miércoles, 31 de marzo de 2010

Trotamundos capítulo VII

SINOPSIS

En el capítulo VI Porfi y Luca llegan a Oaxaca en aventones, procedentes de Puebla. Arribaron a pié hasta la plaza de Santo Domingo, la plaza central en donde se encuentra el templo del mismo nombre.

Pasaban las horas y los otros tres compañeros, Galpa, Bruti y Poncho no llegaban, lo que empezó a preocupar a Porfi y Luca, sin imaginarse de las dificultades por la que sus tres hermanos estaban pasando.

Galpa, Luca y Poncho, mientras tanto, se encontraban en graves dificultades al haber sido detenidos en el retén militar de Nochixtlán acusados de transportar mariguana, la cual había sido evidente y tramposamente “sembrada” en el bolsillo de Galpatrafo por el teniente de guardia para inculparlo de narco-traficante y capo de la delincuencia organizada, ¿a un chico inocente de 16 años?. Lo que en realidad quería el susodicho teniente era detener a un “chivo expiatorio” que le permitiese mantener su chamba y su sueldo aún a costa de inventar, falsamente, delitos a gente inocente ante su incapacidad de detener a los verdaderos delincuentes, tanto por su mala preparación como por la oportunidad de ganar dinero extra aún de manera ilícita. No obstante sí permitieron la salida inmediata del trailer por tratarse de una empresa muy influyente.

A punto estuvo Poncho de ser abusado sexualmente por el soldado cuando Galpa aprovechó un descuido de aquél para atacarlo con su propia arma, lo que les permitió escapar internándose en la selva en donde pasaron la noche resguardados en el vivac construido por ellos mismos. Al día siguiente pudieron llegar al poblado de San Agustín Etla guiados por un amable indígena en donde fueron cristianamente acogidos por el padre Damián.

Después de tres días de espera Pofi y Luca aguardaban preocupados y a punto de la desesperación a sus tres hermanos pensando que les habría pasado lo peor.



CAPÍTULO VII

Galpa, Poncho y Bruti logran por fin llegar a la ciudad de Oaxaca y se reúnen con Porfi y Luca.

-Qué padre tan padre el padre Damian, ¿no? –dijo Poncho-
-¡Sí, me cai!, -dijo Bruti- no como el chinche satiscrán de Buepla.
-No, ese jijo de toda…, ni parece cristiano. Los que me preocupan son Porfi y Luca, si habrán llegado a la tal Oaxaca o qué fregaos, qué tal si les fue como a nosotros.
-Pos ya veremos ora que lléguemos.
-Lleguemos –corrigió Galpa-.

Una destartalada camioneta tipo pick-up se paró a darles aventón, se notaba que transportaba cerdos, pues la plataforma estaba cubierta por una capa de más de un centímetro de espesor del excremento del tal animalito. Antes de brincar la redila lanzaron sus mochilas y sólo hasta que las brincaron se percataron del fino recibimiento del que habían sido objeto.
-¡Chin!
-¡Ya ni modo!, súbete y punto.
Al menos pudieron viajar sentados sobre sus respectivas mochilas. Andaban dando las cinco de la tarde cuando por fin llegaron a la meta esperada, la colonial y hermosa ciudad de Oaxaca. Descendieron de la pick-up penetrados de un fuerte aroma y, concientes de que no les permitirían abordar un transporte colectivo en tales condiciones –además ni suficiente dinero traían-, decidieron llegar al punto de reunión, la plaza de Santo Domingo, a pié preguntando y preguntando, tal y como se llega a Roma.

Luca y Porfi comían de las sobras que quedaban casi a medianoche del puesto de antojitos oaxaqueños de doña Petrona. Aunque tenían el dinero de la tesorería, ambos estaban de acuerdo que no sería correcto seguirlo gastando, pues era dinero que pertenecía a los cinco y no sólo a ellos dos. La esperanza de que llegaran sus tres amigos ausentes los mantenía aferrados a la plaza en donde habían quedado de verse.

Por fin, cerca de las nueve de la noche y después de tres días de angustiosa espera, se da el feliz reencuentro de la pandilla celebrándolo con gritos, risas y un efusivo abrazo que a más de uno de ellos le provocó la salida de tibias lágrimas escurriendo por aquellas infantiles y rosadas mejillas.

-¡Uno para todos! –gritó Galpa extendiendo su puño derecho al centro del círculo formado por los cinco muchachos aún abrazados-.
-¡Todos para uno! –contestaron al unísono los otros cuatro.

El poco dinero que aún quedaba de la tesorería de Patrulla decidieron gastarlo en el puesto de doña Petrona para aliviar su ya galopante hambre de preadolescentes. La susodicha, quien ya conocía la historia de los Trotamundos por boca de Porfi y Luca, les preparó unas riquísimas tlayudas de chorizo y cecina, una para cada uno con todo y agua fresca de fruta. A la hora de la cuenta, la hora más dolorosa de la comida, sobre todo tratándose de niños de la calle, doña Petrona se negó tajantemente a recibirles un solo centavo. -No, mis niños, el poco dinero que hain di trair les va a ser muncha falta más adilante.

Con la panza llena y la inmensa felicidad del reencuentro, nuestros ilusionados Trotamundos se dirigieron literalmente trotando y abrazados hasta la banca que Luca y Porfi ya se habían apropiado frente al templo. Formados en círculo y abrazados cerraron el día con el Pensamiento Quetz-Al:

“Hoy tendré voluntad:
para conocer más de mí mismo,
mejorar el mundo que me rodea,
actuar de acuerdo con lo que pienso y digo,
ser responsable de mis actos,
ser solidario con el desvalido y
respetar a mis semejantes”.

Nuestros cinco héroes, por fin de nuevo reunidos, se acurrucaron tranquilos unos arriba y otros debajo de la banca y cayeron en profundo sueño, sin adivinar la desagradable sorpresa que les esperaba al día siguiente.

…Y para acabarla de amolar,
¡otra desgracia!

Doña Petrona, a las primeras horas del amanecer, se disponía a abrir su puesto para ofrecer el riquísimo atole con tamales oaxaqueños para el suculento desayuno de los transeúntes, cuando observó con inquietud que una camioneta de la policía se detenía justamente frente a la banca en donde aún dormían a pierna suelta los cinco preadolescentes. Vio cómo tres policías con armas largas en posición de alerta descendieron del vehículo oficial, rodearon la banca apuntándoles con sus armas al tiempo que una ronca y penetrante voz les ordenó levantarse con las manos en la nuca. Los pusieron de espaldas y, mientras un agente seguía apuntándoles, los otros dos comenzaron a catearlos, como si se tratase de una banda de peligrosos delincuentes. Luego los subieron a punta de golpes y empellones a la camioneta sin permitirles recoger sus cosas; dos policías se encargaron de subirlas abordo. Doña Petrona se limitó a observar la escena disimuladamente, haciendo como que no veía, mientras continuaba con su labor de levantar su ya famoso puesto, muy visitado, por cierto, por su nutrida clientela.

Ella más que nadie sabía muy bien que esa era la mejor actitud que debía mostrar ante la prepotencia y arbitrariedad de la policía; ella, más que nadie, sabía la inutilidad de intentar defender a los muchachos, a quienes empezaba a querer como a sus nietecitos; ella, más que nadie, lo sabía, porque cuatro años atrás, durante una manifestación de maestros que fue brutalmente reprimida por el gobierno del Estado, dos policías, ante sus propios ojos y en su propio puesto, secuestraron a su nieto de 13 años quien se encontraba tranquilamente comiendo y hasta la fecha aún no aparecía pese a las múltiples denuncias y recomendaciones por parte de varios grupos no gubernamentales defensores de los Derechos Humanos que se ofrecieron a apoyarla. Ahora la adversidad la ponía frente a otra situación similar, pero por desgracia dichos grupos defensores de los Derechos Humanos no pueden hacer otra cosa más que “recomendar”. De ahí a que el gobierno los pele hay todo un abismo, pues pareciera que a los gobiernos –federal y estatales- de este país los Derechos Humanos les vale un auténtico gorro.

-Pus miri, patroncito, hoy vengo con otra molestia, dirá asté qui soy molesta. Desdi luego no pierdo la esperanza de encontrar, gracias a ustedes, a mi nietecito Pablo, piro ahora vengo por otros cinco.
-¿Cinco, doña Petrona?
-Sí, patroncito, cinco muchachitos, los levantaron con lujo de violencia hoy in la mañana.

Doña Petrona describió detalle por detalle todo cuanto sabía y había visto sobre los cinco muchachos.
-Ayúdilos, don Jacinto, estoy sigura qui son muy buenos muchachitos, de veras, ayúdilos, se lo suplico.
-Claro que sí, doña Petrona, no se preocupe –le dijo el representante de la agrupación independiente de Derechos Humanos-, ahorita mismo voy a investigar a dónde se los llevaron y de qué delito los acusan, no se preocupe, yo le aviso en cuanto tenga cualquier noticia.

A la mañana siguiente los voceadores de toda la ciudad gritaban a bombo y platillo “¡extra, la extra!, ¡cinco peligrosos narcotraficantes fueron capturados en la plaza de Santo Domingo!, ¡extra, la extra!

Los diarios más favorecidos por el gobierno estatal cabeceaban en primera plana: “Gracias a la excelente eficiencia de nuestra heroica policía, de clase mundial, ayer cayeron en la plaza de Santo Domingo cinco peligrosos integrantes del crimen organizado”. En la nota interior decía: “cinco presuntos integrantes probablemente del cártel del Pacífico fueron capturados ayer en la plaza de Santo Domingo mientras transportaban en viejas mochilas de tipo escolar más de 100 kg., de cocaína, la cual fue inmediatamente confiscada. Además están acusados de haber agredido físicamente y por la espalda, en un retén militar de Nochixtlán, a un ejemplar miembro de las fuerzas armadas en situación de indefensión total.

Este heroico acto de nuestro insigne cuerpo de policía comprueba, una vez más, que el cártel del Pacífico de ninguna manera está protegido ni por el gobierno estatal ni por el gobierno federal como afirman ciertos medios de comunicación por demás antipatrióticos. No les hagan caso, ni los compren.”

En ningún momento, la nota aparecida en más de cuatro diarios parciales al gobierno local decía que se trataba de menores de edad que pernoctaban bajo una banca. Esto último empezó a aparecer los días subsiguientes en otros diarios menos parciales y de cobertura nacional gracias a las denuncias de la ONG de Derechos Humanos que por encargo de doña Petrona decidió hacerse cargo del caso, pero esos periódicos no tenían la misma difusión como los preferidos por el gobierno.

Los muchachos, mientras tanto, fueron encerrados en un tutelar para menores de la ciudad de Oaxaca en tanto se definía su situación. Doña Petrona ansiaba verlos, pero como no podía acreditar ningún parentesco no se lo permitían, sólo obtenía información a través de la ONG.

-¿Con que tú eres el jefe, no?, -le dijo el comandante a Galpa-. -Pos a ver si eres tan machito, confiesa que ustedes traían cocaína en sus mochilas-.
-No, ni siquiera la conozco.
-¿Ah, no?, ¡échenle!, ordenó a dos ayudantes que tomando con sus manos la nuca de Galpa sumergieron su cabeza en una cubeta de agua durante más de un minuto hasta que Galpa empezó a convulsionar por asfixia.
-¡Ya sáquenlo! Pinche escuincle, vas a confesar o no…
-La verdad, nosotros no traíamos eso, ni siquiera sabemos qué es.
-¡Échenle otra zambullida pa que aprenda este pendejo.
-¡Glu, glu!.., le digo la verdad, nosotros no traíamos eso.
-¿Ah, no?, ya saben… lo que sigue.
Ambos ayudantes le bajaron el pantalón y los calzoncillos y procedieron a colocar una especie de macana bajo sus testículos.
-¡Dale!, ordenó a uno de sus ayudantes. En ese instante se produjo una descarga eléctrica de tal magnitud que provocó el desmayo de Galpa.
-Despiértalo a chingadazos, volvió a ordenar el comandante. ¿Sigues de terco en que ustedes no traían la cocaína?, le insistió.
-La verdad no… se lo juro por lo que más quiera… ya déjeme por favor.
-Mira, pinche escuincle, no te voy a dejar hasta que me digas que esa cocaína la traían ustedes, me cai que soy capaz de matarte si no me lo dices y si te mato le sigo con cada uno de tus compinches.
-Es que la mera verdad nosotros no traíamos esa cosa, ya le dije, nunca en mi vida la he visto.
-¡Procedan!, ordenó el comandante a sus ayudantes.
-¡Ayyyyy!, fue el grito desesperado de Galpa cuando los policías aplicaron sobre sus testículos una segunda, pero más intensa descarga.
-¡Confiesa o te mato, maldito desgraciado!, es más, si no confiesas no sólo te mato a ti, ¡también mato a tus pendejos amigos, así que habla ahorita mismo, pinche desgraciado!

A Gerardo, alias Galpatrafo (Galpa) no tanto le importaba su vida como la vida de sus hermanos en desgracia, así que no le quedó más remedio que confesar, por la fuerza de la tortura, que en efecto él era narcotraficante al servicio del cártel del Pacífico, pero no sus compañeros, pues dijo que ellos eran totalmente inocentes, que ellos no sabían nada de nada y que él fue quien los embarcó sin decirles de lo que se trataba. Galpa prefirió echarse toda la culpa y declarar que sus otros cuatro compañeros eran inocentes, que lo castigaran a él, pero que liberaran a los demás.

La declaración de Galpa fue inútil, no convenía a los intereses ni de la policía ni del gobierno del Estado, así que confinaron a los cinco inocentes muchachos como “presuntos” culpables hasta que culminara el proceso quesque legal. Mientras tanto, el gobierno federal y del Estado anunciaban con bombo y platillo, por cielo, mar y tierra, a través de los medios televisivos e impresos a su servicio (por supuesto condicionados a ciertos privilegios políticos) ¡un triunfo más en su tan cacareada guerra en contra del narcotráfico!

Galpa, Luca, Bruti, Porfi y Poncho fueron noticia a nivel local dentro del Estado de Oaxaca por unos cuantos días, pero pronto fue motivo de olvido por los medios. Los únicos que siguieron con interés el caso fue doña Petrona y la organización –ONG- de Derechos Humanos, que además seguía en la búsqueda de su nieto secuestrado hacía ya cuatro años por dos policías. En otras palabras, doña Petrona ya no estaba sólo preocupada por encontrar a su nieto, ahora se hacía cargo voluntariamente y bajo una conciencia solidaria, con la responsabilidad de rescatar a cinco menores inocentes de la injusticia gubernamental delirantemente enfrascada en una errónea y fallida batalla en contra del narcotráfico, pues estaban resultando mucho más víctimas inocentes que verdaderos capos capturados.

¿Qué sigue?, ¿qué suerte les depara a nuestros amigos? No te pierdas el siguiente capítulo.

CONTINUARÁ

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