a aquel parque de Iztapalapa en donde hubo lugar un operativo policíaco, los Nazis, excepto Poncho, fueron “levantados” por la policía y Porfidio tuvo casualmente su primer encuentro con Poncho, quien le ayudó a escapar. Ese episodio, como recordamos, fue el inicio de la integración de los cinco muchachos que formarían posteriormente la actual pandilla.

En los últimos días, Poncho empezó a faltar al comedor popular comunitario donde solían reunirse a comer al mediodía y, por la noche, llegaba al puente más tarde de lo acostumbrado, lo que empezó a preocupar a sus
compañeros. Un día llegó calzando un par de tenis nuevos de marca costosa, otro día llegó estrenando una playera también cara, luego un pantalón de mezclilla y después un IPod.

-¿Pos de onde?, le preguntaron sus compañeros con gran curiosidad. -Ps de mi trabajo. -¡Ah!, ¿ps cuánto estás sacando? –Ps ya ven…
-No, no, no mameyes, nadie de nosotros podría sacar lo mismo, ¿qué onda te trais?,
¿de ónde estás sacando toda esa lana?
-Ya les dije, de mi trabajo.

Nadie le creyó, todos sospecharon que algo malo se traía entre manos y eso propició un ambiente muy tenso dentro de la Patrulla Trotamundos recién integrada. ¿Qué estaba ocurriendo con Poncho?, ¿acaso algo ocultaba?, ¿por qué de la noche a la mañana estaba de pronto ganando tanto dinero?, ¿acaso se había metido en algo peligroso? No te pierdas el siguiente capítulo.

CONTINUARÁ