martes, 29 de junio de 2010

Tlacuillo
Corazón de Niño/Quetz-Al
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
EHECATEPETL (cerro del viento)
“EN EL UMBRAL DE LA ADOLESCENCIA FRENTE A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS NIÑOS DE LA CALLE”
TROTAMUNDOS XXI
Lince Hambriento

Tráfico de niños
SINOPSIS

En el capítulo anterior, los Trotamundos se han instalado bajo un puente a la salida de Ecatepec, en donde por cierto no les va nada bien debido a que tienen que “mocharse” con casi el 70 por ciento de sus ganancias con el jefe de crucero y con el policía de tránsito para que les permitan trabajar.

Ya han cumplido como 15 días en el lugar; una tarde se acerca un señor llamado Prudencio Benavides, quien les advierte que hay vecinos a quienes no agrada su presencia, porque “afean” la vista además de que temen lleguen más niños de la calle. Les ofrece entonces una alternativa: “en Estados Unidos hay buen trabajo para ustedes y podrán ganar en dólares”. Los muchachos, en su desesperación, no lo piensan mucho y acceden realizar el viaje hasta la frontera norte a bordo de la lujosa camioneta propiedad de don “Prude”.

Ya en la frontera, don Prudencio los entrega a don Pepe, un “pollero”, con quien tenía tratos desde hacía mucho tiempo.


CAPÍTULO XXI

Los Trotamundos ingresan a territorio estadounidense en calidad de indocumentados

Era una noche estrellada, pero sin luna, lo que disminuía la posibilidad de ser descubiertos por la “migra”.

Como a las dos de la madrugada la caravana hizo una breve pausa para descansar unos minutos.

-Vamos con rumbo al noroeste, dijo Porfi.
-¿Y cómo lo sabes, si ni traemos brújula?
-Por las estrellas. ¿Ven ese montoncito de estrellas?, se llama constelación de Orión. Las tres estrellas alineadas que mucha gente en mi pueblo conoce como los “Tres reyes magos”, es el cinturón. ¿Ven ese otro grupito más pa´rriva como de tres estrellitas?, es la cabeza. Si trazamos una línea recta desde la estrella de en medio del cinturón hacia la cabeza y la seguimos hasta el horizonte, ese es el norte verdadero, no importa la hora que sea, porque las estrellas siempre se están moviendo, pero de todos modos nunca se equivocan, siempre apuntan al norte verdadero.


Constelación de Orión

-¡Ah, chingá!, y eso lo aprendiste en tu pueblo?
-Ps aluego, eso lo sabe cualquier campesino, pero también viene en el manual Quetz-Al, léanlo y verán.

-¿Por qué dices “norte verdadero” –preguntó Bruti- ¿qué hay norte falso?
-Buena pregunta, dijo Luca.
-Lo que pasa, según el manual, es que hay un norte magnético y un norte verdadero. El norte verdadero es el mero centro del Polo Norte, en cambio el norte magnético, “asegún dice el Manual”, está situado en una isla en el norte de Canadá, la cual se encuentra varios kilómetros al Suroeste del Polo. Como esa isla tiene “muncho” magne… magne…
-¡magnetismo!, expresó Luca.
-¡Eso!, entonces las brújulas en vez de apuntar al centro del Polo Norte, que es el norte verdadero, apuntan a esa isla, que es el norte magnético y “tons” hay que hacer un ajuste. Ese ajuste varía “asegún” donde te encuentres, yo calculo que aquí debe haber una desviación como de 12 o 13 grados al Este, pero las estrellas no nos engañan, siempre son exactas.
-No, ps sí, tú sí sabes.
-Pos por eso leo el Manual.

Los casi cincuenta niñas y niños, al borde del agotamiento, echaron su maleta al hombro y prosiguieron su abrumante caminata nocturna en pleno desierto. Conforme avanzaban topaban a la orilla del camino con restos óseos de humanos, desde cráneos hasta extremidades; múltiples huesos dispersos seguramente por acción de los depredadores de la zona. Estos restos humanos eran testigos de lo ya advertido por los guías: “el que se atrasa se queda”.

Poco antes de las seis de la mañana el cielo empezaba a clarear, los niños de la caravana iban sumamente agotados, no sabemos cuántos se quedaron en la mitad del camino presas del cansancio, la deshidratación y a merced de los depredadores naturales del desierto. Pese a las extremas condiciones, los Trotamundos siempre se mantuvieron juntos.

Poco después de las ocho de la mañana, la caravana arribó al lugar de destino; había dos bodegones, uno para las niñas y otro para los niños. El lugar estaba rodeado por cientos y cientos de hectáreas de sembradíos rodeado de agrestes montañas. Desde allí no podía vislumbrarse vestigio alguno de zona urbana en la cercanía, de noche no había más iluminación que la de las estrellas y la luna -cuando había- y obviamente no había camas, todas y todos tenían que dormir en el suelo.

Al hacer el conteo se percataron que faltaban dos niñas y un niño, pero ya no podía hacerse nada por ellos, seguramente morirían en medio del desierto y sus restos aparecerían regados a lo largo del camino como los otros tantos y tantos restos esparcidos sin que nadie se preocupara por identificarlos. Total, ya ni modo, al fin y al cabo, con la venta de los demás, las ganancias se podían compensar.

-¡Arriba, huerquillos güevones, a trabajar! Eran las cuatro de la madrugada y en 10 minutos tenían que estar listas y listos en el patio del albergue, en total eran poco más de cien. Quienes ya llevaban un tiempo tuvieron que enseñar a los recién llegados cómo realizar el trabajo agrícola, el cual era tedioso y muy agotador, sobre todo durante las horas del mediodía bajo el lacerante sol y con temperaturas de más de 42 grados centígrados.

Durante su primer día de trabajo los Trotamundos presenciaron cómo casi 10 niñas y niños cayeron deshidratados ante el inmenso calor y lo único que hacían los capataces era arrastrarlos a un lugar sombreado en donde les proporcionaban un poco de agua.

Conforme pasaban los días iban conociendo más niñas y niños que se encontraban en las mismas condiciones.
-¿Y tú Paco, de “onde” vienes?
-Yo, de un pueblo de San Salvador y mi amigo Manolo viene de Guatemala.
-Pos se ve que de Guatemala se vino a “Guatepior”, interrumpió una chica a la que apodaban la “Kikis”, pero su nombre era Alicia.
-¿Y tú de “onde” vienes?
-Yo de Arizona.
-¿Y on´ta eso?
-Pos cerca de aquí, en los Estados Unidos, ¿qué no saben?
-Yo sí, dijo Galpa, todavía me acuerdo de la geografía, ¿no ven que estudié hasta primero de secundaria?
-¿Y cómo llegaron aquí?, preguntó Luca intrigado.

Manolo era un muchacho de 16 años originario de un pueblo de Guatemala cercano a la frontera con Chiapas. Paco, de 14, venía de un pueblo de la República del Salvador y Kikis, de 13 años, era madre de un bebé de cuatro meses al que aún amamantaba y para ello tenía que llevarlo cargando a su espalda a su faena diaria. Cada uno empezó a contar su historia.

-A mí, contó Manolo, me llevó la fregada cuando tenía 13 años. Yo vivía con mi familia: mi mamá, mi papá, mi hermano Pedrito que entonces tenía diez años, mi hermanita Chuchis de ocho, mi hermanita Carmelilla de seis y Ramoncito, el más chiquito, tenía apenas dos años, pero el ejército me los mató y quemó la casita donde vivíamos. Yo me salvé, porque en ese momento esta jugando fut-bol con mis amigos, pero cuando llegué a mi casa me encontré con…, con… -no pudo terminar de contar, porque le ganó el llanto-.
-¿Y qué hiciste?
-Un vecino me dijo que me escapara, porque si no igual me iban a matar. Yo no quería escaparme, yo quería morirme junto con mi familia, pero don Cirilo, el vecino, me llevó casi a la fuerza hasta la frontera de Chiapas. Después de unos días de andar por ahí vagando unos señores me agarraron, me encerraron varios días en un bodegón como éste y luego me trajeron encerrado en un trailer junto con otros, éramos como cincuenta, todos encimados, hasta acá. Así viajamos como cuatro días sin comer y sin tomar agua, desde entonces estoy aquí, ya llevo como tres años.
-¿Y por qué mataron a tu familia?
-Creo que mi papá pertenecía a una organización de campesinos a la que no quería el gobierno.
-¡Chale!, dijo Poncho, no ps eso sí que está cañón.
-Si, me cai. ¿Y tú, Paco?

-A mí me pasó casi igual, hace como un año. Los soldados mataron a mi papá, mi mamá y a mis dos hermanitos más chicos, sólo nos salvamos mi hermano que tenía 20 años y yo. También nos escapamos a Chiapas, pero al cruzar la frontera a mi hermano José le dieron un tiro en la cabeza. Yo no sabía que hacer hasta que igual que a Manolo unos señores me llevaron por la fuerza, me tuvieron varios días encerrado y luego me trajeron en un trailer hasta la línea, de ahí nos trajeron a pié en la noche hasta acá.
-¿Y a tu familia, los mataron por lo mismo?
-Si, por lo mismo, el gobierno de mi país no quiere que los campesinos reclamen sus derechos, según me explicó mi hermano José. Yo también me quedé solo, como Manolo. Aquí nos conocimos y es mi mejor amigo. Pero no crean que somos los únicos, aquí hay muchos que están por lo mismo.

-¿Y tú, Kikis, cómo llegaste?
-Pues yo nací en Fénix, Arizona, aquí en los Estados Unidos. Fui hija única, mis papás son mexicanos, pero ya tenían muchos años viviendo en Fénix, ahí se conocieron. Una noche, en la madrugada, hace como un año, entraron muchos policías a mi casa, rompieron la puerta y nos llevaron a los tres a una oficina. Al otro día echaron a mis papás a México, que porque eran ilegales y a mí por ser gringa me mandaron a una casa de huérfanos, pero como a los tres meses una señora me sacó en la madrugada, me entregó a unos señores y esos señores me trajeron aquí en una camioneta, pero en el camino me violaron. Hace cuatro meses tuve aquí a mi hijito sin que viniera ningún doctor; me ayudó doña Josefa, esa señora gorda que nos vigila día y noche.
-¿Y hablas inglés?
-Desde luego, yo aquí nací y fui a la school. Yo hablo hispano and english. En mi casa hablábamos hispano y con mis amigas, como todas eran hijas de mexicanos o de Centroamérica, some times hablábamos en hispano y some times in english, pero en la school tenía que hablar sólo english.
-¡Ah!, ta “güeno”.

-Oye Luca, ¿como cuántos días llevamos aquí?
-Ps quién sabe, pero ya un chingo. ¿Cómo cuántos días crees que llevemos, Galpa?
-¡Uta!, bien, bien no sé, pero calculo que como seis meses.
-¿Tú crees? ¿Y cuándo nos empezarán a pagar?, ya vez que don Prude dijo que nos iban a pagar en dólares.
-Pos sí, voy a ver si puedo hablar con el mero, mero, a ver qué me dice.

-Oiga, el señor don Prude, el que nos trajo a la línea nos dijo que nos iban a pagar en dólares, pero hasta ahorita no hemos recibido nada.
-¿Cómo que nada?, ¿y los gastos del viaje desde donde ustedes vienen?, todo eso tuvo un costo en dólares y por lo tanto ustedes están en deuda, misma que tienen que pagar con trabajo, además les estamos dando comida y hospedaje, ¿qué más quieren?
-¿O sea que tenemos que pagar esa deuda que usted dice?, ¿por cuánto tiempo?
-El que sea necesario y no me molestes, huerco, tengo “muscho” trabajo.

Cuando Galpa transmitió la mala noticia a los demás trotamundos toda su esperanza se les vino abajo, no podían creer que habían sido víctimas del tráfico de menores para el trabajo esclavizado en un campo agrícola de un país extraño y hostil, sobre todo porque eran inmigrantes sin papeles, es decir, indocumentados, ilegales. Lo peor era que estaban totalmente aislados, en un extensísimo campo rodeado de montañas desde donde no se podían ver rastros de ninguna población cercana. La única carretera visible era la que llegaba justamente al albergue en el que estaban literalmente presos, allí sólo entraban y salían las lujosas camionetas propiedad de los capataces y de los dueños, así como los camiones que llegaban vacíos y salían cargados de producto, los cuales eran previamente inspeccionados por guardias especiales para impedir que algunos niños pudiesen escapar como polizontes.

-¿Y qué vamos a hacer entonces?, preguntó Poncho angustiado.
-Tenemos que hacer algo, dijo Porfi. Este lugar está “pior” que la hacienda en donde vivía con mi abuelita allá en Oaxaca.

Esa referencia les hizo recordar a la abuela Petrona, lo que les obligó a hacer una pausa de silencio acompañada de felices y tristes recuerdos envueltos en el rocío que espontáneamente brotó de sus tiernos y nostálgicos ojos.

Días pasaban y a diario presenciaban con horror cómo niñas y niños caían presas del cansancio y el calor sin que se les volviese a ver. A diario desaparecían cuatro o cinco infantes sin que nadie informara nada sobre su paradero, pero cada cuatro o cinco días llegaban refuerzos, todos menores procedentes de México y Centro América. Esto sucedía en pleno siglo XXI, cuando se suponía que la esclavitud había sido abolida hacía más de cien años.

-Oigan, dijo Porfi, tengo una idea.
-¿Cuál?
-He estado leyendo en el manual algo sobre Exploración y Supervivencia y a lo mejor podemos escaparnos.
-¡A caray!, ¿Y cómo, si ni siquiera sabemos “ónde” estamos?
-¿Se acuerdan que les dije cómo guiarnos por las estrellas?
-Si, algo de los “tres reyes magos”.
-“Pus” “déso” se trata. He estado observando que la carretera va de aquí al Este, eso quiere decir que hacia el Este hay algo, algún pueblo, pero no nos podemos escapar siguiendo la carretera, “pos” luego, luego nos agarrarían, lo que tenemos que hacer es salir escondidos por el monte y caminar siempre de noche hacia el Este siguiendo las estrellas.
-Pos mira, no es tan “jendepo” el “chinpe” “Forpi”, dijo Bruti.
-Parece buena idea, dijo Galpa, pero hay que planearla muy bien, porque si nos perdemos en el desierto ya nos jodimos.

Más de 20 días pasaron para que los Trotamundos pudieran hacer un plan. Porfidio no sólo la hacía de tesorero, también de secretario y bibliotecario de la Patrulla, si bien el único libro que tenían era el Manual Quetz-Al. Por las noches, ya a la hora de descanso, Porfi casi a escondidas se arrimaba bajo uno de los escasos faroles desparramados en el campamento de niños-esclavos y se ponía a estudiar el manual detenidamente, pues él, con tan escasos conocimientos académicos y nula escolaridad -apenas leía, escribía y hacía las cuentas de la tesorería- se esforzaba enormemente para comprender el Manual y poderlo explicar a sus hermanos de aventura durante los pocos ratos en que podían reunirse fuera de la vista de los capataces. Era muy difícil, pero se las ingeniaban, pues sabían que de ahí podía depender su futuro inmediato: vivir como esclavos hasta que un accidente o una enfermedad los privara prematuramente de la vida, o escapar en busca de mejores oportunidades. Sabían que eso no lo podrían lograr solos, permanecer unidos era su única salvación, por eso eran “uno para todos, todos para uno”. La ventaja de Porfi era su naturaleza indígena, pues ello le confería, tal vez genéticamente, un mejor entendimiento y capacidad de adaptación en la armonía con la naturaleza. La vida del campo, después de todo, no le era ajena.


…CONTINUARÁ
Tlacuillo
Corazón de Niño/Quetz-Al
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
EHECATEPETL (cerro del viento)
TROTAMUNDOS XX
“EN EL UMBRAL DE LA ADOLESCENCIA FRENTE A LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS NIÑOS DE LA CALLE”
Lince Hambriento


SINOPSIS

En el capítulo XIX, los trotamundos son nuevamente derrotados por la discriminación e hipocresía de las llamadas “clases decentes” y por la llegada del nuevo párroco quien, de manera prepotente, deshace de un plumazo todo el trabajo de tres meses emprendido por los muchachos con el apoyo del padre Gregorio, el anterior párroco de San Hipólito.

Los muchachos se ven obligados a abandonar la parroquia y recurren a don Manolo, un viejo discapacitado que en su adolescencia había perdido ambas piernas en un accidente en una mina del norte del país sin que le pagaran un solo centavo de indemnización.

Don Manolo, un hombre ya mayor, sin piernas, con muchos años de vivir de limosna en la plaza de San Fernando, advierte a los trotamundos sobre los peligros de ser “levantados” por la policía capitalina con fines de tráfico de personas.

La despedida entre don Manolo y los trotamundos fue muy emotiva y además significativa; don Manolo entendió muy bien la unión de los trotamundos como un verdadero equipo integrado: ¡uno para todos, todos para uno!, fue su despedida.


CAPÍTULO XX

Los Trotamundos se ven forzados a abandonar el templo de San Hipólito, en el Centro Histórico de la ciudad de México.

Sin ningún plan definido, nuestros cinco héroes abordan el Metro en la estación Hidalgo sin rumbo definido, llegan así al norte de la ciudad a un lugar llamado Indios Verdes, denominado así por la presencia de un monumento cuyas estatuas en bronce representan a unos indios prehispánicos en color verde opaco. Alrededor de la estación se encuentran decenas y decenas de puestos instalados en las banquetas que venden desde chicles hasta discos (DVDs.) “piratas”.

-¡Uta!, esto sí que está hasta la madre de repleto.
-Me cai que sí.
-¿Crees que aquí podamos hacer algo, güey? –preguntó Luca a Galpa.
-Ps´no sé, güey –contestó Galpa-, primero tenemos que ver qué onda, ¿no?
-¿Tons, qué hacemos “orita? –preguntó Bruti-.
-Ps, “orita-orita”, yo creo que tenemos que esperar aquí hasta que anochesca, En la noche ya veremos “ónde” quedarnos a dormir y, mañana… ps´a ver qué sale –dijo Galpa-.
-Yo ya “mi ando miando” –dijo Poncho.
-Te acompaño, -dijo Luca-.
-Lo acompañamos, -dijeron los demás-; “un mexicano nunca mea solo”.

Fácilmente encontraron un mingitorio público al que por tres pesos por cabeza pudieron entrar los cinco. Su “instinto” de conservación -¿o experiencia?- les decía que en medio de ese mundo tan hostil, ya conocido por ellos, por ningún motivo debían separarse. Estaban en lo correcto. ¿Cómo dejar a Poncho, de escasos nueve años, próximo a cumplir diez, ir solo a un mingitorio público en medio de un ambiente tan inseguro, sobre todo tratándose de un niño totalmente vulnerable y fácil presa del tráfico de menores? A lo mejor –muy probablemente- este razonamiento lógico no lo tenía ninguno de ellos –ni Galpa- tan concientemente elaborado, pero al menos tenían sentido común, un sentido común fincado en sus propias experiencias de manera individual y en sus experiencias de manera grupal: “uno para todos… todos para uno” o, como bien lo dijeron: “un mexicano nunca mea solo”.

Cayó la noche en medio del aire contaminado de humo y una mezcla de olores fétidos y de distintos aromas de la comida que se expendía en los puestos. Los últimos expendios de comida empezaron a cerrar hacia la una de la madrugada, poco después que la estación del Metro cerraba puntualmente. Los trotamundos pudieron cenar a su entero gusto gracias a los fondos que habían ahorrado con el comedor comunitario de San Hipólito.

-Con estas enchiladas quedé a toda madre.
-Ps, yo también.
-¿Y “ora” qué hacemos?
-Ps vamos a buscar “ónde” podemos dormir, ¿no?
-No, ps´sí.
Hacía frío y el único lugar más o menos agradable que pudieron encontrar fue el fondo de la escalinata que conduce al Metro. Allí se tendieron y por fortuna pasaron una noche tranquila, nadie los molestó hasta las seis de la mañana en que se abrieron las puertas para dejar pasar a cientos y miles de usuarios. La pregunta que se hacían y que para nada los dejaba tranquilos, sobre todo a Galpa y Luca, los principales responsables de la Patrulla, era ¿y ahora qué?

Lo importante era no separarse, pues “intuían” que su condición de menores en situación de calle los hacía fácil presa del crimen organizado, aunque no lo conocieran por ese nombre. Estudiaron estratégicamente los alrededores, lo cual les costó más de una semana. Finalmente decidieron acudir a un punto en donde varios vehículos entran y salen de Ecatepec a Pachuca y viceversa por la carretera federal. Allí había un crucero en el que podrían por lo menos limpiar parabrisas a los autos que se detenían en los semáforos. Pero las condiciones no les eran ajenas; para poder trabajar tenían que “mocharse” cada uno con una cuota para el “jefe” del crucero y otra para el policía, pero no les quedaba de otra, lo importante era trabajar sin tener que separarse. Esta nueva circunstancia los obligó a cambiar de lugar de vivienda; del Metro Indios Verdes, donde inicialmente habían llegado, a un puente cercano al crucero donde trabajaban. Vivir bajo un puente no les resultaba nada extraño, ya lo habían experimentado en Iztapalapa, el extremo sur de la ciudad. ¿Qué mas daba vivir bajo otro puente?

Las cosas no resultaron tan fáciles. Los trotamundos, una vez instalados en el puente a la entrada de Ecatepec, empezaron a ser blanco de todo tipo de agresiones. Los habitantes de las colonias aledañas se empezaron a quejar de su presencia por “afear” el lugar. ¿Cómo iban a permitir que un grupito de niños mugrosos de la calle invadieran la vía pública de esa manera? Al rato seguramente llegarían más y más, con lo que aumentaría la ya de por sí importante e incontrolable delincuencia juvenil en la zona. Grupos de colonos, principalmente comerciantes, empezaron a solicitar a las autoridades del municipio su desaparición. ¿Cómo? ¿Asesinándolos como lo hacen las brigadas de la muerte en Brasil en pro de la “limpieza social”? En Brasil asesinan a los niños de la calle porque “afean” la ciudad. En México trafican con niños de la calle con fines de esclavitud, prostitución infantil y donación de órganos, pues resulta más lucrativo que matarlos.

Muchos países, entre ellos México, han firmado tratados internacionales en los que se comprometen a actuar en defensa de los derechos humanos de los niños de la calle, pero todo es bla, bla, bla, pues en la


Realidad, ningún gobierno, mucho menos el ultraderechista mexicano, hace algo por estos niños, pese a los múltiples convenios y tratados internacionales que hipócritamente se han atrevido a firmar.

Esa noche los Trotamundos, una vez reunidos bajo el puente, se preguntaron unos a otros:
-¿Cuánto sacaste hoy?
-13 pesos en todo el día y le tuve que dar 10 pesos al “jefe”, sólo me quedaron tres. ¿Y tú?
-Igual, yo saqué 17 pesos, menos los 10 para el “jefe”, sólo me quedaron siete.
-Ta´cabrón, ¿no?
-Ps, sí, pero ¿Qué más podemos hacer?

-¡Hola!, se acerca un señor dirigiéndose a Porfi quien se encuentra solo bajo el puente.
-¡Hola!, contesta Porfi.
-¿Tienen ya varios días por aquí, no?
-Mmm, pues… como 15.
-Sí, más o menos, ya los he visto, ¿pero son varios, no?
-Mmm, cinco… somos cinco.
-¿De dónde vienen?
-Pss, del Metro.
-¿Indios Verdes?
-Ps, sí, creo que así se llama.
-¿Y qué hacen aquí?
-Ps, andamos trabajando.
-Mmm, ya veo, ¿y tú, por qué estás aquí solo?
-Me tocó cuidar las cosas –le señala con un movimiento de cabeza el grupo de cinco mochilas amontonadas al pié de uno de los pilares que sostenían el puente-.
-¡Ah!, ¿y tú cómo te llamas?
-Porfidio, me dicen Porfi.
-¿Y cuántos años tienes?
-Ps, como 13.
-¿Y cuándo cumples los 14?
-No me acuerdo.
-¿Sabes?, me gustaría platicar con los cinco, ¿a qué hora podría encontrarlos juntos?
-¡Uh!, ps´como a las 11 de la noche.
-Está bien, hoy vengo a esa hora.

Luego de “joderse” todo el día en el crucero limpiando parabrisas, medio comiendo con el poco dinero que les quedaba después de tener que pagar su obligado tributo cotidiano al policía de tránsito y al “jefe” del crucero, tan sólo por dejarlos trabajar, los muchachos regresan al puente, su nueva “casa”, no sin antes llevarle a Porfi dos tacos fríos de pancita. Porfi los pone al tanto de la visita recibida al medio día.

Poco más de media hora pasó para que el mismo señor que horas antes había visitado a Porfi se presentara ahora ante los cinco muchachos.

-Mi nombre es Prudencio Benavides, me dicen don Prude. Yo paso por aquí a diario y desde hace como 15 días los he visto debajo de este puente. El problema es que muchos vecinos ya se han quejado de ustedes y si siguen aquí podrían hacerles algo.
-¿A sí?, -dijo Galpa un tanto indignado-, si sólo estamos trabajando, no robamos, no nos drogamos, no hacemos mal a nadie, ¿por qué no nos quieren?
-Pues es que… dicen que “afean” la vista y la gente tiene miedo de que vengan aquí más muchachos como ustedes.

Lo de “afean” la vista cayó en los muchachos como una bofetada a su dignidad, pues les recordó su experiencia en la catedral poblana.

Los niños de la calle son discriminados y estigmatizados por su condición y su aspecto. La llamada “gente de bien” no tolera su presencia, porque roban, se drogan en la vía pública y andan mugrosos y mal vestidos. Lo que no sabe ni entiende la “gente de bien” es que los niños de la calle son víctimas inocentes de un sistema corrupto y cruel que les niega sus Derechos Humanos.

-¿Y qué quieren que hagamos?, -volvió a contestar Galpa ya molesto-, ¿qué nos muramos?
-No, no se trata de eso –les dijo don Prude tratando de calmar los ánimos-, se trata de buscar una mejor solución.
-¿Cómo cuál?
-Pues si de veras quieren trabajar yo les puedo conseguir en dónde.
-¿…?
-Si, en el “otro lado…”, en los Estados Unidos.
-¿En los Estados Unidos? ¿Y cómo nos iríamos? Está bien lejos, ¿no?
-Por eso no se preocupen, yo me encargo, lo que sí les puedo asegurar es que allá podrán ganar en dólares y no en mugrosos pesos como aquí.
-¿En dólares?, ¿y qué tendríamos que hacer?
-Es trabajo fácil, sólo juntar un poco de algodón. Allí tendrían comida diario y, sobre todo, un cuarto dónde vivir solos y tranquilos. ¿Qué dicen?, ¿aceptan?
-Pues…, no sé –dijo Galpa-, primero tendríamos que platicarlo entre nosotros.
-El problema –dijo don Prude- es que yo mañana salgo a los Estados Unidos a las seis de la mañana y necesito saber desde ahorita si se animan para pasar por ustedes.

La oferta no parecía tan mala, después de todo, ¿qué les ofrecía este país, su propio país? A lo mejor en los Estados Unidos podrían encontrar una mejor oportunidad, ¿por qué no?, se dice que es el país más rico del mundo.

Los muchachos aceptaron y acordaron con don Prude estar listos antes de las seis del día siguiente.

Tal como acordaron, don Prude y un ayudante llegaron en su camioneta al puente a las cinco y media de la mañana, los muchachos ya estaban esperándolo con sus mochilas empacadas.
-¿Listos, muchachos?
-Si, ya estamos listos.
-O key, pues súbanse.

Los muchachos abordaron la amplia camioneta en la que podían viajar con la comodidad que nunca antes en su vida ninguno de ellos había experimentado. Sus asientos eran muy cómodos, tenía aire acondicionado, equipo de sonido estereofónico, televisión con DVD en donde podían ver las películas que don Prude traía, cristales polarizados, en fin, el mayor lujo que nunca antes habían disfrutado. El viaje duró tres días. Comían en restaurantes a la orilla de la carretera y pernoctaban en casas particulares en donde don Prude era viejo conocido, todo sin que les costara un solo centavo. Nunca antes nuestros héroes se habían dado tan lujosa vida. Chido, ¿no? Pero tan buena suerte no iba a ser duradera, las penurias comienzan cuando llegan a “la línea”, es decir, la frontera entre Estados Unidos y México.

-Pues ya llegamos, vengan para que les presente al señor que los va a cruzar al “otro lado”.
-¿Así que estos son de quienes me hablaste, Prude?
-Estos meros.
-Se ven fuertes.
-Ya lo creo, son chavos de la calle y al parecer no se drogan.
-¡Qué raro!
-Pues sí, la verdad es raro, pero aquí los tienes.
-Bien, muy bien. Esteee, muchachos, espérenme donde está aquella camioneta mientras platico aquí con don Prude.

-Bueno, Pepe, pues hay tienes nada menos que a cinco fuertes muchachos, muy trabajadores y que además no tienen vicios.
-Si, Prudencio, ahora ¿cómo nos vamos a arreglar?
-Pues como siempre, ya sabes.

En ese momento saca de su bolsillo derecho un papel, el cual extiende a la vista de Pepe.

–Pues esto es lo que me gasté del viaje por los cinco, más el precio por cada uno de ellos, en total me conformo con cincuenta, ¿qué te parece?
-Mmm, de acuerdo.

Ambos se dirigen a la “oficina” secreta de Pepe en un edificio de enfrente y entrega a Prudencio Benavides 50 mil dólares en efectivo, contantes y sonantes. Una vez contados, billete por billete, Prudencio los acomoda en un portafolio y aborda apresuradamente su camioneta sin siquiera despedirse de los muchachos.
-Súbanse, muchachos –invita don Pepe a los Trotamundos a abordar su lujosa camioneta-. Atraviesa la ciudad fronteriza, toma una desviación sobre la carretera y llega a una especie de bodega.

-Bien, pues aquí nos quedamos, así que bajen sus cosas.
Los condujo al interior de la bodega en donde, con sorpresa, vieron a más de 40 niñas y niños entre ocho y 16 años, todos tendidos en el suelo, pues no había un solo mueble, ni baño; a un lado de la única puerta había una letrina construida con troncos y ramas, pero ningún lavabo dónde lavarse ni las manos.

-Aquí van a dormir, les recomiendo que se duerman temprano, desde ahorita, pues salimos antes de media noche, por ahí de las once, más o menos.

Los muchachos eligieron un rincón en donde pudiesen estar juntos. Con trabajo dormitaron por ratos de manera intermitente, pues la temperatura bajo el techo de asbesto rebasaba los 42 grados centígrados y a las 11 de la noche fueron despertados por seis individuos, todos ellos adultos. Don Pepe estuvo presente, pero sólo para supervisar la salida, pues no los acompañó en el viaje que estaban a punto de iniciar.
-Muchachos –habló don Pepe- aquí estos señores los van a guiar al “otro lado” de la línea, tienen que obedecerlos, el que se atrase se queda, se puede perder y de seguro se muere; la caravana no puede estarse deteniendo para esperarlos. Que tengan buena suerte.
Después de dos horas de caminata nocturna…
-Bien, muchachos, pues ya estamos en la línea, a partir de aquí cada quien cuida por su vida, si alguien se atrasa por lo que sea, como dijo don Pepe, no nos vamos a detener. Tenemos que cruzar “a pata” muchos kilómetros de puro desierto. No podemos llevar lámparas, ni prender cerillos, ni fumar, pues nos puede localizar la “migra” (border patrol) y entonces no se la acaban, les disparan a quemarropa sin ninguna consideración y quedan aquí para alimento de los coyotes.

…CONTINUARÁ