TROTAMUNDOS CAPÍTULO XVII
Tlacuillo
Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
Lince Hambriento
SINOPSIS
En el capítulo XVI, como recordarás, los trotamundos por fin pudieron abrir el comedor comunitario en un anexo del templo de San Hipólito, en la ciudad de México, el cual era accesible hasta para los marginados del lugar, pues el costo de una comida corrida era de sólo 10 pesos.
Con este nuevo proyecto los trotamundos estaban aprendiendo cada vez más a trabajar y coordinarse en equipo como una verdadera patrulla escultista.
Don Manolo, entrevistado por jóvenes periodistas, revela una cruda realidad acerca de quienes viven en la calle, sobre todos los menores, pues con frecuencia son víctimas del tráfico de personas con fines de esclavitud y de prostitución, crimen en el que hasta altas esferas gubernamentales y empresariales, con el afán de hacer “limpieza social” bien podrían estar involucradas.
CAPÍTULO XVII
-Oye Porfi, ¿cómo salimos hoy? Preguntó Galpa.
-¡Uh!, ps yo creo que a toda madre, juntamos como más de 200 pesos y eso que fue el primer día, ahora que de aquí hay que descontar lo de las compras que les debemos a los que nos train las cosas de la central de abastos. Mañana va a venir ese señor administrador para ayudarme a hacer las cuentas.
-Ps ai la llevamos, ¿no creen?, dijo Luca.
-¡Ey! -contestó Poncho-, se ve que este padre Gregorio es tan a toda madre como el padre Damián, no como ese güey de Santo Domingo, el padre Felipe de Jesús.
-Tienes razón, pinche Poncho –interrumpió Luca- a mí se me hace que ese padrecito y los pirruris mandaron matar a la abuela Petrona, no sé por qué me late.
-¡Bueno! –protestó Bruti- ya jeden mordir que ya tengo mucho ñueso.
-Je, je, tienes razón güey, hasta ñamana.
Los trotamundos habían adaptado como dormitorio el mismo local del comedor con permiso del padre Gregorio y podían utilizar los sanitarios del templo. Para asearse y lavar su ropa tenían que ir a las fuentes que se encuentran al costado derecho de la Plaza Zarco.
Pasaron los días y el comedor iba viento en popa. Las utilidades no eran de ninguna manera lucrativas, pues el precio de 10 pesos por comida era casi el costo, pero al menos les permitía comer diario y tenían dónde pasar la noche seguros de las arbitrariedades y acosos de que son víctimas los menores que viven en la calle. Pero pronto surgieron los intereses de los poderosos. El padre Gregorio fue llamado por su superior a su lujosa oficina.
-Sabemos que está lucrando con un restaurante dentro de las instalaciones de la parroquia y queremos una explicación.
-Bueno, su eminencia, en realidad no es un restaurante, es un comedor comunitario al que asiste gente de muy bajos recursos, pues por 10 pesos hasta los mismos indigentes de la localidad acuden. Además yo tramité el correspondiente permiso ante ustedes y ante el gobierno de la ciudad y tengo ambas autorizaciones por escrito.
-El asunto no es ese, padre, el asunto es que debe pagar la contribución a la diócesis.
-Pero su eminencia, como ya le expliqué, no se trata de un restaurante lucrativo, se trata de un comedor comunitario en donde prácticamente no hay ganancia más que para su subsistencia, se lo puedo demostrar con los libros de contabilidad.
-Pero hay otro problema, padre, sabemos que ese restaurante al que impropiamente llama comedor comunitario está en manos de unos mocosos ignorantes que ni siquiera van a la escuela y que sabrá Dios de qué familias provengan.
-Así es, su eminencia, son cinco niños de la calle con muchas ganas de superarse.
-No me venga con cuentos, padre, un buen cristiano proviene de una familia decente, ¿cómo cree que esos niños provenientes de familias desechas pueden ser buenos cristianos? Su destino ya está marcado y es ni más ni menos que la delincuencia.
-¿De veras cree usted, su eminencia, que el destino de cada quién ya está marcado?
-Me extraña que me lo pregunte, usted lo debe saber bien, ¿acaso no fue al seminario? En fin, he estado pensando en su situación y he decidido cambiarlo de parroquia.
-Lo que usted decida, su eminencia, no estoy más que para obedecer sus órdenes en nombre de Dios, pero ¿podría saber cuál es la razón de mi traslado?
-Ya se lo dije, no puede utilizar las instalaciones del sagrado templo para hacer un negocio que no aporte utilidades a la iglesia.
-Entiendo, su eminencia.
-Puede usted retirarse, padre, tengo otros asuntos importantes que atender. Le ruego espere la orden por escrito para su traslado.
El padre Gregorio salió de la lujosa oficina del obispo pensativo y acongojado. ¿Existe el destino?, se preguntaba. ¿Por qué Dios permite que niños como los trotamundos caigan en una tras otra y otra desgracia?, ¿qué pecado cometieron a su tierna edad? Para el padre Gregorio era un enigma que desde el punto de vista religioso no se podía explicar. ¿Habrá quizá otra explicación, tal vez de tipo político y social?
El padre Gregorio llegó al templo abatido, veía toda su labor humanitaria de varios años de esfuerzo que parecía culminar con el proyecto de los trotamundos a punto de derrumbarse en el precipicio. ¿Por qué?, trataba de entender por más esfuerzo que hacía. ¿Será realmente la voluntad de Dios? En el fondo lo dudaba, pero en su calidad de sacerdote no lo podía admitir, no le quedaba de otra más que obedecer y someterse a la jerarquía eclesiástica de su religión.
-Malas noticias, dijo el padre Gregorio a su administrador. Su eminencia el obispo me cambia de parroquia, porque considera inadecuado lo del comedor comunitario.
-¿Cómo?, ¿por qué?, ¿qué tiene de inadecuado?
-Según lo que entendí es que el comedor no aporta dividendos a la diócesis.
-¿Pero cómo va a aportar dividendos, si se trata de un servicio social sin fines de lucro, sino de solidaridad con los más desvalidos y en el que gracias a Dios contamos con esos magníficos muchachos que se llaman trotamundos?
-Yo pienso lo mismo, pero su eminencia, el señor obispo, no lo piensa así y yo no tengo de otra más que obedecer.
-Pues qué lástima por estos muchachitos. Ya habían encontrado una buena manera de vivir decentemente, ¿qué les espera ahora?, ¿quién los va a ayudar?, ¿será ese su destino impuesto por Dios?, ¿por qué?, ¿qué pecado cometieron?
-Yo me pregunto lo mismo, pero no tengo respuesta, no sé porqué Dios depara este cruel destino a este grupo de inocentes muchachitos que lo único que quieren es superarse.
-Padre, no me lo tome a mal, pero la verdad empiezo a dudar.
-¿Y usted cree que yo no?
Durante los subsiguientes días el padre Gregorio se devanaba el cerebro en espera del oficio por escrito de la diócesis ordenando su cambio de parroquia.
Los trotamundos, mientras tanto, experimentaban día con día el éxito en su nuevo proyecto del comedor comunitario, no pasaba por sus mentes inocentes lo que las autoridades clericales tenían en ciernes; la posible cancelación del proyecto en virtud de que no aportaba dividendos a la diócesis además del mal aspecto que éste proyectaba. ¿Qué dirían los fieles que domingo a domingo acuden al templo, así como los turistas que lo incluyen en su tour, al ver a cinco niños mugrosos cocinando y atendiendo un comedor en un anexo del templo, al que acuden casi puros indigentes?
Ajenos a lo que se veía venir, nuestros cinco muchachos despertaban cada día con mayor entusiasmo, porque sentían en carne propia los frutos de su trabajo. Ni el padre Gregorio ni el administrador se atrevían a revelar las intenciones de los de arriba hasta encontrar alguna alternativa mientras la orden de su traslado llegara. ¿Qué pasará con nuestros amigos?
…CONTINUARÁ
domingo, 23 de mayo de 2010
viernes, 21 de mayo de 2010
Trotamundos capítulo XVI
Tlacuillo
Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XVI
Lince Hambriento
SINOPSIS
El templo de San Hipólito se ubica en la esquina de Paseo de la Reforma y Francisco Zarco, justo en contra-esquina con la Alameda Central y muy cerca del Metro Hidalgo. Dicho templo está dedicado al culto de San Judas Tadeo, el cual se festeja el día 28 de cada mes; es el único santo que se venera 12 veces al año. Mirándolo de frente, atrás y a la derecha se encuentra la plaza Zarco, una plataforma de asfalto en cuyo centro luce la estatua en honor del insigne periodista del siglo XIX, Francisco Zarco y en la esquina derecha se encuentran dos fuentes a donde suelen ir los habitantes de la calle a asearse y lavar sus ropas. Atrás del templo se ubica el famoso panteón –hoy museo- de San Fernando; atrás y a la izquierda, la plaza y jardín del mismo nombre y enfrente la plaza de la Solidaridad.
Los trotamundos, una vez en el templo de San Hipólito, logran por coincidencia contactar con Leticia, Brunilda y Sebastián, jóvenes “de la calle”, drogadictos en rehabilitación que tienen como misión rehabilitar a otros drogadictos en colaboración con algunos expertos. Si bien los trotamundos no eran precisamente drogadictos, su difícil situación de recién llegados a un lugar totalmente extraño y agresivo, como el centro de la ciudad de México, sobre todo después de su terrible experiencia en Oaxaca, vieron en ello una oportunidad que quizá no debían despreciar.
En Consejo de Patrulla, como acostumbraban tomar sus decisiones de grupo, adoptan la brillante idea de Brutillón: abrir un comedor popular dentro de las instalaciones del templo, al fin y al cabo ya habían construido una buena experiencia al respecto. Ni tardos ni perezosos lo plantearon a Lety, Bruni y Sebas, sus interlocutores frente al párroco, quien después de conocerlos aceptó el reto convencido de que se encontraba frente a un grupo de muchachos dispuestos a luchar por superarse. Lo que más le impactó fue su unión y capacidad de organización como equipo, pese a su corta edad.
Gracias al apoyo y la organización autónoma y espontánea de la comunidad asidua al templo de San Hipólito, a pesar de la burocracia gubernamental y clerical, los trotamundos logran su objetivo: abrir un comedor comunitario dentro de las instalaciones del templo.
CAPÍTULO XVI
Por fin llegó el día de la inauguración, al comedor comunitario acudieron desde empleados menores de las oficinas cercanas hasta indigentes de los alrededores que bien podían pagar 10 pesos. Don Manolo estuvo en primera fila.
-Estuvo chingona su comida –les dijo don Manolo-, ¿dónde aprendieron a cocinar?
-En Oaxaca –contestó Porfi-.
-¡Orale!, ¿qué ustedes son de alla´?
-No, nada más yo, pero los cinco estuvimos en Oaxaca hace poco.
-¡Ah!, ¿así que son cinco?
-Sí.
-¡Qué!, ¿son una familia?
-Algo así –contestó Luca que se encontraba cerca-. En realidad somos cuates que nos conocimos en la calle, pero ahora somos como hermanos, somos cinco.
-¡Mmm!, qué bien, ojalá me hubiera tocado la misma suerte, no estaría tan jodido como estoy.
-¿Qué le pasó?, ¿por qué no tiene piernas?
-Las perdí desde que tenía quince años; a los once entré a trabajar a una mina, pero una explosión me arrancó mis dos piernas, no me indemnizaron y por eso me vine al DF. Aunque no tengo piernas hago lo que puedo, como cuidar coches y ayudar a estacionarse: “viene viene”, tú sabes.
-Sí, si, claro.
-Pero por lo que veo, ustedes han tenido muy buena suerte, por lo menos trabajan en el comedor comunitario de la iglesia, ¿cómo le hicieron?
-Pos fue idea de Bruti y ya ve, aquí estamos.
Los menús estaban conformados principalmente por verduras y platillos típicos oaxaqueños que Galpa y Luca habían aprendido a preparar en el puesto de la abuela Petrona. Bruti y Poncho la hacían de meseros; Porfi, de “comodín” -a veces en la cocina, a veces en las mesas, pero más que nada en la contabilidad –pues era el tesorero de la Patrulla-, asunto en que, a través de la práctica y con la asesoría del administrador de la parroquia, se hacía cada vez más experto. A sus 13 años y sin haber asistido nunca a la escuela ya era, como quien dice, todo un “tenedor de libros”.
*****
-Oiga Don Manolo –insistían los reporteros- ¿y a dónde cree exactamente que se han ido llevando a tantos niños que antes había aquí en la plaza?,
-Pos como les dije, los “levantan”.
-¿Y quiénes cree usted que los “levanta”?
-Pos mire, le voy a decir lo que se dice, pero acá entre nos; no me consta, pero se dice mucho. ¿Ya ven que por aquí alrededor hay varios hoteles de esos que les dicen “de paso”?, pos dicen que allí tienen secuestradas y secuestrados a varias niñas y niños que antes dormían en esta plaza. Los tienen bien encerrados y no los dejan salir para nada y al que se rebela le dan cuello y lo desaparecen, al cabo nadie los reclama. A esas muchachitas y muchachitos los prostituyen, pues dicen que esos hoteles tienen buena clientela, sobre todo turistas extranjeros de esos que les gustan los niños.
-¡Ah, sí!, pedófilos. ¿Pero usted, don Manolo, cree que a todos esos chavos y chavas que antes vivían aquí los tengan encerrados en los hoteles?
-No, claro, no creo que a todos, pues hasta donde yo recuerdo, hasta hace como cinco años todavía eran más de cien y ahora cuando mucho no quedan más de cinco o seis, la verdá no creo que todos estén en los hoteles de por aquí.
-¿Cree que se los lleven a otro lado?
-Seguramente; yo he sido testigo de que algunas noches, por la madrugada, vienen policías en sus camionetas y se llevan a varios niños y niñas. Hay otros viejos como yo que aseguran que es por órdenes del mismo gobierno, le llaman “limpieza social” y consiste en “levantar” chavos y gente joven que los llevan a unos albergues “cristianos” quesque para rehabilitarlos, pero luego resulta que los venden como esclavos.
-¿Esclavos en el siglo XXI, don Manolo?, ¿cree usted que todavía haya esclavos?
-¡Uyy!, ¡díganmelo a mí que desde niño fui esclavo de una mina hasta que me destrozaron mis piernas y me corrieron por inservible sin ninguna indemnización!
-Si, si, claro, don Manolo, tiene usted toda la razón. Pero ¿cómo sabe lo de las fábricas clandestinas y lo de la prostitución?
-Pos miren, lo que pasa es que luego llegan algunos a escaparse y regresan aquí, a la plaza, pero sólo unos tres o cuatro días mientras buscan otra suerte, pues tienen miedo de que los vuelvan a encontrar y, pos a luego nos cuentan dónde estuvieron y cómo los trataron. Muchos se petatean sin poder salir a causa de los maltratos que a diario les dan.
-¿Ah, sí?, ¿entonces los torturan?
-Ps sí, eso dicen. ¿Quién lo sabrá más mejor que los que se han logrado escapar y aluego vienen y nos cuentan?
-¿Dijo usted, don Manolo, que se los llevan a albergues cristianos?
-Si, y hasta tienen nombres como “La ciudad de Dios”, “Los soldados de Cristo”, “Los legionarios de quién sabe qué”, “Los obreros guadalupanos” y tantos y tantos más, todo eso nos lo han venido a contar los pocos que logran escaparse y vienen a esconderse unos días antes de buscar otros rumbos lejos de aquí.
-Don Manolo, ¿dice usted que ha sido testigo de que por las noches vienen policías a levantar niños y niñas?, ¿acaso cree que el gobierno está metido en la trata de personas?
-Ya lo creo que sí, de eso se trata lo de la “limpieza social” que, como les decía, el gobierno, por presión de los comerciantes, quiere “limpiar” el rumbo de lo que les estorba, lo que afea, o sea, nosotros, pero como no tiene voluntad de ayudarnos, pos mejor vende como esclavos a los jóvenes. No dudo que algún día nos levanten también a los viejos, no precisamente para trabajar, pos para eso ya no servimos, sino para echarnos a los hornos, como esos que dicen que tenía el tal Hitler para los judíos, la verdá, no creo que tarden mucho.
…CONTINUARÁ
Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XVI
Lince Hambriento
SINOPSIS
El templo de San Hipólito se ubica en la esquina de Paseo de la Reforma y Francisco Zarco, justo en contra-esquina con la Alameda Central y muy cerca del Metro Hidalgo. Dicho templo está dedicado al culto de San Judas Tadeo, el cual se festeja el día 28 de cada mes; es el único santo que se venera 12 veces al año. Mirándolo de frente, atrás y a la derecha se encuentra la plaza Zarco, una plataforma de asfalto en cuyo centro luce la estatua en honor del insigne periodista del siglo XIX, Francisco Zarco y en la esquina derecha se encuentran dos fuentes a donde suelen ir los habitantes de la calle a asearse y lavar sus ropas. Atrás del templo se ubica el famoso panteón –hoy museo- de San Fernando; atrás y a la izquierda, la plaza y jardín del mismo nombre y enfrente la plaza de la Solidaridad.
Los trotamundos, una vez en el templo de San Hipólito, logran por coincidencia contactar con Leticia, Brunilda y Sebastián, jóvenes “de la calle”, drogadictos en rehabilitación que tienen como misión rehabilitar a otros drogadictos en colaboración con algunos expertos. Si bien los trotamundos no eran precisamente drogadictos, su difícil situación de recién llegados a un lugar totalmente extraño y agresivo, como el centro de la ciudad de México, sobre todo después de su terrible experiencia en Oaxaca, vieron en ello una oportunidad que quizá no debían despreciar.
En Consejo de Patrulla, como acostumbraban tomar sus decisiones de grupo, adoptan la brillante idea de Brutillón: abrir un comedor popular dentro de las instalaciones del templo, al fin y al cabo ya habían construido una buena experiencia al respecto. Ni tardos ni perezosos lo plantearon a Lety, Bruni y Sebas, sus interlocutores frente al párroco, quien después de conocerlos aceptó el reto convencido de que se encontraba frente a un grupo de muchachos dispuestos a luchar por superarse. Lo que más le impactó fue su unión y capacidad de organización como equipo, pese a su corta edad.
Gracias al apoyo y la organización autónoma y espontánea de la comunidad asidua al templo de San Hipólito, a pesar de la burocracia gubernamental y clerical, los trotamundos logran su objetivo: abrir un comedor comunitario dentro de las instalaciones del templo.
CAPÍTULO XVI
Por fin llegó el día de la inauguración, al comedor comunitario acudieron desde empleados menores de las oficinas cercanas hasta indigentes de los alrededores que bien podían pagar 10 pesos. Don Manolo estuvo en primera fila.
-Estuvo chingona su comida –les dijo don Manolo-, ¿dónde aprendieron a cocinar?
-En Oaxaca –contestó Porfi-.
-¡Orale!, ¿qué ustedes son de alla´?
-No, nada más yo, pero los cinco estuvimos en Oaxaca hace poco.
-¡Ah!, ¿así que son cinco?
-Sí.
-¡Qué!, ¿son una familia?
-Algo así –contestó Luca que se encontraba cerca-. En realidad somos cuates que nos conocimos en la calle, pero ahora somos como hermanos, somos cinco.
-¡Mmm!, qué bien, ojalá me hubiera tocado la misma suerte, no estaría tan jodido como estoy.
-¿Qué le pasó?, ¿por qué no tiene piernas?
-Las perdí desde que tenía quince años; a los once entré a trabajar a una mina, pero una explosión me arrancó mis dos piernas, no me indemnizaron y por eso me vine al DF. Aunque no tengo piernas hago lo que puedo, como cuidar coches y ayudar a estacionarse: “viene viene”, tú sabes.
-Sí, si, claro.
-Pero por lo que veo, ustedes han tenido muy buena suerte, por lo menos trabajan en el comedor comunitario de la iglesia, ¿cómo le hicieron?
-Pos fue idea de Bruti y ya ve, aquí estamos.
Los menús estaban conformados principalmente por verduras y platillos típicos oaxaqueños que Galpa y Luca habían aprendido a preparar en el puesto de la abuela Petrona. Bruti y Poncho la hacían de meseros; Porfi, de “comodín” -a veces en la cocina, a veces en las mesas, pero más que nada en la contabilidad –pues era el tesorero de la Patrulla-, asunto en que, a través de la práctica y con la asesoría del administrador de la parroquia, se hacía cada vez más experto. A sus 13 años y sin haber asistido nunca a la escuela ya era, como quien dice, todo un “tenedor de libros”.
*****
-Oiga Don Manolo –insistían los reporteros- ¿y a dónde cree exactamente que se han ido llevando a tantos niños que antes había aquí en la plaza?,
-Pos como les dije, los “levantan”.
-¿Y quiénes cree usted que los “levanta”?
-Pos mire, le voy a decir lo que se dice, pero acá entre nos; no me consta, pero se dice mucho. ¿Ya ven que por aquí alrededor hay varios hoteles de esos que les dicen “de paso”?, pos dicen que allí tienen secuestradas y secuestrados a varias niñas y niños que antes dormían en esta plaza. Los tienen bien encerrados y no los dejan salir para nada y al que se rebela le dan cuello y lo desaparecen, al cabo nadie los reclama. A esas muchachitas y muchachitos los prostituyen, pues dicen que esos hoteles tienen buena clientela, sobre todo turistas extranjeros de esos que les gustan los niños.
-¡Ah, sí!, pedófilos. ¿Pero usted, don Manolo, cree que a todos esos chavos y chavas que antes vivían aquí los tengan encerrados en los hoteles?
-No, claro, no creo que a todos, pues hasta donde yo recuerdo, hasta hace como cinco años todavía eran más de cien y ahora cuando mucho no quedan más de cinco o seis, la verdá no creo que todos estén en los hoteles de por aquí.
-¿Cree que se los lleven a otro lado?
-Seguramente; yo he sido testigo de que algunas noches, por la madrugada, vienen policías en sus camionetas y se llevan a varios niños y niñas. Hay otros viejos como yo que aseguran que es por órdenes del mismo gobierno, le llaman “limpieza social” y consiste en “levantar” chavos y gente joven que los llevan a unos albergues “cristianos” quesque para rehabilitarlos, pero luego resulta que los venden como esclavos.
-¿Esclavos en el siglo XXI, don Manolo?, ¿cree usted que todavía haya esclavos?
-¡Uyy!, ¡díganmelo a mí que desde niño fui esclavo de una mina hasta que me destrozaron mis piernas y me corrieron por inservible sin ninguna indemnización!
-Si, si, claro, don Manolo, tiene usted toda la razón. Pero ¿cómo sabe lo de las fábricas clandestinas y lo de la prostitución?
-Pos miren, lo que pasa es que luego llegan algunos a escaparse y regresan aquí, a la plaza, pero sólo unos tres o cuatro días mientras buscan otra suerte, pues tienen miedo de que los vuelvan a encontrar y, pos a luego nos cuentan dónde estuvieron y cómo los trataron. Muchos se petatean sin poder salir a causa de los maltratos que a diario les dan.
-¿Ah, sí?, ¿entonces los torturan?
-Ps sí, eso dicen. ¿Quién lo sabrá más mejor que los que se han logrado escapar y aluego vienen y nos cuentan?
-¿Dijo usted, don Manolo, que se los llevan a albergues cristianos?
-Si, y hasta tienen nombres como “La ciudad de Dios”, “Los soldados de Cristo”, “Los legionarios de quién sabe qué”, “Los obreros guadalupanos” y tantos y tantos más, todo eso nos lo han venido a contar los pocos que logran escaparse y vienen a esconderse unos días antes de buscar otros rumbos lejos de aquí.
-Don Manolo, ¿dice usted que ha sido testigo de que por las noches vienen policías a levantar niños y niñas?, ¿acaso cree que el gobierno está metido en la trata de personas?
-Ya lo creo que sí, de eso se trata lo de la “limpieza social” que, como les decía, el gobierno, por presión de los comerciantes, quiere “limpiar” el rumbo de lo que les estorba, lo que afea, o sea, nosotros, pero como no tiene voluntad de ayudarnos, pos mejor vende como esclavos a los jóvenes. No dudo que algún día nos levanten también a los viejos, no precisamente para trabajar, pos para eso ya no servimos, sino para echarnos a los hornos, como esos que dicen que tenía el tal Hitler para los judíos, la verdá, no creo que tarden mucho.
…CONTINUARÁ
jueves, 20 de mayo de 2010
Trotamundos capítulo XV
Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XV
Lince Hambriento
SINOPSIS
En el capítulo XIV los trotamundos asisten a las exequias de la abuela Petrona violada y asesinada impunemente por el ejército en su propia casa junto con su amiga Simona como venganza de los poderosos por no haberla podido eliminar de la competencia comercial.
El profe Sinaloa recomienda a los trotamundos abandonar Oaxaca por su propia seguridad y los muchachos deciden democráticamente, en Consejo de Patrulla, regresar a la ciudad de México, pero no por los rumbos de Iztapalapa donde podrían ser reconocidos por el narco, sino al viejo Centro Histórico, en donde se topan con una numerosa comunidad de niños de la calle y drogadictos en rehabilitación en las inmediaciones de un antiguo templo.
(Fe de erratas: en el capítulo anterior, página dos, párrafo cinco, dice: “bióxido” de carbono, debe decir “monóxido” de carbono).
CAPÍTULO XV
El antiguo templo del Centro Histórico de la ciudad de México estaba desde tiempo atrás dedicado al culto de San Judas Tadeo, santo patrono de las causas difíciles. En la zona circundante había una plaza-jardín poblada por unas 20 o 30 personas de la calle, algunas y algunos de ellos y ellas menores de edad. La mayoría –quizá no todos- consumían “mona” (cemento) y tal vez uno que otro, “mota” y “piedra”, bastante más caras que la primera. Lo grave del asunto es que la “mona” destruye muy rápidamente las neuronas provocando idiotez y hasta muerte súbita.
La plaza-jardín de San Fernando estaba prácticamente ocupada por este grupo de personas indigentes en donde tenían tendidos, cobijas, mochilas y hasta equipos de sonido con los que solían bailar y pasar ratos alegres, seguramente para contrarrestar la tragedia de sus respectivas vidas.
-Mira nada más, qué asquerosidad, comentaban los transeúntes que circulaban por las avenidas perpendiculares a la plaza, muy cercana a la estación del metro Hidalgo y de la Alameda Central.
-Pues si viven así es porque son una bola de güevones, no les gusta trabajar.
-Sí, pero cómo afean la ciudad, el gobierno debería hacer algo para desaparecerlos. Los que pagamos impuestos tenemos derecho a disfrutar de nuestra ciudad sin el estorbo de esta gentuza, ¿no crees?
-Me cai que sí, pero ya vez, nuestro pinche gobierno no sirve para nada, más que para robar.
-Pues cuando menos que la policía o el ejército se lleve a toda esta bola de güevones a trabajar en las minas, en los campos o cuando menos a que limpien las calles que ellos mismos ensucian, ¿no crees?
-Pos me cai que sí.
Muchos de esos transeúntes no estaban equivocados. Tiempo atrás, según cuentan las malas lenguas, el lugar estaba poblado por más de cien “niños” –todos menores de edad- de la calle, pero poco a poco empezaron a disminuir en número hasta dejar a unos cuantos que aún habitaban el jardín ¿por cuánto tiempo más?
Don Manolo, un hombre sesentón mutilado de ambas piernas debido a un accidente cuando era trabajador de una mina en el norte del país, aún siendo adolescente, emigró a la capital en calidad de indigente, ya que la empresa minera que lo explotaba sin contrato lo echó a la calle sin más ni más y sin que gobierno alguno defendiera sus legítimos derechos laborales.
-Yo vivo aquí desde hace más de 40 años ¡y lo que no les podría contar! –decía don Manolo a dos reporteros que fueron a entrevistarlo un día después del 28, celebración de San Judas Tadeo.
-¿Es cierto que aquí había más menores que ahora?
-¡Uh!, sí, mucho más, yo creo que más de cien.
-¿Y a qué cree que cada vez haya menos?
-Los “levantan”.
-¿A sí?, ¿quiénes?
-Pus gente armada que aluego viene por la noche y se los lleva, pura niña y niño, claro, pus los viejos no les servimos.
-¿Y a dónde cree que se los lleven?
-Pus a trabajar como esclavos, ¿o dónde cree?
-Tal vez, pero la esclavitud en México se supone que se abolió constitucionalmente desde los tiempos de Benito Juárez.
-¡Ja,ja!, yo nací cien años después de esa mentada constitución y trabajé como esclavo en una mina de Sonora, donde nací, desde los 11 años. Tenía 16, cuando una explosión dentro de un agujero me voló mis dos piernas y los patrones me echaron a la calle sin darme ni un quinto, por eso me vine al D.F., para probar suerte y aquí me tienen, nadie me da trabajo. Yo hago lo que puedo, levanto la basura, acomodo coches, recolecto algo de comida en el bote de basura y tengo que pedir limosna pa´completar. Nunca he robado a nadie, ni siquiera podría por falta de piernas, ¿cómo me echaría a correr? Hay gente que pasa y me dice “trabaja, güevon”, pos sí, pero ¿de qué? Entonces pienso: ¿“tú me darías trabajo”?, ¡ps órale!, pero nada, todos te critican por no trabajar, pero nadie te ofrece nada, ningún trabajo y ni modo que invierta en un negocio propio, ¿pus de´onde?
Leticia, Brunilda y Sebastián, jóvenes de entre 20 y 23 años, habían sido niños de la calle desde su preadolescencia a causa de la desintegración y violencia familiar y, por supuesto, la pobreza; habían consumido droga por un tiempo, pero gracias al programa que allí se impartía lograron superarse; ahora estaban entregados a una muy valiosa labor social: ayudar a rescatar a niños y adolescentes de la calle víctimas del abandono y la drogadicción, tal y como ellos mismos la sufrieron. Para subsistir vendían en el atrio, con permiso del párroco, los objetos de arte popular que ellos mismos fabricaban en los talleres. Por colaborar con los maestros y psicólogos a reclutar a más niños de la calle no obtenían ninguna recompensa económica, su contribución a la causa era completamente voluntaria en gratitud, veneración y fe a San Judas Tadeo.
Lety, Bruni y Sebas habían corrido con buena “suerte” gracias a quién sabe qué circunstancias, tal vez a su corta edad y a su apariencia física, más cercana a lo caucásico que a lo indígena, lo que nos habla sin duda alguna de cierto grado de discriminación racial. O sea, la “suerte” no existe, lo que existe son las circunstancias y el esfuerzo personal combinados. Si don Manolo no tuvo la misma “suerte”, a pesar de su gran esfuerzo personal, fue quizá por su discapacidad y su apariencia indígena (seri).
México, un país de origen eminentemente indígena, ha sido sistemáticamente conquistado desde hace más de 500 años por europeos quienes, 500 años después, aún nos siguen sometiendo, sólo que bajo la sumisión y admiración por parte de una gran porción de los mexicanos de la clase media y de la clase dominante, fenómeno que conocemos como “malinchismo”. ¿Qué tanto el prejuicio racial malinchista del mexicano medio destruye el esfuerzo y las esperanzas de muchas mexicanas y mexicanos tan sólo por su apariencia indígena o por alguna discapacidad? ¿Por qué entonces nos quejamos de la existencia de vagabundos, delincuentes callejeros, niños de la calle, si somos la sociedad misma, los que nos decimos “decentes”, quienes lo hemos propiciado? Los trotamundos tenían la “mala suerte” de parecer más indígenas que caucásicos -blancos, rubios, de ojos claros-, sobre todo Porfidio, auténtico indio mixe.
Los trotamundos, aunque no eran drogadictos, aceptaron con gusto integrarse al programa, pero el dinero que les fue aportado por los puesteros y los maestros de Oaxaca se empezaba a agotar, a pesar de la buena administración de Porfi. Los cruceros de la zona, en pleno centro de la ciudad, estaban ya saturados por “franeleros”, “viene-viene”, “payasitos”, malabaristas, etc., lo que les hacía muy difícil integrarse a trabajar preferentemente juntos con el fin de cuidarse unos a otros, sobre todo por Bruti y Poncho, los dos más pequeños; no olvidemos que se encontraban nada menos que en una zona de muy alto riesgo para seres tan vulnerables como ellos, niños de la calle.
Había un grupo, sin embargo, quizá menos numeroso, decidido a dejar de por vida la droga. Dicho grupo se reunía a diario en el templo y allí realizaban artes manuales con todo tipo de materiales accesibles, sobre todo de desecho y reciclables, dirigidas por artistas, maestros y psicólogos. El arte, al parecer, les ayudaba enormemente a superar sus traumas, entre ellos su baja autoestima, pues el arte, dicen los expertos, une lo material con lo espiritual del ser humano.
Nuevamente en Consejo de Patrulla
-Psss, ¿qué proponen?, dijo Galpa.
-¡Uta!, ps tá cañoncísimo, contestó Luca, creo que por aquí todos los pinches cruceros están repletos y no nos van a dejar trabajar a los cinco juntos, a menos que nos separemos.
-Ni maiz, dijo Galpa en un asomo de la responsabilidad que como Guía de Patrulla sentía por sus compañeros; tú y yo –dirigiéndose a Luca- como quiera, pero ni a Poncho, ni a Bruti y ni siquiera a Porfi que no es de aquí los dejaría solos en este desmadre de ciudad, se ve que aquí hay mucho más peligro que allá en Iztapalapa.
-Mmm, contestó Porfi, ps yo aquí sí que ni conozco, no se me ocurre nada.
-¡Fácil!, interrumpió Bruti, ¡qué tal un domecor polupar como el de doña Sofi!, ¿se aduercan?
Tras unos segundos de silencio los trotamundos se miraron unos a otros como tratando de entender…
-¡Me cai que Bruti tiene razón!, saltó Poncho agitando sus regordetes y bien torneados brazos en alto. ¡Un comedor popular como el de doña Sofi allá por Iztapalapa!, no estaría nada mal después de lo que aprendimos de la abuela Petrona.
-¡Uta!, dijo Galpa, ¿ya ven que Bruti no es tan pendejo?
-¡Mmm!, pinche Bruti, ¡quién te viera!
-¡Bueno, ps yá stá!, dijo Luca, mañana hablamos con Lety, Bruni y Sebas ps pa ver qué dicen, ¿no?
Al día siguiente, durante el taller de artes plásticas, los cinco trotamundos -siempre juntos- solicitan a los tres jóvenes unos minutos de su atención. Por voz de Galpa, el Guía y representante de la Patrulla, pero frente a ellos –Galpa no decidía nada que afectara a la Patrulla sin la presencia de todos como un principio de solidaridad y democracia-, explica a los jóvenes sobre la dificultad para integrarse al trabajo callejero en los cruceros, no porque éste fuese un trabajo inferior ni denigrante, sino porque ya había demasiados chavos realizando dicho trabajo. Otro argumento, por demás válido, era el tener que trabajar separados ante los inminentes peligros de que eran víctimas los menores de edad por parte del llamado crimen organizado en su modalidad de “trata de personas”.
Acto seguido, Galpa propone a los tres jóvenes la brillante idea de Bruti –mencionándolo desde luego como autor- acerca de abrir un comedor comunitario. Les explicó su previa experiencia en el comedor de doña Sofi, en Iztapalapa, así como en el puesto de la extinta abuela, violada y asesinada impunemente por salvajes militares en Oaxaca al servicio de los ricos.
-¿Cómo la ven? –pregunta Lety a sus dos compañeros, Brunilda y Sebastián.
-La verdad no suena nada mal, diez pesos los puede pagar cualquiera de los chavos que viven aquí en el parque, ¡hasta nosotros!
-Y no lo dudes, contestó Brunilda, ya verás que hasta muchos de los trabajadores de esta zona van a venir a comer.
-Pues vamos a proponérselo al padre Gregorio, a ver qué nos dice, todo depende de él y que nos preste un rinconcito dentro del templo para instalar el comedor.
La empresa no era nada fácil, no sólo se requería del permiso del padre Gregorio, se requería además del permiso del gobierno de la ciudad, de la Delegación y de la arquidiócesis de la iglesia católica. Se requería, por otro lado, de conseguir proveedores que les pudiesen llevar, a crédito, desde la Central de Abastos, las verduras, las carnes, el aceite y todo lo que necesita un comedor para prestar el servicio. Finalmente se requería amueblar el local con mesas, sillas, estufa, refrigerador, baños, lavabos, etc., etc., todo lo cuál no estaba nada fácil.
Cuando los jóvenes Lety, Bruni y Sebas plantearon al padre Gregorio el proyecto éste casi se va para atrás, pero no se dio por vencido. -Me gusta… me gusta…, dijo, déjenme platicar con el administrador de la Parroquia y luego les digo. A la semana siguiente, el padre Gregorio citó nuevamente a los tres jóvenes.
-Pues ya hablé con el administrador, me informa que lo de los permisos es fácil, lo difícil sería conseguir proveedores que nos den crédito, pero lo más difícil es que podamos equipar el espacio que, como ustedes saben, necesitaríamos al menos de una estufa, refrigerador, mesas, sillas, etc., todo ello se lleva una buena lana y ¡ah!, además quiero conocer a esos tales trotamundos para ver si me inspiran o no confianza.
-Por eso no se preocupe, padre, si quiere hoy mismo se los traemos, va a ver que son muy simpáticos, además no son drogadictos. Dos de ellos lo fueron, pero ya dejaron la “mona” hace un buen tiempo, desde que se unieron como una Patrulla a la que llaman Trotamundos, ya los va a conocer.
-¡Vaya, vaya!, sí que me sorprenden, en esta plaza siempre han vivido muchos niños de la calle, desde antes que yo llegara aquí, pero nunca había conocido a chavos como ustedes, me caen bien y su idea me parece interesante, denme chance unos días para ver qué podemos hacer con respecto al comedor comunitario que ustedes proponen, mientras tanto, si no tienen qué comer, pues vénganse a la sacristía, yo les puedo compartir de mi comida.
Los muchachos recordaron al padre Damián de San Agustín Etla en la sierra mixe, a su queridísima abuela Petrona y su amiga Simona ambas violadas y asesinadas por militares, a sus dos compañeritos Pepe y Lalo de la escuela rural, ambos abatidos en un supuesto “fuego cruzado”; al maestro Sinaloa; a los puesteros lidereados por don Maclovio, viudo de doña Simona; a los maestros solidarios de la escuela rural. ¡Qué diferencia con el padre Felipe de Jesús, párroco de Santo Domingo, Oaxaca y sus pirruris predilectos! Unos y otros predicaban el cristianismo, pero al parecer de diferente manera; unos ayudando desinteresadamente a los pobres, otros ayudando a los ricos –interesadamente, claro-.
-Gracias -contestó Galpa con dignidad-, pero por lo pronto tenemos algunos ahorritos y de ahí podemos seguir comiendo mientras esto se arregla. Mientras tanto, Luca y yo podemos trabajar en los cruceros en donde nos acepten, como quiera podemos cuidarnos solos, lo que no queremos es arriesgar a nuestros tres hermanos más chicos.
-Mmm, eso me parece muy bien, chicos, pero si en vez de que coman en la calle le cooperan a doña Lucila con algunos centavitos, de seguro que comerán mejor y más barato, ¿qué les parece?, así hasta tendré el honor de comer junto con ustedes.
Los trotamundos se vieron unos a otros con una sincera sonrisa por demás infantil e inocente, la propuesta del padre Gregorio después de todo era más digna que aceptar caridad, así que aceptaron de muy buena gana. Los días subsiguientes desayunaban, comían y cenaban con el padre Gregorio quien gozaba de sus anécdotas. Aportaban a doña Lucila una modesta cooperación de lo poco que aún les quedaba en la tesorería de Patrulla, pues ningún jefe de los cruceros cercanos daba chance a Luca y a Galpa trabajar como franeleros o como “viene-viene”. De cualquier forma, con tal de sentirse útiles, se ofrecieron voluntariamente a ayudar a quienes hacían la limpieza del templo y la plaza Zarco.
Las cosas resultaron a la inversa de como el administrador había previsto: lo difícil no fue conseguir ni proveedores ni equipamiento, lo verdaderamente difícil fue enfrentar a la pesada burocracia para conseguir los permisos tanto gubernamentales como clericales.
El gran número de fieles de San Judas Tadeo que domingo a domingo asistían a misa en San Hipólito se enteraron, por medio de los avisos del padre Gregorio, del proyecto del comedor comunitario. No faltó quien empezara a organizar voluntarios que pudiesen donar que una estufa usada, que un refrigerador que a alguien le sobraba, que una o dos mesas de plástico, que dos que tres sillas plegables, que ollas y sartenes un poco abollados, que platos, vasos, cubiertos, en fin, el equipo suficiente para empezar. También hubo proveedores que les ofrecieron crédito hasta por un mes cobrándoles el mínimo de utilidades y gastos.
El local, dentro de las instalaciones del templo, era pequeño, pero tenía acceso tanto a los sanitarios del templo mismo como a otros sanitarios públicos a tan sólo una cuadra de distancia en una plaza curiosamente llamada “Solidaridad”. En menos de tres semanas todo estaba listo para arrancar, pero ¡oh!, los lentos y tediosos trámites “burrocráticos” lo impedían. Tuvieron que transcurrir más de tres semanas para que todo estuviera listo.
Tuvieron que transcurrir más de siete semanas para iniciar un proyecto que gracias a la organización civil hubiese podido arrancar en menos de tres semanas. El principal obstáculo se dio por parte de la burocracia tanto gubernamental como clerical. ¿Para qué sirven las autoridades si la sociedad civil se puede organizar mejor y más eficientemente en forma autónoma?
SISTEMA DE PATRULLA
Dentro del Escultismo, el Sistema de Patrulla se refiere a la organización espontánea de un pequeño grupo de preadolescentes (11 a 15 años) generalmente del mismo sexo con un propósito, misión u objetivo común, a semejanza de una pandilla. Una pandilla es mucho más pequeña que una banda y puede tener objetivos a corto, mediano o largo plazo con o sin fines delictivos. Una Patrulla escultista se caracteriza por tener objetivos a largo plazo con fines eminentemente constructivos. En nuestro caso –Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo-, el Sistema de Patrulla tiene como objetivo la Formación –con mayúscula- de Autonomía, a través de los seis Principios Quetz-Al:
1. Auto-conocimiento,
2. Creatividad,
3. Pensamiento Crítico,
4. Responsabilidad,
5. Solidaridad y
6. Respeto.
¿Qué depara a la Patrulla Trotamundos? ¿Podrán abrir por fin su proyecto de comedor comunitario? No te pierdas el siguiente capítulo.
…CONTINUARÁ
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
-FORMACIÓN DE AUTONOMÍA-
TROTAMUNDOS XV
Lince Hambriento
SINOPSIS
En el capítulo XIV los trotamundos asisten a las exequias de la abuela Petrona violada y asesinada impunemente por el ejército en su propia casa junto con su amiga Simona como venganza de los poderosos por no haberla podido eliminar de la competencia comercial.
El profe Sinaloa recomienda a los trotamundos abandonar Oaxaca por su propia seguridad y los muchachos deciden democráticamente, en Consejo de Patrulla, regresar a la ciudad de México, pero no por los rumbos de Iztapalapa donde podrían ser reconocidos por el narco, sino al viejo Centro Histórico, en donde se topan con una numerosa comunidad de niños de la calle y drogadictos en rehabilitación en las inmediaciones de un antiguo templo.
(Fe de erratas: en el capítulo anterior, página dos, párrafo cinco, dice: “bióxido” de carbono, debe decir “monóxido” de carbono).
CAPÍTULO XV
El antiguo templo del Centro Histórico de la ciudad de México estaba desde tiempo atrás dedicado al culto de San Judas Tadeo, santo patrono de las causas difíciles. En la zona circundante había una plaza-jardín poblada por unas 20 o 30 personas de la calle, algunas y algunos de ellos y ellas menores de edad. La mayoría –quizá no todos- consumían “mona” (cemento) y tal vez uno que otro, “mota” y “piedra”, bastante más caras que la primera. Lo grave del asunto es que la “mona” destruye muy rápidamente las neuronas provocando idiotez y hasta muerte súbita.
La plaza-jardín de San Fernando estaba prácticamente ocupada por este grupo de personas indigentes en donde tenían tendidos, cobijas, mochilas y hasta equipos de sonido con los que solían bailar y pasar ratos alegres, seguramente para contrarrestar la tragedia de sus respectivas vidas.
-Mira nada más, qué asquerosidad, comentaban los transeúntes que circulaban por las avenidas perpendiculares a la plaza, muy cercana a la estación del metro Hidalgo y de la Alameda Central.
-Pues si viven así es porque son una bola de güevones, no les gusta trabajar.
-Sí, pero cómo afean la ciudad, el gobierno debería hacer algo para desaparecerlos. Los que pagamos impuestos tenemos derecho a disfrutar de nuestra ciudad sin el estorbo de esta gentuza, ¿no crees?
-Me cai que sí, pero ya vez, nuestro pinche gobierno no sirve para nada, más que para robar.
-Pues cuando menos que la policía o el ejército se lleve a toda esta bola de güevones a trabajar en las minas, en los campos o cuando menos a que limpien las calles que ellos mismos ensucian, ¿no crees?
-Pos me cai que sí.
Muchos de esos transeúntes no estaban equivocados. Tiempo atrás, según cuentan las malas lenguas, el lugar estaba poblado por más de cien “niños” –todos menores de edad- de la calle, pero poco a poco empezaron a disminuir en número hasta dejar a unos cuantos que aún habitaban el jardín ¿por cuánto tiempo más?
Don Manolo, un hombre sesentón mutilado de ambas piernas debido a un accidente cuando era trabajador de una mina en el norte del país, aún siendo adolescente, emigró a la capital en calidad de indigente, ya que la empresa minera que lo explotaba sin contrato lo echó a la calle sin más ni más y sin que gobierno alguno defendiera sus legítimos derechos laborales.
-Yo vivo aquí desde hace más de 40 años ¡y lo que no les podría contar! –decía don Manolo a dos reporteros que fueron a entrevistarlo un día después del 28, celebración de San Judas Tadeo.
-¿Es cierto que aquí había más menores que ahora?
-¡Uh!, sí, mucho más, yo creo que más de cien.
-¿Y a qué cree que cada vez haya menos?
-Los “levantan”.
-¿A sí?, ¿quiénes?
-Pus gente armada que aluego viene por la noche y se los lleva, pura niña y niño, claro, pus los viejos no les servimos.
-¿Y a dónde cree que se los lleven?
-Pus a trabajar como esclavos, ¿o dónde cree?
-Tal vez, pero la esclavitud en México se supone que se abolió constitucionalmente desde los tiempos de Benito Juárez.
-¡Ja,ja!, yo nací cien años después de esa mentada constitución y trabajé como esclavo en una mina de Sonora, donde nací, desde los 11 años. Tenía 16, cuando una explosión dentro de un agujero me voló mis dos piernas y los patrones me echaron a la calle sin darme ni un quinto, por eso me vine al D.F., para probar suerte y aquí me tienen, nadie me da trabajo. Yo hago lo que puedo, levanto la basura, acomodo coches, recolecto algo de comida en el bote de basura y tengo que pedir limosna pa´completar. Nunca he robado a nadie, ni siquiera podría por falta de piernas, ¿cómo me echaría a correr? Hay gente que pasa y me dice “trabaja, güevon”, pos sí, pero ¿de qué? Entonces pienso: ¿“tú me darías trabajo”?, ¡ps órale!, pero nada, todos te critican por no trabajar, pero nadie te ofrece nada, ningún trabajo y ni modo que invierta en un negocio propio, ¿pus de´onde?
Leticia, Brunilda y Sebastián, jóvenes de entre 20 y 23 años, habían sido niños de la calle desde su preadolescencia a causa de la desintegración y violencia familiar y, por supuesto, la pobreza; habían consumido droga por un tiempo, pero gracias al programa que allí se impartía lograron superarse; ahora estaban entregados a una muy valiosa labor social: ayudar a rescatar a niños y adolescentes de la calle víctimas del abandono y la drogadicción, tal y como ellos mismos la sufrieron. Para subsistir vendían en el atrio, con permiso del párroco, los objetos de arte popular que ellos mismos fabricaban en los talleres. Por colaborar con los maestros y psicólogos a reclutar a más niños de la calle no obtenían ninguna recompensa económica, su contribución a la causa era completamente voluntaria en gratitud, veneración y fe a San Judas Tadeo.
Lety, Bruni y Sebas habían corrido con buena “suerte” gracias a quién sabe qué circunstancias, tal vez a su corta edad y a su apariencia física, más cercana a lo caucásico que a lo indígena, lo que nos habla sin duda alguna de cierto grado de discriminación racial. O sea, la “suerte” no existe, lo que existe son las circunstancias y el esfuerzo personal combinados. Si don Manolo no tuvo la misma “suerte”, a pesar de su gran esfuerzo personal, fue quizá por su discapacidad y su apariencia indígena (seri).
México, un país de origen eminentemente indígena, ha sido sistemáticamente conquistado desde hace más de 500 años por europeos quienes, 500 años después, aún nos siguen sometiendo, sólo que bajo la sumisión y admiración por parte de una gran porción de los mexicanos de la clase media y de la clase dominante, fenómeno que conocemos como “malinchismo”. ¿Qué tanto el prejuicio racial malinchista del mexicano medio destruye el esfuerzo y las esperanzas de muchas mexicanas y mexicanos tan sólo por su apariencia indígena o por alguna discapacidad? ¿Por qué entonces nos quejamos de la existencia de vagabundos, delincuentes callejeros, niños de la calle, si somos la sociedad misma, los que nos decimos “decentes”, quienes lo hemos propiciado? Los trotamundos tenían la “mala suerte” de parecer más indígenas que caucásicos -blancos, rubios, de ojos claros-, sobre todo Porfidio, auténtico indio mixe.
Los trotamundos, aunque no eran drogadictos, aceptaron con gusto integrarse al programa, pero el dinero que les fue aportado por los puesteros y los maestros de Oaxaca se empezaba a agotar, a pesar de la buena administración de Porfi. Los cruceros de la zona, en pleno centro de la ciudad, estaban ya saturados por “franeleros”, “viene-viene”, “payasitos”, malabaristas, etc., lo que les hacía muy difícil integrarse a trabajar preferentemente juntos con el fin de cuidarse unos a otros, sobre todo por Bruti y Poncho, los dos más pequeños; no olvidemos que se encontraban nada menos que en una zona de muy alto riesgo para seres tan vulnerables como ellos, niños de la calle.
Había un grupo, sin embargo, quizá menos numeroso, decidido a dejar de por vida la droga. Dicho grupo se reunía a diario en el templo y allí realizaban artes manuales con todo tipo de materiales accesibles, sobre todo de desecho y reciclables, dirigidas por artistas, maestros y psicólogos. El arte, al parecer, les ayudaba enormemente a superar sus traumas, entre ellos su baja autoestima, pues el arte, dicen los expertos, une lo material con lo espiritual del ser humano.
Nuevamente en Consejo de Patrulla
-Psss, ¿qué proponen?, dijo Galpa.
-¡Uta!, ps tá cañoncísimo, contestó Luca, creo que por aquí todos los pinches cruceros están repletos y no nos van a dejar trabajar a los cinco juntos, a menos que nos separemos.
-Ni maiz, dijo Galpa en un asomo de la responsabilidad que como Guía de Patrulla sentía por sus compañeros; tú y yo –dirigiéndose a Luca- como quiera, pero ni a Poncho, ni a Bruti y ni siquiera a Porfi que no es de aquí los dejaría solos en este desmadre de ciudad, se ve que aquí hay mucho más peligro que allá en Iztapalapa.
-Mmm, contestó Porfi, ps yo aquí sí que ni conozco, no se me ocurre nada.
-¡Fácil!, interrumpió Bruti, ¡qué tal un domecor polupar como el de doña Sofi!, ¿se aduercan?
Tras unos segundos de silencio los trotamundos se miraron unos a otros como tratando de entender…
-¡Me cai que Bruti tiene razón!, saltó Poncho agitando sus regordetes y bien torneados brazos en alto. ¡Un comedor popular como el de doña Sofi allá por Iztapalapa!, no estaría nada mal después de lo que aprendimos de la abuela Petrona.
-¡Uta!, dijo Galpa, ¿ya ven que Bruti no es tan pendejo?
-¡Mmm!, pinche Bruti, ¡quién te viera!
-¡Bueno, ps yá stá!, dijo Luca, mañana hablamos con Lety, Bruni y Sebas ps pa ver qué dicen, ¿no?
Al día siguiente, durante el taller de artes plásticas, los cinco trotamundos -siempre juntos- solicitan a los tres jóvenes unos minutos de su atención. Por voz de Galpa, el Guía y representante de la Patrulla, pero frente a ellos –Galpa no decidía nada que afectara a la Patrulla sin la presencia de todos como un principio de solidaridad y democracia-, explica a los jóvenes sobre la dificultad para integrarse al trabajo callejero en los cruceros, no porque éste fuese un trabajo inferior ni denigrante, sino porque ya había demasiados chavos realizando dicho trabajo. Otro argumento, por demás válido, era el tener que trabajar separados ante los inminentes peligros de que eran víctimas los menores de edad por parte del llamado crimen organizado en su modalidad de “trata de personas”.
Acto seguido, Galpa propone a los tres jóvenes la brillante idea de Bruti –mencionándolo desde luego como autor- acerca de abrir un comedor comunitario. Les explicó su previa experiencia en el comedor de doña Sofi, en Iztapalapa, así como en el puesto de la extinta abuela, violada y asesinada impunemente por salvajes militares en Oaxaca al servicio de los ricos.
-¿Cómo la ven? –pregunta Lety a sus dos compañeros, Brunilda y Sebastián.
-La verdad no suena nada mal, diez pesos los puede pagar cualquiera de los chavos que viven aquí en el parque, ¡hasta nosotros!
-Y no lo dudes, contestó Brunilda, ya verás que hasta muchos de los trabajadores de esta zona van a venir a comer.
-Pues vamos a proponérselo al padre Gregorio, a ver qué nos dice, todo depende de él y que nos preste un rinconcito dentro del templo para instalar el comedor.
La empresa no era nada fácil, no sólo se requería del permiso del padre Gregorio, se requería además del permiso del gobierno de la ciudad, de la Delegación y de la arquidiócesis de la iglesia católica. Se requería, por otro lado, de conseguir proveedores que les pudiesen llevar, a crédito, desde la Central de Abastos, las verduras, las carnes, el aceite y todo lo que necesita un comedor para prestar el servicio. Finalmente se requería amueblar el local con mesas, sillas, estufa, refrigerador, baños, lavabos, etc., etc., todo lo cuál no estaba nada fácil.
Cuando los jóvenes Lety, Bruni y Sebas plantearon al padre Gregorio el proyecto éste casi se va para atrás, pero no se dio por vencido. -Me gusta… me gusta…, dijo, déjenme platicar con el administrador de la Parroquia y luego les digo. A la semana siguiente, el padre Gregorio citó nuevamente a los tres jóvenes.
-Pues ya hablé con el administrador, me informa que lo de los permisos es fácil, lo difícil sería conseguir proveedores que nos den crédito, pero lo más difícil es que podamos equipar el espacio que, como ustedes saben, necesitaríamos al menos de una estufa, refrigerador, mesas, sillas, etc., todo ello se lleva una buena lana y ¡ah!, además quiero conocer a esos tales trotamundos para ver si me inspiran o no confianza.
-Por eso no se preocupe, padre, si quiere hoy mismo se los traemos, va a ver que son muy simpáticos, además no son drogadictos. Dos de ellos lo fueron, pero ya dejaron la “mona” hace un buen tiempo, desde que se unieron como una Patrulla a la que llaman Trotamundos, ya los va a conocer.
-¡Vaya, vaya!, sí que me sorprenden, en esta plaza siempre han vivido muchos niños de la calle, desde antes que yo llegara aquí, pero nunca había conocido a chavos como ustedes, me caen bien y su idea me parece interesante, denme chance unos días para ver qué podemos hacer con respecto al comedor comunitario que ustedes proponen, mientras tanto, si no tienen qué comer, pues vénganse a la sacristía, yo les puedo compartir de mi comida.
Los muchachos recordaron al padre Damián de San Agustín Etla en la sierra mixe, a su queridísima abuela Petrona y su amiga Simona ambas violadas y asesinadas por militares, a sus dos compañeritos Pepe y Lalo de la escuela rural, ambos abatidos en un supuesto “fuego cruzado”; al maestro Sinaloa; a los puesteros lidereados por don Maclovio, viudo de doña Simona; a los maestros solidarios de la escuela rural. ¡Qué diferencia con el padre Felipe de Jesús, párroco de Santo Domingo, Oaxaca y sus pirruris predilectos! Unos y otros predicaban el cristianismo, pero al parecer de diferente manera; unos ayudando desinteresadamente a los pobres, otros ayudando a los ricos –interesadamente, claro-.
-Gracias -contestó Galpa con dignidad-, pero por lo pronto tenemos algunos ahorritos y de ahí podemos seguir comiendo mientras esto se arregla. Mientras tanto, Luca y yo podemos trabajar en los cruceros en donde nos acepten, como quiera podemos cuidarnos solos, lo que no queremos es arriesgar a nuestros tres hermanos más chicos.
-Mmm, eso me parece muy bien, chicos, pero si en vez de que coman en la calle le cooperan a doña Lucila con algunos centavitos, de seguro que comerán mejor y más barato, ¿qué les parece?, así hasta tendré el honor de comer junto con ustedes.
Los trotamundos se vieron unos a otros con una sincera sonrisa por demás infantil e inocente, la propuesta del padre Gregorio después de todo era más digna que aceptar caridad, así que aceptaron de muy buena gana. Los días subsiguientes desayunaban, comían y cenaban con el padre Gregorio quien gozaba de sus anécdotas. Aportaban a doña Lucila una modesta cooperación de lo poco que aún les quedaba en la tesorería de Patrulla, pues ningún jefe de los cruceros cercanos daba chance a Luca y a Galpa trabajar como franeleros o como “viene-viene”. De cualquier forma, con tal de sentirse útiles, se ofrecieron voluntariamente a ayudar a quienes hacían la limpieza del templo y la plaza Zarco.
Las cosas resultaron a la inversa de como el administrador había previsto: lo difícil no fue conseguir ni proveedores ni equipamiento, lo verdaderamente difícil fue enfrentar a la pesada burocracia para conseguir los permisos tanto gubernamentales como clericales.
El gran número de fieles de San Judas Tadeo que domingo a domingo asistían a misa en San Hipólito se enteraron, por medio de los avisos del padre Gregorio, del proyecto del comedor comunitario. No faltó quien empezara a organizar voluntarios que pudiesen donar que una estufa usada, que un refrigerador que a alguien le sobraba, que una o dos mesas de plástico, que dos que tres sillas plegables, que ollas y sartenes un poco abollados, que platos, vasos, cubiertos, en fin, el equipo suficiente para empezar. También hubo proveedores que les ofrecieron crédito hasta por un mes cobrándoles el mínimo de utilidades y gastos.
El local, dentro de las instalaciones del templo, era pequeño, pero tenía acceso tanto a los sanitarios del templo mismo como a otros sanitarios públicos a tan sólo una cuadra de distancia en una plaza curiosamente llamada “Solidaridad”. En menos de tres semanas todo estaba listo para arrancar, pero ¡oh!, los lentos y tediosos trámites “burrocráticos” lo impedían. Tuvieron que transcurrir más de tres semanas para que todo estuviera listo.
Tuvieron que transcurrir más de siete semanas para iniciar un proyecto que gracias a la organización civil hubiese podido arrancar en menos de tres semanas. El principal obstáculo se dio por parte de la burocracia tanto gubernamental como clerical. ¿Para qué sirven las autoridades si la sociedad civil se puede organizar mejor y más eficientemente en forma autónoma?
SISTEMA DE PATRULLA
Dentro del Escultismo, el Sistema de Patrulla se refiere a la organización espontánea de un pequeño grupo de preadolescentes (11 a 15 años) generalmente del mismo sexo con un propósito, misión u objetivo común, a semejanza de una pandilla. Una pandilla es mucho más pequeña que una banda y puede tener objetivos a corto, mediano o largo plazo con o sin fines delictivos. Una Patrulla escultista se caracteriza por tener objetivos a largo plazo con fines eminentemente constructivos. En nuestro caso –Proyecto Quetz-Al de Escultismo Alternativo-, el Sistema de Patrulla tiene como objetivo la Formación –con mayúscula- de Autonomía, a través de los seis Principios Quetz-Al:
1. Auto-conocimiento,
2. Creatividad,
3. Pensamiento Crítico,
4. Responsabilidad,
5. Solidaridad y
6. Respeto.
¿Qué depara a la Patrulla Trotamundos? ¿Podrán abrir por fin su proyecto de comedor comunitario? No te pierdas el siguiente capítulo.
…CONTINUARÁ
domingo, 16 de mayo de 2010
jueves, 29 de abril de 2010
Trotamundos Capítulo XIV
Trotamundos Cap. XIV
Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
TROTAMUNDOS XIV
Lince Hambriento
SINOPSIS
En el capítulo XIII los trotamundos, por recomendación de la abuela Petrona, excursionan a Ocotlán a visitar a doña Irene, muy antigua amiga de Petrona, quien los recibe con gusto y les muestra su casa-museo. Mientras tanto, Petrona y Simona, esta última también amiga de Irene, se reúnen a comer en casa de la primera aprovechando su descanso. Petrona le presume a su amiga de la infancia que ese día había recomendado a sus cinco nietos ir de excursión a Ocotlán y de pasada visitar a Irene, lo que despierta en ambas antiguos recuerdos.
Las dos amigas no terminaban de comer, platicar y brindar con auténtico mezcal de Oaxaca -con todo y gusano- cuando un batallón integrado por 12 sardos al mando de un capitán ingresan violentamente a la choza de Petrona, destruyen la puerta, violaron a las dos ancianas y después las asesinaron de la manera más cruel, deleznable e impune dejando sus cuerpos abandonados en el piso de tierra de la vivienda.
Por la tarde de ese sábado, cuando los muchachos regresaban de su excursión, el pueblo, indignado, ya se encontraba reunido, algunos en la parada del camión guajolotero –entre ellos el profe Sinaloa- para dar a los trotamundos la trágica noticia.
El resultado oficial del peritaje forense fue que las dos ancianas habían muerto por intoxicación con el bióxido de carbono emanado del anafre dejando así en total impunidad el horrendo crimen cometido por los militares, quizá bajo las órdenes de algún o algunos políticos “picudos” a quienes les estorbaba, por un lado, las gestiones de doña Petrona ante la justicia por la desaparición forzada de su nieto Pablo cuatro años atrás y, por otro, la envidia de cuatro jóvenes pirruris debutantes a empresarios, descendientes de familias porfirianas de abolengo y egresados de las “mejores” escuelas católicas del Estado. Estos jóvenes, como recordamos, plagiaron de manera ilegal el nombre “Doña Petrona” aprovechando su fama popular para su recién abierto restaurante de lujo.
CAPÍTULO XIV
Esa tarde, después de las exequias, el maestro Sinaloa y su esposa –quienes no tenían aún hijos- volvieron a llevar a los muchachos a su reducida vivienda, les dieron de cenar y a falta de camas los muchachos volvieron a dormir en el piso de tierra del modesto recibidor. Al día siguiente…
-Muchachos…, les juro que mi esposa y yo les hemos tomado mucho cariño y no nos daría mayor gusto que seguirlos teniendo en nuestra casa todo el tiempo que sea necesario, pero los puesteros y don Maclovio creen, y nosotros creemos con toda razón, que aquí en este pueblo, que está tan pegado a la ciudad, ustedes corren peligro, pues la policía ya los tiene fichados desde que los enviaron al tutelar falsamente acusados como narcotraficantes, pero les falló, gracias al licenciado Martín. Luego ya vieron, acusan a doña Petrona de haber secuestrado a varios policías, pero también, gracias al licenciado Martín, les falló y tuvieron que dejarla libre. Después acribillan al licenciado Martín junto con su familia seguramente en venganza. Finalmente asesinan a doña Petrona y doña Simona. Pa acabarla a ustedes los tienen bien relacionados con doña Petrona, pues estaban legalmente bajo su custodia, gracias también al licenciado Martín. Como ustedes siguen siendo menores de edad, quién sabe con qué les vayan a salir ahora y quién sabe qué les puedan hacer, así que lo mejor es que desaparezcan por un tiempo prudente. Ya saben cómo son los poderosos.
Miren, Don Maclovio reunió unos centavitos con los puesteros y nosotros, los maestros, reunimos también otros centavitos. Aquí tienen tres mil y cacho de pesos y centavos, con eso quizá puedan moverse a donde estén más seguros. Me duele mucho despedirme de ustedes, pero por su propia seguridad no queda de otra; no nos olviden, comuníquense con nosotros en cuanto puedan, al cabo ya saben manejar el correo electrónico. Don Maclovio a nombre de todos los puesteros me encargó que los despidiera y que les desean muy buena suerte.
Galpa recibió el dinero. Ten -se lo entregó a Porfi-, guárdalos, tú eres el tesorero.
-No, mejor nos repartimos cada quien una parte, no sea la de malas, al cabo de todos modos yo voy a anotar en la libreta lo que cada quien lleva.
-Si, Porfi tiene razón –dijo el profe- no vaya a ser la de malas, si es necesario guárdenselo en los calzones.
-¿Y qué tal si nos encontramos con soldados que nos quieran violar como quisieron conmigo? –dijo Poncho-.
-Ja, ja –rieron todos-, ¡ya sería el colmo de los colmos!
-Pues como están las cosas, muchachos, es mejor que se cuiden.
Fue el momento de la despedida, no sólo del profe Sinaloa, sino de los puesteros, de sus compañeros de la escuela rural, de doña Petrona a quien amaban como a una madre, de Oaxaca, pero lo más angustiante, de las esperanzas de reiniciar una nueva vida en familia, no importa que no fuese una familia tradicional, lo importante era convivir como hermanos alrededor de una abuela adoptiva que les deparase amor y un hogar, pero eso parecía desvanecerse.
Fue ese el momento de mayor desahogo en que por fin los trotamundos pudieron sacar, a través de lágrimas y sollozos, toda la tragedia que habían estado reteniendo estos últimos tres días en lo más profundo de sus emociones. Era ese el momento de desahogar tantas y tantas penurias acumuladas en sus escasos años de vida. Por primera vez lloraba cada uno su propia tragedia arrastrada de tiempo atrás que los había motivado a romper con su hogar y con sus familias originales. Este desahogo, que ya les hacía mucha falta, les permitió establecer en sus espíritus el duelo, es decir, la ruptura con el pasado, con sus remordimientos, con sus culpas, con sus rencores, pero no una ruptura así como así, sino una ruptura reflexionada en las experiencias del pasado, es decir, en un pensamiento crítico, tercer Principio del Espíritu Quetz-Al.
Sobre esa base de un pasado debidamente superado, los trotamundos se encontraban frente a la posibilidad, aún incierta, de cimentar su futuro, pero mucho dependería del presente. ¿Qué quiere decir esto?: que el presente es producto del pasado y el futuro será producto de lo que hagamos en el presente; el “destino” no existe como algo del “más allá”, el “destino” lo construimos nosotros mismos en el presente con base en las experiencias del pasado, de ahí la importancia de conocer y analizar la historia desde un punto de vista crítico, lo cual obviamente no conviene al poder.
En Consejo de Patrulla
-Ps ¿qué piensan?
-No, ps ta cañón.
-¿Por qué no regresamos a México?
-¿A México?, no la chingues, ¿qué tal si nos pescan los narcos con los que andaba el pinche Poncho?, seguro que nos dan “cuello”.
-Jemor témete esa ideota por el luco, dijo Bruti.
-Si, jemor, como dice Tubri, contestó mofándose Luca. Los demás rieron divertidos.
-Bueno, bueno, insistió Galpa, ya fuera de broma tenemos que decidir algo pronto, el profe Sinaloa tiene razón, parece que alguien nos trae tirria y a mí se me hace que son los pirruris del restaurante Doña Petrona, me cai que fueron ellos los que la mandaron matar a ella y al lic.
-¿Te cai?
-Si, me cai.
-¿Y por qué crees?
-Piénsenlo… ¿se acuerdan que los pirruris iban más o menos seguido al puesto, al poco tiempo encarcelaron a la abuela y destruyeron el puesto y, luego luego, los mismos pirruris abrieron su restaurante con su nombre?, ¿no es mucha coincidencia?, y luego que los puesteros nos ayudaron a reparar el puesto ¿no se acuerdan que muy poca gente iba a comer al restaurante de los pirruris mientras que la abuela tuvo más clientes después de aquella marcha a la que no nos dejaron ir?, ¿y qué me dicen del asesinato del lic y su familia en donde también se chingaron al Pepe y al Lalo?
Los muchachos se quedaron muy pensativos, muy reflexivos acerca de los argumentos que acababa de darles Galpa, su Guía.
-¡Uta!, me cai que no lo había pensado así –dijo Porfi-, pero creo que tienes toda la razón.
-Oye, Porfi –intervino Poncho- ¿y por qué no nos largamos mejor a tu pueblo?, total, allí te conocen y nos pueden echar la mano.
-¡Uta!, no creo, es más, en el mero pueblo ni me conocen, pus yo vivía en la hacienda con mi aguela, en las ajueras del pueblo y como no iba a la escuela pus casi nunca salía, ni tengo amigos allá y no creo que nos acecten en la hacienda, ¿no ven que mi escapé?
-No, ps eso sí, ¿pero tons?
-Yo creo que Galpa tiene razón, dijo Luca. Deberíamos regresar a México, total, allí ya sabemos que onda, ¿no?
-Mmm -interrumpió Porfi- ¿y por qué no a Puebla?
-¡Aaaah! –exclamaron los cuatro-, lo que quieres es ver a tu adorada Quetzalli, ¿o no?
-Bueno… si, la verdá la extraño, pero a lo mejor don Andrés nos puede ayudar y, mientras, viviríamos en su casa.
-No jodas –dijo Galpa- yo sé que don Andrés es muy buena onda y nos dejó quedarnos en su casa un día, ¿pero muchos días?, quién sabe.
-Yo más bien creo que no, dijo Luca. Dicen que el “muerto” y el “arrimado” a los tres días apesta.
-Cierto –dijo Galpa- ¿además se acuerdan que don Andrés mismo nos dijo que a los poblanos no les gustan los chavos como nosotros, porque afeamos su ciudad?, ¿se acuerdan que también nos dijo que nos “levantan” y luego nos venden a bandas que se dedican a la prostitución de menores con el favor del mismo gober? Acuérdense que nosotros somos todavía menores, ninguno tenemos 18 años cumplidos.
-¡Nooo!, ¡me falta un chingo!, dijo Poncho, el más pequeño de los cinco.
Los trotamundos finalmente decidieron regresar a la ciudad capital, pero no al mismo lugar en donde podrían ser reconocidos por el narco que enganchó a Poncho, el lado sur, sino a cierto rumbo del centro de la ciudad, cuyas angostas y oscuras calles estaban superpobladas por decenas de niñas y niños que dormían hacinados en las banquetas y que aspiraban sustancias inhalables en bolsitas de plástico, lo cuál los mantenían en total relajamiento. Otros fumaban marihuana y otros más, consumían “piedra”. Los inhalables o “activo” eran baratos y podían adquirirse en cualquier tlapalería. La marihuana era más cara y la “piedra”, mucho más, así que para adquirirla los chavos adictos tenían que asaltar en la calle a los transeúntes.
Los niños que allí habitaban recibieron a los trotamundos en buena onda, luego luego les ofrecieron droga: “¿de cuál quieres?, ¿activo?, ¿mota?, ¿piedra?, el activo te cuesta tanto, la mota tanto y la piedra tanto, ¿cuál quieres?
-Nnno, es que ahorita no traemos marmaja, contestó Galpa.
-No importa, después se cain.
-Esteee, no, mañana, ahorita venimos algo cansados.
-¡Ahhh!, pus con mayor razón, con esto van a descansar a toda madre.
-Si, ya sabemos, pero mejor mañana.
-Bueno, ustedes se lo pierden, si quieren pueden dormirse en la acera de enfrente y nos miramos mañana.
-OK, gracias.
Los cinco muchachos procuraron mantenerse juntos. El espectáculo que tenían junto a sí no les era nada extraño, así habían vivido durante meses y años en el sur de la ciudad cuando aún no se conocían, excepto Porfidio que había pasado toda su vida casi esclavizado en la hacienda con su abuela.
A la mañana siguiente deciden dar una vuelta por el rumbo -para ellos desconocido- cuando se topan con el atrio de un antiguo templo del tiempo de la colonia. Obviamente tenían todo el aspecto de niños de la calle. Allí en el atrio se encuentran con tres personas jóvenes, dos mujeres y un hombre, que al verlos los saludan con amabilidad y los invitan a pasar al templo, lo cual aceptan de buena gana, pues después de todo su actitud y el lugar les inspiran confianza.
-¿Y ustedes, qué onda?, -los interroga una de las jóvenes-, creo que no los he visto antes aquí, ¿son nuevos?
-Mmm, puesss, sí.
-¿Son niños de la calle, no?
-Esteee, sí.
-¿Cuándo llegaron?
-Anoche.
-¿Y andan juntos?
-Si.
-¿De dónde vienen?
Los muchachos empezaron a contar su historia: por qué se hicieron niños de la calle, cómo se conocieron, su aventura en Oaxaca.
-¿O sea que ustedes no consumen droga a pesar de ser niños de la calle?
-No, pos como te dijimos –contestó Luca- al principio Galpa y yo sí probamos un poco de “activo”, pero muy poco, lo pudimos dejar cuando hicimos la Patrulla Trotamundos.
-Claro, es lógico, lo que pasó fue que cuando hicieron la Patrulla encontraron un motivo para seguir viviendo.
-Mmm, no lo habíamos visto así, pero creo que tienes razón.
-Bueno, pues miren, nosotros tres también fuimos niños de la calle, sufrimos mucho, consumimos droga por un tiempo, pero aquí en este templo logramos encontrar un buen motivo para seguir viviendo.
-¿Ah, sí?
-Pos, sí. Ahorita, como ven, está vacío, pero después de las siete empiezan a venir muchos chavos como ustedes y por la noche aquí se duermen, en las bancas o en el suelo, donde quepan.
-¡Orale!
-Somos chavos de la calle que antes éramos drogadictos, pero ya dejamos la droga gracias a las pláticas que a diario tenemos aquí por la noche, pero como no tenemos dónde vivir, pues aquí el señor párroco nos da chance de quedarnos siempre y cuando mantengamos limpio el lugar. Nosotros tres somos los encargados de vigilar todo esto para que no haya desmadres y le ayudamos al padre a convencer más chavos a que dejen la droga. Ya lo van a conocer, es muy buena onda.
-¿Y dónde están los que viven aquí?
-Pues ahorita andan trabajando en los cruceros o en las calles, unos de acomodadores, otros de limpiavidrios, otros de payasitos, otros de malabaristas, ya saben, ustedes también lo vivieron, ¿no?
-No, pos sí.
-Pues la historia de ustedes es muy interesante, los invitamos a que se queden aquí, ya les buscaremos un rinconcito para que duerman.
-Ps está chido, pero también queremos trabajar.
-Por eso no se preocupen, ya verán que los que pertenecen a esta comunidad les van a conseguir en dónde y no les van a cobrar como le hacen los “dueños” de otros cruceros, aquí todos somos una comunidad muy solidaria, ya verán.
¿Encontrarán los trotamundos una nueva oportunidad?, ¿qué tan preparados estarán para enfrentar una nueva experiencia después de sus anteriores fracasos?, ¿sabrán sortear las nuevas aventuras que les esperan en esta enorme ciudad tan llena de desigualdades, discriminación e injusticia?
No te pierdas el siguiente capítulo de esta interesante historia.
…CONTINUARÁ
Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
TROTAMUNDOS XIV
Lince Hambriento
SINOPSIS
En el capítulo XIII los trotamundos, por recomendación de la abuela Petrona, excursionan a Ocotlán a visitar a doña Irene, muy antigua amiga de Petrona, quien los recibe con gusto y les muestra su casa-museo. Mientras tanto, Petrona y Simona, esta última también amiga de Irene, se reúnen a comer en casa de la primera aprovechando su descanso. Petrona le presume a su amiga de la infancia que ese día había recomendado a sus cinco nietos ir de excursión a Ocotlán y de pasada visitar a Irene, lo que despierta en ambas antiguos recuerdos.
Las dos amigas no terminaban de comer, platicar y brindar con auténtico mezcal de Oaxaca -con todo y gusano- cuando un batallón integrado por 12 sardos al mando de un capitán ingresan violentamente a la choza de Petrona, destruyen la puerta, violaron a las dos ancianas y después las asesinaron de la manera más cruel, deleznable e impune dejando sus cuerpos abandonados en el piso de tierra de la vivienda.
Por la tarde de ese sábado, cuando los muchachos regresaban de su excursión, el pueblo, indignado, ya se encontraba reunido, algunos en la parada del camión guajolotero –entre ellos el profe Sinaloa- para dar a los trotamundos la trágica noticia.
El resultado oficial del peritaje forense fue que las dos ancianas habían muerto por intoxicación con el bióxido de carbono emanado del anafre dejando así en total impunidad el horrendo crimen cometido por los militares, quizá bajo las órdenes de algún o algunos políticos “picudos” a quienes les estorbaba, por un lado, las gestiones de doña Petrona ante la justicia por la desaparición forzada de su nieto Pablo cuatro años atrás y, por otro, la envidia de cuatro jóvenes pirruris debutantes a empresarios, descendientes de familias porfirianas de abolengo y egresados de las “mejores” escuelas católicas del Estado. Estos jóvenes, como recordamos, plagiaron de manera ilegal el nombre “Doña Petrona” aprovechando su fama popular para su recién abierto restaurante de lujo.
CAPÍTULO XIV
Esa tarde, después de las exequias, el maestro Sinaloa y su esposa –quienes no tenían aún hijos- volvieron a llevar a los muchachos a su reducida vivienda, les dieron de cenar y a falta de camas los muchachos volvieron a dormir en el piso de tierra del modesto recibidor. Al día siguiente…
-Muchachos…, les juro que mi esposa y yo les hemos tomado mucho cariño y no nos daría mayor gusto que seguirlos teniendo en nuestra casa todo el tiempo que sea necesario, pero los puesteros y don Maclovio creen, y nosotros creemos con toda razón, que aquí en este pueblo, que está tan pegado a la ciudad, ustedes corren peligro, pues la policía ya los tiene fichados desde que los enviaron al tutelar falsamente acusados como narcotraficantes, pero les falló, gracias al licenciado Martín. Luego ya vieron, acusan a doña Petrona de haber secuestrado a varios policías, pero también, gracias al licenciado Martín, les falló y tuvieron que dejarla libre. Después acribillan al licenciado Martín junto con su familia seguramente en venganza. Finalmente asesinan a doña Petrona y doña Simona. Pa acabarla a ustedes los tienen bien relacionados con doña Petrona, pues estaban legalmente bajo su custodia, gracias también al licenciado Martín. Como ustedes siguen siendo menores de edad, quién sabe con qué les vayan a salir ahora y quién sabe qué les puedan hacer, así que lo mejor es que desaparezcan por un tiempo prudente. Ya saben cómo son los poderosos.
Miren, Don Maclovio reunió unos centavitos con los puesteros y nosotros, los maestros, reunimos también otros centavitos. Aquí tienen tres mil y cacho de pesos y centavos, con eso quizá puedan moverse a donde estén más seguros. Me duele mucho despedirme de ustedes, pero por su propia seguridad no queda de otra; no nos olviden, comuníquense con nosotros en cuanto puedan, al cabo ya saben manejar el correo electrónico. Don Maclovio a nombre de todos los puesteros me encargó que los despidiera y que les desean muy buena suerte.
Galpa recibió el dinero. Ten -se lo entregó a Porfi-, guárdalos, tú eres el tesorero.
-No, mejor nos repartimos cada quien una parte, no sea la de malas, al cabo de todos modos yo voy a anotar en la libreta lo que cada quien lleva.
-Si, Porfi tiene razón –dijo el profe- no vaya a ser la de malas, si es necesario guárdenselo en los calzones.
-¿Y qué tal si nos encontramos con soldados que nos quieran violar como quisieron conmigo? –dijo Poncho-.
-Ja, ja –rieron todos-, ¡ya sería el colmo de los colmos!
-Pues como están las cosas, muchachos, es mejor que se cuiden.
Fue el momento de la despedida, no sólo del profe Sinaloa, sino de los puesteros, de sus compañeros de la escuela rural, de doña Petrona a quien amaban como a una madre, de Oaxaca, pero lo más angustiante, de las esperanzas de reiniciar una nueva vida en familia, no importa que no fuese una familia tradicional, lo importante era convivir como hermanos alrededor de una abuela adoptiva que les deparase amor y un hogar, pero eso parecía desvanecerse.
Fue ese el momento de mayor desahogo en que por fin los trotamundos pudieron sacar, a través de lágrimas y sollozos, toda la tragedia que habían estado reteniendo estos últimos tres días en lo más profundo de sus emociones. Era ese el momento de desahogar tantas y tantas penurias acumuladas en sus escasos años de vida. Por primera vez lloraba cada uno su propia tragedia arrastrada de tiempo atrás que los había motivado a romper con su hogar y con sus familias originales. Este desahogo, que ya les hacía mucha falta, les permitió establecer en sus espíritus el duelo, es decir, la ruptura con el pasado, con sus remordimientos, con sus culpas, con sus rencores, pero no una ruptura así como así, sino una ruptura reflexionada en las experiencias del pasado, es decir, en un pensamiento crítico, tercer Principio del Espíritu Quetz-Al.
Sobre esa base de un pasado debidamente superado, los trotamundos se encontraban frente a la posibilidad, aún incierta, de cimentar su futuro, pero mucho dependería del presente. ¿Qué quiere decir esto?: que el presente es producto del pasado y el futuro será producto de lo que hagamos en el presente; el “destino” no existe como algo del “más allá”, el “destino” lo construimos nosotros mismos en el presente con base en las experiencias del pasado, de ahí la importancia de conocer y analizar la historia desde un punto de vista crítico, lo cual obviamente no conviene al poder.
En Consejo de Patrulla
-Ps ¿qué piensan?
-No, ps ta cañón.
-¿Por qué no regresamos a México?
-¿A México?, no la chingues, ¿qué tal si nos pescan los narcos con los que andaba el pinche Poncho?, seguro que nos dan “cuello”.
-Jemor témete esa ideota por el luco, dijo Bruti.
-Si, jemor, como dice Tubri, contestó mofándose Luca. Los demás rieron divertidos.
-Bueno, bueno, insistió Galpa, ya fuera de broma tenemos que decidir algo pronto, el profe Sinaloa tiene razón, parece que alguien nos trae tirria y a mí se me hace que son los pirruris del restaurante Doña Petrona, me cai que fueron ellos los que la mandaron matar a ella y al lic.
-¿Te cai?
-Si, me cai.
-¿Y por qué crees?
-Piénsenlo… ¿se acuerdan que los pirruris iban más o menos seguido al puesto, al poco tiempo encarcelaron a la abuela y destruyeron el puesto y, luego luego, los mismos pirruris abrieron su restaurante con su nombre?, ¿no es mucha coincidencia?, y luego que los puesteros nos ayudaron a reparar el puesto ¿no se acuerdan que muy poca gente iba a comer al restaurante de los pirruris mientras que la abuela tuvo más clientes después de aquella marcha a la que no nos dejaron ir?, ¿y qué me dicen del asesinato del lic y su familia en donde también se chingaron al Pepe y al Lalo?
Los muchachos se quedaron muy pensativos, muy reflexivos acerca de los argumentos que acababa de darles Galpa, su Guía.
-¡Uta!, me cai que no lo había pensado así –dijo Porfi-, pero creo que tienes toda la razón.
-Oye, Porfi –intervino Poncho- ¿y por qué no nos largamos mejor a tu pueblo?, total, allí te conocen y nos pueden echar la mano.
-¡Uta!, no creo, es más, en el mero pueblo ni me conocen, pus yo vivía en la hacienda con mi aguela, en las ajueras del pueblo y como no iba a la escuela pus casi nunca salía, ni tengo amigos allá y no creo que nos acecten en la hacienda, ¿no ven que mi escapé?
-No, ps eso sí, ¿pero tons?
-Yo creo que Galpa tiene razón, dijo Luca. Deberíamos regresar a México, total, allí ya sabemos que onda, ¿no?
-Mmm -interrumpió Porfi- ¿y por qué no a Puebla?
-¡Aaaah! –exclamaron los cuatro-, lo que quieres es ver a tu adorada Quetzalli, ¿o no?
-Bueno… si, la verdá la extraño, pero a lo mejor don Andrés nos puede ayudar y, mientras, viviríamos en su casa.
-No jodas –dijo Galpa- yo sé que don Andrés es muy buena onda y nos dejó quedarnos en su casa un día, ¿pero muchos días?, quién sabe.
-Yo más bien creo que no, dijo Luca. Dicen que el “muerto” y el “arrimado” a los tres días apesta.
-Cierto –dijo Galpa- ¿además se acuerdan que don Andrés mismo nos dijo que a los poblanos no les gustan los chavos como nosotros, porque afeamos su ciudad?, ¿se acuerdan que también nos dijo que nos “levantan” y luego nos venden a bandas que se dedican a la prostitución de menores con el favor del mismo gober? Acuérdense que nosotros somos todavía menores, ninguno tenemos 18 años cumplidos.
-¡Nooo!, ¡me falta un chingo!, dijo Poncho, el más pequeño de los cinco.
Los trotamundos finalmente decidieron regresar a la ciudad capital, pero no al mismo lugar en donde podrían ser reconocidos por el narco que enganchó a Poncho, el lado sur, sino a cierto rumbo del centro de la ciudad, cuyas angostas y oscuras calles estaban superpobladas por decenas de niñas y niños que dormían hacinados en las banquetas y que aspiraban sustancias inhalables en bolsitas de plástico, lo cuál los mantenían en total relajamiento. Otros fumaban marihuana y otros más, consumían “piedra”. Los inhalables o “activo” eran baratos y podían adquirirse en cualquier tlapalería. La marihuana era más cara y la “piedra”, mucho más, así que para adquirirla los chavos adictos tenían que asaltar en la calle a los transeúntes.
Los niños que allí habitaban recibieron a los trotamundos en buena onda, luego luego les ofrecieron droga: “¿de cuál quieres?, ¿activo?, ¿mota?, ¿piedra?, el activo te cuesta tanto, la mota tanto y la piedra tanto, ¿cuál quieres?
-Nnno, es que ahorita no traemos marmaja, contestó Galpa.
-No importa, después se cain.
-Esteee, no, mañana, ahorita venimos algo cansados.
-¡Ahhh!, pus con mayor razón, con esto van a descansar a toda madre.
-Si, ya sabemos, pero mejor mañana.
-Bueno, ustedes se lo pierden, si quieren pueden dormirse en la acera de enfrente y nos miramos mañana.
-OK, gracias.
Los cinco muchachos procuraron mantenerse juntos. El espectáculo que tenían junto a sí no les era nada extraño, así habían vivido durante meses y años en el sur de la ciudad cuando aún no se conocían, excepto Porfidio que había pasado toda su vida casi esclavizado en la hacienda con su abuela.
A la mañana siguiente deciden dar una vuelta por el rumbo -para ellos desconocido- cuando se topan con el atrio de un antiguo templo del tiempo de la colonia. Obviamente tenían todo el aspecto de niños de la calle. Allí en el atrio se encuentran con tres personas jóvenes, dos mujeres y un hombre, que al verlos los saludan con amabilidad y los invitan a pasar al templo, lo cual aceptan de buena gana, pues después de todo su actitud y el lugar les inspiran confianza.
-¿Y ustedes, qué onda?, -los interroga una de las jóvenes-, creo que no los he visto antes aquí, ¿son nuevos?
-Mmm, puesss, sí.
-¿Son niños de la calle, no?
-Esteee, sí.
-¿Cuándo llegaron?
-Anoche.
-¿Y andan juntos?
-Si.
-¿De dónde vienen?
Los muchachos empezaron a contar su historia: por qué se hicieron niños de la calle, cómo se conocieron, su aventura en Oaxaca.
-¿O sea que ustedes no consumen droga a pesar de ser niños de la calle?
-No, pos como te dijimos –contestó Luca- al principio Galpa y yo sí probamos un poco de “activo”, pero muy poco, lo pudimos dejar cuando hicimos la Patrulla Trotamundos.
-Claro, es lógico, lo que pasó fue que cuando hicieron la Patrulla encontraron un motivo para seguir viviendo.
-Mmm, no lo habíamos visto así, pero creo que tienes razón.
-Bueno, pues miren, nosotros tres también fuimos niños de la calle, sufrimos mucho, consumimos droga por un tiempo, pero aquí en este templo logramos encontrar un buen motivo para seguir viviendo.
-¿Ah, sí?
-Pos, sí. Ahorita, como ven, está vacío, pero después de las siete empiezan a venir muchos chavos como ustedes y por la noche aquí se duermen, en las bancas o en el suelo, donde quepan.
-¡Orale!
-Somos chavos de la calle que antes éramos drogadictos, pero ya dejamos la droga gracias a las pláticas que a diario tenemos aquí por la noche, pero como no tenemos dónde vivir, pues aquí el señor párroco nos da chance de quedarnos siempre y cuando mantengamos limpio el lugar. Nosotros tres somos los encargados de vigilar todo esto para que no haya desmadres y le ayudamos al padre a convencer más chavos a que dejen la droga. Ya lo van a conocer, es muy buena onda.
-¿Y dónde están los que viven aquí?
-Pues ahorita andan trabajando en los cruceros o en las calles, unos de acomodadores, otros de limpiavidrios, otros de payasitos, otros de malabaristas, ya saben, ustedes también lo vivieron, ¿no?
-No, pos sí.
-Pues la historia de ustedes es muy interesante, los invitamos a que se queden aquí, ya les buscaremos un rinconcito para que duerman.
-Ps está chido, pero también queremos trabajar.
-Por eso no se preocupen, ya verán que los que pertenecen a esta comunidad les van a conseguir en dónde y no les van a cobrar como le hacen los “dueños” de otros cruceros, aquí todos somos una comunidad muy solidaria, ya verán.
¿Encontrarán los trotamundos una nueva oportunidad?, ¿qué tan preparados estarán para enfrentar una nueva experiencia después de sus anteriores fracasos?, ¿sabrán sortear las nuevas aventuras que les esperan en esta enorme ciudad tan llena de desigualdades, discriminación e injusticia?
No te pierdas el siguiente capítulo de esta interesante historia.
…CONTINUARÁ
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