miércoles, 26 de mayo de 2010

Trotamundos capítulo XIX

Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XIX
19-mayo-2010
Lince Hambriento


SINOPSIS

El padre Gregorio comunica al administrador, a los profesionales voluntariamente encargados del programa de rehabilitación a adictos, a los coordinadores Lety, Bruni y Sebas y, por supuesto, a los trotamundos, encargados del comedor comunitario, sobre la decisión del obispo de trasladarlo a otra parroquia. El padre Gregorio es emotivamente despedido por sus fieles con la canción de “las golondrinas”.

En su lugar, el obispo envía al padre Diego, un barbudo y canoso sesentón fumador de puro por demás déspota y arrogante quien, dos semanas después de su llegada ordena clausurar tanto las sesiones de rehabilitación a adictos como el comedor comunitario tan eficientemente conducido por los trotamundos. Eficiente no desde el punto de vista económico, sino desde el punto de vista humanitario.

El administrador personalmente es el encargado de comunicar con gran pena a los trotamundos que en menos de 24 horas, por órdenes del padre Diego, tendrán que desalojar el lugar y olvidarse del comedor comunitario.
CAPÍTULO XIX

En completo silencio y con semblante notoriamente triste, los cinco muchachos apenas adolescentes, una vez más son derrotados, no por la “suerte” ni por el “destino”, sino por la discriminación y la hipocresía de algunos sectores de la sociedad que se dicen “decentes”.

-¿Qué hacemos, Galpa?
-No sé. ¿cuánto tenemos en caja, Porfi?
Porfidio sacó de inmediato la libreta y rindió a toda la Patrulla las cuentas claras día por día, pues ya era todo un experto en la contabilidad.

-Pos´trabajamos en total 82 días, a un promedio de 15 comidas diarias de a 10 pesos, juntamos en total 12,300 pesos.
-¡Orale!
-Bueno, pero de aquí tuve que pagar a los que nos traínan las cosas de la Central de Abastos. Ya ven que al principio nos dieron chance de un mes, pero luego me pidieron que les pagara cada 15 días y por suerte, para no quedarles mal, ayer les pagué, así que con ellos estamos a mano. ¿Hay que ser honrados, no?
-No, ps´la neta sí.
El costo por comida era como de ocho pesos y sólo nos quedaban de ganancia dos pesos, así que nos quedan 2,460 pesos, pos´pagué 9,840 a los señores.
-¡Ujule!, pos nos quedó bien poquito.
-Bueno, no se quejen, acuérdense que desayunábamos, comíamos y cenábamos todos los días y además teníamos dónde dormir, como cuando estábamos con la abuela Petrona allá en mi tierra.

El recuerdo de doña Petrona caló profundamente en los muchachos, lo que los hizo hacer una pausa de silencio sólo interrumpida por el “roar” de los carros y los ruidosos microbuses. Las lágrimas humedecieron sus infantiles ojos, pero trataron de ocultarlo lanzando la mirada al piso con el cuello flexionado.

-Bueno, si es cierto, con dos mil y cacho la podemos hacer mientras encontramos otra cosa.
-Ps´sí, pero por lo pronto ¿qué hacemos?
-Tengo una idea, dijo Luca, ¿Por qué no vamos con don Manolo, el señor ese sin piernas que está siempre en el parque de junto? A lo mejor nos puede ayudar en algo.
-Mmm, buena idea, “ps” vamos a verlo.

-“Ps” sí, don Manolo, ¿cómo la ve?
-Muy cabrona, muchachos, muuuy cabrona.
-Bueno, pero tenemos una lanita que juntamos del comedor y tal vez podríamos comprar cosas como para lavar parabrisas, dar grasa de zapatos, ¡lo que se pueda!, aquí mismo en el parque o en la Alameda. Ya tenemos experiencia. Además ¿podríamos dormir aquí junto a “usté”?

-Ps, ¡qué les diré!, la mera “verdá” aquí corren “muncho” peligro. ¿Cuántos niños de su edad ven por aquí?
-Mmm, ninguno.

-“Pus” miren, yo tengo aquí “munchos” años y hace como cinco años aquí vivían más de cien niños como ustedes.
-¿Y qué les pasó?
-Los “jueron” levantando. Ahora, como ven, ya no hay ninguno.
-¿Levantando?
-Sí, a media noche venían “polecías” en sus camionetas y se llevaban a varios de estos niños. Algunos que han logrado escapar han venido a contarnos que los venden como esclavos para prostituirlos, para ponerlos a trabajar en fábricas clandestinas y hasta para quitarles sus órganos como ojos, riñones y qué se yo, “pos” “crio” que los venden. Es por eso que ya se ven muy pocos niños de la calle por estos rumbos. Ustedes tuvieron suerte, porque estaban dentro del templo gracias al padre Gregorio, pero ahora que los corrió el nuevo padre, ¿cómo se llama?
-Diego.
-¡Eso!, el padre Diego, “ps” “crio” que aquí les va a ser muy difícil quedarse. Por esta noche quédense aquí, debajo de esta banca, pero mañana temprano les aconsejo irse a otro lado. Si se quedan aquí al rato los van a ver y se los pueden llevar como han hecho con los otros niños, pos´parece que los niños como ustedes son sus favoritos.

Efectivamente, el parque de San Fernando, frente al panteón-museo del mismo nombre, estaba ocupado por mas de 30 o 40 personas de la calle en donde se veían tendidos, mochilas y hasta equipos de sonido, pero sus ocupantes, hombres y mujeres, eran adultos de muy diferentes edades, desde jóvenes hasta ya viejos como don Manolo, pero no había menores como antes.

Lo que don Manolo les relataba no les era del todo desconocido; Poncho y Porfi recordaban aquella noche en que se conocieron en un parque de Iztapalapa, cuando varios policías agredieron alevosamente a niños de la calle y “levantaron” a unas niñas que subieron a una patrulla y que jamás aparecieron. Los cinco muchachos recordaban también, aún con la memoria fresca, lo que don Andrés, expolicía y ahora taxista en Puebla, les había contado sobre el “levantamiento” de niños de la calle, como ellos, para prostituirlos con turistas extranjeros o para usarlos en la pornografía infantil.

La trata de personas en su forma de pederastia es un negocio tan redituable como el narcotráfico y como el tráfico de órganos. Muchos políticos de alto nivel, grandes empresarios y jerarcas clericales se encuentran secretamente metidos en esto, pues el rico nunca tiene llene y quiere cada vez más y más, aunque para ello tenga que recurrir a los crímenes más abominables.

Aún no terminaba de amanecer, cuando el ruido del tráfico vehicular que circula por las importantes avenidas laterales al parque de San Fernando, rebasaban en intensidad el “piar” de las muy escasas aves que, gracias a los pocos árboles que aún quedaban en pie, aún subsistían a la contaminación atmosférica en la ciudad con el mayor número de vehículos automotores circulantes en el mundo: ¡ocho millones! Qué diferencia con el concierto de la naturaleza y el límpido aire que respiraban en aquel pueblo de Oaxaca en donde vivían en la grata compañía de la abuela Petrona.

-Cuídense “muncho”, mis muchachitos, los vamos a extrañar los que íbamos a comer con ustedes. No sé adónde se puedan ir, aquí todo está muy peligroso y ni crean que el gobierno les va a ayudar. Yo veo que ustedes son una buena pandilla, les gusta el trabajo honrado, no se drogan, no andan robando como otros, pero ¿saben qué es lo más valioso de ustedes?, que siempre andan juntos, que se cuidan entre sí como si “jueran” hermanitos. ¡Yo qué hubiera dado por tener ese “previlegio” a su edad!, de seguro no andaría limosneando y sin piernas.
-Si, don Manolo, no lo vamos a olvidar, en cuanto podamos lo vamos a venir a visitar.
-Gracias hijitos, pero por mí no se “priocupen”, yo ya estoy viejo. No les deseo buena suerte, porque la suerte no existe, les deseo que sigan como van, ya verán que mientras sigan juntos y se ayuden mutuamente todo va a ir bien.

¡Uno para todos… Todos para uno!, gritaron los trotamundos y se despidieron -quizá para siempre- de don Manolo.

…CONTINUARÁ

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