miércoles, 31 de marzo de 2010

Tlacuillo capítulo VI

TROTAMUNDOS
AVENTURAS DE PORFIDIO NATIVITAS Y SUS AMIGOS
Capítulo VI

Por:
Lince Hambriento

SINOPSIS

Los primeros cinco capítulos nos describen a Porfidio Nativitas, un muchacho de 13 años, quien ha crecido en una hacienda de un pueblo mixe (Mixteca) en el Estado de Oaxaca al cuidado de su supuesta abuela, pero nunca conoció a sus padres ni contaba con papeles oficiales de identidad, sólo sabía que se llamaba Porfidio Nativitas. La supuesta abuela era una india mixe, quien desde muy joven había tenido que trabajar, empujada por la pobreza, como servidumbre en la dicha hacienda. Antes había podido asistir a una escuela rural al menos hasta el segundo año en donde aprendió medio a leer y escribir.

Porfidio se crió en la hacienda desde que él tenía memoria y era obligado a trabajar por los patrones en diferentes labores del campo sin permitirle asistir a la escuela, sin embargo la abuela se encargó de enseñarle a leer y escribir como pudo; el administrador de la hacienda le enseñó cómo llevar un libro de cuentas y el veterinario lo adiestró en el cuidado más elemental de los animales, así como en la aplicación de los Primeros Auxilios. El día en que la abuela muere, Porfidio, de 13 años, decide escapar de la hacienda y se dirige en aventones a la ciudad de México.

El último aventón lo deja en las inmediaciones de Iztapalapa a las 3 de la mañana, se dirige a un parque y ahí encuentra decenas de niños de la calle. Esa misma noche coincidentemente hay un levantón policiáco y en esas circunstancias conoce a un niño de la calle –Poncho-, quien a escondidas lo conduce hasta la calzada Zaragoza en donde, bajo un puente, duermen otros tres niños de la calle que Poncho ya conocía anteriormente. Les pide posada y después de muchos remilgos y condiciones aceptan a Porfidio y a Poncho.

Los otros tres muchachos se llamaban Gerardo (Galpatrafo) de 16 años, Carlos Mariano (Luciferno) de 15, y Oswaldo (Brutillón) de 10. Los cinco muchachos se ganan el pan diario lavando parabrisas en diferentes cruceros, siempre explotados por un líder franelero. Una noche, Porfidio encuentra bajo el puente un viejo y desvencijado libro titulado “Manual de la muchacha y el muchacho Quetz-Al de Escultismo alternativo”. Como más o menos sabía leer, lo ojeó, le pareció interesante y se dio a la tarea de empezarlo a estudiar por partes. Propuso entonces a los otros cuatro formar una Patrulla Quetz-Al y realizar paso por paso las actividades allí propuestas.

Entre los cinco y siguiendo el Manual, se organizan como una Patrulla Quetz-Al siendo uno de sus primeros actos la conformación de la tesorería, a cargo de Porfidio como tesorero, siendo esta una acción eminentemente colectiva y democrática. Pero no todo sale a la perfección, pues un día Poncho, de 10 años, se involucra con el narco-menudeo. Cuando los otros cuatro muchachos se dan cuenta –afortunadamente a los pocos días- deciden alejarse de la ciudad un tiempo prudente al menos mientras los narcos se olvidan de Poncho, de esta manera huyen en aventones tratando de llegar a Oaxaca, lugar de origen de Porfidio.

Aquí comienza toda una odisea en la que nuestros cinco héroes son víctimas de discriminación, arbitrariedades, violencia y prepotencia de autoridades policíacas, militares, gubernamentales y eclesiásticas, lo que los obliga a emigrar constantemente perseguidos por la adversidad y la injusticia.

Porfi y Luca llegan a Oaxaca
en aventones, procedentes de Puebla.

-¡Porfi!, ¡Porfi!, ya llegamos –dijo Luca empujándolo con sus brazos-.
-¿Qué?, ¿qué pasa?
-¡Ya llegamos, guey!
-¿Onde?
-Ps´a tu tierra, guey, ¿qué no ves?, ya nos tenemos que bajar.
Porfi despertó un tanto enojado, pues en ese momento soñaba nada menos que con Quetzalli, la hermosa niña hija de Don Andrés.
-¡Oooo, chingá, no mames!
-¡Qué peks!, ya llegamos a tu chinche pueblo.
-¡Uff!
Luca y Porfi descendieron del camión de redilas que los condujo de Puebla a la entrada a Oaxaca, eran alrededor de las seis de la tarde. Preguntaron cómo llegar al centro de la ciudad y se trasladaron en transporte colectivo. Una vez en el centro se encontraron frente al monumental templo de Santo Domingo, una verdadera joya arquitectónica, lástima que es producto de la brutal, salvaje e inhumana colonización española en contra de nuestros indios.

-¡Chale!, ¡qué iglesiota!, exclamó Luca.
-Es Santo Domingo –dijo Porfi-.
-No, ps´sí que está fregona, ¿entramos?
-Ps´a ver si no nos corren como en Puebla.
-¡Orale!, ¿qué todos esos adornos son de oro?
-¡De oro puro, asegún me dijo mi abuela!
-¡Uta!, pos con todo ese oro no habría pobres, ¿no crees?
Porfi asentó con la cabeza asombrado por tanta riqueza inútil frente a sus ojos, una riqueza que bien podría utilizarse para sacar de la pobreza a muchas familias explotadas –como la suya- por los hacendados.

Esta vez no fueron molestados por nadie, pues pasaron desapercibidos por la cantidad de indígenas pobremente vestidos que entraban y salían después de orar fervorosamente ante el altar mayor y los altares laterales del templo de Santo Domingo. La luz del día empezaba a apagarse lentamente en tanto que las luces artificiales de la ciudad parpadeaban cintilantes bajo sus pies desde la imponente terraza del atrio.

-No han llegado.
-Todavía es temprano, pero ya hace hambre, ¿no?, ¿trais la lana, Porfi?
-Ps claro.
-¿Por qué no nos echamos un taco mientras llegan?
-No guey, aquí en mi tierra no hay como las tlayudas, mejor compramos una y nos la echamos mita y mita mientras llegan aquellos.
-¿una qué?
-Una tlayuda.
-¿Qué fregaos es eso?
-Una tostadota bien servida, ya verás.
-¡Sale!, qué rica se ve –exclamó Luca luego que vio la gran tostada llamada tlayuda. La partieron en dos y la saborearon acompañada de una refrescante agua de horchata.

Dieron las nueve, las once, la una de la madrugada, pero “aquellos” no llegaban.

-¿Qué hacemos, guey?
-Ps vamos a dormirnos en aquella banca, ya llegarán.

Cada uno sacó de sus respectivas mochilas su roída cobija y se dispusieron a dormitar en tanto llegaban Galpa, Bruti y Poncho, pero el cansancio los venció y quedaron bien jetones. Pasaron algunas horas cuando el trajeteo de los puestos que ya se disponían a vender los tamales y el atole caliente para el desayuno de los transeuntes interrumpió aquel sueño reparador. Cuando abrieron los ojos, vieron con sorpresa que ya aparecían sobre la plaza los primeros celajes del amanecer. Lo primero que hicieron fue levantarse y buscar por toda la plaza a sus compañeros, pero no estaban. Esperaron al mediodía, pero no llegaban. Volvió a anochecer y ni sus luces. Sentados en la misma banca, con la mirada perdida en el horizonte y en completo silencio, los muchachos reflejaban en sus rostros una tremenda angustia. Habían pasado más de 24 horas sin tener noticias, imaginaban lo peor; algunas lágrimas escurrieron sobre ese par de tiernas e inocentes mejillas.

-¿Qué les habrá pasado?, preguntó Porfi casi sollozando. Luca sólo atinó a encoger los hombros, pues no pudo pronunciar palabra alguna.
-¿Tienes hambre?, preguntó Luca a Porfi.
-No, ¿y tú?
-Yo tampoco.
-Ps vamos a dormirnos, según el reloj de la iglesia ya son las 12.
Se recostaron en la misma banca, se cubrieron con sus respectivas cobijas, pero ninguno de los dos pudo dormir, cada ruido que oían volteaban para ver si eran “ellos”, sus hermanos en desgracia, pero amaneció por segunda vez consecutiva y los muchachos aún no aparecían.

GALPA, PONCHO Y BRUTI
“LEVANTADOS” POR SOLDADOS

La mañana en que dejaron Puebla, Galpa, Poncho y Bruti fueron recogidos por una camioneta pick-up conducida por un amable señor acompañado de su esposa y un niño de unos seis años que los dejó en Tehuacan.
-Aquí los dejo, muchachos. Que les vaya bien y que tengan mucha suerte.
-Sí, muchas gracias.
Continuaron pidiendo aventón en la carretera cuando se para un trailer en la cuneta.
-¿Adónde van?
-¡A Oaxaca.!
El copiloto se baja a abrir la caja
-¡súbanse pues!, allá vamos.
Antes de entrar a Nochixtlán el trailer topa con un retén militar.
-¡Abran la caja!, ordena con actitud prepotente un sardo con carabina en mano.
-Sí, ahorita, -contesta el copiloto bajando apresuradamente.
-¿Y estos?, -preguntó el sardo refiriéndose a los tres muchachos.
-Les dimos aventón en Tehuacan, van para Oaxaca.
-¿A, sí?, pues se me bajan, -ordenó el sardo apuntándoles con el arma-.

Los muchachos bajaron exaltados y, una vez en tierra, ordenó tanto a los muchachos como al conductor y su ayudante colocarse de espaldas con los brazos en la nuca.
-A ver, muchachitos, no se hagan güeyes, entréguen la droga o si no aquí me los trueno.
-No traemos droga, dijo Galpa.
-¿Ah no? -dijo uno de los sardos-, ¡llámate al teniente!, le ordenó al otro.
-¡Con que no train droga!, ¿eh? –dijo el teniente con rifle en mano-, vamos a ver… catéenlos –ordenó a los dos sardos mientras sacaba del bolsillo de su uniforme un par de bolsas de marihuana que depositó en la palma de la mano de uno de los soldados rasos.
-¿No que no?, ¡mira cabroncete lo que te saqué de la bolsa!
-No son mías, respondió Galpa atemorizado.
-Pues eso ya lo veremos, por lo pronto se van a tener que quedar… y ustedes dos también –dirigiéndose a los conductores-.
-¿Y nosotros por qué?
-Por traficantes de droga.
-Pero si nosotros no somos traficantes de droga, sólo estamos trabajando honradamente.
-Eso ya lo veremos ahora que cateemos el camión, pero si no encontramos nada de droga en el interior de todos modos los vamos a consignar por cómplices.
El conductor y su ayudante se quedaron viendo uno al otro totalmente intrigados.

Los ataron con las manos a la espalda, aventaron sus mochilas al lado de la carretera y uno de los sardos los condujo a golpes y empujones con el cañón de su rifle a un jacal de teja y adobe que se encontraba escondido a unos 200 metros del camino cubierto de bosque semi-tropical.

Los sardos comenzaban a revisar minuciosamente el trailer, así como los papeles del vehículo, cuando el capitán del retén se acerca.
-¿Qué hacen?
-¡Mi capitán!, se cuadraron ambos soldados.
-¿Qué no ven que el trailer pertenece a la empresa “Calderones Ruiz, S.A.”?
-Eeeeste… nnnoo…, mi capitán, no nos fijamos.
-¡Pos qué par de penitentes!, los puedo mandar arrestar. ¿Qué no saben que “Calderones Ruiz, S.A.”, es intocable?, ¿no saben que pertenece a un primo del gobernador y a un pariente no tan lejano del Presidente de la República?
-¡Ah jijos!, pus no.
-Pos como no quiero problemas con mi coronel, suelten al chofer y su ayudante y que se vayan yá, sólo deténganme a los chavos, ya saben que para justificar nuestros sueldos tenemos que agarrar aunque sea a “chivos expiatorios” y más ahora que el gobierno nos acaba de aumentar el 40 por ciento. Total, si no podemos con los verdaderos capos, pues aunque sea con estos “chivitos expiatorios”, así que déjenmelos encerrados y luego a ver qué hacemos con ellos, digo, en último caso les damos cuello y los enterramos por ahí. ¡A ver, tú –ordenó a uno de los sardos- cuídamelos hasta ver qué fregaos hacemos con estos escuincles!
-¡Sí, mi teniente!, obedeció sumisamente el soldado raso.

-¡Ora sí que se los llevó la fregada!, dijo el soldado raso o “sardo” a Bruti, Poncho y Galpa sin dejar de apuntarles con su rifle
-¡Quítate toda tu ropa, pero ya! –ordenó el soldado a Bruti.
Bruti obedeció. Mientras se desvestía frente a la amenazante arma del soldado, Galpa, con enorme, pero exitoso esfuerzo pudo safar sus ataduras sin que el soldado se pudiera percatar, pues toda su atención estaba concentrada en el cuerpo desnudo de Bruti. Dispuesto a abusar sexualmente del niño dejó distraídamente el arma a un lado y se abalanzó sobre el inocente cuerpecito, instante que aprovechó Galpa que, nada torpe, tomó el arma por el cañón y asestó certero golpe en la nuca del sardo quien perdió de inmediato el conocimiento. Tomaron las ropas de Bruti y salieron de la choza disparados hacia el interior de la selva, hasta que se encontraron a salvo.

Caminaron por la sierra mixe o mixteca todo ese día hasta entrada la noche, decidieron entonces echarse a dormir, pero recordaron que en el Manual Quetz-Al se describía cómo construir un refugio en el bosque con troncos y ramas. No contaban con mecahilo, pero cada uno llevaba su piola. Recolectaron tres troncos de más de dos metros, construyeron un tripié aplicando el amarre trípode con una piola y, con las otras dos piolas, hicieron un tejido con el que sostuvieron varias ramas. De esa manera construyeron un vivac (refugio de campo con troncos y ramas) en el que pudieron pasar esa noche en cubierto.

Al día siguiente, al amanecer, el hambre hacía estragos en sus estómagos. Poncho vio de pronto un animalejo que pasó corriendo frente a ellos. Dio la alerta a sus dos amigos y los tres se dispararon corriendo en su persecución hasta que lo alcanzaron. Entre los tres lograron cazarlo con sendas piedras. Ninguno de los tres sabía qué clase de animal era, pero se miraba apetitoso. En realidad se trataba de un armadillo.

Aunque Galpatrafo ya había dejado de fumar a insistencia de Porfidio, siempre traía consigo una cajetilla de cerillos por lo que se ofreciera. Gracias al Manual Quetz-Al, los muchachos recordaban cómo encender una fogata con un sólo cerillo: primero hacer un montoncito de “yesca” o pasto seco, haciendo un huequito en el centro. Luego hacer una pirámide con ramitas secas, muy delgadas, alrededor de la yesca. Enseguida acercar el cerillo encendido al huequito de la yesca hasta que empiece a encender y soplar suavemente hasta que la pirámide de ramitas comience a emitir llamas. Se siguen colocando alrededor de la pirámide ramas secas cada vez más gruesas, sin dejar de soplar, hasta que tengamos un buen fogón con troncos más gruesos. No olvidar que antes de formar la pirámide debemos rodear la fogata con piedras para evitar que el fuego se disemine y pueda causar un incendio forestal. Los muchachos esperaron a que se formaran una buenas brazas en las que pudieron asar el armadillo recién cazado por ellos. La mera verdad resultó delicioso, pues sabía como entre puerco, entre pollo y entre res. Los muchachos comieron hasta que se hartaron, no dejaron ni un gramo de esa deliciosa carne.

En el lugar no había agua, sin embargo sabían por el Manual que si dejaban la fogata encendida podían provocar un incendio forestal de enormes y fatales consecuencias, lo que evidentemente iba en contra de uno de los seis Principios Quetz-Al, la Responsabilidad.

-Tenemos que apagar bien la fogata –dijo Galpa-; primero hay que dispersar las brasas y pisotearlas, ahora de a “bomberito” (con orines). Ahora tráiganse toda la tierra que puedan para cubrir totalmente las brasas y ahora échenle las piedras encima, así ya no es fácil de que se incendie el bosque, porque al bosque hay que cuidarlo.

Siguieron su camino hasta la cima de una loma desde donde vislumbraron un poblado. Un campesino con el que se toparon les informó que se trataba de San Agustín Etla.

A la entrada del pueblo se toparon con otro campesino.
-¿Di ónde vienen?
-De México, queremos ir a Oaxaca.
-Pus vengan, síganme.
El campesino, con rasgos indígenas, los condujo muy amablemente al templo católico del pueblo de San Agustín Etla, preguntó por el padre Damián y en cuanto éste salió les presentó a los muchachos.
-Sí, don Chava, no se preocupe, yo me encargo de ellos, vaya con Dios.

Galpa relató al padre Damián, un sacerdote jesuita, detalle por detalle toda la historia de la Patrulla Trotamundos.
-Mmm, ya veo –dijo el padre Damián- ¿así que ustedes son niños de la calle y tienen qué encontrarse con otros dos compañeros en Oaxaca?
-Ps sí, padre, Porfi y Luca ya deben de estar preocupados de que no hemos llegado.
-Me lo imagino. Miren, ya son casi las siete de la tarde, es difícil que se vayan ahorita a Oaxaca, yo les ofrezco un rinconcito en la sacristía para que pasen la noche, ya mañana se irán temprano. Me imagino que tienen hambre, voy a ver qué tiene doña Lupe de cenar.

-Hay, pagresito, pus no hay más qui tortillas y frijoles, y eso no mucho.

-Pues sírveles a mis amiguitos todo lo que tengas.

-¿Y asté, pagresito, qué va a cenar?

-¡Vá!, por un día que deje de cenar no me va a pasar nada, doña Lupe, ¡si Cristo ayunó 40 días!, lo que ahora me importa es que estos pobres niños coman hoy lo que haya en la alacena, total, mañana será otro día.

Doña Lupe invitó a los tres chicos a la cocina en donde les preparó unas deliciosas quesadillas de queso Oaxaca acompañadas con frijoles refritos y leche. No alcanzaron las quesadillas para el padre Damián, pero de todos modos los acompañó feliz, contando chistes “blancos” con un vaso de leche. Nuestros tres amigos pasaron en la sacristía una noche de lo más tranquila, aunque no sin la preocupación de lo que sus otros dos hermanos, Porfi y Luca, pudiesen estar pasando.

-Hijos míos, despidió el padre Damián a cada uno de los muchachos con un efusivo abrazo y un beso en la frente. Les dio la bendición y les deseó la protección de Dios. El padre Damián vivía congruentemente con los votos de pobreza y humildad que exige el clero católico a sus ministros, cosa muy opuesta a la vida ostentosa rodeada de lujos multimillonarios de los jerarcas de la misma iglesia, nada que ver con las enseñanzas de Cristo. ¿Será la misma jerarquía católica-cristiana el proféticamente anunciado anticristo? Pos pué que sí.

¿Qué pasará con Galpa, Poncho y Bruti?, ¿llegarán sanos y salvos a Oaxaca?, ¿lograrán reunirse con Luca y Porfí?, ¿Qué sera de Luca y Porfi solos en la ciudad de Oaxaca en espera de sus otros tres amigos?, ¿lograrán reunirse nuevamente los cinco muchachos de la Patrulla Trotamundos? No te pierdas el siguiente capítulo de esta interesante historia.

CONTINUARÁ…

CÓMO CONSTRUIR UN VIVAC


Primero se construye la pirámide con tres troncos de tamaño similar aplicando en el vértice un amarre de trípode de suficiente altura y amplitud de la base para que quepan acostados todas o todos los integrantes de la patrulla, luego se refuerza a los lados con otros troncos aplicando amarres diagonales hasta formar el armazón tal como se observa en la figura, después se cubre de ramas verdes dejando libre sólo la entrada. ¡Feliz campamento, futuro Quetz-Al!
PASOS PARA ENCENDER UNA FOGATA SEGURA EN EL CAMPO

1. Busca un lugar abierto alejado de plantas y árboles.
2. Junta una buena cantidad de “yesca” (pasto seco).
3. Haz una bola de yesca de más o menos 50 cm. De diámetro y haz un hueco en el centro.
4. Rodea la bola de yesca haciendo un círculo con piedras de unos 50 cm. De diámetro.
5. Rodea la bola de yesca con ramitas secas muy delgadas.
6. Enciente un cerillo, acércalo al hueco de la yesca y espera que encienda; una vez que empiece a encender sopla suavemente directamente al hueco hasta que comiencen a aparecer las primeras llamas, estas llamas comenzarán a prender las ramitas secas delgadas que colocaste alrededor.
7. Sigue soplando mientras colocas alrededor de la fogata, en forma de pirámide, ramas secas cada vez más gruesas hasta que tengas una buena fogata.
8. Al final, una vez que termines de usar la fogata, rocía agua sobre las brasas, dispérsalas, cúbrelas de tierra y no abandones el lugas haste que estés seguro de que está completamente apagado y que no pueda provocar un incendio forestal.

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