jueves, 29 de abril de 2010

Trotamundos Capítulo XIV

Trotamundos Cap. XIV

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
TROTAMUNDOS XIV
Lince Hambriento


SINOPSIS

En el capítulo XIII los trotamundos, por recomendación de la abuela Petrona, excursionan a Ocotlán a visitar a doña Irene, muy antigua amiga de Petrona, quien los recibe con gusto y les muestra su casa-museo. Mientras tanto, Petrona y Simona, esta última también amiga de Irene, se reúnen a comer en casa de la primera aprovechando su descanso. Petrona le presume a su amiga de la infancia que ese día había recomendado a sus cinco nietos ir de excursión a Ocotlán y de pasada visitar a Irene, lo que despierta en ambas antiguos recuerdos.

Las dos amigas no terminaban de comer, platicar y brindar con auténtico mezcal de Oaxaca -con todo y gusano- cuando un batallón integrado por 12 sardos al mando de un capitán ingresan violentamente a la choza de Petrona, destruyen la puerta, violaron a las dos ancianas y después las asesinaron de la manera más cruel, deleznable e impune dejando sus cuerpos abandonados en el piso de tierra de la vivienda.

Por la tarde de ese sábado, cuando los muchachos regresaban de su excursión, el pueblo, indignado, ya se encontraba reunido, algunos en la parada del camión guajolotero –entre ellos el profe Sinaloa- para dar a los trotamundos la trágica noticia.

El resultado oficial del peritaje forense fue que las dos ancianas habían muerto por intoxicación con el bióxido de carbono emanado del anafre dejando así en total impunidad el horrendo crimen cometido por los militares, quizá bajo las órdenes de algún o algunos políticos “picudos” a quienes les estorbaba, por un lado, las gestiones de doña Petrona ante la justicia por la desaparición forzada de su nieto Pablo cuatro años atrás y, por otro, la envidia de cuatro jóvenes pirruris debutantes a empresarios, descendientes de familias porfirianas de abolengo y egresados de las “mejores” escuelas católicas del Estado. Estos jóvenes, como recordamos, plagiaron de manera ilegal el nombre “Doña Petrona” aprovechando su fama popular para su recién abierto restaurante de lujo.

CAPÍTULO XIV

Esa tarde, después de las exequias, el maestro Sinaloa y su esposa –quienes no tenían aún hijos- volvieron a llevar a los muchachos a su reducida vivienda, les dieron de cenar y a falta de camas los muchachos volvieron a dormir en el piso de tierra del modesto recibidor. Al día siguiente…

-Muchachos…, les juro que mi esposa y yo les hemos tomado mucho cariño y no nos daría mayor gusto que seguirlos teniendo en nuestra casa todo el tiempo que sea necesario, pero los puesteros y don Maclovio creen, y nosotros creemos con toda razón, que aquí en este pueblo, que está tan pegado a la ciudad, ustedes corren peligro, pues la policía ya los tiene fichados desde que los enviaron al tutelar falsamente acusados como narcotraficantes, pero les falló, gracias al licenciado Martín. Luego ya vieron, acusan a doña Petrona de haber secuestrado a varios policías, pero también, gracias al licenciado Martín, les falló y tuvieron que dejarla libre. Después acribillan al licenciado Martín junto con su familia seguramente en venganza. Finalmente asesinan a doña Petrona y doña Simona. Pa acabarla a ustedes los tienen bien relacionados con doña Petrona, pues estaban legalmente bajo su custodia, gracias también al licenciado Martín. Como ustedes siguen siendo menores de edad, quién sabe con qué les vayan a salir ahora y quién sabe qué les puedan hacer, así que lo mejor es que desaparezcan por un tiempo prudente. Ya saben cómo son los poderosos.

Miren, Don Maclovio reunió unos centavitos con los puesteros y nosotros, los maestros, reunimos también otros centavitos. Aquí tienen tres mil y cacho de pesos y centavos, con eso quizá puedan moverse a donde estén más seguros. Me duele mucho despedirme de ustedes, pero por su propia seguridad no queda de otra; no nos olviden, comuníquense con nosotros en cuanto puedan, al cabo ya saben manejar el correo electrónico. Don Maclovio a nombre de todos los puesteros me encargó que los despidiera y que les desean muy buena suerte.

Galpa recibió el dinero. Ten -se lo entregó a Porfi-, guárdalos, tú eres el tesorero.
-No, mejor nos repartimos cada quien una parte, no sea la de malas, al cabo de todos modos yo voy a anotar en la libreta lo que cada quien lleva.
-Si, Porfi tiene razón –dijo el profe- no vaya a ser la de malas, si es necesario guárdenselo en los calzones.
-¿Y qué tal si nos encontramos con soldados que nos quieran violar como quisieron conmigo? –dijo Poncho-.
-Ja, ja –rieron todos-, ¡ya sería el colmo de los colmos!
-Pues como están las cosas, muchachos, es mejor que se cuiden.

Fue el momento de la despedida, no sólo del profe Sinaloa, sino de los puesteros, de sus compañeros de la escuela rural, de doña Petrona a quien amaban como a una madre, de Oaxaca, pero lo más angustiante, de las esperanzas de reiniciar una nueva vida en familia, no importa que no fuese una familia tradicional, lo importante era convivir como hermanos alrededor de una abuela adoptiva que les deparase amor y un hogar, pero eso parecía desvanecerse.

Fue ese el momento de mayor desahogo en que por fin los trotamundos pudieron sacar, a través de lágrimas y sollozos, toda la tragedia que habían estado reteniendo estos últimos tres días en lo más profundo de sus emociones. Era ese el momento de desahogar tantas y tantas penurias acumuladas en sus escasos años de vida. Por primera vez lloraba cada uno su propia tragedia arrastrada de tiempo atrás que los había motivado a romper con su hogar y con sus familias originales. Este desahogo, que ya les hacía mucha falta, les permitió establecer en sus espíritus el duelo, es decir, la ruptura con el pasado, con sus remordimientos, con sus culpas, con sus rencores, pero no una ruptura así como así, sino una ruptura reflexionada en las experiencias del pasado, es decir, en un pensamiento crítico, tercer Principio del Espíritu Quetz-Al.

Sobre esa base de un pasado debidamente superado, los trotamundos se encontraban frente a la posibilidad, aún incierta, de cimentar su futuro, pero mucho dependería del presente. ¿Qué quiere decir esto?: que el presente es producto del pasado y el futuro será producto de lo que hagamos en el presente; el “destino” no existe como algo del “más allá”, el “destino” lo construimos nosotros mismos en el presente con base en las experiencias del pasado, de ahí la importancia de conocer y analizar la historia desde un punto de vista crítico, lo cual obviamente no conviene al poder.

En Consejo de Patrulla

-Ps ¿qué piensan?
-No, ps ta cañón.
-¿Por qué no regresamos a México?
-¿A México?, no la chingues, ¿qué tal si nos pescan los narcos con los que andaba el pinche Poncho?, seguro que nos dan “cuello”.
-Jemor témete esa ideota por el luco, dijo Bruti.
-Si, jemor, como dice Tubri, contestó mofándose Luca. Los demás rieron divertidos.
-Bueno, bueno, insistió Galpa, ya fuera de broma tenemos que decidir algo pronto, el profe Sinaloa tiene razón, parece que alguien nos trae tirria y a mí se me hace que son los pirruris del restaurante Doña Petrona, me cai que fueron ellos los que la mandaron matar a ella y al lic.
-¿Te cai?
-Si, me cai.
-¿Y por qué crees?
-Piénsenlo… ¿se acuerdan que los pirruris iban más o menos seguido al puesto, al poco tiempo encarcelaron a la abuela y destruyeron el puesto y, luego luego, los mismos pirruris abrieron su restaurante con su nombre?, ¿no es mucha coincidencia?, y luego que los puesteros nos ayudaron a reparar el puesto ¿no se acuerdan que muy poca gente iba a comer al restaurante de los pirruris mientras que la abuela tuvo más clientes después de aquella marcha a la que no nos dejaron ir?, ¿y qué me dicen del asesinato del lic y su familia en donde también se chingaron al Pepe y al Lalo?

Los muchachos se quedaron muy pensativos, muy reflexivos acerca de los argumentos que acababa de darles Galpa, su Guía.

-¡Uta!, me cai que no lo había pensado así –dijo Porfi-, pero creo que tienes toda la razón.
-Oye, Porfi –intervino Poncho- ¿y por qué no nos largamos mejor a tu pueblo?, total, allí te conocen y nos pueden echar la mano.
-¡Uta!, no creo, es más, en el mero pueblo ni me conocen, pus yo vivía en la hacienda con mi aguela, en las ajueras del pueblo y como no iba a la escuela pus casi nunca salía, ni tengo amigos allá y no creo que nos acecten en la hacienda, ¿no ven que mi escapé?
-No, ps eso sí, ¿pero tons?
-Yo creo que Galpa tiene razón, dijo Luca. Deberíamos regresar a México, total, allí ya sabemos que onda, ¿no?
-Mmm -interrumpió Porfi- ¿y por qué no a Puebla?
-¡Aaaah! –exclamaron los cuatro-, lo que quieres es ver a tu adorada Quetzalli, ¿o no?
-Bueno… si, la verdá la extraño, pero a lo mejor don Andrés nos puede ayudar y, mientras, viviríamos en su casa.
-No jodas –dijo Galpa- yo sé que don Andrés es muy buena onda y nos dejó quedarnos en su casa un día, ¿pero muchos días?, quién sabe.
-Yo más bien creo que no, dijo Luca. Dicen que el “muerto” y el “arrimado” a los tres días apesta.
-Cierto –dijo Galpa- ¿además se acuerdan que don Andrés mismo nos dijo que a los poblanos no les gustan los chavos como nosotros, porque afeamos su ciudad?, ¿se acuerdan que también nos dijo que nos “levantan” y luego nos venden a bandas que se dedican a la prostitución de menores con el favor del mismo gober? Acuérdense que nosotros somos todavía menores, ninguno tenemos 18 años cumplidos.
-¡Nooo!, ¡me falta un chingo!, dijo Poncho, el más pequeño de los cinco.

Los trotamundos finalmente decidieron regresar a la ciudad capital, pero no al mismo lugar en donde podrían ser reconocidos por el narco que enganchó a Poncho, el lado sur, sino a cierto rumbo del centro de la ciudad, cuyas angostas y oscuras calles estaban superpobladas por decenas de niñas y niños que dormían hacinados en las banquetas y que aspiraban sustancias inhalables en bolsitas de plástico, lo cuál los mantenían en total relajamiento. Otros fumaban marihuana y otros más, consumían “piedra”. Los inhalables o “activo” eran baratos y podían adquirirse en cualquier tlapalería. La marihuana era más cara y la “piedra”, mucho más, así que para adquirirla los chavos adictos tenían que asaltar en la calle a los transeúntes.

Los niños que allí habitaban recibieron a los trotamundos en buena onda, luego luego les ofrecieron droga: “¿de cuál quieres?, ¿activo?, ¿mota?, ¿piedra?, el activo te cuesta tanto, la mota tanto y la piedra tanto, ¿cuál quieres?

-Nnno, es que ahorita no traemos marmaja, contestó Galpa.
-No importa, después se cain.
-Esteee, no, mañana, ahorita venimos algo cansados.
-¡Ahhh!, pus con mayor razón, con esto van a descansar a toda madre.
-Si, ya sabemos, pero mejor mañana.
-Bueno, ustedes se lo pierden, si quieren pueden dormirse en la acera de enfrente y nos miramos mañana.
-OK, gracias.

Los cinco muchachos procuraron mantenerse juntos. El espectáculo que tenían junto a sí no les era nada extraño, así habían vivido durante meses y años en el sur de la ciudad cuando aún no se conocían, excepto Porfidio que había pasado toda su vida casi esclavizado en la hacienda con su abuela.

A la mañana siguiente deciden dar una vuelta por el rumbo -para ellos desconocido- cuando se topan con el atrio de un antiguo templo del tiempo de la colonia. Obviamente tenían todo el aspecto de niños de la calle. Allí en el atrio se encuentran con tres personas jóvenes, dos mujeres y un hombre, que al verlos los saludan con amabilidad y los invitan a pasar al templo, lo cual aceptan de buena gana, pues después de todo su actitud y el lugar les inspiran confianza.

-¿Y ustedes, qué onda?, -los interroga una de las jóvenes-, creo que no los he visto antes aquí, ¿son nuevos?
-Mmm, puesss, sí.
-¿Son niños de la calle, no?
-Esteee, sí.
-¿Cuándo llegaron?
-Anoche.
-¿Y andan juntos?
-Si.
-¿De dónde vienen?

Los muchachos empezaron a contar su historia: por qué se hicieron niños de la calle, cómo se conocieron, su aventura en Oaxaca.

-¿O sea que ustedes no consumen droga a pesar de ser niños de la calle?
-No, pos como te dijimos –contestó Luca- al principio Galpa y yo sí probamos un poco de “activo”, pero muy poco, lo pudimos dejar cuando hicimos la Patrulla Trotamundos.
-Claro, es lógico, lo que pasó fue que cuando hicieron la Patrulla encontraron un motivo para seguir viviendo.
-Mmm, no lo habíamos visto así, pero creo que tienes razón.
-Bueno, pues miren, nosotros tres también fuimos niños de la calle, sufrimos mucho, consumimos droga por un tiempo, pero aquí en este templo logramos encontrar un buen motivo para seguir viviendo.
-¿Ah, sí?
-Pos, sí. Ahorita, como ven, está vacío, pero después de las siete empiezan a venir muchos chavos como ustedes y por la noche aquí se duermen, en las bancas o en el suelo, donde quepan.
-¡Orale!
-Somos chavos de la calle que antes éramos drogadictos, pero ya dejamos la droga gracias a las pláticas que a diario tenemos aquí por la noche, pero como no tenemos dónde vivir, pues aquí el señor párroco nos da chance de quedarnos siempre y cuando mantengamos limpio el lugar. Nosotros tres somos los encargados de vigilar todo esto para que no haya desmadres y le ayudamos al padre a convencer más chavos a que dejen la droga. Ya lo van a conocer, es muy buena onda.
-¿Y dónde están los que viven aquí?
-Pues ahorita andan trabajando en los cruceros o en las calles, unos de acomodadores, otros de limpiavidrios, otros de payasitos, otros de malabaristas, ya saben, ustedes también lo vivieron, ¿no?
-No, pos sí.
-Pues la historia de ustedes es muy interesante, los invitamos a que se queden aquí, ya les buscaremos un rinconcito para que duerman.
-Ps está chido, pero también queremos trabajar.
-Por eso no se preocupen, ya verán que los que pertenecen a esta comunidad les van a conseguir en dónde y no les van a cobrar como le hacen los “dueños” de otros cruceros, aquí todos somos una comunidad muy solidaria, ya verán.

¿Encontrarán los trotamundos una nueva oportunidad?, ¿qué tan preparados estarán para enfrentar una nueva experiencia después de sus anteriores fracasos?, ¿sabrán sortear las nuevas aventuras que les esperan en esta enorme ciudad tan llena de desigualdades, discriminación e injusticia?

No te pierdas el siguiente capítulo de esta interesante historia.

…CONTINUARÁ

lunes, 19 de abril de 2010

tlacuillo cap. XIII

TROTAMUNDOS XIII
Lince Hambriento

SINOPSIS

Galpa y Luca se enteran con cierto asombro sobre la verdad de las computadoras y los pizarrones electrónicos, por demás inútiles, que existían en la escuela desde hacía siete años, pues nunca había habido luz eléctrica. Galpa, por su parte, próximo a los 17, ya comienza a adquirir, aunque fuese de manera incipiente, cierta conciencia acerca de la existencia de los demás, es decir, del otro, es decir, la otredad. ¿No era acaso el mensaje de aquél Jesús de hace más de dos mil años: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, la verdadera esencia de la otredad?, ¿acaso cumplían su mensaje quienes se decían ser sus más fieles seguidores? ¿Cuánta hipocresía habría detrás de esos persignados golpe-pechistas?

Por otro lado, el trabajo conjunto (no la “buena suerte”, pues la “suerte” no existe) de los cinco trotamundos bajo la atinada dirección de una inteligente abuela empieza a conducirlos a su superación gracias a su esfuerzo y a las ganas de salir adelante.



El sábado de descanso los trotamundos se van a Ocotlán, en el mismo Estado de Oaxaca, por recomendación de la abuela, pues allí se encontraba una de sus más apreciadas amigas, doña Irene. Los muchachos pasan un sábado por demás increíble. ¿Sería una felicidad perdurable, o la envidia de otros les estaría esperando?


CAPÍTULO XIII

EXCURSIÓN A OCOTLÁN Y
EL INESPERADO SUCESO

-¿Así que ustedes son nietecitos de Petrona?, ¡qué raro!, nunca me contó de ustedes. Supe de Pablito, su nieto, que desapareció hace cuatro años, pero nunca me había contado de ustedes.

Los trotamundos comenzaron a contar su historia. -¡Ahhh! -dijo doña Irene- eso sí no lo sabía, pero lo entiendo, conozco a Petrona desde que éramos niñas aquí en el pueblo y no dudo ni tantito lo que ustedes me dicen. Petrona… no saben… en ella tienen a la mejor madre que pudieran tener en su vida, cuídenla mucho, pero sobre todo ¡quiéranla mucho!, no saben, de veras, a quién tienen como protectora, ¡la mejor del mundo!, Se los digo de a de veras. Se sacaron la lotería al haber encontrado a Petrona, una de mis mejores amigas, si no la mejor. ¡Cuídenla, salúdenmela mucho! -¡Ah!, que Petrona esta-, pensó. Conociéndola, nadie más que ella podría ser capaz de echarse a cuestas un paquetote de este tamaño. ¡Ah, qué mi comadrita Petrona! Sólo ella habría podido hacer una labor como la que está haciendo con ustedes –les confesó a los muchachos-.

Doña Irene era una mujer indígena que vivía con su hija y sus nietos, desde siempre se había dedicado a las artesanías de su pueblo, de hecho, su casa ya se había convertido en un museo y hasta viajaba por muchos países como invitada de honor exhibiendo sus maravillosas obras y hasta dando conferencias.

Los trotamundos visitaron con gran interés el pueblo de Ocotlán, pero especialmente el museo de artesanías de doña Irene. A pesar de su corta edad y su escaso nivel escolar quedaron verdaderamente maravillados de las artesanías expuestas en su casa-museo. Porfidio sintió por primera vez el orgullo de ser oaxaqueño, nunca antes se le había ocurrido pensar en ello después de haber pasado sus trece años de vida encerrado como esclavo en una hacienda de esclavistas.

Los trotamundos visitaron el pueblo llevando como guía a un joven a quien doña Irene le pidió el favor y que amablemente aceptó. Los llevó a conocer la plaza central, la iglesia y todo lo que pudiera interesarles. A las tres de la tarde comieron en casa de doña Irene, luego hicieron un recorrido por su propio museo en donde la misma Irene les iba explicando parte por parte, y hacia el crepúsculo, frente a un rojizo y espectacular atardecer, la misma doña Irene los acompañó al desvencijado camioncito guajolotero que los habría de regresar al pueblo.
-Salúdenme mucho a Petrona, hijitos, díganle que me venga a visitar más seguido.
-Sí, doña Irene, muchas gracias por todo.

Los cinco muchachos trotamundos regresaban al pueblo contentos a bordo del camión, felices, comentando todo lo que habían conocido en el pueblo de Ocotlán, la
buena onda del guía, la fabulosa recepción de doña Irene, en fin, una gran experiencia. Dada su corta edad, aún no podían imaginar cuánto iba a influir de manera positiva todo esto en sus vidas futuras, pues era un conocimiento y aprendizaje que la escuela no enseña. La escuela enseña lo que está en los libros; las experiencias de la vida enseñan la realidad tal cual es, pero la escuela es necesaria para interpretar la vida racionalmente, científicamente, con criterio propio (pensamiento crítico) y no bajo la opresión y represión de los dogmas. La escuela da instrucción; las experiencias de la vida proporcionan formación. Instrucción y Formación, de manera equilibrada, son complementarias para una verdadera educación integral.

Aprovechando el descanso de ese sábado, doña Petrona y doña Simona, la esposa de don Maclovio, el líder de los puesteros de la plaza de Santo domingo, se reunieron en casa de la primera para comer juntas y platicar sobre los últimos sucesos. Petrona aprovechó para presumirle a Simona que había enviado a sus nietos a Ocotlán y de pasada saludar a la entrañable amiga de la infancia de ambas, Irene.

-Ay, qui gueno, haci muncho qui no la veo.
-No, pus ya sabis, si la pasa viajando pur tudu il mundo.
-Pus si, piro cun todo y eso sigue siendo la misma di siempre, no nus ulvida, ya vis qui dunde esté nus manda postalis.
-¡Ah!, esu sí, ¡Irene nunca si olvida di su pueblo!

La casa de doña Petrona era de adobe y techo de lámina, no tenía ventanas, el piso era de tierra y contaba con la cocina, un cuarto donde ella dormía, otro cuarto donde dormían los muchachos y una letrina.

Petrona y Simona se disponían a comer mientras platicaban, muy entusiasmadas, sus antiguos recuerdos en compañía de Irene y de sus planes acerca del futuro prometedor que parecía presentarse frente a ellas y frente a los dueños de los puestos de comida tradicional en la plaza de Santo Domingo. Petrona comentó lo orgullosa que se sentía con sus nuevos nietos. Ambas se sirvieron medio vaso de mezcal para brindar por el promisorio futuro que se vislumbraba para todos ellos, cuando de pronto se oyó un ruido estruendoso que derribó la puerta -la única puerta- hecha de tablas. La puerta cayó al suelo y cuatro soldados uniformados portando armas largas de alto poder penetraron apresuradamente gritando: ¡al suelo!, ¡échense al suelo!

Las dos ancianas no atinaban a entender lo que en ese momento estaba ocurriendo hasta que los cuatro militares se abalanzaron sobre sus indefensos cuerpos.

-¿Qué pasa?, ¿quiénes son ustedes?

-¡Ya se las llevó la chingada por andar de alboroteras!

Entre dos soldados inmovilizaron uno a Petrona y otro a Simona en tanto que los otros dos empezaron a desvestirlas hasta dejarlas totalmente desnudas, luego las violaron sexualmente. Al terminar se turnaron con los otros dos, luego llamaron a otros cuatro que se encontraban rodeando la choza, hicieron lo mismo que los anteriores y llamaron a otros cuatro que repitieron la misma brutalidad. Las dos ancianas, Simona y Petrona, fueron violadas sexualmente en forma tumultuaria por doce soldados y el capitán que los comandaba. Después de cometer su fechoría, los doce soldados y el capitán se retiraron cobardemente a bordo de dos camionetas del ejército, a carcajadas, como si hubiesen triunfado en contra de un peligrosísimo enemigo: dos ancianas indefensas.

-¡Es la casa de doña Petrona!, gritó un vecino desesperado. Varios pobladores corrieron y entraron a la choza por el hueco de la puerta destrozada. Lo que encontraron, sorprendidos, fueron los cuerpos inertes de las dos ancianas brutalmente ultrajadas y ensangrentadas, ninguna de las dos tenía señales de vida.

En la parada del guajolotero, a la entrada del pueblo, ya se encontraba casi todo el pueblo esperando a los trotamundos. Los cinco muchachos descendieron del vetusto vehículo riendo y visiblemente contentos, pero se sorprendieron por la presencia de tantos vecinos entre los cuales se encontraban el maestro Sinaloa, otros maestros y varios de sus compañeros de escuela. El primero que se acercó fue el maestro Sinaloa; los muchachos tuvieron en ese instante un desagradable presentimiento.

-Muchachos -se acercó el maestro dirigiéndose a los cinco trotamundos-. Agachó su cabeza, trató de abrazarlos con su único brazo y con lágrimas que escurrían sinceramente por sus mejillas les dijo: “pasó una desgracia… mataron a su abuela” doña Petrona.

Tuvieron que pasar más de 15 segundos para que los muchachos empezaran a comprender lo que el maestro les estaba diciendo. Fue Bruti, al que siempre traían de encargo por sus inocentadas, quien soltó un desesperado llanto ¡¿qué le pasó, dónde está mi abuelita?!, ¡quiero verla!, ¡quiero verla! Los otros cuatro, aún sin salir de su asombro, preguntaron: -¿qué pasó?, sin que pudiesen pronunciar ninguna otra palabra, estaban completamente fuera de onda.

-Hoy al mediodía –comenzó a explicarles el maestro- vinieron creo que doce soldados del ejército y un capitán, rodearon la choza, tumbaron la puerta a patadas y entraron mientras doña Petrona y doña Simona estaban comiendo. Después de un rato salieron huyendo cobardemente en sus camionetas, pero don Pedro, su vecino, entró luego, luego a la choza y vio tiradas a su abuelita y a doña Simona. Nos avisó a varios del pueblo y cuando entramos ya estaban muertas.

-¡No es posible, queremos ver a mi abuelita!

-Por ahorita no pueden verla, muchachos, como ven ya están los agentes del Ministerio Público y no dejan entrar a nadie. Yo creo que no tarda en llegar la ambulancia. Por hoy no van a poder entrar a la casa, así que váyanse a la mía, mi esposa y yo los vamos a atender bien, no se preocupen.

Parecía que la mala suerte perseguía a estos cinco chiquillos, pero en realidad no era la mala suerte, la mala o la buena suerte no existen, lo que existe es la desigualdad y la injusticia; los trotamundos no eran más que víctimas de esa desigualdad y de esa injusticia que hace que los ricos sean cada vez más y más ricos a costa del trabajo de los pobres que cada vez son más y más pobres. No se trataba de un “destino” (el “destino” no existe), se trataba de un sistema de explotación que el hombre, sólo el hombre inventó; nada que ver ni con la suerte ni con ningún designo “divino”. Eso de que “ya les tocaba” es una forma de justificar muchas veces la ambición del poder.

Los cuerpos de ambas ancianas fueron llevados a la morgue para los estudios postmortem de ley y, a los dos días, fueron entregados a los puesteros quienes los reclamaban para velarlos y darles sepultura. Los trotamundos se mantuvieron siempre unidos, solidarios, ante el inmenso dolor por la muerte de quien por única vez en sus cortas vidas habían amado como a una verdadera madre. Se abrazaban entre sí, lloraban, pero nada, ninguna palabra les era posible pronunciar, estaban totalmente abatidos y mudos durante el sepelio. Don Maclovio también se veía sumamente destrozado, pero al menos estaba en esos momentos de inmensa desgracia acompañado de sus hijos y nietos. El pueblo y los puesteros estaban indignados, pues sabían que ellos o sus hijos podrían ser las próximas víctimas. Todos se preguntaban ¿quién está detrás de todo esto?, ¿qué vendrá después de esta tragedia?

Cuatro días después las noticias dijeron que las ancianas habían fallecido por intoxicación con monóxido de carbono debido al anafre que tenían prendido sin la suficiente ventilación. A la pregunta de los medios informativos sobre la presencia del ejército alrededor de la choza de doña Petrona, se justificaron diciendo que “alguien” (no identificado) había reportado la salida de humo de la choza y por ello tuvieron que acudir las fuerzas castrenses para ver si se trataba de un incendio.

-¿Y por qué no acudieron los bomberos en vez de los soldados? –interrogaron los reporteros-.

La respuesta de las autoridades fue que se sospechaba que en esa choza se almacenaba grandes cantidades de droga.

-¿Y la encontraron?

-Por lo pronto es una información en reserva…, ya les informaremos a su debido tiempo

Esa misma noche el padre Felipe de Jesús departía junto con los cuatro pirruris y sus familiares, pertenecientes a las familias de mayor abolengo del Estado -todas de arraigo porfirista, su paisano-, una rica cena de la más alta cocina francesa con carísimos vinos y cognac importados de Europa en el restaurante, previamente reservado en exclusividad para los más íntimos.

-¡Salud!
-Salud.
-No se preocupen, muchachos –dijo el padre Felipe de Jesús en su brindis dirigiéndose a los cuatro pirruris-, este restaurante va a salir adelante, lo se, tengan fe en Dios. La gente de bien como nosotros siempre obtendremos el favor del “Señor de los Cielos” ¿…? Ya lo verán, es cuestión de “limpieza”.

-¿A qué se habrá referido con el término “limpieza”? ¿Acaso “lavado”? El padre Felipe de Jesús hizo un guiño a los padres de los debutantes empresarios que, a su vez, trataron de disimular evadiendo la mirada de manera discreta.

Los muchachos echaron sobre la tumba el último puño de tierra. Ambos entierros se llevaron a cabo en tumbas contiguas. Todos los puesteros de la plaza, la gente del pueblo donde vivía doña Petrona desde hacía muchos años, los maestros de la escuela rural en la que estudiaban los trotamundos y la mayoría de sus compañeritos estaban presentes en el último adiós a las dos ancianas.

Los trotamundos se mostraban confusos, como perdidos en la profundidad de sus pensamientos, como no alcanzando a comprender lo que en ese momento estaban viviendo. ¿Por qué les había tocado vivir de esa manera?, ¿qué pecado habrían cometido?, ¿qué culpa estarían pagando?, ¿merecerían esa “suerte”?, ¿sería esa la “voluntad divina”?, ¿qué pasará con nuestros héroes los trotamundos después de esta tragedia, otra más en sus tiernas vidas? No te pierdas el siguiente capítulo.

…CONTINUARÁ

trotamundos cap. XII

TROTAMUNDOS XII
Lince Hambriento

SINOPSIS

Un domingo los puesteros de la plaza acompañados por muchos de sus clientes habituales realizan una marcha hasta la alcaldía en solidaridad con doña Petrona pese al imponente operativo policíaco-militar con el fin de generar miedo entre los manifestantes, no obstante ello la manifestación tuvo éxito.

Se pone de manifiesto tanto las inclinaciones pederastas del padre Felipe de Jesús (Lujuria) como sus ambiciones de dinero y poder (Avaricia), mas su avaricia llega tan lejos que nos queda la sospecha de su participación en el asesinato del licenciado Martín, su familia y de pasada dos preadolescentes indígenas.

Toda la gente del pueblo aledaño a la capital además de los clientes habituales de los puestos de la plaza conocían muy bien a doña Petrona y y su relación con la la ONG que en este caso particular estaba representada por el licenciado Martín. Las circunstancias obligaron a que dos intermediarios intentaran simular que el gobierno estaría dispuesto a dialogar y negociar con doña Petrona para así evitar un conflicto mayor apostando a la desmemoria del populacho, pero la perspicacia de doña Simona y de don Maclovio, su esposo, les evitó caer en la trampa, lo que permitió la reconstrucción y reapertura del puesto de doña Petrona gracias a la solidaridad de los puesteros y sus clientes.


CAPÍTULO XII

-Oye –preguntó Galpa a uno de sus compañeros de escuela- ¿Y pa qué chingaos sirven tantas computadoras y pizarrones electrónicos si ni siquiera hay luz?
-Pus quién sabe –contestó el compañero- las trajieron antis qui yo intrara a liscuela, mi hirmano Pepe istaba crio quin tercero, ya tiene como 18 años y si jué a trabajar al otru lado, con lus gringos; cuando yo intré a primero ya istaban, pero nunca las imus usado, ni sé comu siusan.
-¿Ni los pizarrones?
-Nooo, tampoco, ya vez quil maistro usa el di gis.

Galpa no quedó satisfecho con la respuesta de su compañero, así que lo comentó con Luca y ambos acordaron preguntar al profesor.
-¡Mmm!, muchachos, todo este equipo lo trajeron hace siete años y desde entonces no lo hemos podido usar, porque, como ven, no tenemos luz, ¡vaya!, ¡si ni siquiera tenemos agua para los baños! Ya hasta ni han de servir.
-¡Hijole! -dijo Luca-, ¡cuánta lanísima desperdiciada!
-No te creas, hijo, toda esa lana se quedó en el bolsillo del anterior presidente, todos sabemos que él y su esposa hicieron un gran negocio con el inventor de estas maquinitas, así que todo quedó “en familia”.
-¡Pos qué jijos de su reverenda! -maldijo Galpa con los puños apretados y lleno de coraje- y tanta gente tan pobre, hasta más que nosotros.
-Así es, muchacho, pero qué quieres, los mexicanos somos bien dejados.
-Pos yo y mis cuatro hermanos algún día haremos algo.
-Eso espero, muchacho, eso espero. ¿Cómo dices que te apodan?
-A mi, Galpatrafo y a mi hermano Mariano Luciferno.
-Pero según sé ninguno de ustedes cinco son realmente hermanos, ¿por qué estuvieron primero en el tutelar y luego en el DIF?

Galpa y Luca, con el poco tiempo que tenían yendo a la escuela empezaban a confiar en su profesor, así que le contaron toda la historia de su encuentro desde que eran niños de la calle por los rumbos de Iztapalapa en la ciudad de México y cómo y por qué decidieron viajar a Oaxaca gracias a Porfidio, su compañero de tercero.

-¡Vaya!, ¿así que..?, la mera verdad me dejan sorprendido, créanme que nunca en mi vida, no sólo de profesor, sino en toda mi vida, nunca me había encontrado con un caso así, ustedes sí que son un caso muy especial.

Galpa y Luca se vieron entre sí sin entender del todo lo que el profesor trataba de decirles, ellos simple y sencillamente estaban viviendo sus circunstancias y sólo estaban tratando de subsistir sin compararse con otros, sin embargo Galpa, a sus 16, casi 17 años ya empezaba a ver la vida desde otro ángulo, el de la desigualdad, el de la injusticia; no bien lo entendía en toda su dimensión, pero al enterarse del asunto de las computadoras y los pizarrones electrónicos sintió por primera vez indignación por el abuso de poder, aunque no lo llamara con ese nombre. Los atropellos que anteriormente había vivido en carne propia los sentía como agresiones a su propia persona, pero ahora por primera vez se ponía en el lugar del otro y se indignaba por el sufrimiento de los demás –fuera de su persona-, ¿qué empezaba a suceder en la mente de Galpa?, ¿simple lástima?, ¿caridad?, ¿indignación?, ¿pensamiento crítico?, ¿sentimiento de solidaridad?

Galpa estaba en el umbral de la adolescencia, la verdadera adolescencia que no comienza antes de los 16 años, pues a partir del inicio de la pubertad –entre 11 y 13- hasta los 16, es el período de preadolescencia, un período con restos un tanto cuanto egocéntricos si bien ya se presenta la noción de pertenencia a un grupo dentro de su proceso de maduración psicológica. No es sino hasta después de los 16 cuando la o el joven adquieren la potencialidad de cuestionar su realidad no sólo desde su punto de vista particular, sino desde el punto de vista del otro, o sea, ya puede verse con cierta claridad en el espejo del otro, ponerse en su lugar, ponerse en sus zapatos como quien dice, pero todo dependiendo de sus circunstancias de vida: un pirruris al que nada le falta, al contrario, le sobra, seguramente nunca, en toda su vida, logre verse en el otro, pero alguien como Galpa, con tantas carencias no sólo económicas sino afectivas (cariño) a quien la vida colocó frente a una responsabilidad prematura para su edad: ver por sus cuatro hermanos, no de sangre, sino de afecto, seguramente estará en mejores condiciones de desarrollar ese sentido de solidaridad, de otredad. Galpa realmente se sentía responsable por lo que pudiera suceder a Poncho, Bruti, Porfi y Luca, sobre todo porque sabía que contaba con el apoyo de este último, por eso eran Guía y Sub-guía respectivamente.

En la escuela…

-Oiga maestro, ¿y por qué le dicen el Sinaloa?
-¿No ven?, contestó mostrándoles el muñón amputado de su brazo izquerdo.
-¡Ah!, ¿y qué le pasó?
En ese momento sonó la campana que anunciaba el fin del recreo.
-Ya se los contaré en otra ocasión, por lo pronto debemos entrar nuevamente a clase.

Entre tanto…

El padre Felipe de Jesús y los cuatro pirruris no estaban del todo conformes con los resultados de sus negocios, pese al asesinato del licenciado Martín y su familia y del asesinato de los dos niños indígenas por el supuesto y muy cuestionado “fuego cruzado” entre dos bandas de supuestos sicarios. A los niños indígenas las autoridades trataron de acusarlos de “informantes” al servicio del narcotráfico sin tener ninguna prueba, pero la verdad no eran más que dos inocentes criaturas que aprovechaban su día de descanso para pasear, pero claro, al fin que no eran más que un par de niños indígenas.

-Ya llegamos, abuelita, ¿qué tal te ha ido?
-¡Buenísimo, hijitus!, ¡crio qui mijor qui nunca!, hoy he tinido muncha muncha gente qui vieni a saludarmi y de pasadita mi pide algu di comer, he vindido comu nunca.
-¡Ah!, ps qué bueno que ya llegamos para poderte ayudar,
-Y ahurita in la tarde y la nuche yo criu qui va a vinir muncho más genti.

Y así fue, los últimos acontecimientos dieron tanta fama a doña Petrona que la clientela comenzó a aumentar, no sólo para la abuela, sino para todos los puesteros de la plaza que solidariamente la habían estado apoyando. Todos estaban contentos menos los dueños del nuevo restaurante de lujo que plajiariamente llevaba su nombre: “Doña Petrona”. Sus exorbitantes precios no atraían para nada a la gente del pueblo y la gente de la clase high preferían los restaurantes que ofrecían platillos franceses, españoles o italianos y despreciaban la cocina oaxaqueña. ¡Es comida de indios!, decían despectivamente.

Era casi media noche cuando los puestos populares de plaza cerraron casi al mismo tiempo.

-¡A jijus!, ¡pus hora sí qui vendimos un chingo!, ¡comu nunca!, dijo uno de los puesteros vecinos.
-¡Pus, si, mi cai, ujalá qui así siga!
-Pus yu crio qui sí –dijo don Maclovio- todu isto si lu dibimos riconucer a doña Pitrona por su Valentía y al licinciado qui sacrificó su vida cun tudu y su familia por la justicia sin olvidar la muerti di dos niñus inucentis di nuestra comunidad.
-Así es –dijeron los demás- tinemos qui siguir unidos, purque si nó nus va a llevar la frigada.

-A vir, Porfi –le dijo la abuela Petrona- ya ti diji qui tú vas a sir mi cuntador, así qui ti cumpré esta libreta pa qui llivis las cuentas dil puesto, pus di aquí tinimus qui vivir lus seis: ustedes cinco y yo.

Porfidio no sabía si reír o llorar, ¿sabriá, a sus 13 años, cómo llevar una contabilidad comercial? Él llevaba, es cierto, el libro de la tesorería de la Patrulla que, por cierto, ya tenía un saldo en ceros dadas las circunstancias por las que habían tenido que pasar, pero ¿sería capaz de llevar la contabilidad del puesto? Rayó la libreta tal como lo había hecho cuando se hizo cargo de la tesorería de la Patrulla Trotamundos (Cap. III) e hizo lo que pudo, que no estuvo nada mal, pues mencionaba fecha, ingresos, concepto, egresos, concepto, saldo anterior y saldo actual. En pocos días vieron con sorpresa que sus saldos iban a la alza de manera sorprendente. Nunca antes doña Petrona había obtenido tanta ganancia, los cinco muchachos “trotamundos” y la queridísima abuela estaban empezando a vivir una época de verdadero auge, no sólo económico, sino también afectivo; nunca antes nuestros cinco héroes trotamundos habían tenido la oportunidad de convivir como una familia verdaderamente integrada.

Nuevamente en la escuela

-Oiga maestro, el otro día nos iba a contar cómo es que perdió su brazo izquierdo -preguntaron Galpa y Luca-.
-¡Ah, sí!, como ustedes no son de aquí tal vez no sepan que hace cuatro años los maestros hicimos un movimiento de protesta.
-Si, claro que sabemos, pues en ese movimiento secuestraron al nieto de la abuela Petrona y desde entonces no ha vuelto a saber de él.
-Así es, muchachos, pues en ese movimiento no sé si la policía o los soldados lanzaron una granada que me explotó en el brazo, me lo tuvieron que amputar, por eso ahora los chavos de la escuela me dicen el “sin aloa”, o sea sin “ala”, sin brazo.
-¡Uta!, qué manchados.
-¡Vah!, eso me tiene sin cuidado, eso es parte de ser chavos.

A la salida de la escuela los cinco trotamundos salieron satisfechos de lo que habían aprendido ese día en sus respectivas clases y se dirigieron, como ya era su ritual cotidiano, al puesto de su abuelita Petrona a bordo del ya conocido camión guajolotero, cuyo chofer y su ayudante eran ya sus amigos.
-¡Ya están allí los trotas!, que era el nombre con que toda la comunidad los conocía. -¡Quiúbas, trotas!, súbanle que ya los está esperando su abue.
-¡Orale, Bruti!, no te ajendepes.
-¡Sí, si, guey, ya voy, nomás démaje busir la chomila!, ¡ya voy!
-¡Ay, estos trotas!, decía la gente del pueblo que ya los conocía y que llevaban el mismo rumbo. ¡Sun la alegría y felicidá di duña Petrona!
-No, pus sí, -dijo casi al oído una señora a la otra que venía en el mismo asiento-. Dispués del asesinato di sus dos hijus y de su nuera y de la disaparición di su nietecitu Pablo, si nu juera pur istus muchachitus ya si habría muerto di tristeza. ¿Piru dicen qui nu sun di aquí, verdá?
-Crio qui al qui li dicin Porfi sí is di la sierra mixe, lus otros cuatro parecin ser di México.
-Mmm, tonses no son hirmanus hirmanus, como quien dici di sangre?
-Pus yo crio qui no, no si parecen y el qui menus si parece es ese chico al qui li dicen Porfi, tiene tuditita la cara di mixteco.
-¿Sí, virdá?, piro si ve qui son güenos muchachitos.
-Sí, mi ñetecito lus quiere muncho, sobri todo a esi qui li dicen Bruti.
-Si, piro si nota qui sus hirmanitus lu train di incargo, jájá.

Pasadas las dos de la tarde los trotamundos llegan al puesto, la abuela Petrona ya los esperaba con riquísimos platillos de su especialidad que los chicos devoraron en unos cuantos minutos, en seguida se colgaron sus delantales y cada quien se ocupó de inmediato en sus respectivas labores: Luca como ayudante de cocina, Galpa y Poncho como meseros y Poncho y Bruti se turnaban el lavado de trastes y la invitación a los transeúntes a pasar al puesto. Era un verdadero trabajo de equipo.

Cerca de las diez de la noche cerraron el puesto. A diferencia de otros tiempos, doña Petrona era quien más temprano cerraba, pues no quería que sus nietos se desvelaran, ya que tenían que asistir por la mañana a la escuela. Eso no le preocupaba gran cosa desde el punto de vista económico, pues desde los últimos acontecimientos sus ventas, no sólo de doña Petrona, sino de los demás puestos, se habían incrementado inexplicablemente. No cabe duda que el pueblo menos afortunado -el “populacho”, como quien dice-, empezaba a adquirir algún grado de conciencia social que los impulsaba de alguna manera a solidarizarse, pues la clase popular ya estaba harta de tantas injusticias cometidas por las clases más ricas que tenían sometido al propio gobierno, al propio ejército, a la propia policía. El poder ya no estaba en manos del gobierno, ya lo había perdido desde hacía un buen, el verdadero poder estaba en manos de los empresarios más ricos del Estado con todo el apoyo del clero católico. Ahora el gobierno, el ejército, la policía, no eran más que sus viles sirvientes.

-¡Me cai que nos está yendo a toda madre!, dijo Galpa a los trotamundos. ¿Qué tal si le pedimos permiso a la abuela para otra excursión?
-¡Sí, sí!, contestaron al unísono, ya nos hace falta, ¿pero adónde iríamos?, a ver tú, Porfi, ya que eres de aquí, ¿qué recomiendas?
-¡Uf!, pos sí soy di aquí, pero no conozco nada juera de la hacienda en donde me tenían encerrado, ¿cómo quieren que sepa?
-No, ps sí, tienes razón, pero la abuela debe saber.

-¡ah!, qui güeno qui quieren salir –dijo la abuela-, piro ahura váyansi esti sábado, porque ya ven qui lus domingos tinemus muncho más trabajo qui antis.
-Sí, abue, para nosotros es igual, ¿pero de veras te podemos dejar?
-¡Claru, mis niñus!, así mi dejan descansar, antis di ustedes no descansaba ni un día, ahura gracias a ustedes ya puedo descansar aunque sia cada dus sábados.

-¿Y a dónde nos recomiendas, abuelita?

-¡Ah!, pus vayan a mi pueblo, si llama Ocotlán, di pasadita vayan a visitar a mi comadrita Irene, numás pregunten pur ella, allí tudu mundu la cunoci.

Efectivamente “todo mundo” (no sólo el pueblo de Ocotlán) la conoce no obstante ser internacionalmente famosa por sus artesanías. Se trataba de una persona sencilla, modesta y muy amable que recibió a los trotamundos con la mayor sencillez y sinceridad posible, puesto que se trataba, nada menos, que de los nietos de doña Petrona, su amiga íntima desde la infancia.

¿Qué tal les habrá ido en esta nueva excursión? No te pierdas el siguiente capítulo.

CONTINUARÁ…

jueves, 1 de abril de 2010

SINOPSIS

Por medio de tráfico de influencias, los cuatro pirruris, con la intermediación del párroco Felipe de Jesús, logran destruir el puesto de doña Petrona y encarcelarla bajo la ridícula acusación de “secuestro”, ella sola, nada menos que de cuatro fornidos policías armados hasta los dientes.

La acción de los cuatro pirruris obedecía ni más ni menos que a la ambición de apropiarse de la fama y el nombre de doña Petrona con el respaldo del párroco Felipe de Jesús, quien se presta solícitamente en razón de seguir contando con las espléndidas limosnas proporcionadas por sus fieles seguidores, las pudientes familias de los jóvenes susodichos.

Mientras los muchachos trotamundos, desolados, no atinaban qué tenía que proceder, doña Petrona obtuvo su libertad condicionada a no reabrir su puesto y donar gratuitamente a los cuatro pirruris su fama y su nombre para que éstos pudieran abrir un restaurante de lujo mediante el plagio.

Los puesteros de la plaza, por su parte, empiezan a organizarse por iniciativa de don Maclovio, parte para salvar a doña Petrona y sus nietos –los trotamundos- y parte para no ser víctimas de algo similar. Ellos, después de todo, formaban una colectividad con intereses similares, ¿por qué no unirse para luchar por sus legítimos derechos al trabajo? Eso se llama solidaridad, un Principio, Valor, habilidad sicosocial -o como se le quiera llamar- del Movimiento Quetz-Al de Escultismo alternativo: “ser solidario con el desvalido”.


CAPÍTULO XI

EL DESAFÍO

-¡El pueblo, unido, jamás será vencido! ¡El pueblo, unido, jamás será vencido! ¡Doña Petrona, doña Petrona, estaremos siempre contigo!

No sólo los puesteros de la plaza marchaban desde allí hasta la alcaldía de la ciudad ese domingo, los acompañaban varios cientos de sus clientes frecuentes con lo que sumaban un contingente bastante importante. Como era domingo, la alcaldía estaba cerrada y el alcalde, don Ulises, se encontraba fuera de la ciudad. No obstante, la presión no dejaba de ser fuerte y de considerable importancia, tal que el alcalde no podría hacer caso omiso.

Una vez en el pórtico de la alcaldía hubo dos que tres discursos por quienes quisieron tomar espontáneamente la palabra, pero dando información apegada a la realidad, lo que despertó mucha indignación por parte de los asistentes al mitin y de los curiosos que se iban agregando poco a poco. Al final dejaron mantas en las paredes y en la entrada pidiendo clausurar el nuevo restaurante y permitir a doña Petrona el retorno a su habitual trabajo.

En todo momento, desde la partida de la marcha en la plaza de Santo Domingo hasta la alcaldía, se mantuvo un fuerte operativo no sólo policíaco, sino hasta militar (lo que viola nuestra Constitución). Había franco-tiradores apostados en las azoteas y militares que captaban fotos con el fin de identificar a los asistentes, entre ellos el licenciado Martín.

A los muchachos, el licenciado Martín les aconsejó no asistir y permanecer todo el domingo encerrados en la casa de doña Petrona, en un pueblo contiguo a la ciudad, lo que de muy mala gana tuvieron que obedecer, tal vez por su seguridad. No hubo, sin embargo, ningún incidente a lo largo de todo el acto de protesta.

El padre Felipe de Jesús no mencionó una sola palabra al respecto durante su sermón dominical, sin embargo varios de sus fieles notaron y hasta comentaron que se le notaba una actitud tensa, de mucha preocupación. ¿Qué era lo que más le habría preocupado? ¿La causa de doña Petrona, víctima de la injusticia? ¿El riesgo de perder las regalías de agradecimiento que le corresponderían por interceder a favor de la apertura del nuevo restaurante? ¿El que todo el macabro plan en el que él mismo estaba involucrado se pusiera al descubierto? Esto último –se decía a sí mismo- es difícil, pues el mismo don Ulises está involucrado hasta los calzones.

Ya en la sacristía, luego de oficiar la misa, mientras un acólito preadolescente le ayudaba a retirarse su indumentaria ceremonial, lo llevó a su privado para continuar los actos de “purificación espiritual” que domingo a domingo le practicaba totalmente a solas.

Después del sagrado ritual en que el muchachito salía del privado terminándose de vestir, el padre Felipe de Jesús no podía quitar de su mente la pregunta con respecto al recién inaugurado restaurante: ¿Quién carajos podría ser nuestro mayor enemigo? Como golpe de rayo un nombre se le develó en el cerebro casi como de milagro: Licenciado Martín.

-¿Licenciado Martín?, ¿lo conozco?, me suena… me suena…, pero ¿quién es ese tal licenciado Martín? ¡Ah!, ya recuerdo, es ese defensor de delincuentes de una ONG. ¡Malditas ONGs!, ojalá se vayan al infierno.

Pasó casi una semana y los puesteros no tenían aún ninguna respuesta por parte del alcalde, así que convocaron a una segunda movilización para el siguiente domingo, pero dos días antes, el viernes, dos personas acudieron al puesto de don Maclovio y doña Simona solicitando un tiempecito para platicar.

-Miren, señores, nuestro actual alcalde no quiere un Movimiento similar al que se dio hace cuatro años con los maestros, así que nos envía para ofrecerles lo que ustedes pidan con tal de suspender su marcha del domingo.
-Pus mire, lo qui nosotros quiremos is qui dejen a doña Pitrona volver a trabajar aquí in la plaza como antis, piro para ello ustidis tienen la obligación de volver a construir su puesto, pues ustidis lo destruyeron.
-Ehhh, creo que no me entendió, don Maclovio, me refiero a qué es lo que ustedes, usted personalmente y su esposa. quisieran que les demos para que se suspendan todas estas movilizaciones que seguramente ya tienen planeadas.
-Ya si lu dije claraminti, construyan nuevaminti il puesto di duña Pitrona para qui ella vuelva a trabajar y di una viz si lu digo, ni crea qui nus va a comprar con dinero, quiremos hechos, nuestra lucha is para doña Pitrona, ni crian qui nus van a cumprar.
-Me temo que no será posible reconstruir el puesto, don Maclovio, pero está bien, podríamos llegar a otro acuerdo.
-¿Cuál acuirdu?
-Quizá podríamos dejar a doña Petrona que vuelva a vender, pero no le reconstruimos su puesto, eso lo tendrá que hacer ella misma.
-Déjimi platicar con mi isposa cinco minutos y ahorita li risuelvo.

Pasados cinco minutos… -histá bien, siñor, dejen trabajar a doña Pitrona, es lu qui más nus importa, lu dil puesto ya lu virimos, is lu di menus.

Esa misma noche se reunieron en asamblea y concluyeron que por lo pronto tal vez no quedaba de otra, abría que negociar mientras todo fuera a plena luz, nada en lo oscurito. Los placeros en su totalidad acordaron aportar lo necesario, a partes iguales, para reconstruir el puesto de doña Petrona. Lo verdaderamente importante, al final de cuentas, era mostrar su unidad ante la autoridad, era mostrar a la autoridad que no estaban solos, era mostrar a la autoridad que aunque pobres, también eran fuertes. La asamblea culminó con la consigna: ¡el pueblo, unido, jamás será vencido! ¡El pueblo, unido, jamás será vencido! ¡Doña Petrona, doña Petrona, estaremos siempre contigo!

Lástima que nuestros muchachos, los trotamudos, no pudieron estar presentes. De estarlo se hubieran sentido plenamente orgullosos de su abuela y de su clase, una nueva clase proletaria de autoempleo, una nueva clase proletaria que no sirve a ningún patrón, una nueva clase proletaria autónoma que trabaja organizadamente en colectividad, ¡nada de empresarios explotadores si podemos organizar empresas comunitarias!: “uno para todos, todos para uno”.

El nuevo restaurante de lujo no tuvo el éxito que se esperaba, no obstante la brillante licenciatura en mercadotecnia de Hillary, pues los “famosos antojitos oaxaqueños de doña Petrona” no resultaron tan buenos pese al chef graduado en universidades europeas. La clientela habitual de la auténtica doña Petrona no podía pagar, por supuesto, los exorbitantes precios del restaurante de lujo que injustamente llevaba su nombre. Quienes tenían las posibilidades económicas de consumir en dicho restaurante no quedaron plenamente satisfechos con la calidad gastronómica que se les ofrecía. El chef profesional graduado en Paris y Madrid no le llegaba ni a los talones a la sazón ancestralmente heredada de los ascendientes indígenas de doña Petrona.

LA VENGANZA

Era un domingo tranquilo, las familias paseaban por las céntricas plazas de la ciudad sin preocupación alguna. La abuela decidió descansar tranquilamente en su casa mientras los trotamundos decidieron excursionar a un lugar llamado “Hierve el Agua”, un fantástico rincón de la sierra oaxaqueña en donde se encuentran unas magníficas cascadas petrificadas, algo único en el mundo.



La vida en el centro de la ciudad se sentía tranquila cuado, de repente, comenzaron a oírse ráfagas de AK-45. La gente, atemorizada, corrió a refugiarse donde pudo. En la refriega resultaron muertos una familia compuesta por padre, madre y dos hijos menores, de aproximadamente ocho y diez años respectivamente, así como dos muchachos, uno de 13 y otro de 14 años. Otras personas más resultaron heridas. Todos ellos eran civiles que paseaban tranquila y confiadamente por el jardín central de la ciudad cuando de pronto, sin deberla ni temerla, fueron masacrados en un “fuego cruzado”, según eso por enfrentamiento entre dos bandas enemigas de “sicarios”. Lo raro es que no hubo ninguna víctima por parte de las mentadas bandas y sus integrantes pudieron escapar tranquilamente en sus respectivos vehículos sin que la policía ni los soldados que patrullaban la ciudad hicieran el menor intento de detenerlos.

Unas horas después se informaba de la masacre en los medios locales de comunicación diciendo que la familia caída eran colaboradores del crimen organizado y que los dos preadolescentes que deambulaban por ahí y que fueron acribillados eran “informantes” de narcotraficantes. Tanto a la familia masacrada como a los dos niños se les “encontraron” armas de alto poder de uso exclusivo del ejército así como varios kilos de droga.

La familia asesinada era nada menos que el licenciado Martín, su esposa y sus dos hijos y los dos chavos, también asesinados, eran indígenas compañeros de escuela de los trotamundos. El gobierno anunciaba con bombo y platillo, al día siguiente, en los periódicos y la televisión ¡Un triunfo más del exitoso combate contra el crimen organizado!

En su siguiente sermón dominical, el padre Felipe de Jesús alabó la heroica labor del ejército, la policía y del gobierno en su lucha en contra del narcotráfico, pero no desaprovechó la oportunidad para publicitar el nuevo restaurante. Una vez dada la bendición a los feligreses se retiró a su despacho privado, como siempre, acompañado por uno de sus acólitos preadolescentes preferidos con el fin de practicar su acostumbrado ritual de purificación espiritual en absoluta discreción, en estricta obediencia a las sagradas enseñanzas del santo fundador de su cristiana legión.

-Pues con la mala noticia, doña Petrona, tal vez ya se habrá enterado de lo sucedido ayer en el jardín central –informaba una empleada de la ONG en la que había estado laborando el licenciado Martín-.
-Y ahura ¿quí voy a hacer? Pregunto doña Petrona desconsolada.
-No se preocupe –dijo la empleada-, vamos a asignar a otro de nuestros abogados para que siga llevando su caso.
-¡Ay, quí disgracia!, -exclamó doña Petrona- ¡quién si habría di imaginar qui una disgracia así acabaría cun la vida nu sulu dil licenciado Martín, sinu di tuda su familia: su isposa y sus dus hijitos. Y todu a lu mijor por istarme difendiendo, ¡qué digracia!
-No, no, doña Petrona, no se culpe, es nuestra obligación luchar por los Derechos Humanos y tenemos que afrontar ese tipo de riesgos, de ninguna manera es su culpa y le garanrizo que la seguiremos apoyando, pese a todo.
-¡Ay, siñorita!, nu sabe quí disgraciada mi siento!, yo li tenía muncho aprecio al licenciado, ya hasta lu veía como a un hijo.

Doña Petrona, por fin, pudo reabrir su puesto gracias a la solidaridad de los demás puesteros.
-Ora sí que estamos bien aburridos, abuelita, ¿ya podemos ir mañana a ayudarte?
-Pus yu criu qui sí, mañana si mi van a la iscuela como siempre y aluego si van al puesto a ayudarmi.
-¡Bravo!, gritaron los trotamundos.
-Manaña yo me engarco de valar los tastres, abuelita, dijo Bruti saltando de contento.

Después de la labor de reconstrucción del puesto de doña Petrona por cuenta de todos los puesteros de la plaza en señal de solidaridad, la ya famosa abuela reanuda su oferta de ricos platillos con una concurrencia mayor a la habitual, pues la mayoría de sus habituales clientes se mantuvieron al tanto de los acontecimientos en contra de la doña más querida del rumbo; muchos de ellos, incluso, marcharon en favor de su reinstalación en el mercado de la plaza.

¿Era el licenciado Martín, junto con su familia –esposa y dos hijos menores- colaborador del crimen organizado? ¿Eran los dos preadolescentes indígenas, compañeros de los trotamundos en la escuela rural, “informantes” del narcotráfico? ¿Era la tremenda desesperación de un gobierno inútil que para justificar sus rotundos fracasos no le quedaba de otra más que inventar “culpables” entre personas inocentes? ¿Se trataba acaso de una venganza y a la vez de una advertencia de desalojo a los puesteros de la plaza? ¿Qué les espera ahora a los trotamundos?

No te dierpas el guisiente catípulo (como diría Bruti).


CONTINUARÁ…

Trotamundos capítulo X

SINOPSIS

Los trotamundos logran liberarse del albergue del DIF gracias a las gestiones de doña Petrona, a través de las ONGs defensoras de los Derechos Humanos, pero sobre todo a la intensa e incansable labor del licenciado Martín.

Los trotamundos logran la custodia condicional de doña Petrona, lo que les posibilita asistir a la escuela y organizar sus excursiones Quetz-Al al menos un domingo al mes. Por las tardes acudían al puesto a ayudar a la abuela, lo que propició mayor auge comercial.

La abuela y sus nietos, los trotamundos, parecían haber encontrado al fin su felicidad conquistando una vida verdaderamente familiar, aunque no biológica. Pero una nueva adversidad aparecía en sus horizontes: la avaricia de los cuatro pirruris, con la ayuda del párroco, el padre Felipe de Jesús y sus importantes contactos políticos, amenaza la seguridad y supervivencia de esta nueva familia. ¿Qué negocio traían entre manos?


CAPÍTULO X

El gran negocio

-¿Cuál es tu propuesta, Hillary?
-Pues retirar a esa india mugrosa de aquí, cuál otra.
-¿Y cómo?
-Muy sencillo, ya me informé con mi tío, el diputado, y me dijo que podríamos quitarla fácilmente, pues su puesto en la plaza es irregular, no tiene un permiso legal, así que en el momento en que nosotros queramos -me dijo- le digamos a él para que de inmediato mande a policías para que la desalojen.
-¿Así sin más?
-Así sin más, total, su puesto es ilegal, en cambio nosotros pondríamos nuestro restaurante con todas las de la ley.
-¿Tantas influencias tiene tu tío?
-Pon tú que no tantas, lo que me recomendó es que habláramos con el padre Felipe de Jesús, el párroco, ya sabes, al parecer él sí tiene muy buenas relaciones en el gobierno, todo está en ofrecerle una parte de las utilidades, ¿comprendes?
-¡Ah!, ya entiendo. La gente decente tenemos que recuperar nuestros derechos, los que nos arrebataron esos nacos quesque revolucionarios que injustamente quitaron a Don Porfirio de una presidencia bien merecida.

-Así es, mi querido Jonny, yo creo que nuestro deber, si de veras queremos a nuestra patria, es luchar por recuperar nuestros sagrados privilegios, pues somos hijos de familias católicas de lo más decente, no como esa chusma de indios que huelen mal, que no se bañan y que creen en supersticiones.

Después de unos días…

-Pues así es, padre Felipe de Jesús, nosotros creemos que esto ayudaría mucho a su santa parroquia y a la labor altruista que presta la legión a la que usted pertenece, ¿qué le parece?
-Mmm, déjenme pensarlo, les resuelvo el próximo domingo. Claro, yo sé que ustedes son de ¡muy buenas familias, las de mayor abolengo en este Estado que, gracias a Dios, desde nuestros ancestros, los españoles, no han sido contaminadas con esas diabólicas ideas del llamado “laicismo”. Gracias a Dios ustedes estudian en una de nuestras más prestigiadas universidades, lo cual debemos eternamente a nuestro santo fundador, que Dios tenga en la gloria.

-Pues le agradecemos mucho, padre Felipe de Jesús, el próximo domingo lo volveremos a molestar.
-No es ninguna molestia, hijos míos, vayan con Dios.

El padre Felipe de Jesús despidió a los cuatro fieles, hincados frente a él, con la bendición.

Al domingo siguiente, después de misa, el padre Felipe de Jesús recibió en privado a los cuatro fieles católicos en su oficina privada para darles toda su anuencia prometiéndoles interceder por ellos ante la voluntad de Dios y de los funcionarios gubernamentales del partido conservador.

-Pues ¿qué le parece, don Ulises?, yo creo que deberíamos apoyar a estos jóvenes, son muy destacados alumnos de nuestra universidad, además pertenecen a las mejores familias del Estado, ¿no le parece que deberíamos ayudarles?

-Su palabra es sagrada, padre Felipe de Jesús, créame que hoy mismo, es más, al ratito, mando llamar al jefe de seguridad de mi gobierno, no importa que sea domingo, para darle instrucciones. No dude que mañana mismo esa india será desalojada de la plaza, pues ante todo debemos respetar la ley, para eso fuimos elegidos por el pueblo.

La mañana del lunes, mientras los muchachos asistían a la escuela rural, más de diez policías allanaron el puesto de doña Petrona y, sin orden alguna la sacaron por la fuerza, la ataron de manos, tiraron el puesto y la subieron con todo y comida a una patrulla. La comida se la repartieron los policías y a doña Petrona la encerraron acusada de “secuestrar” ella sola, durante varias horas, a cuatro fornidos policías totalmente armados en el momento en que éstos intentaban hacer cumplir la ley.

A las doce en punto sonó la chicharra de salida de la escuela. Los cinco trotamundos se reunieron, como siempre, con el entusiasmo de ayudar a su adorada abuela en el puesto, pero cuál sería su sorpresa al ver el puesto destruido y no encontrar a doña Petrona.

¡Abuelita!, ¡abuelita!, ¿qué le pasó a la abuelita? –preguntaban desesperados los muchachos a los dueños de los puestos vecinos-. Tres hombres y una mujer, ya maduros, salieron de sus respectivos puestos y en actitud comprensiva y solidaria les explicaron con todo detalle lo que había sucedido, para posteriormente ofrecerles todo su apoyo.

-Pus sí, muchachos, jueron esos malditos polecías lus qui si llevaron a doña Pitrona, piro ya doña Lupita, doña Simona y el siñor Maclovio fueron desdi hace rato a dar aviso a la ONG, esa qui siempri li ayuda disdi qui le desaparicieron a su nietecito Pablo, tal vez ya no tarden muncho.

Lejos de tranquilizarse, los muchachos, abrazados, no dejaban de llorar con desesperación. ¡Abuela, abuelita!
Los cinco muchachos se dirigieron inconsolables a una de las bancas de la plaza en donde se sentaron apretadamente, con la mirada perdida en el infinito, tal vez pensando en la desgraciada vida que a ellos, aún tan jóvenes, les había deparado el destino. ¿El “destino”, o la desigualdad social, la injusticia y la hipocresía de las clases dominantes, que les había tocado vivir por circunstancias históricas y políticas? ¿De veras Dios era tan injusto, tan insensible, o eran los mismos hombres quienes habían hecho de este mundo, el cielo para los ricos y el infierno para los pobres?

Unas horas después llegó el licenciado Martín y saludó a los muchachos. –Ya les habrán dicho lo que pasó, me supongo. –Sí, dijo Galpa, ¿cómo esta la abuelita? –preguntó profundamente desmoralizado-.
–Ella está bien, por fortuna no está golpeada ni nada de eso, el problema es que está encerrada, no sabemos por cuánto tiempo, pero yo me voy a encargar de su defensa. En cuanto a ustedes, según me acaban de informar los de los otros puestos, doña Simona se va a hacer cargo de cuidarlos en la casa de doña Petrona. Don Maclovio, su esposo, les va a estar llevando de comer todos los días. Para la comida se van a cooperar los puestos de aquí de la plaza, pues doña Petrona es muy querida por todos. Pero todo esto lo vamos a mantener con mucha discreción, o sea, que ustedes no deben contar nada a nadie, pues se los pueden llevar nuevamente al DIF.

-¡Ay, no!, al DIF no –dijo Bruti espantado-, ¡ahí voy a derper hasta el toquin!

-No te preocupes, mi niño, vamos a hacer todo lo posible por que eso no suceda. Lo que sí les recomiendo es que sigan yendo a la escuela como si nada, no cuenten nada a nadie, ni a sus maestros ni a sus mejores amigos y ¡Ah!, no vengan para nada a la ciudad.

-¿Y entonces no vamos a poder visitar a la abuelita? –preguntó Porfi angustiado-.
-No. No es conveniente que los vean. Van a tener que quedarse encerraditos en la casa de doña Petrona que ya es su casa, sólo pueden salir para ir a la escuela, pero saliendo tienen que regresar. No salgan de la casa por ningún motivo, si alguien toca la puerta no abran ustedes, dejen que lo haga doña Simona. Como ustedes son cinco y según tengo entendido se ven como hermanos, pues jueguen entre ustedes, hagan sus tareas juntos, en fin, convivan lo más que puedan, pero no inviten a ningún amigo ni acepten ninguna invitación fuera de la casa hasta que tengamos mejores noticias, ¿entendido?
-Pos sí licenciado, así lo vamos a hacer –dijo Luca un tanto agobiado- lo que más nos importa es nuestra abuelita.

Tuvieron que transcurrir casi tres meses para que a Doña Petrona le dieran libertad condicional bajo una fianza de casi tres mil pesos, mismos que se reunieron gracias a la cooperación solidaria de los demás “puesteros” de la plaza. Todo ello gracias a las gestiones que el licenciado Martín realizó en representación de la ONG. Sin embargo, al parecer, también habrían contribuido ciertas maniobras en lo “oscurito”.

-Pues ya le expliqué, doña Petrona. Usted decide. Si le dicta sus recetas aquí al señor y después de probarlas resultan auténticas, le garantizo que en pocos días saldrá libre. ¿Qué dice?

Para doña Petrona nada importaba más que seguir luchando por encontrar a su nieto Pablo y por seguir cuidando a sus nuevos cinco nietos, los trotamundos, a quienes ya extrañaba y deseaba volver a ver con todo su amor. Si el tener que transmitir sus famosas recetas al chef recomendado por el párroco, el padre Felipe de Jesús, a petición de cuatro jóvenes descendientes de las más rancias familias de abolengo del Estado, además de pagar la fianza solicitada, podría significar su libertad -aunque fuese condicional- lo que implicaba reconocer su culpabilidad por la ridícula acusación de secuestro. Pero ¡qué más importaba! Volver a ver a sus nuevos y queridos nietos valía para ella mucho más que cualquier otra cosa.

Como muestra de lealtad y de fe cristianas, los cuatro jóvenes expresaron su más ferviente agradecimiento al padre Felipe de Jesús por haber intercedido en sus ambiciones meramente terrenales y por demás egoístas.

-Para eso estamos los ministros de Dios, amados hijos, para hacer justicia a quienes lo merecen por ayudar a la iglesia con sus generosas limosnas. Seguramente van a tener gran éxito, pues al parecer esta es, ni más ni menos, la voluntad de Dios.

La libertad condicional de doña Petrona le impedía volver a abrir su puesto. A los pocos días se inauguró frente a la plaza, el lujoso restaurante “Doña Petrona”. “Pruebe sus exquisitos y famosos platillos”.

No había pasado media semana cuando un bien trajeado ciudadano que salía de misa en la catedral, en el instante de abordar su camioneta de lujo, fue interceptado por un intrépido policía quien llamó por radio a una Patrulla. Cuando el “fino caballero” fue cateado se le encontraron dentro de su lujosa camioneta varios kilos de droga. Pero ¡oh!, sorpresa, el presunto delincuente era un diputado. Gracias al fuero del que gozan los políticos, dicho individuo fue inmediatamente liberado.

El honrado policía que se atrevió a detenerlo fue cesado de manera definitiva dejándolo en el total desempleo. Sin embargo, tenía un buen entrenamiento como policía. ¿Podría seguir usando sus conocimientos y su entrenamiento para los fines e intereses contrarios a la institución que lo había despedido injustamente, sin más ni más, tan sólo por haber actuado en contra de los intereses particulares de un diputado perteneciente a la clase social dominante? No lo pensó dos veces. De inmediato se contrató con el bando contrario, el narcotráfico, con el doble de sueldo. ¿Tenía otra alternativa? Si la policía estatal lo despidió de su trabajo por haber actuado honestamente, ¿qué podría esperar?

Doña Petrona, ya en libertad, tenía que permanecer prácticamente encarcelada en su propia casa. Lo que la animaba a seguir viviendo era la compañía de sus nietos, los trotamundos. Aunque sus antiguos compañeros de plaza les seguían ayudando enviándoles con don Maclovio la comida sobrante de sus respectivos puestos, ella no podía seguir aceptando tal condición simplemente por dignidad, pero tampoco, de ninguna manera, quería distraer la educación de sus nietos, si bien éstos tuvieron que suspender sus excursiones mensuales al campo.
-Cumpañeros… -dijo Maclovio-, crio qui ista is la primera ucasión, qui yo ricuerde, in qui nosotros los puesteros nus riunimos in eso qui llaman “asamblea”. Hoy is muy impurtanti lu qui vamus a tratar, pus si trata di doña Pitrona y sus nuevos nietus, qui es lo único qui tiene in la vida, pus todos ricordamos cuando mataron a sus tres hijos, a su nuera y disaparicieron a su nieto Pablo, qui tanto queríamus pur simpático, ¿lo ricuerdan?
-¡Sí, claro!, contestaron a coro. -¡también sus nuevos nietos son muy simpáticos!, gritó por ahí una niña de escasos 12 años causando la risa y algunos aplausos del público reunido.
-Pus güeno –retomó la palabra Maclovio-, nus hemos riunido pur las constantis injusticias que ha sufrido doña Pitrona, a quien todos nusotros apriciamos y conocemos disdi hace más di 20 años.
-¡Si, si!, no es justo lo qui li están haciendo a doña Pitrona, contestaban los asistentes.
-Pero piensen, cumpañeros, lo qui hoy han hecho con doña Pitrona, mañana nos lu puedin hacer a cualquiera di nosotrus, si no es qui a todus. Si hoy nus dejamos, mañana lo van a sufrir nuestrus hijus y nietus.
-Usté tiene razón, don Maclovio, ¿pero quí pudemos hacer?
-Pus, por lo pronto no dijar qui a doña Pitrona le prohíban abrir di nuevo su puesto y para eso divemos hacer un sacrificio; il próximo domingo no abriremos ningún puesto y marcharemos hasta la alcaldía como li hicieron los maistros haci cuatro años, pero expliquemos a nuestros clientes lo qui istá sucediendo, qui vean el nuevo ristaurán con il nombre di doña Pitrona y explicarlis qui eso es un vil robo, qui ella estuvo in la cárcel y que si unan a nosotros.
-¡Mi pareci muy bien! -dijo uno de los locatarios-, piro creo qui mijor deberíamos imprimir volantes qui expliquen todo iso, yo mi comprometo a mandarlos hacer mañana mesmo y ya dispués nus cooperamos di a como nus toque.
-¡Sí, sí!, aclamaron unánimemente.
-¡Solidaridad!, grito desde el micrófono Maclovio extendiendo su puño derecho.
-¡Solidaridad!, ¡solidaridad!, ¡solidaridad!, siguieron gritando los puesteros mientras salían de la plaza ya entrada la noche. Mientras tanto, decenas de patrullas y camionetas de la policía local mantenían rodeada la plaza a la expectativa de cualquier orden superior; por fortuna todo sucedió en calma y los placeros, en compañía de sus familias, pudieron regresar a sus hogares sanos y salvos, pero no todo seguiría igual.
…..CONTINUARÁ

Tlacuillo capítulo IX

Fuente del jardín central

Centro histórico de Oaxaca
Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
TROTAMUNDOS IX
Lince Hambriento

Donativo para el fondo de Patrulla: $5.00

Plaza de Santo Domingo, Oaxaca
SINOPSIS

Dos parejas de atildados jóvenes que salen de la misa dominical en el templo de Santo Domingo celebran la detención de los muchachos trotamundos y se dirigen, después de comulgar, al puesto de doña Petrona como un hecho excepcional, pues no estaban acostumbrados a mezclarse con la chusma. Mientras desayunan el rico atole con tamales de doña Petrona presumen acerca de su ascendencia de abolengo en el Estado.

Los choferes del trailer que dio aventón a Galpa, Porfi y Bruti son despedidos de la compañía por haberse expuesto a que descubrieran que se dedicaban a transportar droga en forma clandestina, aunque bajo la protección del gobierno. No obstante, los dos hombres denuncian con la mayor valentía ante el Misterio Público las atrocidades de las que fueron víctimas los muchachos por parte del ejército.

Las declaraciones del chofer y su ayudante aunadas a otras inconsistencias dan por suspendido temporalmente el juicio en contra de los trotamundos y son liberados provisionalmente y bajo condiciones, gracias a un juez honesto, muy raro en nuestros tiempos.

Porfi, Bruti y Poncho son enviados a un albergue del DIF por ser menores de edad. Galpa y Luca, aunque también menores, fueron rechazados por encontrarse en una edad cercana a los 18 años. Este hecho fue muy afortunado para ambos, pues dio oportunidad para que doña Petrona los alojara en su puesto, aún sin trámites de adopción.

Varias semanas después, también en domingo, las dos parejas de jóvenes pirruris salen de misa y después de comulgar se dirigen nuevamente al puesto de doña Petrona, esta vez asistida por Galpa y Luca. Ambas parejas maldicen la liberación de los trotamudos y se enfrascan en una charla por demás ofensiva, irrespetuosa y discriminatoria hacia los más desvalidos. Eso despierta el coraje de Galpa y Luca, pero doña Petrona los invita, mediante señas –lenguaje no verbal- a la calma, la prudencia, la tolerancia, con lo que empieza a inducirlos hacia una verdadera educación, a diferencia de los cuatro lechuguinos mochos de golpe de pecho quienes, con todo y su dinero y sus estudios en escuelas católicas para ricos, carecían de los más esenciales valores humanos. ¿Qué raro, no?


CAPÍTULO IX

Los trotamundos logran liberarse del albergue del DIF gracias a las gestiones de doña Petrona, a traves de las ONGs defensoras de los derechos humanos que la auxiliaban desde cuatro años antes en busca de su nieto desaparecido.

Cuatro años atrás, en mayo de 2006, surgió en el Estado de Oaxaca un movimiento magisterial en el que los maestros luchaban por conquistar sus legítimos derechos. El gobierno del Estado, en complicidad con el sindicato “charro”, reprimió dicho Movimiento mediante una violencia brutal. El desorden fue tal que la policía arrasó con “culpables” e inocentes por igual, como suele suceder en este país.

Durante la manifestación, Pablo, un niño de 13 años quien tranquilamente desayunaba en el puesto de doña Petrona -su abuela- y que nada tenía que ver con el Movimiento magisterial, sin temerla ni deberla fue levantado por dos policías -ante los ojos de la abuela- sin que hasta el momento -cuatro años después- hubiese podido ser encontrado.

¡Cuatro largos años habían pasado!, sin que doña Petrona, moviendo cielo, mar y tierra para encontrar a su adorado nieto Pablo con la ayuda de ONGs., defensoras de los Derechos Humanos pudiera, hasta el momento, encontrarlo. Doña Petrona no tenía a nadie más; sus tres hijos –uno de ellos el padre de Pablo, su nieto- habían sido masacrados por defender sus tierras, pues se las querían arrebatar –y finalmente se las arrebataron- para construir un desarrollo turístico con capital extranjero. La madre de Pablo fue ultrajada, violada y finalmente masacrada por el ejército. Doña Petrona supo entonces de la existencia de ONGs., que se dedican a abogar por causas injustas y se contactó con las existentes en su Estado, Oaxaca.

-¡Ya estoy hasta la drame!, dijo Bruti. Este tutor me molesta todas las chones, diario va a mi cama y me quiere bajar los noches, pero como no me he jedado me castiga con no jedarme lasir al tapio. ¿Qué guinchaos hago?
-¿Ah, si?, -dijo Porfi indignado- mañana es sábado, viene doña Petrona, hay que decírselo para que se los diga a los abogados esos de las mentadas ONGs, a ver si hacen algo.

Al día siguiente, sábado, día de visita, los muchachos refieren a doña Petrona el acoso sexual que está sufriendo Oswaldo (Brutillón) por parte de su tutor en el albergue del DIF, lo que motiva a doña Petrona a denunciarlo ante la dirección y otras instancias jurídicas con la ayuda de la ONG.

Después de cuatro meses de denuncias, audiencias y trámites burocráticos, la ONG encargada del caso, por medio de sus abogados, logra conseguir mediante decenas y decenas de requisitos, algunos justificados, otros –la mayoría- inútiles, que doña Petrona pudiese hacerse cargo de la custodia de los cinco muchachos de manera provisional en tanto se definía una resolución definitiva. ¡Aleluya!, fue un gran triunfo de doña Petrona y de la ONG, a favor de los cinco trotamundos.

Una vez en casa de doña Petrona, Gerardo (Galpatrafo), guía de la Patrulla Trotamundos, reúne a los muchachos en círculo y con el puño derecho hacia el centro grita ¡uno para todos!, ¡todos para uno!, contestan los otros cuatro extendiendo su puño derecho igualmente hacia el centro, felices de estar nuevamente juntos.

Doña Petrona queda asombrada, nunca había visto algo similar. -¿Por qué hacen eso?, preguntó intrigada.
-Es nuestro grito de Patrulla, respondió Luca, el sub-guía.
-¿El qué?, preguntó doña Petrona sin entender nada de lo que le decían.
-¡Ah!, le voy a explicar –interrumpió Galpa-, es que nosotros cinco somos una Patrulla Quetz-Al, la Patrulla se llama Trotamundos.
-¿Y qué es eso?, ¿de qué me hablan?

Porfidio comenzó a relatar desde aquella vez que encontró bajo el puente, en donde se resguardaban en la ciudad de México, el hallazgo de un libro, el Manual de la muchacha y el muchacho Quetz-Al. Se trataba de un manual de Escultismo, pero de Escultismo alternativo, pues a diferencia del Escultismo tradicional proponía valores humanos o habilidades sicosociales más acordes con su condición social y su momento histórico. Dichos valores, como ya sabemos, son Auto-conocimiento, Creatividad, Pensamiento crítico, Responsabilidad, Solidaridad y Respeto, a diferencia de honor, lealtad, abnegación, pureza, obediencia ciega; principios propios del colonialismo inglés del tiempo de la reina Victoria, tiempo y lugar de origen del Escultismo tradicional (fines del siglo XIX y principios del XX). Para nuestros muchachos era más fácil entender los principios propuestos por el Proyecto Quetz-Al de Escultismo alternativo que los propuestos por el Escultismo tradicional. ¿Qué podría significar para ellos honor, lealtad, abnegación, pureza y obediencia ciega? Esos valores eran válidos para el ejército, para la policía o para Movimientos fascistoides, no para muchachos que pretendían formar su autonomía.

-¡Ah!, ya intendí –dijo doña Petrona-, pus esto sí qui es muy nuevo pa mí, ni siquiera en toda mi vida había oído de eso… ¿cómo dicen qui si llama?
-Escultismo, al menos así dice el Manual.
-¿Y quí is lu qui hacen?
Los muchachos con espíritu de entusiasmo le explicaron acerca de las actividades en el campo y de la organización de la Patrulla, lo que dejó a doña Petrona verdaderamente sorprendida.
-¿Así qui hasta tienen su propia tesorería y su libro di cuentas?, ¡vaya!, esu sí qui mi sorprende, piro ahura qui mi dicen lu di las salidas al campu mi imagino qui van a quirir salir a sus ixcursiones, ¿no?
-Pus sí, doña Petrona, pero sólo cuando usté nos dé permiso.
-Bueno, primero qui nada ya saben qui tienen quir a liscuela, mañana mesmo los tengo qui llevar por órdenes dil juez qui consiguió su libertá bajo mi custodia, isa jué la condición.
-Si, doña Petrona, ya sabemos y estamos dispuestos.
-Pur las tardes mi tienen qui ayudar en el puesto, pus yo solita no lus puedo mantiner.
-Claro que sí, doña Petrona, no se preocupe por eso, al contrario, le estamos muy agradecidos.
-Luego los sábados y domingos is cuando aquí hay muncho más trabajo, piro si lis parece bien lis voy a dijar libre un domingo al mes pa qui si vayan al campo.
-Cuando se pueda, doña Petrona, si no, no se preocupe, nosotros le vamos a ayudar en todo lo que se pueda.
-Sí, mis muchachitos, ya lo sé, piro sí mi daría muncho gusto qui conocieran il campo di mi Istado, van a ver quí bonito es, aunque sea pur aquí cerquita, qui puedan ir y vinir el mesmo día. Y tú, mi Porfidito, dintro di poco vas a ser mi contador in il puesto. ¡Ah!, y pur cierto, ya no mi digan doña Pitrona, díganmi aguelita, ¿si?

-¡Abuelita, abuelita!, gritaron felices los cinco trotamundos quienes la rodearon en un tan efusivo abrazo que le provocó le rodaran gruesas lágrimas por sus morenas y abultadas mejillas.

Gracias al licenciado Martín, el abogado de la ONG, mismo que desde hacía cuatro años se venía haciendo cargo del rescate de Pablo, el nieto de doña Petrona y hoy de sus cinco nuevos nietos, los cinco trotamundos lograron ser aceptados en la escuela rural del pueblo en el que habitaba doña Petrona desde su llegada a la ciudad de Oaxaca, un pueblo casi pegado a la metrópoli.

Para llegar a su puesto, en la plaza de Santo Domingo, tenía que abordar todos los días, a las cuatro de la mañana, el camión guajolotero que la dejaba a una cuadra. A los muchachos, sus nietos, les dejaba preparado el desayuno. Ellos, por responsabilidad propia, se levantaban temprano para llegar a la escuela a las ocho, pero antes dejaban la choza de adobe y teja en donde los alojaba doña Petrona bien aseadita.

Si bien Galpa y Luca habían pisado la secundaria antes de escapar de sus casas, ante la falta de papeles tuvieron que ingresar a sexto de primaria. A Poncho, Bruti y Porfi, previas pruebas de admisión, los ingresaron a tercero, todo provisionalmente mientras se lograban rescatar al menos sus actas de nacimiento; en algún lugar, en algún Registro Civil deberían estar, al menos eso se suponía, pues era necesario conocer su verdadera identidad. No obstante, los cinco muchachos habían tenido que proporcionar previamente los datos de sus familias respectivas, pues según la ley, éstas debían ser localizadas y notificadas del paradero de sus hijos.

Transcurrieron dos, tres, cuatro meses sin que aún, gracias a la tediosa burocracia, se resolviera nada definitivo, lo que tenía sin cuidado tanto a doña Petrona como a los trotamundos. Es más, para ellos era mejor que ahí quedara todo y se le diera carpetazo al asunto, como suele suceder cuando se trata de personajes influyentes, pero ellos, por desgracia, no lo eran, así que la espera los mantenía en constante angustia.

Así como estaban, vivían felices los seis. Entre semana, doña Petrona se iba a su puesto muy de madrugada para tener listo el desayuno que vendía con éxito en su modesto puesto mientras sus cinco nuevos nietos acudían a la escuela del pueblo. En cuanto estos salían se iban de volada en el guajolotero para ayudar a la recién estrenada y muy querida abuela en su puesto en donde permanecían hasta el cierre del mismo, ya entrada la noche. En el transcurso de la tarde se turnaban sus ratos libres para hacer sus tareas escolares. Sus profesores, por cierto, daban muy buenos reportes tanto en conducta como en aprovechamiento, ya los etiquetaban incluso de alumnos ejemplares.

Su trabajo en el puesto consistía en ayudar a cocinar, atender a la clientela, servirles, recoger las mesas, lavar los trastos, mantener limpio el local, en fin, trabajo que desempeñaban con gran alegría, pues nunca antes en sus vidas los muchachos habían vivido como en aquellos momentos, dentro de una verdadera familia formada por cinco hermanos muy estrechamente unidos bajo el inmenso amor maternal de una abuela. Ese era el mejor momento de sus tiernas, pero maltratadas vidas, ¿por qué iban a querer una resolución legal contraria a su verdadero y real bienestar?, ¡mejor que hay muera y que nos dejen en paz!, seguramente pensaban.

Un domingo al mes, como lo prometió la abuela, los trotamundos visitaban diferentes lugares que la abuela les recomendaba. Como el puesto de antojitos oaxaqueños iba en franca subida desde que los trotamundos comenzaron a ayudarle, la abuela también decidió, por primera vez, darse su merecido descanso precisamente el mismo domingo en que los muchachos salían a su excursión Quetz-Al por los alrededores de la capital oaxaqueña. De vez en cuando ella los acompañaba y así podía explicarles en directo, sobre la misma vivencia, algunas cosas típicas del lugar gracias a sus ancestrales conocimientos, cultura que había adquirido de generación en generación sin necesidad de libros, sino de la sabia palabra indígena. La abuela, doña Petrona, era descendiente del pueblo zapoteco.

Nuestros héroes, los trotamundos, disfrutaban por primera vez de la vida familiar, ¡esa sí que era vida familiar!, no la que habían tenido en sus respectivas familias biológicas -muy disfuncionales- antes de conocerse. No siempre las familias biológicas son debidamente funcionales.

Un domingo saliendo de misa

-Oigan, ¿por qué no en vez de ir a desayunar al club vamos otra vez a ese puestesillo de allí enfrente?, no está mal, ¿o sí?
-Pues no, no está nada mal, Hillary, esa india guisa muy rico, lo malo es que va pura chusma.
-Sí, ya lo sé, pero es que traigo una idea en mente.
Los otros tres la vieron con asombro.
-¿Una idea?, -dijo Johnny-, ¿qué idea?
-Pues, la india esta guisa muy bien, muy sabroso, ¿no?, y últimamente como que atrae a más clientela, ¿o no se han fijado?
-Creo que Hillary tiene razón –dijo Franky-, yo sí me he fijado, como que estos últimos domingos he visto el puestesillo más lleno, pero ¿a qué te refieres con que tienes una idea en mente?
-Pues… me refiero a que podríamos hacer buen negocio.
-¿Buen negocio?, ¿cómo?, dijo Johnny.
-Pues… este… ¡bueno…! podríamos poner un restaurante de lujo aquí frente a la plaza con los mismos platillos que prepara esa india.
-¡Ja!, ¿tu crees?, ¡nos va a hacer competencia!
-No, para nada, ¿o crees que esos nacos que van a ese puesto van a pagar un restaurante de lujo como el que podríamos poner nosotros?
-Mmm, no, no creo. El problema es poder igualar la sazón de esta india, no creo que algún otro cocinero lo pueda hacer.
-Por supuesto que sí, ya tengo contactado a un chef que estudió en Paris y en Madrid, lo único que necesita, según me dijo, son sus recetas.
-Pues… no es mala idea, esa pinche india no creo que pida mucho dinero por sus recetas.
-¿Dinero?, no, querido Franky, ¿cómo crees que nos vamos a rebajar pidiéndole que nos venda sus recetas? Nosotros somos gente decente, de abolengo, no tenemos que andar pidiendo favores a nadie, menos a una miserable india.
-¿Entonces qué?

********

¿Qué estarán tramando los fervientes “cristianos” estudiantes de la universidad católica más prestigiada del Estado? ¿Qué negocio traerán entre manos? ¿Qué pensarán hacer a doña Petrona y de pasada a los trotamundos con el fin de fraguar el futuro negocio? No te pierdas el siguiente capítulo.

CONTINUARÁ.