miércoles, 31 de marzo de 2010

Trotamundos capítulo V

TROTAMUNDOS
AVENTURAS DE PORFIDIO NATIVITAS
CAPÍTULO V

¡Uno para todos, todos para uno!, era el grito recién estrenado por la recién fundada Patrulla Trotamundos que, aunque no era original -pues estaba copiada de la novela “Los Tres Mosqueteros”, de Alejandro Dumas, a propuesta de Gerardo (Galpatrafo)- era un lema que bien se ajustaba al espíritu que empezaba a formarse entre estos cinco niños de la calle inspirados en el manual de la muchacha y el muchacho Quetz-Al. ¡Uno para todos, todos para uno!, era más que un simple lema o grito, era un estilo o modo de vida que empezaba a formar parte del pensamiento o entendimiento de vida de estos cinco muchachos, el cual clamaba ante todo solidaridad.

-Bueno, como tú y Porfi son los primeros –dijo Galpa a Luca- empiecen a pedir aventón aquí y nosotros nos vamos hasta allá adelante. No se les olvide gritarnos cuando pasen por donde estemos, pues nosotros no vamos a pedir aventón hasta que ustedes pasen, ¿sale?

-¡Sale!

-¡ah!, y no se les olvide, nos vemos en el mero centro, zócalo, jardín o lo que sea de Puebla, ¿va?

-¡Va!

Eran más de las doce de la noche, los muchachos se encontraban a la entrada de la autopista a Puebla. Pasaron varios autos, pero ninguno les hacía el paro, ¿qué conductor “decente” iba a levantar a un par de escuincles mugrosos, quizá llenos de pulgas y piojos? Transcurrieron más de 90 minutos para que un camión de redilas se orillara a la cuneta con sus luces intermitentes. Los chicos tuvieron que correr a la mayor velocidad que pudieron unos cien metros hasta llegar al vehículo. Luca intentó hablar con el conductor tal como lo había aconsejado Galpa, pero le fue imposible, pues la altura de la ventanilla rebasaba con mucho su estatura.

-¿ónde van?, preguntó el conductor bajando a medias el vidrio de su ventanilla.

-¡A Puebla!

-¡Ps órale, trépense atrás!

Como pudieron treparon primero a la defensa metálica, luego a la plataforma, luego la rejilla y saltaron hacia el interior cayendo sobre una lona gris atada con gruesas cuerdas a un montón de bultos a los cuales cubría. Desde ahí pudieron observar, a través de la ventanilla trasera, que viajaban en la cabina tres sujetos, pero no pudieron identificar si traían aliento alcohólico o si había algo sospechoso en su interior, según les había previsto Galpa. Su Guía de Patrulla. Al pasar donde se encontraban, a la orilla de la carretera, Galpa, Bruti y Poncho gritaron ¡a Puebla!, agitando sus tiernas, pero maltratadas manos sobre la rejilla.

Para nuestros dos amigos que viajaban a la intemperie, si bien estaban acostumbrados a dormir bajo el puente el trayecto no fue nada agradable, sobre todo al atravesar la zona de Río Frío, pues vaya que hacía frío y, más que nada, porque era el mes de enero. Si no murieron de hipotermia fue porque atinaron a cubrirse con las dos cobijas y abrazarse. Lo bueno fue que precisamente en Rió Frío hicieron una escala en la que los tres ocupantes de la cabina les dispararon un chocolate caliente –suficientes calorías- en una de esas fonditas que permanecen abiertas toda la noche a la orilla de las carreteras mexicanas, ¡viva México! Los muchachos relataron a los ocupantes el motivo de su viaje y éstos los animaron a continuar con coraje: “échenle ganas, van a ver que saldrán adelante”. Cada ocupante se cooperó con 10 pesos y nuestros amigos, Porfi y Luca descendieron contentos en el jardín central de Puebla con 30 pesitos más. Eran en ese momento poco más de las cuatro de la madrugada, no tuvieron más remedio que tirarse bajo una banca a seguir durmiendo.

Galpa, Poncho y Bruti tuvieron mejor suerte, pues les dio aventón un trailer cerrado, lo que evitó que pasaran tanto frío, lo malo fue que los dejó a la altura del libramiento y de allí hubo que caminar más de dos horas hasta el jardín central. Eran casi las siete cuando la pandilla completa, la Patrulla Trotamundos, se reencontró, todo sin novedad.

-¿Ya hace hambre, no?
-Yo diría.
-¿Por qué no vamos a “deyasunar” al “merdaco”?, dijo Bruti.
-Ps ya se hizo “trade”, contestó Luca para seguir la broma de Bruti.

-¿Y ora qué?, se preguntaban mientras almorzaban en el mercado central un rico mole poblano con sabrosas tortillas de maíz auténtico hechas a mano, no con ese maíz transgénico venenoso.

-Ps vamos al jardín –propuso Galpa- a ver qué planeamos. Salieron del mercado y se dirigieron a una banca del jardín central frente a la famosa catedral de Los Ángeles sin perder la oportunidad de visitarla por dentro, pero el sacristán los invitó a salirse: -¡oigan, oigan!, no pueden entrar. -¿Por qué?, respondió Galpa. -¿Cómo que por qué?, ¿no se dan cuenta que no están debidamente presentables para entrar a la casa de Dios? Desalojen y vuelvan cuando estén mejor presentables, ¿eh niños?

Los muchachos bajaron la cabeza y la mirada al suelo, sabían muy bien lo que este hombre quería decirles, sabían muy bien que su apariencia no era de gente “decente”, sabían muy bien que llevaban el pelo y la cara sucia, la ropa vieja, sucia y roída, los zapatos rotos. El mejor vestido, en todo caso, era Poncho, pues llevaba la ropa que recién se había comprado con el dinero mal habido que le habían pagado por sus breves servicios al narco-menudeo, pero aún así estaba lejos de parecer niño “decente” y de buenos modales.

En ese momento sintieron su autoestima por los suelos; más que por los suelos, por debajo de los suelos, tal vez en el mismo infierno. En una palabra, se sintieron humillados, ni más ni menos que por el cuidador, como quien dice el mayordomo de la casa de Dios, una enorme casa ostentosa en oro, plata y diamantes, suficiente como para sacar de la pobreza a cientos o miles de familias como de las que procedían estos muchachos o bien como para ofrecer educación gratuita a tantos y tantos niños de la calle como ellos, pero en fin, ¿qué podían hacer?, no eran más que eso, niños de la calle.

En silencio y con la cabeza gacha regresaron en fila india al parque y volvieron a sentarse en la misma banca en la que se habían reunido minutos antes. Durante un rato permanecieron en silencio, pensativos, quizá confundidos y tratando de buscar una salida, cuando un hombre cuarentón se les acercó. -¡Ola!, ¿ustedes no son de aquí, verdad? Los muchachos asombrados de pronto no supieron qué contestar hasta que Galpa atinó a decir ¿por qué nos pregunta eso? –Porque aquí en Puebla no permiten que muchachos como ustedes se paseen por las zonas turísticas, es más, probablemente algún vecino o algún comerciante de esta zona ya los haya denunciado ante la autoridad, ¿no saben que gente como ustedes “afean” la ciudad?

Esta afirmación –“afean la ciudad”- les cayó como un balde de agua helada. El individuo observó en silencio sus rostros durante varios segundos con una expresión casi sínica, como anticipando esta reacción por parte de los muchachos.

-Miren chavos –habló por fin-, no sé de dónde vengan, pero es obvio que no son de aquí, no tienen la facha de poblanos; yo tampoco soy de aquí, pero tengo más de 20 años viviendo en esta ciudad. Lo que quiero decirles es que mientras estén aquí, en el parque, están en peligro de ser levantados, ¿me explico?, o sea, se los va a llevar la policía y ni quiero decirles qué les puede pasar.

Aquella expresión de ave alicaída en plena picada con que los muchachos salieron de la casa de Dios después de haber sido humillados por el sacristán, nada menos que el mayordomo, súbitamente se transformó en una expresión de interrogación y asombro, de esas que hacen a uno fruncir el entrecejo como diciendo ¿qué onda?, ¿qué nos quiere decir? Pasaron unos segundos para que el fulano empezara a soltar la sopa.

-Miren, se los voy a decir claramente, la gente “decente” de Puebla no permite que chavos como ustedes anden tan campantes por el centro, pues dicen que “afean” la ciudad. Pero díganme ¿Qué onda con ustedes? ¡Con toda confianza, cuéntenme!, crean que lo que más quiero es ayudarles, yo sé que ustedes son niños de la calle, pero lo que quiero es ayudarles, de veras.

Galpa, como Guía de Patrulla, empezó a explicar cuál era la situación del grupo. –Bien, ya entiendo –dijo el individuo-. Miren, yo vine aquí hace más de 20 años del Estado de Guerrero, donde nací. De muy joven ingresé a la policía preventiva -cuando los muchachos oyeron la palabra policía se pusieron a temblar-, pero no se espanten –aclaró-, ya no soy policía, ahora soy taxista; renuncié a la policía hace unos años cuando me di cuenta de todas las cochinadas que se cometían. A los chavos como ustedes los levantan y los llevan a unos albergues a cargo de sectas religiosas “cristianas” que, a su vez, los venden a ciertos señores que se dedican a explotarlos mediante la prostitución y pornografía infantil o de jovencitos como ustedes. Estas mafias están controladas por el empresario más rico de este Estado con la protección del mismo gobernador, su gran amigocho y de otros políticos muy influyentes que son hasta amigos íntimos del mismo Presidente de la República, así que si llegan a caer en sus manos pueden darse por perdidos, pues antes de que cumplan los 20 les dan cuello y terminan bajo tierra en una fosa común; me consta, porque lo vi con mis propios ojos, yo mismo enterré a algunos. Ante toda esa porquería preferí renunciar y ahora me gano la vida como taxista, no me va mal. Pero bueno, lo que quiero, ya les dije, es ayudarlos.

-Pos mire -dijo Galpa-, la cosa es que nosotros queremos llegar a Oaxaca.

-¡Uf!, pos de aquí a Oaxaca todavía le cuelga y ya es casi mediodía. Si ustedes quieren yo les ofrezco un rinconcito en mi casa, con mi familia, para que pasen el día de hoy y salgan a Oaxaca mañana al amanecer, yo mismo los llevaría en mi taxi hasta la carretera.

Los cinco muchachos se vieron unos a otros tratando de entenderse entre sí sin palabras. “Si el fulano se quiere pasar de listo -pensaron para sí- nos podremos defender entre los cinco: uno para todos, todos para uno”, recordaron. Todo esto fue dicho y acordado mediante un lenguaje no verbal, sin palabras, todo entre miradas y expresiones.

El “fulano” se identificó con el nombre de Andrés. Condujo en su taxi a los cinco muchachos a su domicilio particular, una casa muy modesta de una planta; los invitó a ingresar y la primera que salió a la puerta de entrada fue su esposa, una mujer entre los 40-45 años.

-¿Quiénes son?, preguntó sorprendida.
-Vienen de México y van a Oaxaca, mi amor, “orita” te cuento con detalle, no te preocupes, son buenos chicos.

Con toda calma Andrés contó a su esposa detalle por detalle y ésta –la esposa- accedió hospedarlos por esa noche. –Está bien, que se queden a dormir en la sala, voy a tener que echarle más agua a la sopa y a los frijoles, me imagino que van a comer aquí, ¿no? –Así es mi amor, se van a quedar a comer, a cenar, a dormir esta noche y a desayunar mañana, pero no te preocupes, acuérdate que el que da, tarde o temprano recibe.

Una hora después llegó Quetzalli, una hermosa chiquilla de 13 años, de tez morena, ojos negros muy vivaces, trenzas oscuras enrolladas en la nuca y de suelto y alegre temperamento, acompañada por Andrés, su hermano, un adolescente de 15 años también moreno de ojos café oscuro, cabello negro y lacio, ceja muy poblada y un suave, delgado y oscuro vello apenas imperceptible sobre el labio superior a manera de incipiente bigote. Ambos se sorprendieron al ver en la sala de su casa a los cinco muchachos.

-¡Hola!, dijeron los hermanos un tanto intrigados.
-¡Hola!, les contestaron.
Con mirada de interrogación hermana y hermano voltearon a ver a Don Andrés, su padre.
-Les presento a… Gerardo…, Mariano…, Porfidio…, Oswaldo… y… ¡Poncho! ¿Sí verdad? Ella es Quetzalli, mi hijita y él es Andrés, mi hijo.
-A mí me dicen Galpatrafo, dijo Gerardo. –A mí, Luciferno, dijo Mariano. –Y a mí Brutillón, dijo exaltado Oswaldo. Los cinco muchachos no dejaban de admirar, extasiados, a aquella chiquilla tan linda y tan graciosa. Quetzalli contestó con una amable e inocente sonrisa y Andrés hijo repasó saludando con el puño a cada uno de los cinco.
-Se van a quedar esta noche y mañana se van a Oaxaca, les explicó Andrés padre.

Como Doña Rosalinda, esposa de Andrés, se vio obligada a preparar comida para cinco huéspedes más, sobre todo en la edad en que más tragan, es decir, la pre y la adolescencia, tuvieron que esperar hasta poco más de las cuatro de la tarde para pasar a la mesa. Los cinco chiquillos de la Patrulla Trotamundos devoraron literalmente hablando la sopa de coditos, la cecina de Yecapixtla que tres días atrás había traído Andrés de Morelos gracias a una dejada que unos turistas gringos le contrataron en su taxi, los ricos frijoles de olla y un sabroso postre de plátanos con crema, exquisita comida mexicana altamente nutritiva en comparación con la comida chatarra que nos llega del imperio gabacho.

Nuestros amigos pasaron una tarde muy agradable jugando e intercambiando sentimientos que nunca antes habían vivido con extraños. Jugaron “turista”, “parcasé”, “dilo con mímica” y hasta entraron al ciberespacio con alguna que otra “chateada”, siempre supervisada por Don Andrés, pues como expolicía conocía muy bien los riesgos que los jóvenes pueden encontrar en este tipo de prácticas, a través del Internet, en donde pueden ligarse con redes de pederastas y tratantes de personas.

-Cuídense mucho –les dijo Don Andrés una vez que los dejó a la salida a la autopista a Oaxaca-. –Por favor, no dejen de llamar por teléfono a la casa en cuanto lleguen a Oaxaca.

-Sí, claro, Don Andrés.
-¿Buena onda, no?, dijo Luca refiriéndose a Don Andrés.
-Afortunadamente –contestó Galpa-, hasta onde yo sé no hay mucha gente así, este Don Andrés es un “garbanzo de a libra”, porque de seguro que por cada 100 señores, o hasta señoras, que te ofrecen ayuda así como así, 99 quieren algo, no es de a gratis, ya vieron lo que le pasó a Poncho y lo que Don Andrés nos dijo sobre los señores que compran chavos para luego prostituirlos. ¿Ya saben qué onda con eso, no? Lo bueno es que andamos los cinco juntos, pero ora que nos volvamos a separar pa´pedir aventón, sobre todo ustedes dos –dirigiéndose a Luca y Porfi- que van solos, no confíen en “nadien”, ¿eh?
-Ps´ no, ni maiz.
-“Gueno” –dijo Porfi- qué tal si antes de separarnos decimos el Pensamiento Quetz-Al, ps´pa´que nos de suerte.
-¡Chido! –dijo Galpa- tú dirígelo, Porfi.

Formaron un círculo y comenzaron a repetir:

-“Hoy tendré voluntad,
-Para conocer más de mí mismo,
-Mejorar el mundo que me rodea,
-Actuar de acuerdo con lo que pienso y digo,
-Ser responsable de mis actos,
-Ser solidario con el desvalido y
-Respetar a mis semejantes”.

Este Pensamiento responde respectivamente a los Principios:

1. Auto-conocimiento,
2. Creatividad,
3. Pensamiento crítico,
4. Responsabilidad,
5. Solidaridad y
6. Respeto.

-¡Uno para todos!, gritó Galpa extendiendo su puño derecho al centro del círculo.

-¡Todos para uno!, gritaron los otros cuatro con el puño derecho igualmente extendido al centro.
¿Llegarán nuestros héroes con bien a Oaxaca, tierra natal de Porfidio Nativitas, verdadero fundador de la Patrulla Trotamundos? ¿Qué pasará con los Trotamundos en estas nuevas tierras, para la mayoría de ellos? No te pierdas el siguiente capítulo.

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