domingo, 30 de mayo de 2010

PRÓLOGO: tardío, pero necesario. Saludos.

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
ESCULTISMO ALTERNATIVO
AVENTURAS DE LOS
TROTAMUNDOS
(EN EL UMBRAL DE LA ADOLESCENCIA FRENTE A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS NIÑOS DE LA CALLE)
Lince Hambriento

PRÓLOGO

Aventuras de los Trotamundos es la historia de cinco niños de la calle que se van conociendo de manera fortuita en medio de su desventura. Un día encuentran por accidente un viejo y maltratado libro bajo el puente en el que solían pernoctar, se trataba del Manual para la muchacha y el muchacho Quetz-Al.

Quetz-Al es la fusión de los vocablos “Quetzal” y “Albatros”; Quetzal son las muchachas y, Albatros, los muchachos. Quetz-Al es un Movimiento juvenil de Escultismo Alternativo.

Como sabemos, el Escultismo es un Movimiento mundial conocido como boy scouts, el cual fue fundado en Inglaterra, en 1907, por el general Robert Baden-Powell, a quien se debe indiscutiblemente todo el mérito.

Un siglo después, ya no en un país del Primer Mundo como Inglaterra, sino en un país del Tercer Mundo, surge nuestro Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo en una escuela popular del Estado de México, allá por el municipio de Ecatepec.

En el Escultismo tradicional militan generalmente hijos de familia; en el caso específico de México, son por lo regular niños y jóvenes procedentes de familias “acomodadas” profesantes de alguna religión, principalmente la católica. El Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo es menos conservador, su propuesta se basa en la formación de habilidades psico-sociales que encaminan a la muchacha y el muchacho al desempeño de su autonomía; su enfoque, además, es completamente laico.

Pues bien, cuando los cinco muchachos de la calle comienzan a leer (sí, leer; los niños de la calle no son totalmente ignorantes, muchos de ellos en algún momento fueron a la escuela) el manual, les va resultando cada vez más interesante y finalmente deciden formar, entre los cinco, una Patrulla.

Una Patrulla, dentro del Escultismo, es un grupo de cuatro a seis chavas o chavos (del mismo sexo) entre 11 y 16 años, esto es, en el umbral de la adolescencia. En este caso se trata de cinco chavos, pero debido a determinadas circunstancias, los dos menores aún no alcanzaban la edad mínima requerida.

Poncho, el menor, tenía sólo nueve años y, Oswaldo, diez. Porfidio tenía 13; Carlos Mariano, 15, y Gerardo, el mayor, 16. Todos eran niños de la calle, cada uno con una historia particular. Su encuentro fue casual y paulatino y tal vez determinadas características en su manera de ser favorecieron su cohesión como grupo.

De todas las etapas de la vida, la preadolescencia (11 a 16 años) es la más crítica; esta etapa se caracteriza principalmente por presentar una aguda crisis de identidad, crisis que el adolescente mayor de 16 ya comienza a resolver. El preadolescente tiene que enfrentar el duelo, es decir, la pérdida tanto de su propia infancia como de los padres de su infancia; ya no es el niño que recibía apapachos, pero tampoco es el adulto con facultad de tomar decisiones libres, “¿entonces qué soy?”, se pregunta.

Debido a su natural crisis de identidad, el preadolescente se vuelve retraído, rebelde, conflictivo, se confronta con la autoridad de los adultos (padres, maestros, instructores, etc.). Si la autoridad se muestra represiva, sólo logrará agravar el problema, pero si la autoridad se muestra comprensiva, tolerante y dispuesta a negociar, entonces los adultos estaremos en la mejor posibilidad de ayudar al preadolescente a superar su crisis de identidad.

De acuerdo con los expertos en desarrollo psico-social, la mejor manera de que el preadolescente pueda resolver su crisis de identidad es relacionarse estrechamente con otras u otros de su misma edad y de su mismo sexo -sin hacer a un lado, desde luego, su relación con el sexo opuesto-. De ahí la existencia, desde tiempos ancestrales hasta la fecha, de las llamadas “pandillas”. La pandilla permite, por otro lado, el progresivo y sano rompimiento del “cordón umbilical” familiar -las familias “muégano” son sumamente auto-destructivas-, siempre y cuando exista de por medio la intervención y asesoría, poco interferente, por parte de adultos responsables. Una pandilla puede orientarse hacia el lado de la delincuencia, o bien, hacia el lado constructivo, todo depende del apoyo de los adultos y de la clase de adultos que les brinden dicho apoyo.

A diferencia de la “banda”, la “Pandilla” está conformada por un pequeño grupo de “camaradas” que no rebasa ocho o diez integrantes. La banda, en cambio, puede estar conformada por varias decenas o centenas de individuos, pero invariablemente dividida en pandillas. Tanto la banda como la pandilla proporciona al individuo un sentido de pertenencia que, a su vez, proporciona un sentido de identidad, ambos necesarios para la formación de la personalidad, a través de un largo proceso en tiempo y espacio, pero claro, dependiendo de sus fines.

Una verdadera Patrulla, dentro del Escultismo, es una auténtica pandilla, su única diferencia con las pandillas delictivas es su orientación y sus fines inmediatos. Una Patrulla escultista sigue lineamientos y objetivos claros y bien definidos bajo la supervisión y asesoría de adultos competentes que saben hasta dónde pueden y deben interferir para no entorpecer el desarrollo de la autonomía de dicha Patrulla. Las pandillas delictivas carecen de esta condición.

Hasta aquí estamos hablando de un Escultismo hecho a la medida de hijos de familia, cuyos padres están dispuestos a apoyar y colaborar con el grupo scout que premeditadamente seleccionaron para sus hijos y que muy probablemente fueron ellos mismos miembros activos de un grupo scout durante su infancia y su juventud. Pero ¿qué pasa con los niños de la calle? ¿Los niños de la calle, por el hecho de ser niños abandonados, no tienen derecho a beneficiarse del Escultismo?

La presencia de niños de la calle, en cualquier zona de la ciudad, es signo indiscutible del sub-desarrollo, injusticia e ineptitud del gobierno. Como al gobierno no le conviene esa cara de la realidad, pero no puede hacer nada por resolver el problema de fondo, pues afectaría los intereses multimillonarios que los llevaron al poder, entonces no le queda de otra más que desaparecerlos de la vista, sobre todo de los turistas extranjeros. ¿Cómo?, fácil, ordena “levantamientos” masivos valiéndose de los cuerpos policíacos para luego vender a las víctimas al crimen organizado: mano de obra esclavizada, prostitución, pornografía infantil, tráfico de órganos o simplemente narcomenudeo. A esto se le llama “limpieza social”, lo cual significa desaparecer de la vista aquello que “afea” la vía pública, porque delata la injusticia y la ineptitud de las autoridades responsables.

Ser niño de la calle no implica ser inferior a los hijos de familia ni mucho menos carecer de sus derechos humanos. Los niños de la calle tienen los mismos derechos humanos que cualquier otro niño alrededor del Planeta y, en esencia, tienen las mismas potencialidades tanto físicas como afectivas e intelectuales que los niños, hijos de familia. La diferencia es que los niños de la calle son mucho más vulnerables que los niños hijos de familia, pues están más expuestos a la explotación infantil en las modalidades de esclavismo, prostitución, extracción de órganos, en una palabra, el crimen organizado con la complicidad de políticos y grandes empresarios, con el agravante de que ¿quién va a reclamar por sus Derechos Humanos, si los niños de la calle a nadie importa?

La presente historia intenta revelar, a través de la ficción, pero de manera realista, las penurias de un pequeño grupo de cinco preadolescentes en situación de calle quienes, posterior al hallazgo de un manual, forman una Patrulla Quetz-Al a la cual llaman Trotamundos.

A diferencia del Escultismo tradicional, que propone principios de corte tradicional-colonialista, el Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo propone la Formación del sujeto social autónomo dentro del desarrollo de seis habilidades psico-sociales: Auto-conocimiento, Creatividad, Pensamiento crítico, Responsabilidad, Solidaridad y Respeto. La pregunta que quedaría en el aire es: ¿y dónde quedan los Derechos Humanos de las y los niños de la calle? T

miércoles, 26 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XIX

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XIX
19-mayo-2010
Lince Hambriento


SINOPSIS

El padre Gregorio comunica al administrador, a los profesionales voluntariamente encargados del programa de rehabilitación a adictos, a los coordinadores Lety, Bruni y Sebas y, por supuesto, a los trotamundos, encargados del comedor comunitario, sobre la decisión del obispo de trasladarlo a otra parroquia. El padre Gregorio es emotivamente despedido por sus fieles con la canción de “las golondrinas”.

En su lugar, el obispo envía al padre Diego, un barbudo y canoso sesentón fumador de puro por demás déspota y arrogante quien, dos semanas después de su llegada ordena clausurar tanto las sesiones de rehabilitación a adictos como el comedor comunitario tan eficientemente conducido por los trotamundos. Eficiente no desde el punto de vista económico, sino desde el punto de vista humanitario.

El administrador personalmente es el encargado de comunicar con gran pena a los trotamundos que en menos de 24 horas, por órdenes del padre Diego, tendrán que desalojar el lugar y olvidarse del comedor comunitario.
CAPÍTULO XIX

En completo silencio y con semblante notoriamente triste, los cinco muchachos apenas adolescentes, una vez más son derrotados, no por la “suerte” ni por el “destino”, sino por la discriminación y la hipocresía de algunos sectores de la sociedad que se dicen “decentes”.

-¿Qué hacemos, Galpa?
-No sé. ¿cuánto tenemos en caja, Porfi?
Porfidio sacó de inmediato la libreta y rindió a toda la Patrulla las cuentas claras día por día, pues ya era todo un experto en la contabilidad.

-Pos´trabajamos en total 82 días, a un promedio de 15 comidas diarias de a 10 pesos, juntamos en total 12,300 pesos.
-¡Orale!
-Bueno, pero de aquí tuve que pagar a los que nos traínan las cosas de la Central de Abastos. Ya ven que al principio nos dieron chance de un mes, pero luego me pidieron que les pagara cada 15 días y por suerte, para no quedarles mal, ayer les pagué, así que con ellos estamos a mano. ¿Hay que ser honrados, no?
-No, ps´la neta sí.
El costo por comida era como de ocho pesos y sólo nos quedaban de ganancia dos pesos, así que nos quedan 2,460 pesos, pos´pagué 9,840 a los señores.
-¡Ujule!, pos nos quedó bien poquito.
-Bueno, no se quejen, acuérdense que desayunábamos, comíamos y cenábamos todos los días y además teníamos dónde dormir, como cuando estábamos con la abuela Petrona allá en mi tierra.

El recuerdo de doña Petrona caló profundamente en los muchachos, lo que los hizo hacer una pausa de silencio sólo interrumpida por el “roar” de los carros y los ruidosos microbuses. Las lágrimas humedecieron sus infantiles ojos, pero trataron de ocultarlo lanzando la mirada al piso con el cuello flexionado.

-Bueno, si es cierto, con dos mil y cacho la podemos hacer mientras encontramos otra cosa.
-Ps´sí, pero por lo pronto ¿qué hacemos?
-Tengo una idea, dijo Luca, ¿Por qué no vamos con don Manolo, el señor ese sin piernas que está siempre en el parque de junto? A lo mejor nos puede ayudar en algo.
-Mmm, buena idea, “ps” vamos a verlo.

-“Ps” sí, don Manolo, ¿cómo la ve?
-Muy cabrona, muchachos, muuuy cabrona.
-Bueno, pero tenemos una lanita que juntamos del comedor y tal vez podríamos comprar cosas como para lavar parabrisas, dar grasa de zapatos, ¡lo que se pueda!, aquí mismo en el parque o en la Alameda. Ya tenemos experiencia. Además ¿podríamos dormir aquí junto a “usté”?

-Ps, ¡qué les diré!, la mera “verdá” aquí corren “muncho” peligro. ¿Cuántos niños de su edad ven por aquí?
-Mmm, ninguno.

-“Pus” miren, yo tengo aquí “munchos” años y hace como cinco años aquí vivían más de cien niños como ustedes.
-¿Y qué les pasó?
-Los “jueron” levantando. Ahora, como ven, ya no hay ninguno.
-¿Levantando?
-Sí, a media noche venían “polecías” en sus camionetas y se llevaban a varios de estos niños. Algunos que han logrado escapar han venido a contarnos que los venden como esclavos para prostituirlos, para ponerlos a trabajar en fábricas clandestinas y hasta para quitarles sus órganos como ojos, riñones y qué se yo, “pos” “crio” que los venden. Es por eso que ya se ven muy pocos niños de la calle por estos rumbos. Ustedes tuvieron suerte, porque estaban dentro del templo gracias al padre Gregorio, pero ahora que los corrió el nuevo padre, ¿cómo se llama?
-Diego.
-¡Eso!, el padre Diego, “ps” “crio” que aquí les va a ser muy difícil quedarse. Por esta noche quédense aquí, debajo de esta banca, pero mañana temprano les aconsejo irse a otro lado. Si se quedan aquí al rato los van a ver y se los pueden llevar como han hecho con los otros niños, pos´parece que los niños como ustedes son sus favoritos.

Efectivamente, el parque de San Fernando, frente al panteón-museo del mismo nombre, estaba ocupado por mas de 30 o 40 personas de la calle en donde se veían tendidos, mochilas y hasta equipos de sonido, pero sus ocupantes, hombres y mujeres, eran adultos de muy diferentes edades, desde jóvenes hasta ya viejos como don Manolo, pero no había menores como antes.

Lo que don Manolo les relataba no les era del todo desconocido; Poncho y Porfi recordaban aquella noche en que se conocieron en un parque de Iztapalapa, cuando varios policías agredieron alevosamente a niños de la calle y “levantaron” a unas niñas que subieron a una patrulla y que jamás aparecieron. Los cinco muchachos recordaban también, aún con la memoria fresca, lo que don Andrés, expolicía y ahora taxista en Puebla, les había contado sobre el “levantamiento” de niños de la calle, como ellos, para prostituirlos con turistas extranjeros o para usarlos en la pornografía infantil.

La trata de personas en su forma de pederastia es un negocio tan redituable como el narcotráfico y como el tráfico de órganos. Muchos políticos de alto nivel, grandes empresarios y jerarcas clericales se encuentran secretamente metidos en esto, pues el rico nunca tiene llene y quiere cada vez más y más, aunque para ello tenga que recurrir a los crímenes más abominables.

Aún no terminaba de amanecer, cuando el ruido del tráfico vehicular que circula por las importantes avenidas laterales al parque de San Fernando, rebasaban en intensidad el “piar” de las muy escasas aves que, gracias a los pocos árboles que aún quedaban en pie, aún subsistían a la contaminación atmosférica en la ciudad con el mayor número de vehículos automotores circulantes en el mundo: ¡ocho millones! Qué diferencia con el concierto de la naturaleza y el límpido aire que respiraban en aquel pueblo de Oaxaca en donde vivían en la grata compañía de la abuela Petrona.

-Cuídense “muncho”, mis muchachitos, los vamos a extrañar los que íbamos a comer con ustedes. No sé adónde se puedan ir, aquí todo está muy peligroso y ni crean que el gobierno les va a ayudar. Yo veo que ustedes son una buena pandilla, les gusta el trabajo honrado, no se drogan, no andan robando como otros, pero ¿saben qué es lo más valioso de ustedes?, que siempre andan juntos, que se cuidan entre sí como si “jueran” hermanitos. ¡Yo qué hubiera dado por tener ese “previlegio” a su edad!, de seguro no andaría limosneando y sin piernas.
-Si, don Manolo, no lo vamos a olvidar, en cuanto podamos lo vamos a venir a visitar.
-Gracias hijitos, pero por mí no se “priocupen”, yo ya estoy viejo. No les deseo buena suerte, porque la suerte no existe, les deseo que sigan como van, ya verán que mientras sigan juntos y se ayuden mutuamente todo va a ir bien.

¡Uno para todos… Todos para uno!, gritaron los trotamundos y se despidieron -quizá para siempre- de don Manolo.

…CONTINUARÁ

lunes, 24 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XVIII

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XVIII
Lince Hambriento

SINOPSIS

En el capítulo XVII, los trotamundos, con la valiosa ayuda de Lety, Bruni, Sebas, jóvenes drogadictos en rehabilitación, así como el invaluable apoyo del padre Gregorio y el administrador de la parroquia, consiguen llevar “viento en popa” el comedor comunitario en un anexo del templo de San Hipólito a donde concurrían tanto empleados de última categoría de los comercios vecinos como hasta los mismos indigentes de la zona, pues el precio por comida corrida -10 pesos- resultaba muy accesible tanto para unos como para otros.

Si bien el comedor no se había abierto con fines de lucro, sí permitía a los trotamundos ocupar su tiempo en un trabajo productivo que por lo menos les aseguraba estancia y alimentación de la manera más honesta, sobre todo tratándose de chicos abandonados a la suerte de la calle vulnerables al crimen organizado.

Pero de pronto surgen otros intereses; altas autoridades clericales –católicas, por supuesto- reclaman su “mochada” en “cach” de supuestas, pero inexistentes ganancias lucrativas. Cuando el padre Gregorio demuestra que no es así, su autoridad inmediata lo amenaza con trasladarlo a otra parroquia argumentando además el mal aspecto que el comedor proyecta ante la sociedad decente que acude al templo.

CAPÍTULO XVIII

Fue éste el día más difícil para el padre Gregorio desde que se había hecho cargo de la parroquia. ¿Cómo explicar a los jóvenes drogadictos que acudían a las sesiones de rehabilitación, como Lety, Bruni, Sebas y muchos más, pero sobre todo a los trotamundos, que la continuidad del proyecto de comedor comunitario estaba en peligro de desaparecer?, ¿cómo decírselos así como así sin derrumbar las ilusiones y la fe cristiana que los trotamundos empezaban poco a poco a adquirir?

El único que se había formado más o menos en la religión católica por influencia de su abuela era Porfidio, para los otros cuatro cualquier religión había estado ausente en sus desafortunadas vidas. No obstante, su cortísima relación con el padre Damián de San Agustín Etla, así como su actual relación con el padre Gregorio, empezaba a acercarlos al credo católico teniendo como intermediario el culto a San Judas Tadeo, el cual se veneraba el 28 de cada mes precisamente en San Hipólito. Los trotamundos empezaban a creer en este ya tradicional culto.

El padre Gregorio, con la presencia del administrador, esa tarde reunió a los profesionales que coordinaban el programa de rehabilitación a drogadictos, a sus colaboradores Leticia, Brunilda, Sebastián, así como a los cinco chicos, los trotamundos, encargados del recién abierto comedor comunitario.

-Muchachos… les tengo que comunicar que me ha llegado una orden de la santa arquidiócesis para trasladarme a otra parroquia.
-¿Cómo?, ¿pero por qué?
-Son disposiciones que no se pueden ni se deben cuestionar ni rebatir, su santidad el obispo así lo ha decidido.
-¿Pero por qué, padre?, debe haber alguna razón.
-Son órdenes superiores y como sacerdote debo obedecer

Quienes tomaban la palabra eran los profesionales encargados del programa de rehabilitación, pues tanto los colaboradores (Lety, Bruni y Sebas) como los trotamundos permanecían silenciosos, estupefactos, sin aún entender lo que el padre estaba diciendo.
-Miren muchachos, les suplico que me entiendan, yo llevo aquí más de siete años y en ninguna otra parroquia me he sentido tan satisfecho como en esta por la labor cristiana que con su valiosa ayuda estamos llevando a cabo. Su eminencia, el obispo, seguramente quiere aprovechar mi modesta experiencia para que la ponga en práctica en la parroquia a la que me traslada y seguramente enviará a otro párroco que no sólo podrá continuar nuestra labor, sino que seguramente la va a poder continuar con mejores resultados.
-¿De veras lo cree, padre?
-Seguramente, hijos míos. Les doy mi bendición: “en el nombre del Padre…”

Después de la bendición el padre Gregorio se retiró y todos los asistentes a la junta dentro de las modestas oficinas se quedaron con mil preguntas sin respuesta: ¿y ahora, qué iba a pasar?

El padre Gregorio, como sacerdote –al igual que los militares- estaba obligado, por voto, a obedecer a sus superiores, aún cuando sus órdenes fuesen de lo más irracionales, no le estaba permitido cuestionarlas, lo importante era obedecer sin importar las consecuencias y sin asumir responsabilidades; el poder ante todo, sea como fuere, “haiga sido como haiga sido”. Pero en el fondo de su conciencia ¿estaría conforme? Dejaba tras de sí toda una gran labor humanitaria de siete años de esfuerzo que seguramente no sentía aún concluida. ¿Se iba satisfecho? Si no estaba satisfecho ¿tenía derecho a apelar? Absolutamente no; los militares, los policías y los sacerdotes no tienen derecho a ser autónomos en sus decisiones, están obligados a obedecer aún en contra de sus más elementales principios.

A las mentes de los trotamundos venían muchas preguntas, no sabían cómo ordenarlas y expresarlas, pero sí les causaba mucha angustia; ¿y ahora qué?, ¿qué irá a ser de nosotros? Primero perdemos nuestras familias, luego tenemos que huir de Iztapalapa, después nos encarcelan en Oaxaca, luego nos matan a la abuela Petrona y ahora que nos estaba empezando a ir bien, gracias a San Judas Tadeo, resulta que siempre no. ¿Por qué la vida nos trata así?, ¿pos qué gran pecado cometimos?

Los trotamundos, por fortuna, estaban aprendiendo a ser autónomos como grupo gracias a sus difíciles experiencias en que sabían que la mejor toma de decisiones debía basarse en las decisiones del grupo y no por decisión de una sola persona o de un pequeño grupo dominante. Las decisiones de los trotamundos no eran las decisiones de Galpa (Gerardo), ni de Luca (Mariano) ni las de ambos; las decisiones de los trotamundos, como grupo, eran tomadas por el grupo mismo, es decir, por los cinco muchachos reunidos en Consejo de Patrulla. Nadie podía imponer nada por que sí, toda decisión de grupo debía ser aprobada por el grupo mismo, pues: “uno para todos, todos para uno”, ese era su lema.

El padre Gregorio se despidió precisamente el día 28 del mes de mayo oficiando su última misa en San Hipólito. Asistieron más fieles que de costumbre y después de la bendición, Leticia, Brunilda y Sebastián pidieron a los asistentes, entre quienes se encontraban los trotamundos, cantar las “golondrinas”, lo que el padre Gregorio recibió con emotivas lágrimas despidiéndose de uno por uno.

Al siguiente día llegó el nuevo párroco, el padre Diego, un sesentón barbudo, encanecido, arrogante y déspota; acostumbraba fumar puros de muy buena calidad habanera.

Transcurrieron dos semanas sin que recibiera a nadie, excepto al administrador; nadie más podía entrar a verlo en su oficina. El comedor comunitario y las sesiones de rehabilitación a adictos continuaban como de costumbre hasta que, iniciada la tercera semana, el administrador se reúne en exclusiva con los profesionales encargados de la rehabilitación –excluyendo a Lety, Bruni, Sebas y a los trotamundos- para informarles que el programa concluía, a partir del siguiente día, por razones que el señor párroco se reservaba; igual tendría que pasar con el comedor comunitario.

El mismo día por la tarde-noche, una vez que los trotamundos levantaban las mesas para cerrar el local, llegó el administrador para comunicarles la firme decisión del padre Diego.

-Siento mucho decírselos, pero el padre Diego me ordenó cerrar el comedor. Por esta noche les va a permitir quedarse aquí, pero mañana a primera hora tendrán que salir con todas sus cosas personales. Lo siento mucho, muchachos, créanme, pero son órdenes del padre Diego.

Los trotamundos se vieron uno al otro sin pronunciar palabra.

…CONTINUARÁ

domingo, 23 de mayo de 2010

TROTAMUNDOS CAPÍTULO XVII

TROTAMUNDOS CAPÍTULO XVII

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-

Lince Hambriento

SINOPSIS

En el capítulo XVI, como recordarás, los trotamundos por fin pudieron abrir el comedor comunitario en un anexo del templo de San Hipólito, en la ciudad de México, el cual era accesible hasta para los marginados del lugar, pues el costo de una comida corrida era de sólo 10 pesos.

Con este nuevo proyecto los trotamundos estaban aprendiendo cada vez más a trabajar y coordinarse en equipo como una verdadera patrulla escultista.

Don Manolo, entrevistado por jóvenes periodistas, revela una cruda realidad acerca de quienes viven en la calle, sobre todos los menores, pues con frecuencia son víctimas del tráfico de personas con fines de esclavitud y de prostitución, crimen en el que hasta altas esferas gubernamentales y empresariales, con el afán de hacer “limpieza social” bien podrían estar involucradas.

CAPÍTULO XVII

-Oye Porfi, ¿cómo salimos hoy? Preguntó Galpa.
-¡Uh!, ps yo creo que a toda madre, juntamos como más de 200 pesos y eso que fue el primer día, ahora que de aquí hay que descontar lo de las compras que les debemos a los que nos train las cosas de la central de abastos. Mañana va a venir ese señor administrador para ayudarme a hacer las cuentas.
-Ps ai la llevamos, ¿no creen?, dijo Luca.
-¡Ey! -contestó Poncho-, se ve que este padre Gregorio es tan a toda madre como el padre Damián, no como ese güey de Santo Domingo, el padre Felipe de Jesús.
-Tienes razón, pinche Poncho –interrumpió Luca- a mí se me hace que ese padrecito y los pirruris mandaron matar a la abuela Petrona, no sé por qué me late.
-¡Bueno! –protestó Bruti- ya jeden mordir que ya tengo mucho ñueso.
-Je, je, tienes razón güey, hasta ñamana.

Los trotamundos habían adaptado como dormitorio el mismo local del comedor con permiso del padre Gregorio y podían utilizar los sanitarios del templo. Para asearse y lavar su ropa tenían que ir a las fuentes que se encuentran al costado derecho de la Plaza Zarco.

Pasaron los días y el comedor iba viento en popa. Las utilidades no eran de ninguna manera lucrativas, pues el precio de 10 pesos por comida era casi el costo, pero al menos les permitía comer diario y tenían dónde pasar la noche seguros de las arbitrariedades y acosos de que son víctimas los menores que viven en la calle. Pero pronto surgieron los intereses de los poderosos. El padre Gregorio fue llamado por su superior a su lujosa oficina.

-Sabemos que está lucrando con un restaurante dentro de las instalaciones de la parroquia y queremos una explicación.
-Bueno, su eminencia, en realidad no es un restaurante, es un comedor comunitario al que asiste gente de muy bajos recursos, pues por 10 pesos hasta los mismos indigentes de la localidad acuden. Además yo tramité el correspondiente permiso ante ustedes y ante el gobierno de la ciudad y tengo ambas autorizaciones por escrito.
-El asunto no es ese, padre, el asunto es que debe pagar la contribución a la diócesis.
-Pero su eminencia, como ya le expliqué, no se trata de un restaurante lucrativo, se trata de un comedor comunitario en donde prácticamente no hay ganancia más que para su subsistencia, se lo puedo demostrar con los libros de contabilidad.
-Pero hay otro problema, padre, sabemos que ese restaurante al que impropiamente llama comedor comunitario está en manos de unos mocosos ignorantes que ni siquiera van a la escuela y que sabrá Dios de qué familias provengan.
-Así es, su eminencia, son cinco niños de la calle con muchas ganas de superarse.
-No me venga con cuentos, padre, un buen cristiano proviene de una familia decente, ¿cómo cree que esos niños provenientes de familias desechas pueden ser buenos cristianos? Su destino ya está marcado y es ni más ni menos que la delincuencia.
-¿De veras cree usted, su eminencia, que el destino de cada quién ya está marcado?
-Me extraña que me lo pregunte, usted lo debe saber bien, ¿acaso no fue al seminario? En fin, he estado pensando en su situación y he decidido cambiarlo de parroquia.
-Lo que usted decida, su eminencia, no estoy más que para obedecer sus órdenes en nombre de Dios, pero ¿podría saber cuál es la razón de mi traslado?
-Ya se lo dije, no puede utilizar las instalaciones del sagrado templo para hacer un negocio que no aporte utilidades a la iglesia.
-Entiendo, su eminencia.
-Puede usted retirarse, padre, tengo otros asuntos importantes que atender. Le ruego espere la orden por escrito para su traslado.

El padre Gregorio salió de la lujosa oficina del obispo pensativo y acongojado. ¿Existe el destino?, se preguntaba. ¿Por qué Dios permite que niños como los trotamundos caigan en una tras otra y otra desgracia?, ¿qué pecado cometieron a su tierna edad? Para el padre Gregorio era un enigma que desde el punto de vista religioso no se podía explicar. ¿Habrá quizá otra explicación, tal vez de tipo político y social?

El padre Gregorio llegó al templo abatido, veía toda su labor humanitaria de varios años de esfuerzo que parecía culminar con el proyecto de los trotamundos a punto de derrumbarse en el precipicio. ¿Por qué?, trataba de entender por más esfuerzo que hacía. ¿Será realmente la voluntad de Dios? En el fondo lo dudaba, pero en su calidad de sacerdote no lo podía admitir, no le quedaba de otra más que obedecer y someterse a la jerarquía eclesiástica de su religión.

-Malas noticias, dijo el padre Gregorio a su administrador. Su eminencia el obispo me cambia de parroquia, porque considera inadecuado lo del comedor comunitario.
-¿Cómo?, ¿por qué?, ¿qué tiene de inadecuado?
-Según lo que entendí es que el comedor no aporta dividendos a la diócesis.
-¿Pero cómo va a aportar dividendos, si se trata de un servicio social sin fines de lucro, sino de solidaridad con los más desvalidos y en el que gracias a Dios contamos con esos magníficos muchachos que se llaman trotamundos?
-Yo pienso lo mismo, pero su eminencia, el señor obispo, no lo piensa así y yo no tengo de otra más que obedecer.
-Pues qué lástima por estos muchachitos. Ya habían encontrado una buena manera de vivir decentemente, ¿qué les espera ahora?, ¿quién los va a ayudar?, ¿será ese su destino impuesto por Dios?, ¿por qué?, ¿qué pecado cometieron?
-Yo me pregunto lo mismo, pero no tengo respuesta, no sé porqué Dios depara este cruel destino a este grupo de inocentes muchachitos que lo único que quieren es superarse.
-Padre, no me lo tome a mal, pero la verdad empiezo a dudar.
-¿Y usted cree que yo no?

Durante los subsiguientes días el padre Gregorio se devanaba el cerebro en espera del oficio por escrito de la diócesis ordenando su cambio de parroquia.

Los trotamundos, mientras tanto, experimentaban día con día el éxito en su nuevo proyecto del comedor comunitario, no pasaba por sus mentes inocentes lo que las autoridades clericales tenían en ciernes; la posible cancelación del proyecto en virtud de que no aportaba dividendos a la diócesis además del mal aspecto que éste proyectaba. ¿Qué dirían los fieles que domingo a domingo acuden al templo, así como los turistas que lo incluyen en su tour, al ver a cinco niños mugrosos cocinando y atendiendo un comedor en un anexo del templo, al que acuden casi puros indigentes?

Ajenos a lo que se veía venir, nuestros cinco muchachos despertaban cada día con mayor entusiasmo, porque sentían en carne propia los frutos de su trabajo. Ni el padre Gregorio ni el administrador se atrevían a revelar las intenciones de los de arriba hasta encontrar alguna alternativa mientras la orden de su traslado llegara. ¿Qué pasará con nuestros amigos?

…CONTINUARÁ

viernes, 21 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XVI

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XVI
Lince Hambriento

SINOPSIS

El templo de San Hipólito se ubica en la esquina de Paseo de la Reforma y Francisco Zarco, justo en contra-esquina con la Alameda Central y muy cerca del Metro Hidalgo. Dicho templo está dedicado al culto de San Judas Tadeo, el cual se festeja el día 28 de cada mes; es el único santo que se venera 12 veces al año. Mirándolo de frente, atrás y a la derecha se encuentra la plaza Zarco, una plataforma de asfalto en cuyo centro luce la estatua en honor del insigne periodista del siglo XIX, Francisco Zarco y en la esquina derecha se encuentran dos fuentes a donde suelen ir los habitantes de la calle a asearse y lavar sus ropas. Atrás del templo se ubica el famoso panteón –hoy museo- de San Fernando; atrás y a la izquierda, la plaza y jardín del mismo nombre y enfrente la plaza de la Solidaridad.

Los trotamundos, una vez en el templo de San Hipólito, logran por coincidencia contactar con Leticia, Brunilda y Sebastián, jóvenes “de la calle”, drogadictos en rehabilitación que tienen como misión rehabilitar a otros drogadictos en colaboración con algunos expertos. Si bien los trotamundos no eran precisamente drogadictos, su difícil situación de recién llegados a un lugar totalmente extraño y agresivo, como el centro de la ciudad de México, sobre todo después de su terrible experiencia en Oaxaca, vieron en ello una oportunidad que quizá no debían despreciar.

En Consejo de Patrulla, como acostumbraban tomar sus decisiones de grupo, adoptan la brillante idea de Brutillón: abrir un comedor popular dentro de las instalaciones del templo, al fin y al cabo ya habían construido una buena experiencia al respecto. Ni tardos ni perezosos lo plantearon a Lety, Bruni y Sebas, sus interlocutores frente al párroco, quien después de conocerlos aceptó el reto convencido de que se encontraba frente a un grupo de muchachos dispuestos a luchar por superarse. Lo que más le impactó fue su unión y capacidad de organización como equipo, pese a su corta edad.

Gracias al apoyo y la organización autónoma y espontánea de la comunidad asidua al templo de San Hipólito, a pesar de la burocracia gubernamental y clerical, los trotamundos logran su objetivo: abrir un comedor comunitario dentro de las instalaciones del templo.

CAPÍTULO XVI

Por fin llegó el día de la inauguración, al comedor comunitario acudieron desde empleados menores de las oficinas cercanas hasta indigentes de los alrededores que bien podían pagar 10 pesos. Don Manolo estuvo en primera fila.
-Estuvo chingona su comida –les dijo don Manolo-, ¿dónde aprendieron a cocinar?
-En Oaxaca –contestó Porfi-.
-¡Orale!, ¿qué ustedes son de alla´?
-No, nada más yo, pero los cinco estuvimos en Oaxaca hace poco.
-¡Ah!, ¿así que son cinco?
-Sí.
-¡Qué!, ¿son una familia?
-Algo así –contestó Luca que se encontraba cerca-. En realidad somos cuates que nos conocimos en la calle, pero ahora somos como hermanos, somos cinco.
-¡Mmm!, qué bien, ojalá me hubiera tocado la misma suerte, no estaría tan jodido como estoy.
-¿Qué le pasó?, ¿por qué no tiene piernas?
-Las perdí desde que tenía quince años; a los once entré a trabajar a una mina, pero una explosión me arrancó mis dos piernas, no me indemnizaron y por eso me vine al DF. Aunque no tengo piernas hago lo que puedo, como cuidar coches y ayudar a estacionarse: “viene viene”, tú sabes.
-Sí, si, claro.
-Pero por lo que veo, ustedes han tenido muy buena suerte, por lo menos trabajan en el comedor comunitario de la iglesia, ¿cómo le hicieron?
-Pos fue idea de Bruti y ya ve, aquí estamos.

Los menús estaban conformados principalmente por verduras y platillos típicos oaxaqueños que Galpa y Luca habían aprendido a preparar en el puesto de la abuela Petrona. Bruti y Poncho la hacían de meseros; Porfi, de “comodín” -a veces en la cocina, a veces en las mesas, pero más que nada en la contabilidad –pues era el tesorero de la Patrulla-, asunto en que, a través de la práctica y con la asesoría del administrador de la parroquia, se hacía cada vez más experto. A sus 13 años y sin haber asistido nunca a la escuela ya era, como quien dice, todo un “tenedor de libros”.

*****

-Oiga Don Manolo –insistían los reporteros- ¿y a dónde cree exactamente que se han ido llevando a tantos niños que antes había aquí en la plaza?,
-Pos como les dije, los “levantan”.
-¿Y quiénes cree usted que los “levanta”?
-Pos mire, le voy a decir lo que se dice, pero acá entre nos; no me consta, pero se dice mucho. ¿Ya ven que por aquí alrededor hay varios hoteles de esos que les dicen “de paso”?, pos dicen que allí tienen secuestradas y secuestrados a varias niñas y niños que antes dormían en esta plaza. Los tienen bien encerrados y no los dejan salir para nada y al que se rebela le dan cuello y lo desaparecen, al cabo nadie los reclama. A esas muchachitas y muchachitos los prostituyen, pues dicen que esos hoteles tienen buena clientela, sobre todo turistas extranjeros de esos que les gustan los niños.

-¡Ah, sí!, pedófilos. ¿Pero usted, don Manolo, cree que a todos esos chavos y chavas que antes vivían aquí los tengan encerrados en los hoteles?

-No, claro, no creo que a todos, pues hasta donde yo recuerdo, hasta hace como cinco años todavía eran más de cien y ahora cuando mucho no quedan más de cinco o seis, la verdá no creo que todos estén en los hoteles de por aquí.

-¿Cree que se los lleven a otro lado?
-Seguramente; yo he sido testigo de que algunas noches, por la madrugada, vienen policías en sus camionetas y se llevan a varios niños y niñas. Hay otros viejos como yo que aseguran que es por órdenes del mismo gobierno, le llaman “limpieza social” y consiste en “levantar” chavos y gente joven que los llevan a unos albergues “cristianos” quesque para rehabilitarlos, pero luego resulta que los venden como esclavos.

-¿Esclavos en el siglo XXI, don Manolo?, ¿cree usted que todavía haya esclavos?
-¡Uyy!, ¡díganmelo a mí que desde niño fui esclavo de una mina hasta que me destrozaron mis piernas y me corrieron por inservible sin ninguna indemnización!
-Si, si, claro, don Manolo, tiene usted toda la razón. Pero ¿cómo sabe lo de las fábricas clandestinas y lo de la prostitución?
-Pos miren, lo que pasa es que luego llegan algunos a escaparse y regresan aquí, a la plaza, pero sólo unos tres o cuatro días mientras buscan otra suerte, pues tienen miedo de que los vuelvan a encontrar y, pos a luego nos cuentan dónde estuvieron y cómo los trataron. Muchos se petatean sin poder salir a causa de los maltratos que a diario les dan.
-¿Ah, sí?, ¿entonces los torturan?
-Ps sí, eso dicen. ¿Quién lo sabrá más mejor que los que se han logrado escapar y aluego vienen y nos cuentan?
-¿Dijo usted, don Manolo, que se los llevan a albergues cristianos?
-Si, y hasta tienen nombres como “La ciudad de Dios”, “Los soldados de Cristo”, “Los legionarios de quién sabe qué”, “Los obreros guadalupanos” y tantos y tantos más, todo eso nos lo han venido a contar los pocos que logran escaparse y vienen a esconderse unos días antes de buscar otros rumbos lejos de aquí.

-Don Manolo, ¿dice usted que ha sido testigo de que por las noches vienen policías a levantar niños y niñas?, ¿acaso cree que el gobierno está metido en la trata de personas?

-Ya lo creo que sí, de eso se trata lo de la “limpieza social” que, como les decía, el gobierno, por presión de los comerciantes, quiere “limpiar” el rumbo de lo que les estorba, lo que afea, o sea, nosotros, pero como no tiene voluntad de ayudarnos, pos mejor vende como esclavos a los jóvenes. No dudo que algún día nos levanten también a los viejos, no precisamente para trabajar, pos para eso ya no servimos, sino para echarnos a los hornos, como esos que dicen que tenía el tal Hitler para los judíos, la verdá, no creo que tarden mucho.

…CONTINUARÁ

jueves, 20 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XV

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XV
Lince Hambriento

SINOPSIS

En el capítulo XIV los trotamundos asisten a las exequias de la abuela Petrona violada y asesinada impunemente por el ejército en su propia casa junto con su amiga Simona como venganza de los poderosos por no haberla podido eliminar de la competencia comercial.

El profe Sinaloa recomienda a los trotamundos abandonar Oaxaca por su propia seguridad y los muchachos deciden democráticamente, en Consejo de Patrulla, regresar a la ciudad de México, pero no por los rumbos de Iztapalapa donde podrían ser reconocidos por el narco, sino al viejo Centro Histórico, en donde se topan con una numerosa comunidad de niños de la calle y drogadictos en rehabilitación en las inmediaciones de un antiguo templo.

(Fe de erratas: en el capítulo anterior, página dos, párrafo cinco, dice: “bióxido” de carbono, debe decir “monóxido” de carbono).

CAPÍTULO XV

El antiguo templo del Centro Histórico de la ciudad de México estaba desde tiempo atrás dedicado al culto de San Judas Tadeo, santo patrono de las causas difíciles. En la zona circundante había una plaza-jardín poblada por unas 20 o 30 personas de la calle, algunas y algunos de ellos y ellas menores de edad. La mayoría –quizá no todos- consumían “mona” (cemento) y tal vez uno que otro, “mota” y “piedra”, bastante más caras que la primera. Lo grave del asunto es que la “mona” destruye muy rápidamente las neuronas provocando idiotez y hasta muerte súbita.

La plaza-jardín de San Fernando estaba prácticamente ocupada por este grupo de personas indigentes en donde tenían tendidos, cobijas, mochilas y hasta equipos de sonido con los que solían bailar y pasar ratos alegres, seguramente para contrarrestar la tragedia de sus respectivas vidas.

-Mira nada más, qué asquerosidad, comentaban los transeúntes que circulaban por las avenidas perpendiculares a la plaza, muy cercana a la estación del metro Hidalgo y de la Alameda Central.
-Pues si viven así es porque son una bola de güevones, no les gusta trabajar.
-Sí, pero cómo afean la ciudad, el gobierno debería hacer algo para desaparecerlos. Los que pagamos impuestos tenemos derecho a disfrutar de nuestra ciudad sin el estorbo de esta gentuza, ¿no crees?
-Me cai que sí, pero ya vez, nuestro pinche gobierno no sirve para nada, más que para robar.
-Pues cuando menos que la policía o el ejército se lleve a toda esta bola de güevones a trabajar en las minas, en los campos o cuando menos a que limpien las calles que ellos mismos ensucian, ¿no crees?
-Pos me cai que sí.

Muchos de esos transeúntes no estaban equivocados. Tiempo atrás, según cuentan las malas lenguas, el lugar estaba poblado por más de cien “niños” –todos menores de edad- de la calle, pero poco a poco empezaron a disminuir en número hasta dejar a unos cuantos que aún habitaban el jardín ¿por cuánto tiempo más?

Don Manolo, un hombre sesentón mutilado de ambas piernas debido a un accidente cuando era trabajador de una mina en el norte del país, aún siendo adolescente, emigró a la capital en calidad de indigente, ya que la empresa minera que lo explotaba sin contrato lo echó a la calle sin más ni más y sin que gobierno alguno defendiera sus legítimos derechos laborales.

-Yo vivo aquí desde hace más de 40 años ¡y lo que no les podría contar! –decía don Manolo a dos reporteros que fueron a entrevistarlo un día después del 28, celebración de San Judas Tadeo.

-¿Es cierto que aquí había más menores que ahora?
-¡Uh!, sí, mucho más, yo creo que más de cien.
-¿Y a qué cree que cada vez haya menos?
-Los “levantan”.
-¿A sí?, ¿quiénes?
-Pus gente armada que aluego viene por la noche y se los lleva, pura niña y niño, claro, pus los viejos no les servimos.
-¿Y a dónde cree que se los lleven?
-Pus a trabajar como esclavos, ¿o dónde cree?
-Tal vez, pero la esclavitud en México se supone que se abolió constitucionalmente desde los tiempos de Benito Juárez.
-¡Ja,ja!, yo nací cien años después de esa mentada constitución y trabajé como esclavo en una mina de Sonora, donde nací, desde los 11 años. Tenía 16, cuando una explosión dentro de un agujero me voló mis dos piernas y los patrones me echaron a la calle sin darme ni un quinto, por eso me vine al D.F., para probar suerte y aquí me tienen, nadie me da trabajo. Yo hago lo que puedo, levanto la basura, acomodo coches, recolecto algo de comida en el bote de basura y tengo que pedir limosna pa´completar. Nunca he robado a nadie, ni siquiera podría por falta de piernas, ¿cómo me echaría a correr? Hay gente que pasa y me dice “trabaja, güevon”, pos sí, pero ¿de qué? Entonces pienso: ¿“tú me darías trabajo”?, ¡ps órale!, pero nada, todos te critican por no trabajar, pero nadie te ofrece nada, ningún trabajo y ni modo que invierta en un negocio propio, ¿pus de´onde?

Leticia, Brunilda y Sebastián, jóvenes de entre 20 y 23 años, habían sido niños de la calle desde su preadolescencia a causa de la desintegración y violencia familiar y, por supuesto, la pobreza; habían consumido droga por un tiempo, pero gracias al programa que allí se impartía lograron superarse; ahora estaban entregados a una muy valiosa labor social: ayudar a rescatar a niños y adolescentes de la calle víctimas del abandono y la drogadicción, tal y como ellos mismos la sufrieron. Para subsistir vendían en el atrio, con permiso del párroco, los objetos de arte popular que ellos mismos fabricaban en los talleres. Por colaborar con los maestros y psicólogos a reclutar a más niños de la calle no obtenían ninguna recompensa económica, su contribución a la causa era completamente voluntaria en gratitud, veneración y fe a San Judas Tadeo.

Lety, Bruni y Sebas habían corrido con buena “suerte” gracias a quién sabe qué circunstancias, tal vez a su corta edad y a su apariencia física, más cercana a lo caucásico que a lo indígena, lo que nos habla sin duda alguna de cierto grado de discriminación racial. O sea, la “suerte” no existe, lo que existe son las circunstancias y el esfuerzo personal combinados. Si don Manolo no tuvo la misma “suerte”, a pesar de su gran esfuerzo personal, fue quizá por su discapacidad y su apariencia indígena (seri).

México, un país de origen eminentemente indígena, ha sido sistemáticamente conquistado desde hace más de 500 años por europeos quienes, 500 años después, aún nos siguen sometiendo, sólo que bajo la sumisión y admiración por parte de una gran porción de los mexicanos de la clase media y de la clase dominante, fenómeno que conocemos como “malinchismo”. ¿Qué tanto el prejuicio racial malinchista del mexicano medio destruye el esfuerzo y las esperanzas de muchas mexicanas y mexicanos tan sólo por su apariencia indígena o por alguna discapacidad? ¿Por qué entonces nos quejamos de la existencia de vagabundos, delincuentes callejeros, niños de la calle, si somos la sociedad misma, los que nos decimos “decentes”, quienes lo hemos propiciado? Los trotamundos tenían la “mala suerte” de parecer más indígenas que caucásicos -blancos, rubios, de ojos claros-, sobre todo Porfidio, auténtico indio mixe.

Los trotamundos, aunque no eran drogadictos, aceptaron con gusto integrarse al programa, pero el dinero que les fue aportado por los puesteros y los maestros de Oaxaca se empezaba a agotar, a pesar de la buena administración de Porfi. Los cruceros de la zona, en pleno centro de la ciudad, estaban ya saturados por “franeleros”, “viene-viene”, “payasitos”, malabaristas, etc., lo que les hacía muy difícil integrarse a trabajar preferentemente juntos con el fin de cuidarse unos a otros, sobre todo por Bruti y Poncho, los dos más pequeños; no olvidemos que se encontraban nada menos que en una zona de muy alto riesgo para seres tan vulnerables como ellos, niños de la calle.

Había un grupo, sin embargo, quizá menos numeroso, decidido a dejar de por vida la droga. Dicho grupo se reunía a diario en el templo y allí realizaban artes manuales con todo tipo de materiales accesibles, sobre todo de desecho y reciclables, dirigidas por artistas, maestros y psicólogos. El arte, al parecer, les ayudaba enormemente a superar sus traumas, entre ellos su baja autoestima, pues el arte, dicen los expertos, une lo material con lo espiritual del ser humano.

Nuevamente en Consejo de Patrulla

-Psss, ¿qué proponen?, dijo Galpa.
-¡Uta!, ps tá cañoncísimo, contestó Luca, creo que por aquí todos los pinches cruceros están repletos y no nos van a dejar trabajar a los cinco juntos, a menos que nos separemos.
-Ni maiz, dijo Galpa en un asomo de la responsabilidad que como Guía de Patrulla sentía por sus compañeros; tú y yo –dirigiéndose a Luca- como quiera, pero ni a Poncho, ni a Bruti y ni siquiera a Porfi que no es de aquí los dejaría solos en este desmadre de ciudad, se ve que aquí hay mucho más peligro que allá en Iztapalapa.
-Mmm, contestó Porfi, ps yo aquí sí que ni conozco, no se me ocurre nada.
-¡Fácil!, interrumpió Bruti, ¡qué tal un domecor polupar como el de doña Sofi!, ¿se aduercan?
Tras unos segundos de silencio los trotamundos se miraron unos a otros como tratando de entender…
-¡Me cai que Bruti tiene razón!, saltó Poncho agitando sus regordetes y bien torneados brazos en alto. ¡Un comedor popular como el de doña Sofi allá por Iztapalapa!, no estaría nada mal después de lo que aprendimos de la abuela Petrona.
-¡Uta!, dijo Galpa, ¿ya ven que Bruti no es tan pendejo?
-¡Mmm!, pinche Bruti, ¡quién te viera!
-¡Bueno, ps yá stá!, dijo Luca, mañana hablamos con Lety, Bruni y Sebas ps pa ver qué dicen, ¿no?

Al día siguiente, durante el taller de artes plásticas, los cinco trotamundos -siempre juntos- solicitan a los tres jóvenes unos minutos de su atención. Por voz de Galpa, el Guía y representante de la Patrulla, pero frente a ellos –Galpa no decidía nada que afectara a la Patrulla sin la presencia de todos como un principio de solidaridad y democracia-, explica a los jóvenes sobre la dificultad para integrarse al trabajo callejero en los cruceros, no porque éste fuese un trabajo inferior ni denigrante, sino porque ya había demasiados chavos realizando dicho trabajo. Otro argumento, por demás válido, era el tener que trabajar separados ante los inminentes peligros de que eran víctimas los menores de edad por parte del llamado crimen organizado en su modalidad de “trata de personas”.

Acto seguido, Galpa propone a los tres jóvenes la brillante idea de Bruti –mencionándolo desde luego como autor- acerca de abrir un comedor comunitario. Les explicó su previa experiencia en el comedor de doña Sofi, en Iztapalapa, así como en el puesto de la extinta abuela, violada y asesinada impunemente por salvajes militares en Oaxaca al servicio de los ricos.

-¿Cómo la ven? –pregunta Lety a sus dos compañeros, Brunilda y Sebastián.
-La verdad no suena nada mal, diez pesos los puede pagar cualquiera de los chavos que viven aquí en el parque, ¡hasta nosotros!
-Y no lo dudes, contestó Brunilda, ya verás que hasta muchos de los trabajadores de esta zona van a venir a comer.
-Pues vamos a proponérselo al padre Gregorio, a ver qué nos dice, todo depende de él y que nos preste un rinconcito dentro del templo para instalar el comedor.

La empresa no era nada fácil, no sólo se requería del permiso del padre Gregorio, se requería además del permiso del gobierno de la ciudad, de la Delegación y de la arquidiócesis de la iglesia católica. Se requería, por otro lado, de conseguir proveedores que les pudiesen llevar, a crédito, desde la Central de Abastos, las verduras, las carnes, el aceite y todo lo que necesita un comedor para prestar el servicio. Finalmente se requería amueblar el local con mesas, sillas, estufa, refrigerador, baños, lavabos, etc., etc., todo lo cuál no estaba nada fácil.

Cuando los jóvenes Lety, Bruni y Sebas plantearon al padre Gregorio el proyecto éste casi se va para atrás, pero no se dio por vencido. -Me gusta… me gusta…, dijo, déjenme platicar con el administrador de la Parroquia y luego les digo. A la semana siguiente, el padre Gregorio citó nuevamente a los tres jóvenes.

-Pues ya hablé con el administrador, me informa que lo de los permisos es fácil, lo difícil sería conseguir proveedores que nos den crédito, pero lo más difícil es que podamos equipar el espacio que, como ustedes saben, necesitaríamos al menos de una estufa, refrigerador, mesas, sillas, etc., todo ello se lleva una buena lana y ¡ah!, además quiero conocer a esos tales trotamundos para ver si me inspiran o no confianza.

-Por eso no se preocupe, padre, si quiere hoy mismo se los traemos, va a ver que son muy simpáticos, además no son drogadictos. Dos de ellos lo fueron, pero ya dejaron la “mona” hace un buen tiempo, desde que se unieron como una Patrulla a la que llaman Trotamundos, ya los va a conocer.

-¡Vaya, vaya!, sí que me sorprenden, en esta plaza siempre han vivido muchos niños de la calle, desde antes que yo llegara aquí, pero nunca había conocido a chavos como ustedes, me caen bien y su idea me parece interesante, denme chance unos días para ver qué podemos hacer con respecto al comedor comunitario que ustedes proponen, mientras tanto, si no tienen qué comer, pues vénganse a la sacristía, yo les puedo compartir de mi comida.

Los muchachos recordaron al padre Damián de San Agustín Etla en la sierra mixe, a su queridísima abuela Petrona y su amiga Simona ambas violadas y asesinadas por militares, a sus dos compañeritos Pepe y Lalo de la escuela rural, ambos abatidos en un supuesto “fuego cruzado”; al maestro Sinaloa; a los puesteros lidereados por don Maclovio, viudo de doña Simona; a los maestros solidarios de la escuela rural. ¡Qué diferencia con el padre Felipe de Jesús, párroco de Santo Domingo, Oaxaca y sus pirruris predilectos! Unos y otros predicaban el cristianismo, pero al parecer de diferente manera; unos ayudando desinteresadamente a los pobres, otros ayudando a los ricos –interesadamente, claro-.

-Gracias -contestó Galpa con dignidad-, pero por lo pronto tenemos algunos ahorritos y de ahí podemos seguir comiendo mientras esto se arregla. Mientras tanto, Luca y yo podemos trabajar en los cruceros en donde nos acepten, como quiera podemos cuidarnos solos, lo que no queremos es arriesgar a nuestros tres hermanos más chicos.

-Mmm, eso me parece muy bien, chicos, pero si en vez de que coman en la calle le cooperan a doña Lucila con algunos centavitos, de seguro que comerán mejor y más barato, ¿qué les parece?, así hasta tendré el honor de comer junto con ustedes.

Los trotamundos se vieron unos a otros con una sincera sonrisa por demás infantil e inocente, la propuesta del padre Gregorio después de todo era más digna que aceptar caridad, así que aceptaron de muy buena gana. Los días subsiguientes desayunaban, comían y cenaban con el padre Gregorio quien gozaba de sus anécdotas. Aportaban a doña Lucila una modesta cooperación de lo poco que aún les quedaba en la tesorería de Patrulla, pues ningún jefe de los cruceros cercanos daba chance a Luca y a Galpa trabajar como franeleros o como “viene-viene”. De cualquier forma, con tal de sentirse útiles, se ofrecieron voluntariamente a ayudar a quienes hacían la limpieza del templo y la plaza Zarco.

Las cosas resultaron a la inversa de como el administrador había previsto: lo difícil no fue conseguir ni proveedores ni equipamiento, lo verdaderamente difícil fue enfrentar a la pesada burocracia para conseguir los permisos tanto gubernamentales como clericales.

El gran número de fieles de San Judas Tadeo que domingo a domingo asistían a misa en San Hipólito se enteraron, por medio de los avisos del padre Gregorio, del proyecto del comedor comunitario. No faltó quien empezara a organizar voluntarios que pudiesen donar que una estufa usada, que un refrigerador que a alguien le sobraba, que una o dos mesas de plástico, que dos que tres sillas plegables, que ollas y sartenes un poco abollados, que platos, vasos, cubiertos, en fin, el equipo suficiente para empezar. También hubo proveedores que les ofrecieron crédito hasta por un mes cobrándoles el mínimo de utilidades y gastos.

El local, dentro de las instalaciones del templo, era pequeño, pero tenía acceso tanto a los sanitarios del templo mismo como a otros sanitarios públicos a tan sólo una cuadra de distancia en una plaza curiosamente llamada “Solidaridad”. En menos de tres semanas todo estaba listo para arrancar, pero ¡oh!, los lentos y tediosos trámites “burrocráticos” lo impedían. Tuvieron que transcurrir más de tres semanas para que todo estuviera listo.

Tuvieron que transcurrir más de siete semanas para iniciar un proyecto que gracias a la organización civil hubiese podido arrancar en menos de tres semanas. El principal obstáculo se dio por parte de la burocracia tanto gubernamental como clerical. ¿Para qué sirven las autoridades si la sociedad civil se puede organizar mejor y más eficientemente en forma autónoma?

SISTEMA DE PATRULLA

Dentro del Escultismo, el Sistema de Patrulla se refiere a la organización espontánea de un pequeño grupo de preadolescentes (11 a 15 años) generalmente del mismo sexo con un propósito, misión u objetivo común, a semejanza de una pandilla. Una pandilla es mucho más pequeña que una banda y puede tener objetivos a corto, mediano o largo plazo con o sin fines delictivos. Una Patrulla escultista se caracteriza por tener objetivos a largo plazo con fines eminentemente constructivos. En nuestro caso –Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo-, el Sistema de Patrulla tiene como objetivo la Formación –con mayúscula- de Autonomía, a través de los seis Principios Quetz-Al:

1. Auto-conocimiento,
2. Creatividad,
3. Pensamiento Crítico,
4. Responsabilidad,
5. Solidaridad y
6. Respeto.

¿Qué depara a la Patrulla Trotamundos? ¿Podrán abrir por fin su proyecto de comedor comunitario? No te pierdas el siguiente capítulo.


…CONTINUARÁ