jueves, 1 de abril de 2010

Tlacuillo capítulo IX

Fuente del jardín central

Centro histórico de Oaxaca
Tlacuillo

Corazón de Niño/Quetz-Al
EHECATEPETL
(Cerro del Viento)
MANUAL DE ESCULTISMO ALTERNATIVO
TROTAMUNDOS IX
Lince Hambriento

Donativo para el fondo de Patrulla: $5.00

Plaza de Santo Domingo, Oaxaca
SINOPSIS

Dos parejas de atildados jóvenes que salen de la misa dominical en el templo de Santo Domingo celebran la detención de los muchachos trotamundos y se dirigen, después de comulgar, al puesto de doña Petrona como un hecho excepcional, pues no estaban acostumbrados a mezclarse con la chusma. Mientras desayunan el rico atole con tamales de doña Petrona presumen acerca de su ascendencia de abolengo en el Estado.

Los choferes del trailer que dio aventón a Galpa, Porfi y Bruti son despedidos de la compañía por haberse expuesto a que descubrieran que se dedicaban a transportar droga en forma clandestina, aunque bajo la protección del gobierno. No obstante, los dos hombres denuncian con la mayor valentía ante el Misterio Público las atrocidades de las que fueron víctimas los muchachos por parte del ejército.

Las declaraciones del chofer y su ayudante aunadas a otras inconsistencias dan por suspendido temporalmente el juicio en contra de los trotamundos y son liberados provisionalmente y bajo condiciones, gracias a un juez honesto, muy raro en nuestros tiempos.

Porfi, Bruti y Poncho son enviados a un albergue del DIF por ser menores de edad. Galpa y Luca, aunque también menores, fueron rechazados por encontrarse en una edad cercana a los 18 años. Este hecho fue muy afortunado para ambos, pues dio oportunidad para que doña Petrona los alojara en su puesto, aún sin trámites de adopción.

Varias semanas después, también en domingo, las dos parejas de jóvenes pirruris salen de misa y después de comulgar se dirigen nuevamente al puesto de doña Petrona, esta vez asistida por Galpa y Luca. Ambas parejas maldicen la liberación de los trotamudos y se enfrascan en una charla por demás ofensiva, irrespetuosa y discriminatoria hacia los más desvalidos. Eso despierta el coraje de Galpa y Luca, pero doña Petrona los invita, mediante señas –lenguaje no verbal- a la calma, la prudencia, la tolerancia, con lo que empieza a inducirlos hacia una verdadera educación, a diferencia de los cuatro lechuguinos mochos de golpe de pecho quienes, con todo y su dinero y sus estudios en escuelas católicas para ricos, carecían de los más esenciales valores humanos. ¿Qué raro, no?


CAPÍTULO IX

Los trotamundos logran liberarse del albergue del DIF gracias a las gestiones de doña Petrona, a traves de las ONGs defensoras de los derechos humanos que la auxiliaban desde cuatro años antes en busca de su nieto desaparecido.

Cuatro años atrás, en mayo de 2006, surgió en el Estado de Oaxaca un movimiento magisterial en el que los maestros luchaban por conquistar sus legítimos derechos. El gobierno del Estado, en complicidad con el sindicato “charro”, reprimió dicho Movimiento mediante una violencia brutal. El desorden fue tal que la policía arrasó con “culpables” e inocentes por igual, como suele suceder en este país.

Durante la manifestación, Pablo, un niño de 13 años quien tranquilamente desayunaba en el puesto de doña Petrona -su abuela- y que nada tenía que ver con el Movimiento magisterial, sin temerla ni deberla fue levantado por dos policías -ante los ojos de la abuela- sin que hasta el momento -cuatro años después- hubiese podido ser encontrado.

¡Cuatro largos años habían pasado!, sin que doña Petrona, moviendo cielo, mar y tierra para encontrar a su adorado nieto Pablo con la ayuda de ONGs., defensoras de los Derechos Humanos pudiera, hasta el momento, encontrarlo. Doña Petrona no tenía a nadie más; sus tres hijos –uno de ellos el padre de Pablo, su nieto- habían sido masacrados por defender sus tierras, pues se las querían arrebatar –y finalmente se las arrebataron- para construir un desarrollo turístico con capital extranjero. La madre de Pablo fue ultrajada, violada y finalmente masacrada por el ejército. Doña Petrona supo entonces de la existencia de ONGs., que se dedican a abogar por causas injustas y se contactó con las existentes en su Estado, Oaxaca.

-¡Ya estoy hasta la drame!, dijo Bruti. Este tutor me molesta todas las chones, diario va a mi cama y me quiere bajar los noches, pero como no me he jedado me castiga con no jedarme lasir al tapio. ¿Qué guinchaos hago?
-¿Ah, si?, -dijo Porfi indignado- mañana es sábado, viene doña Petrona, hay que decírselo para que se los diga a los abogados esos de las mentadas ONGs, a ver si hacen algo.

Al día siguiente, sábado, día de visita, los muchachos refieren a doña Petrona el acoso sexual que está sufriendo Oswaldo (Brutillón) por parte de su tutor en el albergue del DIF, lo que motiva a doña Petrona a denunciarlo ante la dirección y otras instancias jurídicas con la ayuda de la ONG.

Después de cuatro meses de denuncias, audiencias y trámites burocráticos, la ONG encargada del caso, por medio de sus abogados, logra conseguir mediante decenas y decenas de requisitos, algunos justificados, otros –la mayoría- inútiles, que doña Petrona pudiese hacerse cargo de la custodia de los cinco muchachos de manera provisional en tanto se definía una resolución definitiva. ¡Aleluya!, fue un gran triunfo de doña Petrona y de la ONG, a favor de los cinco trotamundos.

Una vez en casa de doña Petrona, Gerardo (Galpatrafo), guía de la Patrulla Trotamundos, reúne a los muchachos en círculo y con el puño derecho hacia el centro grita ¡uno para todos!, ¡todos para uno!, contestan los otros cuatro extendiendo su puño derecho igualmente hacia el centro, felices de estar nuevamente juntos.

Doña Petrona queda asombrada, nunca había visto algo similar. -¿Por qué hacen eso?, preguntó intrigada.
-Es nuestro grito de Patrulla, respondió Luca, el sub-guía.
-¿El qué?, preguntó doña Petrona sin entender nada de lo que le decían.
-¡Ah!, le voy a explicar –interrumpió Galpa-, es que nosotros cinco somos una Patrulla Quetz-Al, la Patrulla se llama Trotamundos.
-¿Y qué es eso?, ¿de qué me hablan?

Porfidio comenzó a relatar desde aquella vez que encontró bajo el puente, en donde se resguardaban en la ciudad de México, el hallazgo de un libro, el Manual de la muchacha y el muchacho Quetz-Al. Se trataba de un manual de Escultismo, pero de Escultismo alternativo, pues a diferencia del Escultismo tradicional proponía valores humanos o habilidades sicosociales más acordes con su condición social y su momento histórico. Dichos valores, como ya sabemos, son Auto-conocimiento, Creatividad, Pensamiento crítico, Responsabilidad, Solidaridad y Respeto, a diferencia de honor, lealtad, abnegación, pureza, obediencia ciega; principios propios del colonialismo inglés del tiempo de la reina Victoria, tiempo y lugar de origen del Escultismo tradicional (fines del siglo XIX y principios del XX). Para nuestros muchachos era más fácil entender los principios propuestos por el Proyecto Quetz-Al de Escultismo alternativo que los propuestos por el Escultismo tradicional. ¿Qué podría significar para ellos honor, lealtad, abnegación, pureza y obediencia ciega? Esos valores eran válidos para el ejército, para la policía o para Movimientos fascistoides, no para muchachos que pretendían formar su autonomía.

-¡Ah!, ya intendí –dijo doña Petrona-, pus esto sí qui es muy nuevo pa mí, ni siquiera en toda mi vida había oído de eso… ¿cómo dicen qui si llama?
-Escultismo, al menos así dice el Manual.
-¿Y quí is lu qui hacen?
Los muchachos con espíritu de entusiasmo le explicaron acerca de las actividades en el campo y de la organización de la Patrulla, lo que dejó a doña Petrona verdaderamente sorprendida.
-¿Así qui hasta tienen su propia tesorería y su libro di cuentas?, ¡vaya!, esu sí qui mi sorprende, piro ahura qui mi dicen lu di las salidas al campu mi imagino qui van a quirir salir a sus ixcursiones, ¿no?
-Pus sí, doña Petrona, pero sólo cuando usté nos dé permiso.
-Bueno, primero qui nada ya saben qui tienen quir a liscuela, mañana mesmo los tengo qui llevar por órdenes dil juez qui consiguió su libertá bajo mi custodia, isa jué la condición.
-Si, doña Petrona, ya sabemos y estamos dispuestos.
-Pur las tardes mi tienen qui ayudar en el puesto, pus yo solita no lus puedo mantiner.
-Claro que sí, doña Petrona, no se preocupe por eso, al contrario, le estamos muy agradecidos.
-Luego los sábados y domingos is cuando aquí hay muncho más trabajo, piro si lis parece bien lis voy a dijar libre un domingo al mes pa qui si vayan al campo.
-Cuando se pueda, doña Petrona, si no, no se preocupe, nosotros le vamos a ayudar en todo lo que se pueda.
-Sí, mis muchachitos, ya lo sé, piro sí mi daría muncho gusto qui conocieran il campo di mi Istado, van a ver quí bonito es, aunque sea pur aquí cerquita, qui puedan ir y vinir el mesmo día. Y tú, mi Porfidito, dintro di poco vas a ser mi contador in il puesto. ¡Ah!, y pur cierto, ya no mi digan doña Pitrona, díganmi aguelita, ¿si?

-¡Abuelita, abuelita!, gritaron felices los cinco trotamundos quienes la rodearon en un tan efusivo abrazo que le provocó le rodaran gruesas lágrimas por sus morenas y abultadas mejillas.

Gracias al licenciado Martín, el abogado de la ONG, mismo que desde hacía cuatro años se venía haciendo cargo del rescate de Pablo, el nieto de doña Petrona y hoy de sus cinco nuevos nietos, los cinco trotamundos lograron ser aceptados en la escuela rural del pueblo en el que habitaba doña Petrona desde su llegada a la ciudad de Oaxaca, un pueblo casi pegado a la metrópoli.

Para llegar a su puesto, en la plaza de Santo Domingo, tenía que abordar todos los días, a las cuatro de la mañana, el camión guajolotero que la dejaba a una cuadra. A los muchachos, sus nietos, les dejaba preparado el desayuno. Ellos, por responsabilidad propia, se levantaban temprano para llegar a la escuela a las ocho, pero antes dejaban la choza de adobe y teja en donde los alojaba doña Petrona bien aseadita.

Si bien Galpa y Luca habían pisado la secundaria antes de escapar de sus casas, ante la falta de papeles tuvieron que ingresar a sexto de primaria. A Poncho, Bruti y Porfi, previas pruebas de admisión, los ingresaron a tercero, todo provisionalmente mientras se lograban rescatar al menos sus actas de nacimiento; en algún lugar, en algún Registro Civil deberían estar, al menos eso se suponía, pues era necesario conocer su verdadera identidad. No obstante, los cinco muchachos habían tenido que proporcionar previamente los datos de sus familias respectivas, pues según la ley, éstas debían ser localizadas y notificadas del paradero de sus hijos.

Transcurrieron dos, tres, cuatro meses sin que aún, gracias a la tediosa burocracia, se resolviera nada definitivo, lo que tenía sin cuidado tanto a doña Petrona como a los trotamundos. Es más, para ellos era mejor que ahí quedara todo y se le diera carpetazo al asunto, como suele suceder cuando se trata de personajes influyentes, pero ellos, por desgracia, no lo eran, así que la espera los mantenía en constante angustia.

Así como estaban, vivían felices los seis. Entre semana, doña Petrona se iba a su puesto muy de madrugada para tener listo el desayuno que vendía con éxito en su modesto puesto mientras sus cinco nuevos nietos acudían a la escuela del pueblo. En cuanto estos salían se iban de volada en el guajolotero para ayudar a la recién estrenada y muy querida abuela en su puesto en donde permanecían hasta el cierre del mismo, ya entrada la noche. En el transcurso de la tarde se turnaban sus ratos libres para hacer sus tareas escolares. Sus profesores, por cierto, daban muy buenos reportes tanto en conducta como en aprovechamiento, ya los etiquetaban incluso de alumnos ejemplares.

Su trabajo en el puesto consistía en ayudar a cocinar, atender a la clientela, servirles, recoger las mesas, lavar los trastos, mantener limpio el local, en fin, trabajo que desempeñaban con gran alegría, pues nunca antes en sus vidas los muchachos habían vivido como en aquellos momentos, dentro de una verdadera familia formada por cinco hermanos muy estrechamente unidos bajo el inmenso amor maternal de una abuela. Ese era el mejor momento de sus tiernas, pero maltratadas vidas, ¿por qué iban a querer una resolución legal contraria a su verdadero y real bienestar?, ¡mejor que hay muera y que nos dejen en paz!, seguramente pensaban.

Un domingo al mes, como lo prometió la abuela, los trotamundos visitaban diferentes lugares que la abuela les recomendaba. Como el puesto de antojitos oaxaqueños iba en franca subida desde que los trotamundos comenzaron a ayudarle, la abuela también decidió, por primera vez, darse su merecido descanso precisamente el mismo domingo en que los muchachos salían a su excursión Quetz-Al por los alrededores de la capital oaxaqueña. De vez en cuando ella los acompañaba y así podía explicarles en directo, sobre la misma vivencia, algunas cosas típicas del lugar gracias a sus ancestrales conocimientos, cultura que había adquirido de generación en generación sin necesidad de libros, sino de la sabia palabra indígena. La abuela, doña Petrona, era descendiente del pueblo zapoteco.

Nuestros héroes, los trotamundos, disfrutaban por primera vez de la vida familiar, ¡esa sí que era vida familiar!, no la que habían tenido en sus respectivas familias biológicas -muy disfuncionales- antes de conocerse. No siempre las familias biológicas son debidamente funcionales.

Un domingo saliendo de misa

-Oigan, ¿por qué no en vez de ir a desayunar al club vamos otra vez a ese puestesillo de allí enfrente?, no está mal, ¿o sí?
-Pues no, no está nada mal, Hillary, esa india guisa muy rico, lo malo es que va pura chusma.
-Sí, ya lo sé, pero es que traigo una idea en mente.
Los otros tres la vieron con asombro.
-¿Una idea?, -dijo Johnny-, ¿qué idea?
-Pues, la india esta guisa muy bien, muy sabroso, ¿no?, y últimamente como que atrae a más clientela, ¿o no se han fijado?
-Creo que Hillary tiene razón –dijo Franky-, yo sí me he fijado, como que estos últimos domingos he visto el puestesillo más lleno, pero ¿a qué te refieres con que tienes una idea en mente?
-Pues… me refiero a que podríamos hacer buen negocio.
-¿Buen negocio?, ¿cómo?, dijo Johnny.
-Pues… este… ¡bueno…! podríamos poner un restaurante de lujo aquí frente a la plaza con los mismos platillos que prepara esa india.
-¡Ja!, ¿tu crees?, ¡nos va a hacer competencia!
-No, para nada, ¿o crees que esos nacos que van a ese puesto van a pagar un restaurante de lujo como el que podríamos poner nosotros?
-Mmm, no, no creo. El problema es poder igualar la sazón de esta india, no creo que algún otro cocinero lo pueda hacer.
-Por supuesto que sí, ya tengo contactado a un chef que estudió en Paris y en Madrid, lo único que necesita, según me dijo, son sus recetas.
-Pues… no es mala idea, esa pinche india no creo que pida mucho dinero por sus recetas.
-¿Dinero?, no, querido Franky, ¿cómo crees que nos vamos a rebajar pidiéndole que nos venda sus recetas? Nosotros somos gente decente, de abolengo, no tenemos que andar pidiendo favores a nadie, menos a una miserable india.
-¿Entonces qué?

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¿Qué estarán tramando los fervientes “cristianos” estudiantes de la universidad católica más prestigiada del Estado? ¿Qué negocio traerán entre manos? ¿Qué pensarán hacer a doña Petrona y de pasada a los trotamundos con el fin de fraguar el futuro negocio? No te pierdas el siguiente capítulo.

CONTINUARÁ.

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