martes, 29 de junio de 2010

Tlacuillo
Corazón de Niño/Quetz-Al
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
EHECATEPETL (cerro del viento)
“EN EL UMBRAL DE LA ADOLESCENCIA FRENTE A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS NIÑOS DE LA CALLE”
TROTAMUNDOS XXI
Lince Hambriento

Tráfico de niños
SINOPSIS

En el capítulo anterior, los Trotamundos se han instalado bajo un puente a la salida de Ecatepec, en donde por cierto no les va nada bien debido a que tienen que “mocharse” con casi el 70 por ciento de sus ganancias con el jefe de crucero y con el policía de tránsito para que les permitan trabajar.

Ya han cumplido como 15 días en el lugar; una tarde se acerca un señor llamado Prudencio Benavides, quien les advierte que hay vecinos a quienes no agrada su presencia, porque “afean” la vista además de que temen lleguen más niños de la calle. Les ofrece entonces una alternativa: “en Estados Unidos hay buen trabajo para ustedes y podrán ganar en dólares”. Los muchachos, en su desesperación, no lo piensan mucho y acceden realizar el viaje hasta la frontera norte a bordo de la lujosa camioneta propiedad de don “Prude”.

Ya en la frontera, don Prudencio los entrega a don Pepe, un “pollero”, con quien tenía tratos desde hacía mucho tiempo.


CAPÍTULO XXI

Los Trotamundos ingresan a territorio estadounidense en calidad de indocumentados

Era una noche estrellada, pero sin luna, lo que disminuía la posibilidad de ser descubiertos por la “migra”.

Como a las dos de la madrugada la caravana hizo una breve pausa para descansar unos minutos.

-Vamos con rumbo al noroeste, dijo Porfi.
-¿Y cómo lo sabes, si ni traemos brújula?
-Por las estrellas. ¿Ven ese montoncito de estrellas?, se llama constelación de Orión. Las tres estrellas alineadas que mucha gente en mi pueblo conoce como los “Tres reyes magos”, es el cinturón. ¿Ven ese otro grupito más pa´rriva como de tres estrellitas?, es la cabeza. Si trazamos una línea recta desde la estrella de en medio del cinturón hacia la cabeza y la seguimos hasta el horizonte, ese es el norte verdadero, no importa la hora que sea, porque las estrellas siempre se están moviendo, pero de todos modos nunca se equivocan, siempre apuntan al norte verdadero.


Constelación de Orión

-¡Ah, chingá!, y eso lo aprendiste en tu pueblo?
-Ps aluego, eso lo sabe cualquier campesino, pero también viene en el manual Quetz-Al, léanlo y verán.

-¿Por qué dices “norte verdadero” –preguntó Bruti- ¿qué hay norte falso?
-Buena pregunta, dijo Luca.
-Lo que pasa, según el manual, es que hay un norte magnético y un norte verdadero. El norte verdadero es el mero centro del Polo Norte, en cambio el norte magnético, “asegún dice el Manual”, está situado en una isla en el norte de Canadá, la cual se encuentra varios kilómetros al Suroeste del Polo. Como esa isla tiene “muncho” magne… magne…
-¡magnetismo!, expresó Luca.
-¡Eso!, entonces las brújulas en vez de apuntar al centro del Polo Norte, que es el norte verdadero, apuntan a esa isla, que es el norte magnético y “tons” hay que hacer un ajuste. Ese ajuste varía “asegún” donde te encuentres, yo calculo que aquí debe haber una desviación como de 12 o 13 grados al Este, pero las estrellas no nos engañan, siempre son exactas.
-No, ps sí, tú sí sabes.
-Pos por eso leo el Manual.

Los casi cincuenta niñas y niños, al borde del agotamiento, echaron su maleta al hombro y prosiguieron su abrumante caminata nocturna en pleno desierto. Conforme avanzaban topaban a la orilla del camino con restos óseos de humanos, desde cráneos hasta extremidades; múltiples huesos dispersos seguramente por acción de los depredadores de la zona. Estos restos humanos eran testigos de lo ya advertido por los guías: “el que se atrasa se queda”.

Poco antes de las seis de la mañana el cielo empezaba a clarear, los niños de la caravana iban sumamente agotados, no sabemos cuántos se quedaron en la mitad del camino presas del cansancio, la deshidratación y a merced de los depredadores naturales del desierto. Pese a las extremas condiciones, los Trotamundos siempre se mantuvieron juntos.

Poco después de las ocho de la mañana, la caravana arribó al lugar de destino; había dos bodegones, uno para las niñas y otro para los niños. El lugar estaba rodeado por cientos y cientos de hectáreas de sembradíos rodeado de agrestes montañas. Desde allí no podía vislumbrarse vestigio alguno de zona urbana en la cercanía, de noche no había más iluminación que la de las estrellas y la luna -cuando había- y obviamente no había camas, todas y todos tenían que dormir en el suelo.

Al hacer el conteo se percataron que faltaban dos niñas y un niño, pero ya no podía hacerse nada por ellos, seguramente morirían en medio del desierto y sus restos aparecerían regados a lo largo del camino como los otros tantos y tantos restos esparcidos sin que nadie se preocupara por identificarlos. Total, ya ni modo, al fin y al cabo, con la venta de los demás, las ganancias se podían compensar.

-¡Arriba, huerquillos güevones, a trabajar! Eran las cuatro de la madrugada y en 10 minutos tenían que estar listas y listos en el patio del albergue, en total eran poco más de cien. Quienes ya llevaban un tiempo tuvieron que enseñar a los recién llegados cómo realizar el trabajo agrícola, el cual era tedioso y muy agotador, sobre todo durante las horas del mediodía bajo el lacerante sol y con temperaturas de más de 42 grados centígrados.

Durante su primer día de trabajo los Trotamundos presenciaron cómo casi 10 niñas y niños cayeron deshidratados ante el inmenso calor y lo único que hacían los capataces era arrastrarlos a un lugar sombreado en donde les proporcionaban un poco de agua.

Conforme pasaban los días iban conociendo más niñas y niños que se encontraban en las mismas condiciones.
-¿Y tú Paco, de “onde” vienes?
-Yo, de un pueblo de San Salvador y mi amigo Manolo viene de Guatemala.
-Pos se ve que de Guatemala se vino a “Guatepior”, interrumpió una chica a la que apodaban la “Kikis”, pero su nombre era Alicia.
-¿Y tú de “onde” vienes?
-Yo de Arizona.
-¿Y on´ta eso?
-Pos cerca de aquí, en los Estados Unidos, ¿qué no saben?
-Yo sí, dijo Galpa, todavía me acuerdo de la geografía, ¿no ven que estudié hasta primero de secundaria?
-¿Y cómo llegaron aquí?, preguntó Luca intrigado.

Manolo era un muchacho de 16 años originario de un pueblo de Guatemala cercano a la frontera con Chiapas. Paco, de 14, venía de un pueblo de la República del Salvador y Kikis, de 13 años, era madre de un bebé de cuatro meses al que aún amamantaba y para ello tenía que llevarlo cargando a su espalda a su faena diaria. Cada uno empezó a contar su historia.

-A mí, contó Manolo, me llevó la fregada cuando tenía 13 años. Yo vivía con mi familia: mi mamá, mi papá, mi hermano Pedrito que entonces tenía diez años, mi hermanita Chuchis de ocho, mi hermanita Carmelilla de seis y Ramoncito, el más chiquito, tenía apenas dos años, pero el ejército me los mató y quemó la casita donde vivíamos. Yo me salvé, porque en ese momento esta jugando fut-bol con mis amigos, pero cuando llegué a mi casa me encontré con…, con… -no pudo terminar de contar, porque le ganó el llanto-.
-¿Y qué hiciste?
-Un vecino me dijo que me escapara, porque si no igual me iban a matar. Yo no quería escaparme, yo quería morirme junto con mi familia, pero don Cirilo, el vecino, me llevó casi a la fuerza hasta la frontera de Chiapas. Después de unos días de andar por ahí vagando unos señores me agarraron, me encerraron varios días en un bodegón como éste y luego me trajeron encerrado en un trailer junto con otros, éramos como cincuenta, todos encimados, hasta acá. Así viajamos como cuatro días sin comer y sin tomar agua, desde entonces estoy aquí, ya llevo como tres años.
-¿Y por qué mataron a tu familia?
-Creo que mi papá pertenecía a una organización de campesinos a la que no quería el gobierno.
-¡Chale!, dijo Poncho, no ps eso sí que está cañón.
-Si, me cai. ¿Y tú, Paco?

-A mí me pasó casi igual, hace como un año. Los soldados mataron a mi papá, mi mamá y a mis dos hermanitos más chicos, sólo nos salvamos mi hermano que tenía 20 años y yo. También nos escapamos a Chiapas, pero al cruzar la frontera a mi hermano José le dieron un tiro en la cabeza. Yo no sabía que hacer hasta que igual que a Manolo unos señores me llevaron por la fuerza, me tuvieron varios días encerrado y luego me trajeron en un trailer hasta la línea, de ahí nos trajeron a pié en la noche hasta acá.
-¿Y a tu familia, los mataron por lo mismo?
-Si, por lo mismo, el gobierno de mi país no quiere que los campesinos reclamen sus derechos, según me explicó mi hermano José. Yo también me quedé solo, como Manolo. Aquí nos conocimos y es mi mejor amigo. Pero no crean que somos los únicos, aquí hay muchos que están por lo mismo.

-¿Y tú, Kikis, cómo llegaste?
-Pues yo nací en Fénix, Arizona, aquí en los Estados Unidos. Fui hija única, mis papás son mexicanos, pero ya tenían muchos años viviendo en Fénix, ahí se conocieron. Una noche, en la madrugada, hace como un año, entraron muchos policías a mi casa, rompieron la puerta y nos llevaron a los tres a una oficina. Al otro día echaron a mis papás a México, que porque eran ilegales y a mí por ser gringa me mandaron a una casa de huérfanos, pero como a los tres meses una señora me sacó en la madrugada, me entregó a unos señores y esos señores me trajeron aquí en una camioneta, pero en el camino me violaron. Hace cuatro meses tuve aquí a mi hijito sin que viniera ningún doctor; me ayudó doña Josefa, esa señora gorda que nos vigila día y noche.
-¿Y hablas inglés?
-Desde luego, yo aquí nací y fui a la school. Yo hablo hispano and english. En mi casa hablábamos hispano y con mis amigas, como todas eran hijas de mexicanos o de Centroamérica, some times hablábamos en hispano y some times in english, pero en la school tenía que hablar sólo english.
-¡Ah!, ta “güeno”.

-Oye Luca, ¿como cuántos días llevamos aquí?
-Ps quién sabe, pero ya un chingo. ¿Cómo cuántos días crees que llevemos, Galpa?
-¡Uta!, bien, bien no sé, pero calculo que como seis meses.
-¿Tú crees? ¿Y cuándo nos empezarán a pagar?, ya vez que don Prude dijo que nos iban a pagar en dólares.
-Pos sí, voy a ver si puedo hablar con el mero, mero, a ver qué me dice.

-Oiga, el señor don Prude, el que nos trajo a la línea nos dijo que nos iban a pagar en dólares, pero hasta ahorita no hemos recibido nada.
-¿Cómo que nada?, ¿y los gastos del viaje desde donde ustedes vienen?, todo eso tuvo un costo en dólares y por lo tanto ustedes están en deuda, misma que tienen que pagar con trabajo, además les estamos dando comida y hospedaje, ¿qué más quieren?
-¿O sea que tenemos que pagar esa deuda que usted dice?, ¿por cuánto tiempo?
-El que sea necesario y no me molestes, huerco, tengo “muscho” trabajo.

Cuando Galpa transmitió la mala noticia a los demás trotamundos toda su esperanza se les vino abajo, no podían creer que habían sido víctimas del tráfico de menores para el trabajo esclavizado en un campo agrícola de un país extraño y hostil, sobre todo porque eran inmigrantes sin papeles, es decir, indocumentados, ilegales. Lo peor era que estaban totalmente aislados, en un extensísimo campo rodeado de montañas desde donde no se podían ver rastros de ninguna población cercana. La única carretera visible era la que llegaba justamente al albergue en el que estaban literalmente presos, allí sólo entraban y salían las lujosas camionetas propiedad de los capataces y de los dueños, así como los camiones que llegaban vacíos y salían cargados de producto, los cuales eran previamente inspeccionados por guardias especiales para impedir que algunos niños pudiesen escapar como polizontes.

-¿Y qué vamos a hacer entonces?, preguntó Poncho angustiado.
-Tenemos que hacer algo, dijo Porfi. Este lugar está “pior” que la hacienda en donde vivía con mi abuelita allá en Oaxaca.

Esa referencia les hizo recordar a la abuela Petrona, lo que les obligó a hacer una pausa de silencio acompañada de felices y tristes recuerdos envueltos en el rocío que espontáneamente brotó de sus tiernos y nostálgicos ojos.

Días pasaban y a diario presenciaban con horror cómo niñas y niños caían presas del cansancio y el calor sin que se les volviese a ver. A diario desaparecían cuatro o cinco infantes sin que nadie informara nada sobre su paradero, pero cada cuatro o cinco días llegaban refuerzos, todos menores procedentes de México y Centro América. Esto sucedía en pleno siglo XXI, cuando se suponía que la esclavitud había sido abolida hacía más de cien años.

-Oigan, dijo Porfi, tengo una idea.
-¿Cuál?
-He estado leyendo en el manual algo sobre Exploración y Supervivencia y a lo mejor podemos escaparnos.
-¡A caray!, ¿Y cómo, si ni siquiera sabemos “ónde” estamos?
-¿Se acuerdan que les dije cómo guiarnos por las estrellas?
-Si, algo de los “tres reyes magos”.
-“Pus” “déso” se trata. He estado observando que la carretera va de aquí al Este, eso quiere decir que hacia el Este hay algo, algún pueblo, pero no nos podemos escapar siguiendo la carretera, “pos” luego, luego nos agarrarían, lo que tenemos que hacer es salir escondidos por el monte y caminar siempre de noche hacia el Este siguiendo las estrellas.
-Pos mira, no es tan “jendepo” el “chinpe” “Forpi”, dijo Bruti.
-Parece buena idea, dijo Galpa, pero hay que planearla muy bien, porque si nos perdemos en el desierto ya nos jodimos.

Más de 20 días pasaron para que los Trotamundos pudieran hacer un plan. Porfidio no sólo la hacía de tesorero, también de secretario y bibliotecario de la Patrulla, si bien el único libro que tenían era el Manual Quetz-Al. Por las noches, ya a la hora de descanso, Porfi casi a escondidas se arrimaba bajo uno de los escasos faroles desparramados en el campamento de niños-esclavos y se ponía a estudiar el manual detenidamente, pues él, con tan escasos conocimientos académicos y nula escolaridad -apenas leía, escribía y hacía las cuentas de la tesorería- se esforzaba enormemente para comprender el Manual y poderlo explicar a sus hermanos de aventura durante los pocos ratos en que podían reunirse fuera de la vista de los capataces. Era muy difícil, pero se las ingeniaban, pues sabían que de ahí podía depender su futuro inmediato: vivir como esclavos hasta que un accidente o una enfermedad los privara prematuramente de la vida, o escapar en busca de mejores oportunidades. Sabían que eso no lo podrían lograr solos, permanecer unidos era su única salvación, por eso eran “uno para todos, todos para uno”. La ventaja de Porfi era su naturaleza indígena, pues ello le confería, tal vez genéticamente, un mejor entendimiento y capacidad de adaptación en la armonía con la naturaleza. La vida del campo, después de todo, no le era ajena.


…CONTINUARÁ

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